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Los kurdos sirios asediados

Kobané, la víctima de gran juego turco

Fuentes: Orient XXI

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En las últimas veinticuatro horas la coalición dirigida por Estados Unidos ha multiplicado los bombardeos contra la Organización del Estado Islámico (OEI) que está atacando la ciudad kurda siria de Kobané. Sin embargo y a pesar de la defensa encarnizada de sus defensores, la ciudad podría caer, tanto más cuanto que Turquía bloquea férreamente su frontera, a pesar del riesgo de que su intransigencia haga fracasar las negociaciones entre el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) y Ankara.

La larga duración del conflicto sirio se explica por la diversidad de actores implicados, pero también por su imbricación en unas lógicas nacionales, regionales e internacionales contradictorias en relación con unas potencias exteriores aliadas que les financian o respaldan: Occidente contra China y Rusia, Turquía y el Golfo contra Irán, Iraq (chií) e Hizbolá. Además del enfrentamiento entre el régimen y el Ejercito Libre Sirio (ELS), nuevos grupos armados, que apoyan a cada uno de los proyectos territoriales rivales, tratan de controlar partes del territorio sirio.

Uno de esos actor, que desde 2012 se volvió fundamental en el escenario sirio, parecía haberse retirado del juego: los kurdos de Siria. Escasamente implicados en los cálculos estratégicos y geopolíticos de la potencias beligerantes, los kurdos sirios parecían «mantenerse al margen» desde hace casi dos años. A pesar de la ausencia de un apoyo declarado al margen de las redes sociales propias dominadas por el Partido de la Unión Democrática (PYD) cercano al PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), sin embargo se libraron rápidamente de la tutela de Damasco sin integrase en otras coaliciones o fuerzas militares contrarias al régimen (Coordinación Nacional Siria, Coalición Nacional de las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución, Frente Islámico, Frente de Liberación Islámica).

Una región autoadministrada

El papel de Turquía, que apoya a los rebeldes sirios del CNS desde 2011, lo mismo que los movimientos más radicales con el alargamiento del conflicto, ha sido primordial en este rechazo de los kurdos de la coalición (CNS y después Coalición Nacional de las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución, CNFOR). Desde el inicio del conflicto Ankara siempre ha maniobrado para marginarlos, privarlos de recursos y hacerlos vulnerables. Sin embargo, rápidamente supieron aprovecharse de la guerra civil para poner en marcha su propio proyecto político y territorial: una región autoadministrada llamada Rojawa, compuesta por tres cantones autónomos: Afrin, Kobané y Djezireh. Ayudados por los kurdos turcos tanto para establecer su propia administración como para crear las milicias de autodefensa, el paso dado por los kurdos tenía todo para desagradar al poderoso vecino del norte que solo podía constatar su incapacidad para influir en el caso sirio.

Ankara lleva tiempo actuando en la sombra para destruir el proyecto kurdo, precisamente porque es una concretización de las ideas del  PKK, su enemigo hereditario. Y con la anunciada caída de Kobané y la erradicación del conjunto del cantón ha quedado muy claro que Turquía ha jugado la baza yijadista para limpiar el norte de Siria de la presencia kurda.

Antes del asedio solo denunciaban esta esta estrategia los miembros del Partido de la Unión Democratica (PYD) que regularmente denunciaban la implicación turca en varias de las batallas que los kurdos libraban contra los yihadistas a lo largo de la frontera sirio-turca. El padrinazgo de la Unidades de Protección Popular (YPG) del PYD y la proximidad ideológica entre el PYD y el PKK seguramente podían hacer sonreír a los observadores extranjeros que tenían tendencia a interpretar estas supuestas «pruebas» como el resultado de una manía obsesiva de los luchadores turcos que todo lo analizan a través del prisma antiturco. La sistemática aversión del PKK a Ankara y, por consiguiente, la desconfianza de la que es objeto esta organización (a la que Occidente considera «terrorista») contribuyeronsin duda  durante un tiempo a minimizar, hablando mediáticamente, el papel de Ankara en el avance yihadista en el norte de Siria.

Colusión con los yihadistas

Hay muchas pruebas de la benevolencia de Ankara hacia los yihadistas. Desde 2012 los kurdos de Djezireh se quejaban de las facilidades que se les daban a estos combatientes para atravesar la frontera turco-siria en ambos sentidos. Los años siguientes demostraron que los cada vez más numerosos yihadistas se beneficiaban de servicios y de redes de ayuda financiera eficaces del lado turco. Durante los violentos combates de Sarikaniye en 2013 incluso acudían en su ayuda vehículos turcos.

A partir de 2013 los combatientes yihadistas se internacionalizan. Frente a las milicias kurdas, cada vez se encuentran menos sirios enrolados en el Estado Islámico de Iraq y del Levante (ISIS), aunque hay marroquíes, libios, iraquíes, chechenos y paquistaníes. Una parte de los miembros del ISIS ha transitado por Turquía, como siguen haciendo los yihadistas europeos que van a Siria y se benefician en el lado turco de todas las facilidades para lanzarse a la Yihad. En los encuentros que tuve con los representantes del cantón de Djezireh me enseñaron los pasaportes recogidos a las víctimas yihadistas durante las diferentes batallas en Sarikaniye (verano y otoño de 2013): poco eran sirios.

La dejadez y complacencia de Ankara salieron a la luz cuando cientos de combatientes yihadistas tomaron la ciudad armenia de Kessab en marzo de 2014. Y es que los combatientes habían llegado a esta ciudad fronteriza desde la provincia turca de Hatay.  La casi toma de la Kobané por parte de los yihadistas ha estado facilitada recientemente por el bloqueo de Turquía, que cerró su frontera, lo que impidió esta vez que cualquier refuerzo turco acudiera a defender la ciudad por el norte en el momento más crítico. Se comprenden mejor los silencios de Ankara y las dudas respecto a su participación en la coalición internacional contra la Organización del Estado Islámico (OEI).

Un cantón estratégico

Kobané es estratégico para los kurdos. Es el cantón central de tres territorios que, si se unieran, podrían constituir a largo plazo un Kurdistán autónomo viable en Siria. Eso es precisamente lo que quiere evitar Ankara. El PKK y los YPG, por el contrario, deben demostrar que pueden defender las zonas con población kurda. Han basado su legitimidad sobre ese punto y todavía no en las urnas. La pérdida del cantón (ya efectiva) y de su cabeza de distrito sería un duro golpe para los kurdos, incluso una tragedia. Se trataría de un revés terrible que marcaría las conciencias kurdas, pero esta pérdida no sería una desilusión política. Como en la guerra de Yugoslavia, acabamos de asistir a un nuevo episodio de limpieza étnica que acompaña a cada avance del OEI en las zonas que no son de mayoría sunní. Otro golpe grave al proyecto autonomista kurdo (Rojawa pierde uno de sus tres cantones) es la geografía de toda una zona de poblamiento que podría ser borrada. Después de Djebel Sinjar en Iraq, territorio refugio de los kurdes yezidis, la bolsa kurda de Kobané es el segundo espacio comunitario que corre peligro de desaparecer. El siguiente podría ser el cantón de Afrin, que tiene la misma configuración geográfica que Kobané: está enclavado en medio de un entorno árabe y es limítrofe de Turquía. El cantón de Djezireh, por su parte, parece más difícil de tomar. Al tener una frontera con el Kurdistán iraquí, este territorio se podría defender mejor gracias a los refuerzos enviados desde el lado iraquí, sobre todo después de que el PKK volara a ayudar a los kurdos de Iraq, en Shingal y Makhmur, durante la ofensiva de la OEI en agosto de 2014.

La lejanía de Damasco y el desmembramiento de los grupos rebeldes han contribuido al éxito del proyecto kurdo. Pero la cercanía de Turquía y la emergencia, tras sus victorias en territorio iraquí, de la OEI, han modificado totalmente el equilibrio de fuerzas que había permitido entre 2012 y 2014 un cierto statu quo en el norte de Siria. Desde septiembre de 2014 los kurdos de Siria, sin ningún apoyo exterior, no parecen ser capaces de poder defender su proyecto frente a los yihadistas fuertemente armados y a la complacencia turca respecto a ellos.

Una victoria más simbólica que estratégica

Contrariamente a lo que informa muchos medios occidentales, la pérdida del cantón de Kobané y la subsiguiente limpieza étnica con la huida de más de 300.000 personas no representa una toma estratégica para la OEI. Al contrario que el cantón de Djezireh, el de Kobané no posee ninguna riqueza natural comercializable. Ni siquiera tienen una posición estratégica: la OEI no necesitaba en absoluto controlar esta gran población agrícola para abrirse una ventana hacia Turquía, ventana que los yihadistas tienen desde hace tiempo gracias al control de la zona fronteriza al este y al oeste de Tell Abyad (parte septentrional del gobernorado de Raqqa). Y es precisamente a lo largo de estos casi 150 km de frontera común donde se efectúan los tráficos de mercancías y el paso de combatientes. En efecto, los yihadistas promueven la expansión territorial con el objetivo de crear  un gran califato. Pero el Rojawa, un proyecto laico, multiétnico, en el que tienen cabida las mujeres y de inspiración democrático, supone una traba para ese propósito. Sin duda Kobané no es estratégico para la OEI sino simbólico: lo que buscan los yihadistas es una victoria sobre los kurdos del PKK, un movimiento que hasta el momento casi siempre les ha vencido en el terreno militar.

En cambio, a Turquía le convendría la victoria de los yihadistas en Kobané por más de una razón. En efecto, aunque Turquía se presentaba como la gran perdedora del conflicto sirio, parece tener finalmente en sus manos las bazas de su supremacía futura en el norte de Siria: las victorias de la OEI sobre los kurdos sirios no pueden sino confortar a Turquía, que busca cualquier pretexto para una intervención en Siria con el fin de instaurar ahí una zona tampón que le permitiría cerrar sus fronteras a los refugiados sirios y mantener alejados a los kurdos del PKK. La supremacía de los yihadistas en su frontera meridional le daría todos los pretextos para una intervención (cuando lo deseara y a condición de que Estados Unidos ablande su postura) como es debido, que esta vez se podría hacer con la aprobación de la coalición internacional. Sin duda Turquía seguirá jugando a su manera la carta yihadista en su guerra con Siria, carta doblemente ganadora: podría ofrecerle un derecho de invasión y aniquilar toda esperanza kurda de crear un proyecto político-territorial bajo influencia del PKK. Tanto si entra Turquía en su territorio o, peor, si deja hacer, un poco más, a la OEI, el proyecto kurdo de Rojawa corre peligro de terminar dentro de muy poco y de echar a los caminos a más de un millón de refugiados kurdos y cristianos.

Unas críticas muy comedidas

Los kurdos, tanto de Turquía como de la diáspora, se sublevan precisamente frente a estos cálculos estratégicos. Haya hecho o no Ankara promesas a los kurdos (comprometiéndose a facilitar el establecimiento de un corredor sobre su territorio que habría permitido llevar armas y refuerzos), las consecuencias sobre el escenario político turco de la tragedia de esta ciudad podrían firmar el fin del proceso de paz iniciado entre el gobierno turco y el PKK. El riesgo entonces sería que se reiniciara el conflicto en territorio turco. Sin embargo, las organizaciones kurdas en Turquía (Partido por la Paz y la Democracia, BDP, Partido Democrático del Pueblo, DEHAP) e incluso el PYD, que sigue siendo bastante mesurado en estas críticas al poder turco, no parecen querer romper totalmente el diálogo con Turquía. Romper el embargo por medio del diálogo y la presión de la opinión pública podría ser una solución para tratar de salvar Kobané, si no es ya demasiado tarde. En todo caso, la movilización de los kurdos en Turquía y en el mundo (que ha obligado a los aviones de la coalición a intensificar sus ataques en torno a Kobané en apoyo de los combatientes  kurdos) ya es un grave revés para el poder, obligado a partir de ahora a mostrar su verdadero rostro.

Así, las alianzas y los cálculos personales de los actores externos del conflicto sirio se vuelven cada vez más contradictorios con algunos de los objetivos declarados y a las poblaciones locales cada vez les parecen más cínicos. Francia en su política de «todo excepto Bachar» apoya a partir de ahora a Turquía que, aunque es miembro de la OTAN y miembro tardío de la coalición internacional contra la OEI, sigue jugando explícitamente la carta de los yihadistas para aniquilar el proyecto kurdo. Ankara trata de negociar su compromiso en la guerra contra la OEI a cambio de la posibilidad de utilizar a su manera a Siria como un glacis defensivo limpio del PKK o a cambio de la garantía de llevar sus aliados y tropas hasta Damasco. París, ya inclinado a apoyar las posturas de países del Golfo como Arabia Saudí, matriz ideológica y financiera del yihadismo salafista, parece querer entrar en este juego que, al final, costará caro en vidas humanas y en gestión de los flujos de refugiados. Cuando el gobierno francés parece tan preocupado por sus candidatos a la yihad, ¿como puede todavía seguir en esta vía en la que los objetivos declarados ya no coinciden con los cálculos personales y los beneficios que se buscan?

Cyril Roussel es doctor en Geografía, investigador del Instituto Francés de Oriente Próximo en Amman. En Siria entre 1997 y 2005, y en Jordania desde 2010, está investigando actualmente en las fronteras entre Siria e Iraq. Más particularmente, trabaja sobre los movimientos y la circulación de mercancías y de personas, los procesos de construcción territorial en curso y las dinámicas transfronterizas.

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