Kobani continúa ardiendo. Los civiles pasan hambre, atrapados entre los ataques aéreos, los bombardeos de mortero y las batallas callejeras. La desesperada situación no muestra señales de mejorar, ya que el Estado Islámico (EI) ha tomado el tercio oriental de la ciudad, donde ya flamea su bandera negra. «Los ataques aéreos destruyen todo a 200 […]
Kobani continúa ardiendo. Los civiles pasan hambre, atrapados entre los ataques aéreos, los bombardeos de mortero y las batallas callejeras. La desesperada situación no muestra señales de mejorar, ya que el Estado Islámico (EI) ha tomado el tercio oriental de la ciudad, donde ya flamea su bandera negra. «Los ataques aéreos destruyen todo a 200 metros a la redonda de donde impactan. Los morteros del EI están llegando todo el tiempo, en ocasiones las bombas caen cerca de nosotros. Es el destino: a veces vivimos, otras veces podemos morir», le dijo Mustafa Bortan, de 37 años, a The Independent desde su casa en el sur de la ciudad.
El padre de cinco hijos llevó a su familia a un lugar seguro en Turquía antes de cruzar de nuevo a apoyar a los combatientes kurdos que defienden su ciudad sitiada. Ahora, ante la falta de suministros, dice que la comida es cada vez más escasa y los residentes se ven obligados a beber agua de lluvia. «Algunas personas ya pasaron dos días sin comer nada. Antes, desde el lado turco, la frontera estaba abierta y se podía conseguir comida, pero ahora no se puede», dijo. «Hoy pude visitar a mis amigos y tenían carne enlatada para compartir. No hay pan.»
El Estado Islámico también tomó la colina estratégica Mistanur que domina la ciudad, después de una lucha feroz con el YPG (Unidades de Protección Popular), la franquicia siria del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Todavía, haciendo vigilia desde el lado turco de la frontera con Siria, hay parientes turcos y kurdos de los que están adentro de Kobani, estoicamente viendo y escuchando el traqueteo de los disparos y los impactos de los ataques. Memet Ozdemir, de 45 años, sigue tratando de llegar hasta donde está su tío, todavía atrapado en el interior. «Trato de llamar y llamar, pero no obtengo una respuesta», dijo.
En Suruc, las pérdidas del YPG también se sienten fuertemente. Ayer, nueve combatientes del YPG, entre ellos dos mujeres, fueron enterrados en dicho poblado. Los informes locales dijeron que la mayoría había muerto a causa de disparos en la cabeza a cargo de francotiradores. Se espera que más muertos sean enterrados hoy.
Los conductores de ambulancias afirman que tienen que esperar durante horas antes de poder recoger a los heridos de la frontera, acusación repetida por Mustafa Bortan. «Una pared se derrumbó cuando su casa fue bombardeada y fueron aplastados; no pensamos que iban a morir, pero tenían que aguardar en la frontera durante horas y horas, porque los soldados turcos no los dejaban pasar. Cuatro de ellos murieron mientras esperaban en la frontera», dijo.
Decenas de familiares se reunieron para enterrar a los muertos de ayer, ondeando banderas del PKK. Los sentimientos antigobierno turco estaban en su apogeo, mientras cantaban: «Si Kobani cae, será la tumba de Erdogan». El apoyo a Estados Unidos, sin embargo, es fuerte, con muchos kurdos locales refiriéndose a Obama como Padre Obama. Estados Unidos informó que ayer había habido cinco ataques aéreos al sur y al oeste de Kobani, que destruyeron una base del EI y dos vehículos, y atacaron a dos grupos de combatientes del EI.
Sin embargo, fuentes del YPG dicen que los combatientes del EI se están volviendo cada vez más astutos ante los ataques y comenzaron a prender fuego las casas cercanas a sus bases con el fin de crear una cortina de humo. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos informó que los ataques habían tenido éxito en hacer retirar a los combatientes del EI de algunas partes de Kobani. Pero los civiles siguen huyendo de la ciudad, aunque muchos han aguardado durante días para escapar, esperando que la situación mejore. Edule Isman dijo que esperó durante 10 días antes de decidir que era hora de venir a Turquía. Acunando ayer a su pequeño hijo sobre la cadera, la mujer -de 28 años de edad- llegó al campamento del municipio en Suruc. «Tenía la esperanza de que todo estuviera bien. Esperamos en el campo minado sobre un parche que pensamos que era seguro, porque sabíamos que el EI no nos podría alcanzar ahí», dijo.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.