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La adicción terrorista contra Cuba

Fuentes: Rebelión

Desde su visión imperialista (EE.UU.), con las expropiaciones, la revolución no había hecho otra cosa que firmar su propia sentencia de muerte: se iniciaba pues, la saga del Terrorismo de Estado contra Cuba. La gigantesca tela con la leyenda: ¡Exigimos justicia! Es sostenida por glorias del deporte cubano (Ana Fidelia Quirot, Javier Sotomayor, Teófilo Stevenson) […]

Desde su visión imperialista (EE.UU.), con las expropiaciones, la revolución no había hecho otra cosa que firmar su propia sentencia de muerte: se iniciaba pues, la saga del Terrorismo de Estado contra Cuba.

La gigantesca tela con la leyenda: ¡Exigimos justicia! Es sostenida por glorias del deporte cubano (Ana Fidelia Quirot, Javier Sotomayor, Teófilo Stevenson) y por los familiares de las víctimas del sabotaje a una aeronave de Cubana de Aviación el 6 de octubre de 1976. A 34 años el dolor permanece intacto, he visto las lágrimas de madres, padres, hermanos, de los hijos que no conocieron a sus padres, de los novios que nunca pudieron casarse.

La historia del terrorismo norteamericano contra Cuba supera el medio siglo y se remonta a la guerra de liberación nacional (1956-1958) iniciada en la Sierra Maestra. Historiadores precisan que la Agencia Central de Inteligencia, durante la administración del presidente Dwith D. Eisenhower, se trazó planes para impedir que el movimiento rebelde llegara al poder y que éstos contemplaban la eliminación Fidel Castro Ruz, su principal dirigente. Sin embargo, constituye uno de los temas más silenciados por los grandes medios occidentales.

El triunfo de la Revolución en 1959 dio a los cubanos la posibilidad de construir un nuevo proyecto que garantizase la soberanía del país y la justicia social. Tras la llegada de los barbudos, EE. UU. acogió el flujo a la Florida de asesinos y torturadores e hizo caso omiso a los pedidos de extradición emitidos por tribunales cubanos que, los buscaban para ser juzgados por crímenes de lesa humanidad. Una parte importante de estos sicarios y malversadores, fueron reclutados por la CIA y la comunidad de inteligencia para entrenarlos en el uso de explosivos y la conformación de organizaciones que desde la Rosa Blanca hasta la Fundación Nacional Cubano-Americana han sido las principales ejecutores de acciones violentas contra la mayor de las Antillas, entre ellas la frustrada invasión por Bahía de Cochinos en 1961.

Las primeras medidas populares impulsadas por el gobierno revolucionario vulneraban los hasta entonces ilimitados privilegios de la oligarquía criolla que, junto a sus aliados imperialistas, representados en las transnacionales, decidieron detener a toda costa la consolidación del proceso de cambios. La nacionalización de las empresas y la banca extranjeras, se realizó acorde las normas fijadas por el derecho internacional y sí establecía la indemnización a los afectados en un plazo de treinta años. Desde su visión imperialista, con las expropiaciones, la revolución no había hecho otra cosa que firmar su propia sentencia de muerte: se iniciaba pues, la saga del Terrorismo de Estado contra Cuba.

Acciones vandálicas como los incendios de cañaverales y centros comerciales, los cortes de electricidad y los sabotajes a industrias claves para el desarrollo del país, buscaban destruir el corazón económico de la nación, de modo que el pueblo agobiado por las penurias materiales, derrocara al naciente gobierno. Contrario a sus expectativas, los cubanos se unieron aún más al proceso y prueba de ello fue la creación en septiembre de 1960, de los Comités de Defensa de la Revolución, organización que desde los barrios combatiría el accionar de la reacción interna.

En octubre del mismo año, estibadores del puerto de La Habana descargaban las armas que desde Bélgica trasladara el vapor francés La Coubre. En plena faena estalló una poderosa bomba colocada por agentes de la CIA, arrancó la vida e hirió a decenas de obreros y oficiales que supervisaban la operación.

El ruido de las sirenas y los gritos de los miembros de la policía, el cuerpo de bomberos, la Cruz Roja, el Ejército Rebelde y varios vecinos que acudieron de inmediato a socorrer a los heridos, fueron acallados por la detonación de una carga mucho más potente que la primera y elevó a 101 el número de víctimas fatales.

Paralelamente a estos actos, la CIA diseñó un sinnúmero de conspiraciones para abatir al primer ministro Fidel Castro. Muchos no se materializaron gracias al trabajo de los Órganos de la Seguridad del Estado que logró descubrir más de 637 planes de magnicidio en los últimos cincuenta años, incluidos aquellos que no llegaron a cometerse por la cobardía de sus ejecutores.

Las bandas paramilitares que sembraron el miedo en la Sierra del Escambray (centro del país), responsables del asesinato de campesinos y de los maestros alfabetizadores Conrado Benítez, Delfín Sen y Manuel Ascunce, fueron totalmente aniquiladas por las Milicias Nacionales Revolucionarias en 1963. Se realizaron también ataques piratas contra pueblos pesqueros y el litoral de la capital, se ametrallaron desde el aire, trenes de pasajeros y poblados. El secuestro de aeronaves y embarcaciones para desviarlas hacia la Florida engrosan también la lista del terror.

Al ser designado George Bush (padre) como director de la CIA, creó nuevas organizaciones contrarrevolucionarias, una de ellas: la Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), dirigidas por Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles.

El CORU recibió dinero, explosivos y la libertad de realizar operaciones contra las misiones de Cuba en el exterior y sus funcionarios. Son las autores materiales de las acciones contra la Misión Cuba ante las Naciones Unidas y la muerte de técnicos cubanos que brindaban servicios en otros países. El 11 de septiembre de 1980 fue ultimado en una céntrica calle de Nueva York, Félix García Rodríguez, funcionario de la Misión. El crimen fue perpetrado por un comando de Omega-7.

Muchas de estas hordas del terror tuvieron desempeñaron un rol importante en la Operación Cóndor, que lleno de luto a millones de familias latinoamericanas. El más abominable crimen cometido por Bosch y Posada fue la voladura de un DC-8 de Cubana de Aviación, el 6 de octubre de 1976. Murieron 73 personas. Abordo viajaban rumbo a Cuba los integrantes del equipo nacional de esgrima que había conquistado todas las preseas doradas en un campeonato celebrado en Venezuela. «El autobús con los perros ha caído», comunicó a sus jefes (Posada y Bosch) Hernán Ricardo, uno de los implicados en el derribo. Seis semanas antes el CORU publicó en un periódico de Miami un parte de guerra, al final del cual declaraban que, pronto atacarían aeronaves en pleno vuelo.

El crimen de Barbados constituye el único atentado terrorista contra una nave aérea comercial en las Américas. Sus autores confesos viven libres en Miami, con la protección del gobierno norteamericano. Bosch fue indultado por su antiguo mentor George Bush, gracias la mediación de la congresista de origen cubano Ileana Ross.

Mención especial merecen las agresiones químicas y biológicas. La introducción de la fiebre porcina en 1971 obligó al sacrificio de más de medio millón de cerdos. Plagas como la roya, el moho azul y el trip palmis, este último en 1996, fueron esparcidos para afectar los cultivos de caña de azúcar, café, tabaco y papa.

La guerra imperialista transgredió todos los límites y ensaño con los más pequeños. El 8 de mayo de 1980, un incendio de grandes proporciones del círculo infantil (guarderdería) Le Van Tam puso en peligro la vida de más 500 niños, salvados gracias al veloz accionar de las autoridades y de los adolescentes de una secundaria aledaña. En mayo de 1981 una epidemia de dengue hemorrágico que enfermó a 344 mil 203 personas. Pese a la urgencia médica, la Casa Blanca negó al Ministerio de Salud la venta de medicamentos y aparatos para equipar las salas de cuidados intensivos. El virus mató a 158 compatriotas, de ellos 101 eran infantes.

«La sospecha de que el dengue fue introducido en Cuba por la CIA recibió mayor credibilidad tres años después por medio del testimonio del jefe de uno de los más asesinos grupos terroristas cubano-americanos, Eduardo Arocena de Omega 7, durante su juicio por varias acusaciones, incluyendo el asesinato de un diplomático cubano en Nueva York. Como se reportó por esa época en The New York Times, «el Sr. Arocena declaró en el juicio que había visitado Cuba en 1980 en relación con una misión para introducir algunos gérmenes en el país».

El uso del espacio radioeléctrico no fue descartado como escenario del terrorismo mediático. El de 20 de mayo de 1983 se fundó con el dinero de los contribuyentes norteamericanos Radio Martí y en 1990 se inaugura el TV Martí. El objetivo de ambos medios de desinformación es socavar el apoyo del pueblo al gobierno cubano y fomentar la subversión interna. Para la emisión de la señal televisiva disponen de un avión de la fuerza aérea de los Estados Unidos y de un canal satelital. «Las dos estaciones han gastado un estimado de $500 millones transmitiendo (…) pero han enfrentado quejas de poca audiencia, amiguismo y un periodismo prejuiciado.»

1991: Cuba es golpeada por la desaparición del campo socialista del este europeo y la disolución de la Unión Soviética. La isla perdió de facto casi el 80% de su comercio internacional y a sus principales proveedores de materias primas y combustibles. Al unísono, la administración de George Bush (padre) arreció el bloqueo hasta niveles sin precedentes, con el objetivo de forzar, por medio del hambre y las enfermedades, la reinstauración del capitalismo. Comenzaba así la peor crisis económica en la historia de la nación. La coacción de Washington si bien, deterioró de forma sensible la vida de los cubanos, no pudo quebrantar su decisión de resistir y luchar por la preservación del socialismo.

En ese contexto el gobierno cubano no tuvo otra alternativa que apostar al desarrollo de la industria del ocio que en pocos años se convirtió en el motor de la economía, y por tanto blanco de nuevos zarpazos. En 1997 tenía doce años, edad para recordar con suficiente claridad la ola de atentados terroristas contra importantes instalaciones turísticas de La Habana. Entre abril y septiembre de ese año, se colocaron al menos 8 bombas, una de ellas, la que estalló en el hotel Copacabana, cegó del joven italiano Fabio Di Celmo. Su padre Gustino Di Celmo ya anciano, ve lejano aún -como los familiares de las demás víctimas- el día que los tribunales estadounidenses, juzguen a los culpables.

Los sabotajes estuvieron a manos de mercenarios centroamericanos, captados y entrenados por el prófugo de Posada Carriles. Buscaban crear una atmósfera de terror que hiciera colapsar la afluencia de turistas extranjeros y borrara a Cuba de la lista de destinos turísticos. Recibirían por cada explosión no más de 5 mil dólares.

Las principales organizaciones de la sociedad civil de Cuba interpusieron en 2000, una demanda contra el gobierno de los EE.UU. por daños humanos. Según consta en el documento legal, durante cuarenta años la política agresiva de las sucesivas administraciones ocasionó la pérdida de 2 354 vidas humanas y la mutilación de 1 833 personas.

A unos meses de interpuesta la demanda las autoridades panameñas detuvieron a un grupo de elementos terroristas encabezados por Posada Carriles, listos para realizar un atentado contra el presidente Fidel Castro durante un acto en el paraninfo de la universidad de Ciudad Panamá en el marco de la X Cumbre Iberoamericana. Detenido por la policía istmeña es condenado y meses después la mandataria saliente Mireya Moscoso, último acto de gobierno le otorgó un indulto presidencial.

Luego de ingresar ilegalmente en los EE. UU, este terrorista internacional circulado por la INTERPOL, espera ser procesado por un tribunal de Texas que lo acusa tan solo de mentir a los agentes de los servicios migratorios en relación a su forma de entrada al país. El pedido de extradición enviado por la justicia venezolana, es presa de las polillas y del olvido, en alguna de las gavetas del Departamento de Estado.

El 1 de julio pasado fue arrestado en Venezuela y extraditado a Cuba días después, Francisco Chávez Abarca, integrante de la red de Posada en Centroamérica. Sus declaraciones dejaron al descubierto los planes desestabilizadores, fraguados desde Miami contra la Revolución Bolivariana y las naciones integrantes de la Alianza Bolivariana para las Américas.

A finales de los ochenta, quizás imaginado que sería indultado, Orlando Bosch gritaba ante las cámaras, frenético y con evidente orgullo: «Seguirán las bombas y seguirán los atentados.» Palabras que no confirman profecía alguna, mas evidencian la adicción de la ultraderecha cubano-americana, al uso del terrorismo contra la Cuba y cuanto proyecto progresista surja en nuestra región.

Contrario a toda lógica Cuba continúa encabezando cada año, la lista de naciones que según el Departamento de Estado alientan al terrorismo y mantiene encarcelados a cinco antiterroristas que alertaban a las autoridades antillanas para proteger su pueblo de las bombas y la muerte.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.