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La agricultura, parte muy importante de la agenda climática, ecológica, cultural y social

Fuentes: Rebelión

El 74% de la superficie cultivable del mundo está en manos de la agroindustria. Esto ha sido posible por medio de la utilización de semillas transgénicas o genéticamente modificadas -biotecnología- y de una gran cantidad de productos químicos (fertilizantes y pesticidas como el glifosato) por hectárea cultivada que para su fabricación requieren de grandes cantidades de gas y petróleo, junto con el apoyo de grandes subsidios a quienes utilizan estos productos químicos entregados por los gobiernos más poderosos del mundo, de los tratados de Libre Comercio, como el TLC (ahora TMEC) que protegen a esta forma de cultivar maíz y otros cereales y granos y de empresas comercializadoras de cereales y granos que controlan los mercados mundiales.

La devastación mundial de la cultura campesina y también la culinaria, ligada a la pérdida de fertilidad de los suelos, la rápida desaparición de especies vegetales y animales, el deterioro de la salud de los productores y consumidores de estos cereales y granos, ha sido una labor de muchas décadas, de fundaciones muy poderosas, como la Rockefeller, de empresas multinacionales muy poderosas (Bayer, Monsanto, BASF, Syngenta, Dow, Dupont), de los gobiernos de EU y de Alemania y de unas pocas empresas multinacionales que controlan los mercados mundiales de cereales y granos, como Cargill,  Archer Daniels, Bunge, Dreyfus, con el fin de controlar los  alimentos que se consumen en el mundo (Consigna de Kissinger: Controlar los alimentos para controlar los pueblos)  

El inmenso consumo de petróleo, gas y carbón que requiere el uso de semillas transgénicas o genéticamente modificadas (biotecnología) en la producción industrializada de maíz y otros cereales y granos, convierten a la agroindustria mundial en una gran enemiga del clima, la ecología, la sociedad, la cultura, las economías y las políticas de cualquier país. 

Ante la emergencia climática estos asuntos se vuelven de la mayor importancia en la eliminación del consumo de gas, petróleo y carbón, la principal forma de mitigar el colapso del clima.         

Desde su fundación en 1991, el Foro Regional Ecologista del Valle de México participa a favor de la cultura campesina y culinaria de México y en la resistencia contra la firma y los resultados del Tratado de Libre Comercio (NAFTA) También ECOMUNIDADES, continuador de la resistencia iniciada por el Foro Regional, ha estado en la resistencia contra el uso en la agroindustria de productos químicos como fertilizantes  y herbicidas e insecticidas. 

Desde hace más de cinco décadas el ecologismo internacional ha estado en contra del uso de productos químicos y las manipulaciones genéticas en la agricultura. (Rachel Carson, EF Schumacher, Rene Dumont, La Vía Campesina) 

Por estas razones nos parece sorprendente el cambio radical realizado por el Gobierno de López Obrador con relación al uso en México de enormes cantidades de agroquímicos (glifosato) en los cultivos de maíz y otros cereales, un uso necesario u obligado por la utilización en estos cultivos de semillas genéticamente modificadas (OGM) o transgénicas (biotecnología) algo que se oculta a los consumidores. 

Parecía imposible que sucediera algo como esto en algún gobierno mexicano debido al gran control que ha tenido el Gobierno de Estados Unidos, por muchas décadas, sobre la agricultura mexicana.

Estas prácticas agrícolas impulsadas por medio de grandes subsidios otorgados por los gobiernos neoliberales mexicanos -desde Zedillo hasta Peña Nieto- han sido puestas en jaque por primera vez en la historia de México debido al decreto que López Obrador ha firmado, fijando un plazo (2025) para su total eliminación.

Nos parece muy sorprendente este cambio radical, si se tiene en cuenta que el actual secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, fue impuesto por el poderoso empresario Alfonso Romo, gran promotor de los cultivos transgénicos. Villalobos, para colmo es miembro del buró directivo de la fundación que en España acoge a Felipe Calderón (Julio Astillero, La Jornada)

Este cambio radical del Gobierno mexicano frente al uso del glifosato y las semillas transgénicas ha creado una conmoción internacional que ha generado una fuerte confrontación de México con los grandes productores de maíz de EU y con los fabricantes alemanes de semillas transgénicas y agroquímicos  y por supuesto, con los gobiernos de EU y la UE. El tratado TMEC ha entrado en choque. 

Ver: https://youtu.be/prWijBJh0Mk

La urbicultura o «agricultura urbana» 

La urbicultura o «agricultura urbana» se ha convertido en los últimos 30 años en una de las más importantes alternativas ante la emergencia climática y ecológica. El cultivo en zonas periurbanas, en huertos urbanos, azoteas, jardines, ventanas, se ha convertido en una gran opción, frente a la excesiva población urbana y el despoblamiento  de las zonas rurales en el mundo. Es absurdo que la agricultura industrializada que tiene un enorme consumo de petróleo, gas y carbón y sólo produce el 52% de los alimentos del mundo controle el 74%  de las tierras cultivables del mundo y que  una gran parte de la población del mundo no produzca sus propios alimentos. 

La mayor parte de los niños hoy día se educan sobre pisos de concreto y desconocen completamente el trabajo y las maniobras políticas y las calamidades que implican el cultivo de los alimentos que se comen. Desde hace más de un siglo, la izquierda y la derecha, en su afán de industrializar el mundo, han combatido la cultura campesina, una cultura muy ecológica, por ser tan contraria a la visión productivista de la economía moderna.

Según nuestro amigo Jean Robert, una de las formas más refinadas de cultivo de alimentos- la horticultura- nació hace miles de años junto a las ciudades, muy probablemente por iniciativa de las mujeres. La chinampa de Xochimilco, reconocida mundialmente como una de las maravillas de los saberes y conocimientos de las culturas ancestrales del mundo, es en rigor un gran ejemplo de la antigüedad de la urbicultura o «agricultura urbana».

Los humedales junto o dentro de las ciudades fueron tradicionalmente utilizados para cultivar alimentos. El caso del Marais de París, confirma este uso ancestral de los humedales dentro o junto o cerca de las ciudades como grandes proveedores de alimentos.  Las guerras mundiales del siglo XX obligaron a muchas ciudades de Europa a cultivar alimentos en sus áreas verdes.

Una revista francesa de los años 90 señalaba que hacia finales de los años 80 del siglo pasado, el 13% de la producción de verduras de Francia se daba en la zona urbana de París: hasta finales del siglo pasado un sector de los parisienses consideraban de gran importancia para su salud, cultivar personalmente sus verduras; les significaba un gran placer espiritual.

Desde el comienzo de este siglo empezaron a subir bastante en el mundo los precios de los alimentos; sin embargo, en los últimos años, especialmente en 2022, han subido en el mundo los precios mucho más creando una emergencia alimentaria mundial. Todo indica que debido al colapso climático y ecológico los alimentos seguirán subiendo de precio y por ello, pronto estallarán  grandes hambrunas.

En México los más pobres tienen ya un gran déficit de alimentos por su costo excesivo. Por otra parte, desde hace más de 40 años la comida chatarra invade a México creando obesidad, diabetes y otras enfermedades. No hay muchos alimentos saludables en el gran comercio.  

La urbicultura es una alternativa muy importante, para México, frente al conjunto de calamidades que estamos apenas empezando a sufrir debido a la Emergencia Climática y Ambiental.

El libre comercio y la emergencia climática

El llamado libre comercio es un tema central en la agenda de la emergencia climática: es inmenso el uso de transporte necesario para realizar esta actividad comercial, como inmensas son las cantidades de los gases y humos que dañan el clima que produce esta muy dañina actividad comercial.

Por el libre comercio viajan diariamente, por tráiler, ferrocarril, barco o avión, muchos millones de toneladas de mercancías a cientos o miles de millas,. Alimentos tan básicos, como el maíz, la soya, el frijol o el arroz, ahora viajan miles de millas antes de llegar a nuestros labios.

Por la moderna deslocalización de la producción y el consumo, muchos millones de toneladas de alimentos básicos y partes de productos viajan muchas millas para llegar a centros de maquila industrial, como China, India, Pakistán, México y otros países. En México las supercarreteras se han vuelto muy peligrosas, por la gran cantidad de tráileres que circulan por ellas. Los puertos y aeropuertos se han convertido en grandes centros de tráfico de armas, drogas y personas, por la llegada de contenedores con mercancías que han viajado de otros continentes.

La deslocalización de la industria en las últimas tres décadas, con base en el uso excesivo del transporte y bodegas, ha disparado el consumo de gas, petróleo y carbón; ha disparado la producción de gases y humos que dañan el clima o gases (efecto invernadero)

El libre comercio se ha convertido en una causa principal del calentamiento global.  

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.