A pesar del inicio del proceso de normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y el incremento de los contactos entre ambos gobiernos y diversos sectores de sus respectivas sociedades, Washington conserva intacto el bloqueo contra su vecina antillana, e insiste además en aplicar programas de subversión destinados a erosionar la Revolución en la […]
A pesar del inicio del proceso de normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y el incremento de los contactos entre ambos gobiernos y diversos sectores de sus respectivas sociedades, Washington conserva intacto el bloqueo contra su vecina antillana, e insiste además en aplicar programas de subversión destinados a erosionar la Revolución en la nación latinoamericana.
La «determinación» de la Casa Blanca de «avanzar» en sus nexos con La Habana, pero al mismo tiempo mantener vigente su propósito de desmoronar el sólido proceso revolucionario en Cuba, demuestran su histórica y nada difusa conducta hacia la Isla.
Mientras hombres de negocios y alcaldes de diferentes Estados norteamericanos, como el de Houston, Sylvester Turner, dicen estar «ansiosos por construir una fuerte relación» con las autoridades cubanas, instituciones de Washington continúan persiguiendo a empresas y bancos en el mundo que desean o tienen vínculos con el decano archipiélago caribeño.
La aplicación de multas millonarias y el acoso a tales entidades indican que el régimen del poderoso imperio del norte no ha variado su política de guerra económica, comercial y financiera contra la mayor de las Antillas, que se prolonga por casi ya 60 años, no obstante el rechazo unánime de la comunidad internacional.
Aparentemente, el saliente ocupante de la Casa Blanca Barack Obama ha tenido temor en utilizar los poderes presidenciales que posee para al menos amainar el bloqueo, pero lo real es que se ha abstenido de hacerlo porque el cerco a Cuba sigue siendo parte del frustrado plan de destruir su Revolución, nacida el 1 de enero de 1959.
Ese plan incluye, en esta nueva fase no menos escabrosa de las relaciones entre ambos países, un programa de «becas de verano» para jóvenes cubanos, promovido por la supuesta Organización No Gubernamental (ONG) «World Learning» y dirigido a «formar líderes», como similar hacen en diferentes naciones latinoamericanas.
Detrás de ese proyecto ilegal está la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), un engendro de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) con múltiples tentáculos, que tiene el único fin de perturbar el orden en cualquier parte del mundo, y especialmente en la Patria Grande.
En el caso concreto de la nación caribeña, la CIA a través de la USAID busca desesperadamente crear «líderes de opinión» dentro de su territorio que respondan a los intereses del Pentágono, y «sustituyan» a los «representantes» de una minúscula «oposición interna», pero además desvencijada y desprestigiada.
Washington sigue equivocándose con Cuba porque el proyecto injerencista de la «World Learning» ha recibido como respuesta el rechazo generalizado de los más jóvenes en la mayor de las Antillas.
Parafraseando a José Martí, su Héroe Nacional, los cubanos conocen muy bien «al monstruo y sus entrañas». No por gusto han enfrentado y resistido al bloqueo, a las permanentes agresiones y acciones terroristas, y a innumerables planes subversivos y campañas mediáticas difamatorias orquestadas desde Estados Unidos.
Erran también aquellos que piensen que Washington verdaderamente tenga intenciones de cambiar su política hacia la isla caribeña, más aun observando a los dos candidatos que se disputarán la presidencia en las próximas elecciones norteamericanas, y el ultraconservadurismo dominante en esa sociedad. Ver para creer.
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