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La apuesta de Netanyahu

Fuentes: El Telégrafo

El apoyo del Primer Ministro israelí a la candidatura de Romney será recordado como uno de los aspectos más interesantes de las elecciones presidenciales en EE.UU. No me refiero a una apuesta disimulada: Netanyahu recibió a Romney en Tel Aviv con los honores que se reservan a un jefe de Estado, y hasta posó con […]

El apoyo del Primer Ministro israelí a la candidatura de Romney será recordado como uno de los aspectos más interesantes de las elecciones presidenciales en EE.UU. No me refiero a una apuesta disimulada: Netanyahu recibió a Romney en Tel Aviv con los honores que se reservan a un jefe de Estado, y hasta posó con él en unas fotografías que luego se usaron en vallas gigantes para la campaña. De hecho, solo bajó el nivel de proselitismo cuando quedó claro que la reelección de Obama era una posibilidad real con la que su gobierno podría tener que convivir.

Todo empezó con el discurso de El Cairo de 2009, en el que Obama ofreció una vuelta de página al mundo árabe, lo que sonó la alarma en varios sectores conservadores israelíes. En 2010, Obama empezó a criticar fuertemente la construcción de los nuevos asentamientos en la Ribera Occidental, una condena que desafía la razón de ser política de Netanyahu: achicar hasta desaparecer al Estado palestino planteado en Oslo en 1994.

Durante la «primavera árabe», después de vacilar mucho, Obama le quitó el apoyo a Mubarak en Egipto. Esto se saldó en la llegada del gobierno islamista de Mursi, siempre crítico de Israel, lo que ahondó las preocupaciones de Netanyahu y sus secuaces.

Finalmente, Obama se opuso rotundamente a una salida bélica al problema nuclear con Irán. Apoyó, ciertamente, un feroz régimen de sanciones, incitando la draconiana Resolución 1929 del Consejo de Seguridad de la ONU, pero descartó la tesis del bombardeo. Para Netanyahu, al contrario, el ataque militar es una piedra angular de su plataforma discursiva; lo volvimos a atestiguar durante su discurso en la Asamblea General de la ONU.

Irónicamente, lo más probable es que el resultado de la contienda electoral en EE.UU. no afecte mucho la política de Washington hacia Israel. Una presidencia de Obama, a pesar de sus condenas, no presionaría lo suficiente para poner fin a los asentamientos judíos, y Romney no recurriría a una salida militar en Irán, sobre todo si el Pentágono sigue oponiéndose.

Más allá de la afinidad entre Israel y los republicanos, llama la atención la decisión de Netanyahu de develar sus preferencias de forma tan diáfana. Una explicación podría ser la hipersensibilidad israelí en el contexto de su creciente aislamiento internacional. La pérdida del aliado turco en 2011 y egipcio en 2012 fueron golpes geopolíticos muy duros. Esto puede haber alimentado la percepción de que solo unos EE.UU. halcones e ideológicamente motivados estarán dispuestos a jugarse por su viejo aliado. En ausencia de Bush, Romney.

Fuente: El Telégrafo – Quito