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La Batalla de Karameh es el símbolo de dignidad de la resistencia palestina

Fuentes: Rebelión

Perder la memoria es diagramar el fracaso. Por estos días una vez más no hubo intenciones de recordar la primera heroica resistencia palestina de Al-Assifa, brazo militar de Fatah. Convertida en el emblema de la Revolución Palestina el comandante Yasser Arafat, derrotó en el campo de batalla el 21 de marzo de 1968 al invencible […]

Perder la memoria es diagramar el fracaso. Por estos días una vez más no hubo intenciones de recordar la primera heroica resistencia palestina de Al-Assifa, brazo militar de Fatah. Convertida en el emblema de la Revolución Palestina el comandante Yasser Arafat, derrotó en el campo de batalla el 21 de marzo de 1968 al invencible ejército de la potencia ocupante israelí que venía embriagado de poder luego de destrozar varios ejércitos árabes en su fugaz guerra asimétrica de expansión el 5 de junio de 1967, ocupando militarmente el restante 22 por ciento de Palestina incluyendo su capital Jerusalén (sector Este), el Golán de Siria (aún ocupado) y el desierto del Sinaí egipcio (restituido).

El mecanismo sionista alimentado por el desbarajuste árabe y la nulidad de acción de la ONU, solo le faltaba aniquilar la resistencia palestina que se encontraba en la aldea de Karameh (Dignidad) en Jordania. Dispuestos a poner fin a los reiterados operativos de estos fedayines (guerrilleros), el 20 de marzo de 1968 las tensiones crecían por minuto. Miles de soldados israelíes ya estaban acantonados en las fronteras de Jordania y comenzaban avanzar por el puente Allemby (actual Rey Hussein) que une Jericó, Palestina con Jordania por sobre el Rio Jordán.

Las amenazas que generaban nubes de guerra sobre la atmosfera excitaban al ministro de Defensa israelí Moshe Dayan, a reeditar su supremacía militar del ’67 para hacer fenecer a ese pequeño grupo de la resistencia que mal llamaba ‘terroristas’, expresando: «La lucha una vez comenzada tan sólo durará unas pocas horas…Prometo desfilar con los líderes terroristas por las calles de Jerusalem». No había dudas, tenía toda la maquinaria de guerra para establecer su arrogante amenaza.

Arafat ya estaba decidido. Reunido con su segundo Khalil al-Wasir (Abu Jihad, asesinado en 1988 por comandos israelíes); Salah Khalaf (Abu Iyad, igualmente asesinado en 1991) y Farouk Kaddoumi (Abu Lotf, ex canciller depuesto arbitrariamente por Mahmoud Abbas en 2007), Arafat, congregó a sólo 297 de los 2000 fedayines palestinos y en su arenga militar categóricamente les dijo: «Todo el pueblo árabe nos está observando. Debemos asumir nuestra responsabilidad como hombres con valentía y dignidad… Debemos destrozar el mito de ejército invencible del enemigo sionista. Somos capaces de luchar y morir por nuestra patria».

Desde el relato de la historia -que por cierto israelíes y jordanos trataron de tergiversar- dos horas después de completar la invasión a Jordania con la 7ª Brigada Blindada con más de 105 tanques estadounidenses Patton M60 y la 35ª Brigada de Paracaidistas que rodeó la aldea frente a un ejército jordano paralizado por los panfletos en idioma árabe arrojados desde sus aviones indicando: «Israel no tiene intención de hacerles daño, no deben intervenir» y una monarquía cómplice del rey Hussein, que poco hizo para detener el avance, a las 7 de la mañana invadieron la aldea de Karameh y comenzaron a destruir a fuego abierto ante la sorpresa de encontrarse en medio de un pueblo fantasma. Dayan supuso que los fedayines habían huido. De pronto, la estrategia de Arafat causó estupor en el interior de las filas invasoras ya relajadas. Decenas de fedayines se treparon a los tanques y blindados estallándolos con explosivos, inmolándose con sus cuerpos cargados de dinamitas y emboscándolos con bazucas. En el desconcierto de las fuerza israelíes, su falta de reacción, las gran pérdida de sus soldados en pocas horas y la magnitud de la resistencia palestina los obligó a retirarse luego de 15 horas a las 22:24, abandonando 45 tanques, de ellos, 18 en estado operativo y una gran cantidad del material bélico mientras huían a sus cloacas de la ocupación.

Atrás quedó la petulancia de Dayan de llevarse en ‘bandeja a los terroristas palestinos’ y sorprendido por su primera derrota en un campo de batalla árabe, se sinceró expresando: «…pensábamos que los terroristas (palestinos) eran como un huevo en nuestras manos, que podíamos romper cuando queríamos, pero nos encontramos con hombres que decidieron morir». Si bien la aldea quedó destruida, la imagen de ejército invencible cayó vertiginosamente sellado por las palabras del comandante Arafat, (envenenado por Israel en 2004): «…los palestinos podíamos cerrar nuestros puños sobre las braza ardientes».

En la secuela de la derrota, Gedeon Rafael, Director General de la cancillería israelí aseguró que «La operación (Karameh) dio un ascenso enorme a la organización Fatah de Yasser Arafat e irrevocablemente implantó internacionalmente el problema palestino en el orden del día, ya no como una cuestión humanitaria de refugiados sin hogar, sino como una reclamo de la estructura de un Estado propio». 

El sabor del éxito de la resistencia pocos meses después obligó a Yahya Hammuda, presidente de la Organización para la Liberación de Palestina-OLP fundada por algunos regímenes árabes en mayo de 1964 (que no representaba los intereses de las masas populares) a llamar a elecciones consagrando el triunfo del comandante Arafat, como nuevo presidente de la OLP. Tras su asunción el 3 de febrero de 1969 reunificó, junto a Fatah, a las fuerzas de la resistencia del Frente Popular para la Liberación de Palestina y el Frente Democrático de Liberación Palestina, entre otros. Aumentando el prestigio palestino de la Organización al encaminarse decididamente hacia la liberación de la tierra robada, hasta declarar él mismo a viva voz desde el exilio la independencia política del Estado de Palestina en 1988, para continuar con la revolución convertida en las piedras de la Intifada.

La Batalla de Karameh fue el principio. «Queremos convencer al mundo que en los países árabes hay quien no se rinde ni huye». Las palabras de victoria del comandante de la revolución Yasser Arafat, hoy Padre de la Patria, fueron la resonancia de las expresadas oportunamente por el embajador de Estados Unidos ante el gobierno israelí en 1968, Walworth Barbour: «Dentro de veinte años, un historiador escribirá ese día como el comienzo de la destrucción de Israel».

 

Suhail Hani Daher AkelFue el Primer Embajador del Estado de Palestina en la Argentina; fue el Primer Representante de la OLP en la Argentina; analista Internacional sobre la situación de Palestina.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.