Cuando se cierra al cerco en contra de la reacción fundamentalista armada en Siria, el régimen de Ankara, que los ha patrocinado generosamente durante un lustro de carnicería, comienza a ponerse nervioso. Se les está acabando el juego desde la irrupción con fuerza de las guerrillas kurdas del YPG en contra del Estado Islámico, desde […]
Cuando se cierra al cerco en contra de la reacción fundamentalista armada en Siria, el régimen de Ankara, que los ha patrocinado generosamente durante un lustro de carnicería, comienza a ponerse nervioso. Se les está acabando el juego desde la irrupción con fuerza de las guerrillas kurdas del YPG en contra del Estado Islámico, desde la intervención rusa y la participación decidida de milicias de Hizbullah en la lucha en contra de esa abigarrada alianza de oportunistas y fundamentalistas en armas que no buscan sino derrocar a Assad y acabar con las milicias kurdas. Por eso han procedido a intensificar sus bombardeos en contra de los kurdos que operan en el norte del país, a la vez que dan cada vez síntomas más claros de buscar una intervención directa en el conflicto sirio, para alargar la vida a una aventura militar criminal que no ha logrado sino traer dolor y muerte.
Acá se terminan de caer las caretas. La OTAN, representada por el Estado turco, lleva dos días bombardeando despiadadamente a las milicias kurdas del YPG que avanzan al norte de Aleppo hacia las ciudades de A’zaz y Tal Rifaat[1]. Los bombardeos, que han matado al menos a 23 civiles[2], se han centrado en la base aérea de Menagh, conquistada el 2013 por una coalición de «rebeldes», entre los cuales participaba Al-Qaeda (el frente Al-Nusra) y otros que después terminarían en el Estado Islámico. Ese es un punto clave para abastecer la «rebelión» al servicio de las petro-teocracias y de los intereses de EEUU y la UE. Ahmet Davutoğlu ha dicho que ha informado de estos bombardeos al vicepresidente de EEUU Joe Biden, quien aunque públicamente no aprueba la intervención militar, tampoco la ha condenado ni ha tomado acciones para frenar al Estado turco, el cual jamás actuaría sin la certeza absoluta de que EEUU terminaría apoyándoles. Recordemos que la OTAN había dicho, en medio de la crisis con Rusia, que defenderían a capa y espada la «integridad territorial» del Estado turco, argumento que el régimen de Ankara esgrime para atacar a los kurdos, diciendo que son una amenaza para su monolítico concepto de unidad nacional. Esto puede ser apenas el preámbulo para la intervención directa, por tierra, de las tropas de Erdoğan, idea con la cual ya amenazó la semana pasada. La fachada de la supuesta unidad contra el Estado Islámico es una farsa: el Estado turco, y con ellos la OTAN, apuestan por la desestabilización y la prolongación del baño de sangre sirio, a la vez que luchan en contra del movimiento libertario kurdo.
Apostando por la estrategia del yunque y el martillo, a la vez que golpean a los kurdos en territorio sirio, y alimentan a grupos retrógrados en armas para acabar con las milicias del YPG, el Estado turco golpea también a los kurdos en su propio territorio, buscando aplastar su espíritu rebelde. Llevan meses imponiendo el estado de sitio en territorio kurdo en el Estado turco, adelantando operativos militares y represivos, bombardeando. Mientras los medios occidentales se escandalizaban con la destrucción del patrimonio cultural, histórico y arqueológico del Estado Islámico en lugares como Palmira (Siria) y lo denunciaban a los cuatro vientos, se han quedado mudos de la sistemática destrucción del patrimonio de la Humanidad que el Estado turco está realizando en la región kurda en sus fronteras: según información del a Municipalidad de Diyarbakır (10/02/16) el distrito Sur de Diyarbakır ha sido bombardeado y sus históricos muros, considerados patrimonio por la UNESCO han sido severamente destruidos. El 70% de los edificios en la sección este de la ciudad antigua también han sido afectados, mientras 50.000 personas de Sur han debido desplazarse de sus hogares por la violencia y el terror del Estado.
Creyeron, desde Occidente, poder utilizar a los kurdos para oponerse a los sectores fundamentalistas «incontrolables», pero les salió el tiro por la culata. Los kurdos son un actor político maduro, con demasiada experiencia de lucha a cuestas como para dejarse utilizar como simples marionetas por las potencias. Cuando EEUU comenzó su estrategia de rediseñar el Medio Oriente, imaginándose que surgirían por todas partes regímenes títeres, asociados con las teocracias del Golfo y deseosos de regalar su petróleo a cambio de nada, no contaban con los kurdos, ni con su proyecto socialista libertaria y de democracia radical; tampoco contaban con las enormes fuerzas populares que esta estrategia intervencionista desencadenó. Es verdad que aún no termina de florecer un Medio Oriente libertario que se anuncia en el poder popular que nace desde el Kurdistán y que se irradia hacia toda la región; pero también es cierto que los EEUU han sido incapaces de imponerse, han terminado de erosionar su hegemonía en la región, y sus socios se han mostrado al desnudo: no ha habido un momento en las últimas décadas en que los jeques hayan estado más nerviosos que ahora. De ahí la violencia del califa improvisado de Ankara en contra de los kurdos.
De la misma manera que la batalla por Kobanî fue clave para revertir el avance del Estado Islámico, hoy, la batalla por A’zaz es clave para erradicar al fundamentalismo armado y para defender la expansión, consolidación, y el derecho a existir del proyecto autonómico, libertario y confederal kurdo.
Notas
[1] http://www.aljazeera.com/
[2] http://aranews.net/2016/
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