El viaje desde Damasco hasta Beirut transcurre con mucha más tranquilidad de lo que se esperaba. Unas cinco horas de discusión, primero, y de camino después. La frontera se encuentra desierta en ambas direcciones. Casi nadie la atraviesa. Al llegar al puesto a través del cual se sale de Siria, el taxista me acompaña hasta […]
El viaje desde Damasco hasta Beirut transcurre con mucha más tranquilidad de lo que se esperaba. Unas cinco horas de discusión, primero, y de camino después. La frontera se encuentra desierta en ambas direcciones. Casi nadie la atraviesa. Al llegar al puesto a través del cual se sale de Siria, el taxista me acompaña hasta la ventanilla. Estamos solos en el edificio y los cuatro policías que no tienen nada mejor que hacer deciden que van a entretener su aburrimiento con ese español que quiere llegar hasta Beirut. Cuatro personas que prácticamente no hablan ingles estudian mi pasaporte con detalle y tratan de hacerme preguntas sobre el motivo de mi visita. Pese que tengo un visado de estancia en Siria de seis meses, empiezo a ponerme nervioso cuando me doy cuenta de que el pasaporte no tiene ni quince días de antigüedad y ha sido emitido en Jordania. Si piensan más de tres minutos seguidos se darán cuenta de que he estado o tratado de estar en Palestina y me pondrán pegas.
La cuestión de los pasaportes es bastante surrealista. Siria no reconoce al Estado de Israel así que todos sabemos que no podemos llevar ningún sello en nuestro pasaporte. Hasta aquí esta claro. Ahora, si añado que Siria mantiene una retórica propalestina absolutamente clara, acoge a Khaled Meshal, numero dos de Hamas y apoya abiertamente a Hezbollah, debería saber que hay extranjeros que tienen sellos israelíes en su pasaporte precisamente porque han estado en Palestina. Y casi ningún extranjero que visita los territorios ocupados se dedica a espiar para Israel. Todo lo contrario. De hecho, muchos activistas que podrían estar ahora en Beirut se han quedado parados en Jordania debido a que tras haber visitado Palestina no se puede entrar en Siria y hoy en día, el único modo de llegar a Líbano es a traves de Siria.
En cualquier caso, una vez conseguido, con buena voluntad y paciencia el visado de salida de Siria hay que caminar poco más de un kilómetro hasta el puesto de entrada en Líbano. La carretera esta cortada. Hay un cráter de unos 10 metros de largo por 20 de ancho y en el arcen puede verse el amasijo de hierros que queda de un autobús volcado e incendiado al recibir el impacto del misil israelí que reventó la carretera. Parece difícil atravesar una carretera bombardeada. No lo es. La gente sigue necesitando viajar así que lo único que hay que hacer es caminar alrededor del cráter y al otro lado hay coches que esperan rodeados de gente que trata de transportar agua, refrescos, comida y sobre todo gasolina. Un habitante de Quaan, el primer pueblo libanés que encontramos al atravesar la frontera me pregunta que hago allí. Cuando le digo que trato de llegar a Beirut me dice que el me ayudara y que primero le ayude a pasar unos bidones de gasolina al otro lado del cráter provocado por el bombardeo israelí. Demasiado parecido a Palestina para ser cierto. Solo faltan los soldados en el checkpoint. El resto es exactamente igual
Empieza el regateo. La primera cifra que escucho son mil dólares. Es el mito. No creo que nadie haya pagado en realidad mil dólares por entrar o salir de Beirut. El precio que todo el mundo que me he encontrado aquí ha pagado esta en torno a los 200 dólares. Pero el trayecto en condiciones normales cuesta 10. Así que para cobrar 200 tienen que pedir cinco veces mas de lo que realmente cuesta, una autentica exageración, aunque es cierto que la gasolina se esta encareciendo desde el bombardeo de los depósitos del puerto de Beirut y el bloqueo por el que no entran camines desde Siria y realmente el camino tiene algún peligro.
Finalmente, con 200 dólares en la mano, realmente todo el dinero que me queda, me monto en un coche que me llevara hasta Beirut después de decirle que no tengo un dólar mas y que estoy dispuesto a esperar todo el día allí sentado hasta encontrar a quien me lleve. El taxista, como muchos libaneses, nació en Brasil y volvió a su país al terminar la guerra. Habla portugués. Al menos podemos entendernos. Lamentablemente y pese que desde el primer momento trato de interesarme por la situación del país y la guerra, el esta definitivamente mas interesado en explicarme que es sunnita, que los chiitas se pueden ir al infierno y que los cristianos estamos locos por pensar que Jesús es el hijo de Dios. No es el mejor contexto para tener una elevada discusión teológica pero al menos se nos olvida un poco el miedo durante el camino.
Conduce a una velocidad endiablada. Dice que es la primera vez que va hasta Beirut desde el comienzo de la guerra. Normalmente, con la carretera que han bombardeado y ya no se puede usar se tarda poco más de una hora. A traves de caminos secundarios nos ha llevado cinco horas por los rodeos. Conduce rápido la mayor parte del tiempo porque cada vez que vemos un camión, acelera. Dice que los camiones pueden ser bombardeados. Es cierto, he visto al menos tres autobuses y dos camiones reventados a lo largo del camino además de bastantes agujeros en la carretera provocados por los misiles israelíes. Los pueblos parecen pueblos fantasmas, no hay nadie en la calle y los pocos coches que circulan lo hacen a toda velocidad. Ellos sabrán porque lo hacen. Me parece que ir despacio podría ser más seguro básicamente porque en este país en el que no hay guardia civil de tráfico ni se pierden puntos por sobrepasar el límite de velocidad no me gustaría tener un accidente de tráfico. Las colas en las gasolineras que permanecen abiertas son inmensas pero la mayoría de ellas están cerradas. No hemos visto ningún avión israelí en el camino. Tan solo el rastro de destrucción que dejan.
Cuando se llega a la ciudad, parece que no pasase nada. La misma presencia del ejército en las calles que hace un ano, y en el distrito de Hamra, la frenética actividad de cualquier día normal de un verano libanés. Encuentro al grupo, reunido, y comienzo a escuchar y ponerme al día de lo que se esta organizando. El parque de Sanariyeh, donde 700 familias, unas 3000 personas que han escapado del Sur están refugiadas así como la iniciativa Samidoun que ha ocupado un bar del barrio son el catalizador de los esfuerzos de parte de la sociedad civil de Beirut por mitigar el sufrimiento de los habitantes del sur y por coordinar la campana de la resistencia civil libanesa que comenzara el sábado día 12.
Mi primera visita al parque de Sanariyeh coincide con el primer bombardeo que oigo. Estamos hablando con una familia, sentados en el suelo, y suena el ruido corto y seco, con eco, de una bomba que ha caído en algún lado no muy lejos de aquí, a un par de kilómetros probablemente. Se hace el silencio. Después vendrían tres más. Todo el mundo se mira, los niños corren hacia sus padres. Muchos lloran. Cambian las expresiones. Nos miran. Yo no se donde meterme ni hacia donde mirar, ¿que hago aquí?, ¿Cómo les puedo ayudar?. Creo que les llega con ver que hay dos extranjeros con ellos. Que les comprenden, les apoyan y no han corrido a esconderse. No paran de invitarnos a visitarles en sus casas cuando todo esto acabe. Creo que el simple hecho de que visitemos sus tiendas y colchones en medio del parque y no puedan ni invitarnos a un te es algo que les duele mucho. Hemos decidido que a partir de mañana dormiremos con ellos en el parque. No se si es viable. Todos nos dicen lo mismo ¿qué la hemos hecho nosotros a Israel?, ¿Vamos a acabar como los palestinos, refugiados en su propia tierra?. Un padre de familia de 26 anos me dice, con una de las expresiones más serias y tristes que he visto en mi vida que esta tratando de convencer a su esposa para irse al sur. Quiere volver a su casa, quiere saber si sigue en pie y unirse a la resistencia. Que la resistencia es la única salida a esta situación. Dice que prefiere morir antes que quedarse en estos colchones en un parque de Beirut. Me pregunta ¿Por qué Zapatero no hace nada ahora por ellos? Pensaban que Zapatero era diferente al resto, que España se movilizaría. Me pregunta si en nuestro país la gente sabe lo que esta pasando. Le digo que si. ¿Y porque no hacen nada?