Como palestino residente en Israel, durante mucho tiempo he sido ciudadano de segunda clase, privado de derechos básicos.
El martes, en mi ciudad natal, Tira, que se halla dentro de las fronteras de Israel anteriores a 1967, los comercios estaban cerrados y las calles, vacías. Se había declarado la huelga general para protestar contra la política de Israel, tanto la limpieza étnica en Sheij Jarrah como el asalto a la mezquita Al Aqsa y los ataques sobre Gaza.
A medida que aumenta el número de muertos palestinos, los comentaristas lamentan la quiebra de la coexistencia pacífica en el interior de Israel entre la población palestina y judía. Sin embargo, por mi experiencia como ciudadano palestino de Israel, he de decir en primer lugar que tal coexistencia no existía. La coexistencia implica un contexto de igualdad, paz y respeto mutuo. En el marco de la dominación israelí sobre nosotros y nosotras, la coexistencia es una ficción que oculta una realidad de vidas separadas y desiguales.
Al igual que la gran mayoría de la población palestina residente en Israel, me crie en una comunidad árabe separada y me eduqué en un sistema escolar árabe separado, desde el parvulario hasta el final de la secundaria. Como estudiante de Derecho, no pude alquilar un apartamento en la ciudad de Rishon LeZion debido a mi procedencia, y tuve que recurrir a un amigo de familia judía, que firmó el contrato en mi lugar, para engañar a los caseros con prejuicios. De joven abogado, tuve que recibir tratamiento médico después de que en octubre de 2001 me apalearan varios agentes de policía con sus porras; en mi ciudad natal estaba la gente protestando contra la confiscación de tierras, incluida la que pertenecía a mi familia. Cada vez que viajé al extranjero para estudiar me encasillaron racialmente en el aeropuerto.
Siempre me ha desconcertado que tanta gente piense que el problema radica simplemente en la ocupación de Cisjordania y Gaza por Israel en 1967. Pero los hechos están ahí para quien quiera verlos. El sistema político y jurídico israelí es profundamente desigual. Omite manifiestamente el principio formal de la igualdad consagrado en la Carta de Derechos Humanos; permite a cientos de comunidades judías denegar la residencia a personas no judías; sus leyes fundamentales declaran que el asentamiento judío es un valor supremo para el Estado; y los líderes israelíes afirman repetidamente que Israel no es un Estado de toda su ciudadanía porque es un Estado judío. Los tribunales israelíes son parte del problema, porque han sancionado la colonización de nuestras tierras y nuestra subordinación general, así como nuestra privación de derechos básicos.
Tira era una ciudad agrícola. Décadas de confiscaciones, demoliciones de casas, encarcelamientos y discriminación en la educación, el empleo y las prestaciones sociales han convertido mi ciudad, como prácticamente todas las ciudades palestinas en Israel, en un gueto con escuelas degradadas y altos niveles de pobreza y criminalidad. Casi el 50 % de las familias palestinas en Israel viven por debajo del umbral de pobreza, y aunque en 2009 representábamos alrededor del 20 % de la población, la mitad de la población reclusa era palestina. Tira se convirtió en una plataforma del crimen organizado, donde las guerras entre bandas y las extorsiones mafiosas son demasiado frecuentes. Los eslóganes sobre el Estado de derecho en Israel suenan huecos para quienes viven en permanente inseguridad y privados de amparo legal.
Un informe reciente de Human Rights Watch califica correctamente la política de judaización del Negev y de Galilea de parte de un sistema de apartheid. Sin embargo, esta política también es manifiesta en otras partes del país, incluidas las llamadas ciudades mixtas que actualmente son escenario de disturbios. Mixtas es otra expresión que oculta la realidad de muros de hormigón que separan los barrios palestinos de los judíos en Lydda y Ramleh. No hay coexistencia cuando la judaización de estas ciudades mixtas y la expulsión de la población palestina se plantean rutinariamente en las elecciones municipales. Con ayuda de la Administración Territorial de Israel, colonos de Cisjordania y fanáticos religiosos establecieron un asentamiento exclusivamente judío en Lydda. La permanente amenaza de demolición de viviendas en los barrios palestinos de Lydda y de la aldea no reconocida de Dahmash, a las afueras de Lydda, tampoco son un ejemplo de coexistencia.
La minoría palestina viene sufriendo esta clase de políticas desde hace décadas, y todo este tiempo ha estado protestando contra ellas. Estas protestas chocan a menudo con una mortífera violencia policial, sin que nadie tenga que responder de los abusos policiales. En los últimos días, habitantes de mi ciudad han compartido vídeos en que se ve la detención por la policía de hombres jóvenes y actos de brutalidad policial no provocada, prácticas que recuerdan a la actividad policial en el este de Jerusalén. Benjamin Netanyahu ha declarado públicamente a la policía que no se preocupe por eventuales comisiones de investigación ni otras pesquisas. La incitación ha llevado a ataques de colonos armados y grupos organizados de extrema derecha en Lydda y otras ciudades. La consigna que entonan estos grupos de muerte a los árabes suena a la población palestina porque suele escucharse en los campos de fútbol de todo el país.
El desplazamiento forzoso, la confiscación de tierras, una condición jurídica inferior y los encarcelamientos son realidades compartidas por toda la ciudadanía palestina, tanto del interior de Israel como de los territorios ocupados. Es una falsedad decir que se ha quebrado la coexistencia que existía. Las gentes palestinas de dentro de Israel protestan contra las políticas practicadas en Sheij Jarrah y el bombardeo del campo de prisioneros y refugiados superpoblado que es Gaza, porque perciben la unidad y continuidad del sistema colonial de opresión sobre toda la población palestina. Nuestra protesta afirma la unidad de una lucha anticolonial por la igualdad y la paz.
Nimer Sultany es profesor de Derecho público en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) de la Universidad de Londres.
Tomado de https://vientosur.info/la-coexistencia-pacifica-en-israel-no-se-ha-quebrado-siempre-ha-sido-un-mito/