El miércoles (11 de agosto) por la mañana salimos del campo de refugiados de Belén para dirigirnos a Hebrón. Allí el principal problema fue el acceso al ciudad vieja. En esta parte de la ciudad de Hebron existe la peor de las colonias de Cisjordania. Para refrescar un poco la memoria. Los colonos judíos son […]
El miércoles (11 de agosto) por la mañana salimos del campo de refugiados de Belén para dirigirnos a Hebrón. Allí el principal problema fue el acceso al ciudad vieja. En esta parte de la ciudad de Hebron existe la peor de las colonias de Cisjordania.
Para refrescar un poco la memoria. Los colonos judíos son «personas» que deciden vivir en el interior de Palestina. Estas colonias son construidas en los altos de las colinas y desde allí van extendiéndose hacia abajo y hacia los montes circundantes. Están totalmente rodeadas por vallas de seguridad y protegidas por el ejército israeli. Un solo colono consume 17 veces más agua que un palestino y todas las aguas residuales las echan sobre los campos de cultivo y los poblados palestinos que se encuentran en los valles. La mayoría de estos asentamientos son construidos con dinero norteamericano y casi el 40% de las colonias están desocupadas. Es decir, es una forma más de robar territorio a los palestinos y palestinas.
La colonia de Hebrón está situada en la parte más alta de la ciudad vieja. Son 400 colonos que están protegidos por 1.500 soldados israelíes y se dedican a atemorizar a los 150.000 palestinos que viven en la ciudad. Una de las distracciones preferidas de estos colonos es la de asomarse desde las terrazas de sus casas y disparar a la gente que se encuentra comprando en el mercado. Prueba de ello son las incontables muescas de balas y bombas que se pueden ver en las paredes de los edificios que se encuentran en esta zona. Otra de sus diversiones consiste en romper cristales, contadores de agua, puertas y demás enseres de las casas palestinas cuando van de camino a su colonia. Incluso los propios soldados que les protegen les temen, pues les insultan, les tiran piedras y les escupen, pues consideran que defienden a los palestinos.
En 1994 uno de estos colonos, Goldenstein, entró en la mezquita con un fusil de asalto y, mientras hombres y mujeres rezaban, abrió fuego y asesinó a 28 personas. Afortunadamente, cuando detuvo su carnicería para cambiar el cargador pudo ser ajusticiado por las personas a las que no le dio tiempo de masacrar.
El día de nuestra visita, y mientras estabamos en la mezquita, entraron unos cien soldados. Al interior se debe entrar descalzo, y si se va a rezar hay que lavarse los pies, la cara y las manos. Ese día se respiraba un ambiente de paz y tranquilidad total. La gente rezaba, leía o, simplemente, estab sentada en el suelo. En ese contexto, fue donde irrumpieron el centenar de militares, con sus botas, sus fusiles en la espalda, gritando e ignorando por completo a la gente que allí estaba.
El jueves (12 de agosto) fuimos a Nablús, pero en uno de los checkpoints (puntos de control del ejército israelí con el objetivo de hacer la vida de la gente mucho más difícil) no nos dejaron pasar, ya que el día anterior habían sufrido un atentado en uno de los múltiples controles. Fuimos entonces a Qalqilia. La situación de esta localidad es muy mala, pues desde el año pasado está completamente rodeada por el muro y su situación económica ha ido, en poco tiempo, en picado.
Qalqilia tiene una población de 40.000 habitantes. Población eminentemente rural, aunque poseía una rica vida comercial, pues allí acudía gente de los pueblos cercanos e incluso de Israel. Sin embargo, en la actualidad nadie puede entrar, sólo los habitantes de Qalqilia cuando el ejercito asi lo decide, y alguno que otro brigadista internacional cuando conseguimos colarnos.
Han dejado dos puertas de acceso para las personas y tres para acceder a las tierras de cultivo y a las granjas. Estas últimas se encuentran normalmente cerradas y sólo se abren durante unas horas cada tres o cuatro días. Al tiempo han sido confiscados 7.000 kilómetros cuadrados de tierras de labranza y han aislado 19 pozos de agua. Los campesinos no pueden salir a cosechar sus tierras y se han dado casos de granjas en las que acabaron muriendo todos los animales porque los dueños no pudieron acceder a las instalaciones durante casi un mes. La razón por la que Qalqilia sufre este particular castigo se debe a su riqueza en acuiferos y por tanto sus tieras son muy fértiles.
También los niños y las niñas sufren los rigores de esta terrible ocupacion. Sus colegios son cerrados durante largos periodos, no pueden salir a los campos a jugar, son golpeados en los checkpoints, arrestados por tirar piedras, torturados e, incluso, asesinados.