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Siria

La comedia de la muerte

Fuentes: Al-Quds al-Arabi

La escena en Beirut resultaba absurda. Las noticias sobre la salvaje masacre cometida por los aviones del ejército regular sirio en Azaz se sucedían, y los rumores sobre la muerte de los once «huéspedes» secuestrados libaneses llenaban las pantallas mientras que «el ala militar» de la familia Miqdad anunciaba una movilización militar y comenzaba a […]

La escena en Beirut resultaba absurda. Las noticias sobre la salvaje masacre cometida por los aviones del ejército regular sirio en Azaz se sucedían, y los rumores sobre la muerte de los once «huéspedes» secuestrados libaneses llenaban las pantallas mientras que «el ala militar» de la familia Miqdad anunciaba una movilización militar y comenzaba a secuestrar a ciudadanos sirios en los suburbios sureños de Beirut, como venganza por el secuestro de Hasan Miqdad en los alrededores de Damasco.

El pánico inundó las calles, los familiares de los detenidos libaneses cortaron la carretera al aeropuerto y «el ala militar» apareció en las pantallas con máscaras y armas, provocando la risa de la gente. Esa es Beirut, una tragedia convertida en comedia y un sentimiento de que estás presenciando una farsa. Los chistes explotaban en los teléfonos móviles y en las redes sociales, como si estuviéramos en una fiesta de disfraces y no en una situación triste y miserable.

Nadie se creía que «el ala militar» de un clan libanés que vive en los suburbios del sur de Beirut pudiera provocar una nueva guerra civil, como tampoco nadie hizo caso de las amenazas regionales de que hombres armados caminaban por las calles en una operación de caza salvaje contra trabajadores sirios, que se habían convertido en chivos expiatorios, y de ciudadanos turcos. Pero a pesar de este ambiente cómico, e incluso debido a él, ha surgido un miedo tácito de que quien envió a Michel Samaha cargado de explosivos pueda empujar a Líbano, sin tener en cuenta la voluntad general, hacia la guerra civil.

Pero lo que no saben nuestros amigos sirios es que la guerra civil sectaria no es más que una comedia negra salvaje, pues los libaneses y las libanesas que han vivido la brutalidad de la guerra y han probado sus desgracias han comprendido que no solo les llevó a la muerte, sino que también les llevó a la vergüenza. Y para evitarla, se refugiaron en los chistes y la ironía y borraron la experiencia de unas lágrimas que se derramaban por unas caras que reían con pena. El miedo no es a la revolución siria, ni a sus errores que han de corregirse, el miedo es a la estupidez y al vandalismo, que pueden permitir al régimen asadiano infiltrarse para dar la vuelta a la situación, convirtiendo la revolución del pueblo en una comedia negra cuyo nombre es la guerra sectaria. La cuestión de los secuestrados libaneses de confesión chií se ha convertido, tras el bombardeo de Azaz con aviones MiG de una manera solo equivalente a cuando la aviación israelí bombardeó Beirut en 1982, en una desgracia que no ha tardado en adoptar la forma de una comedia negra con alas armadas de clanes libaneses.

¿Quién ha secuestrado a quién? ¿Por qué? ¿Basta con que el libanés sea chií para ser secuestrado o para secuestrar? ¿Qué clase de disparates son estos que hacen de la inanidad una medida política? El pueblo sirio no se rebeló contra el régimen dictatorial por intereses sectarios o clasistas, sino que una de las causas de la revolución contra el régimen es que este sugiere que protege a una secta concreta mientras que en realidad se protege con ella y desea destruirla.

Se debía haber puesto en libertad a los detenidos pasado menos de un día de su secuestro, eso es lo que entendimos del discurso del Secretario General de Hezbollah, pero los secuestradores, como se dijo, se quejaron del tono prepotente del discurso que apoyaba a Bashar al-Asad y decidieron retrasar el tema. El error comenzó con el secuestro, pues, al margen de la pretensión de los medios de Hezbollah que apoyan al régimen asadiano, el secuestro por motivos sectarios supone caer en la lógica del régimen, que lo ha considerado como un servicio gratuito que se le hacía y lo ha aprovechado.

A este pecado principal lo siguió otro error: las fiestas de recepción de los periodistas libaneses de distintos canales de televisión que entrevistaron a los secuestrados y comieron tabouleh con ellos, volviendo a Líbano como pioneros en hacer algo así. Aquí apareció el personaje del señor Ammar al-Daduji, conocido por el nombre de Abu Ibrahim, que se deleitó con los medios y se convirtió de la noche a la mañana en una estrella televisiva [1]. La realidad es que nadie sabe nada de este hombre, ¿es un militar desertor o un civil militarizado? ¿Tiene alguna referencia política concreta, es un mero líder local o un contrabandista? Al margen de las intenciones del hombre y sus ideas está claro que se divertía con sus «huéspedes» libaneses y esperaba algún tipo de pacto. Eso es el colmo de la antiética y de la humillación de la vida humana y de sus destinos, y ello le permitió convertir la tragedia de once secuestrados en una comedia televisiva siniestra y estúpida.

Humillar la vida de la gente y convertirlos en instrumentos mediáticos baratos, sin ninguna razón más que el hecho de que pertenecen a una secta cuyos elementos políticos y militares están en alianza con el régimen del crimen en Damasco, es caer en las trampas del propio régimen, y deslizarse hacia la guerra civil que echará a perder la nobleza y superioridad ética de la revolución siria. Esperábamos que se liberase a los secuestrados que se salvaron del bombardeo de los aviones MIG, con una disculpa adecuada, y que hubiera un castigo para los secuestradores, pero, por desgracia, seguimos aún esperando.

¿No han pensado el señor Ibrahim y sus compañeros que el bombardeo aéreo cuyo objetivo era matar a los rehenes tenía un único objetivo que es arrastrar a Líbano a una guerra civil después de que el miserable intento de Michel Samaha ordenado por Ali Mamluk fracasara? ¿No hay quien le diga que ya basta, que no somos un circo mediático? El error del señor Abu Ibrahim ha venido seguido de muchos otros errores, que pueden achacarse a reacciones. Pero es necesario que los líderes opositores sirios sepan que las reacciones no son características de las revoluciones, sino que son una de las características de las guerra civil sectaria donde se abstraen los significados de los significados, permitiendo al verdugo convertirse como una víctima. El expediente debe cerrarse, no por miedo al folclore del secuestro libanés, que no es más que un instrumento de reserva en manos de quienes enviaron los explosivos del señor Samaha, sino por el miedo que provoca por la revolución siria.

En este punto tenemos derecho a preguntarnos quién secuestró a Hasan Miqdad y qué significa este folclore negro. Si nos creemos los comunicados del ESL, entonces el secuestrador son los servicios de Inteligencia sirios. Si no los creemos, se trata de un exceso que ha de terminar inmediatamente, y que exige un esfuerzo mediático para detener las manías de los canales por satélite que perjudican a la revolución y sus objetivos. La revolución siria no es un error, como escribió Yassin al-Hajj Saleh, sino que es «la gran corrección siria que ha durado medio siglo» [2]. Por eso, debemos advertir de los errores e impedir que se conviertan en pecados. En cuanto a Líbano, el miedo por él es serio, pues a pesar de la desintegración del aparato de la represión siria en él, este aparato posee una gran reserva que puede utilizar, por medio de asesinatos, por ejemplo, que son la última carta para que Bashar al-Asad escriba su «obra» final y entre en la historia como un monstruo que destruyó dos países, como el asesino que superó a los mogoles y los tátaros, y como la maldición que cayó sobre el Bilad al-Sham desde que su padre logró engañar al pueblo sirio con la esquividad, el terrorismo, la represión y el asesinato.

Debemos detener la comedia de la muerte y los que van armados han de saber que las armas no son más que un instrumento para defender a un pueblo maltratado que es sacrificado a diario. Cuando las armas se convierten en instrumentos de venganza y en un medio para subirse al carro de los medios de comunicación, es un error que debe corregirse antes de que sea demasiado tarde.

Notas
[1] En teoría es el hombre que «conquistó» Azaz y lo domina.

[2]Lo hemos encontrado citado en varias páginas de Facebook.

Tomado de Traducciones de la revolución siria