Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Ilan Pappé sobre el BDS: «Creo que es mucho más impresionante, mucho más eficaz, cuando se dirige hacia Israel, no a la sociedad estadounidense»
En una mañana clara de otoño, en el bajo Manhattan, comenzó la 4ª reunión del Tribunal Russell sobre Palestina, en medio de un ambiente sorprendentemente tranquilo, a pesar de las largas colas de personas que cruzaban la plaza que está frente a Cooper Union’s Great Hall.
El momento de esta sesión es crítico, ya que la atención internacional se ha centrado durante meses en el programa nuclear de Irán. Este Tribunal sirve, por lo menos, como un recordatorio para el público estadounidense de la dura realidad de la situación palestina.
Vestidos con un barniz judicial, los sucesivos tribunales sobre Palestina se han centrado en el papel de la comunidad internacional con respecto a la ocupación persistente de Israel de los territorios palestinos. La articulación de la sesión de Nueva York sobre la complicidad del gobierno de Estados Unidos y las Naciones Unidas en las actuales violaciones del derecho internacional se suma a las conclusiones de los Tribunales de Barcelona, Londres y Ciudad del Cabo con respecto a la Unión Europea y complicidad de las empresas, así como del delito de apartheid.
Ante un auditorio totalmente lleno, el coordinador del Tribunal, Pierre Galand, reafirmó la formalidad de los procedimientos no vinculantes con sus observaciones introductorias pidiendo al público que se abstuviera de arrebatos o aplausos. Galand hizo hincapié en la importancia de prevenir el «crimen del silencio» y destacó la condición de «gran eficacia independiente» del Tribunal Russell, que se basa en una variedad de donantes de fondos, incluidos los municipios, los individuos y las organizaciones no gubernamentales.
Galand reveló que a Leila Shahid, embajadora de Palestina en la UE, le negaron la visa de entrada a los EE.UU. en la embajada de ese país en Bruselas. Más tarde me confirmaron que a Raji Sourani, fundador del Centro Palestino para los Derechos Humanos, las autoridades estadounidenses también le negaron la visa en El Cairo, añadiendo la marginación de las voces palestinas en el Tribunal. Huwaida Arraf, cofundador del Movimiento de Solidaridad Internacional, canceló su presencia debido a una enfermedad.
Sin embargo, en el marco de una sala en un tribunal establecido, el Tribunal comenzó a sesionar.
El apasionado alcalde de Ginebra Rémy Pagani aplaudió a los miembros del jurado que «han arriesgado sus vidas» oponiéndose al fascismo, las desigualdades raciales y la opresión.
Oímos a Stéphane Hessel, un enérgico sobreviviente del campo de concentración de Buchenwald, colaborador de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y autor de Indignez-Vous!, hablando elocuentemente del privilegio de vivir en un mundo supuestamente regido por la libertad y el derecho internacional. Su proclama de que después de que «se ha maltratado y escarnecido enormemente» a la sociedad palestina desde hace 60 años y ahora estaba sin representación era una prueba de la necesidad vital de una movilización ciudadana sostenida.
El primer testigo del Tribunal fue el profesor Ilan Pappé. Con la advertencia de que «es difícil resumir un análisis histórico en evidencias», presentó cinco puntos concisos esenciales para cualquier discusión sobre el conflicto entre Israel y los sometidos palestinos.
La primera de estas premisas sugiere que el enfoque exclusivo del sionismo en Palestina, una tierra que ya estaba habitada, con una identidad «árabe, islámica y de Oriente Medio», constituía una forma de colonialismo tardío. Pappé continuó señalando que la postura de los primeros sionistas europeos hacia los palestinos sigue presente hoy en día entre muchos israelíes, principalmente la idea de que los árabes en Palestina eran «extranjeros» en una tierra que esperaba la liberación judía. «La idea de un extranjero nativo», según Pappé, «es exclusiva del sionismo».
En su testimonio señaló que una democracia judía requería una mayoría judía en Palestina, pero en 1948 sólo un tercio de los habitantes de Palestina eran judíos, y sólo el 7% de las tierras habían sido compradas por judíos. Estas anomalías para establecer las bases demográficas y geográficas de la democracia judía precipitó políticas de limpieza étnica, «un crimen contra la humanidad siguiente al genocidio», según Pappé, y agregó que la expulsión de los árabes había sido frecuente desde la década de 1930, mucho antes del rechazo de la partición por parte del liderazgo palestino, un punto importante que desmiente el «juicio inmoral» contemporáneo sobre que los palestinos, de alguna manera, eran responsables de la Nakba porque habían rechazado la partición de su patria.
Los puntos finales de Pappé estuvieron relacionados con el tratamiento de los palestinos dentro de Israel entre los años 1948 y 1966 y las condiciones de la ocupación desde 1967. Pappé sugirió que el «mismo régimen militar» que oprimía a una quinta parte de la población de Israel entre 1948 y 1966 fue transferido a la Ribera Occidental en 1967. El ejército israelí, por lo tanto, era «un mecanismo que ya funcionaba» de violaciones sistemáticas de los derechos humanos en la época de la ocupación.
En sus palabras de clausura, Pappé incluyó uno de los comentarios más importantes de todo el Tribunal, la noción de que la idea de dos estados es una idea sionista, un paradigma defectuoso de la paz que no puede ser aceptado por los palestinos. Imploró a los miembros del Tribunal que no acepten este concepto reduccionista de una partición de Palestina.
El testimonio posterior del día estableció una bisagra coherente con el marco del Tribunal del derecho internacional. Peter Hansen, ex Comisionado General de la UNRWA, por ejemplo, discutió el papel de la ONU, criticando sus errores al tiempo que señaló la importancia de sus actividades de vigilancia en Palestina y de mantener la inspección de la comunidad internacional.
Más tarde Vera Gowlland-Debbas, exrelatora de la Comisión de Derechos Humanos, habló largo y tendido de los fracasos de las Naciones Unidas en hacer cumplir sus propias resoluciones, así como las incoherencias políticas de participación de la ONU, mientras que la profesora Susan Akram, experta legal en materia de inmigración y refugiados, testificó sobre los derechos de los refugiados palestinos de acuerdo con el derecho internacional y la manera en que los sucesivos términos que se emplearon para ellos, primero establecido por la Resolución 194, después por la UNRWA y finalmente bajo la Convención sobre Refugiados de 1951, ha sido mal aplicada; de una manera que margina los esfuerzos palestinos para recurrir a los tradicionales recursos de los refugiados, incluido el derecho de retorno, la restitución de bienes y la indemnización correspondiente.
La conclusión aleccionadora de este testimonio es que el actual marco jurídico internacional es insuficiente para hacer frente a la ocupación israelí, ya que el organismo, dominado por la élite estadounidense y europea, está claramente poco dispuesto a actuar sobre su propio mandato. Sumida en el cinismo, toda la misión del Tribunal parecía inútil, con su estricto énfasis en la discusión de una estructura de poder que la mayoría de los oradores reconocieron que ofrece pocos recursos a los palestinos.
Desilusionado por las aparentes contradicciones e insuficiencias del Tribunal, busqué a Ilan Pappé para discutir una visión crítica que él había ofrecido en respuesta a una pregunta formulada por Stéphane Hessel al principio del día. Hessel se refirió a una mentalidad que prevalece en Israel que no se inmuta por las críticas jurídicas, morales o éticas de las políticas israelíes. Le pregunté acerca de esto y qué más se podía hacer. Su respuesta fue «la estructura de la narración no es el problema, al parecer. Pensamos que los israelíes, cuando puedan conocer y aceptar que esto es lo que sucedió, eso alertaría su punto de vista ético y moral. Pero esto no ha ocurrido».
Luego pasó a predecir que cuantas más comunidades occidentales comiencen a ofrecer «evaluaciones éticas» de las políticas de Israel, la sociedad israelí se puede movilizar más. El Tribunal constituye una parte de esa progresión, opina.
El segundo día de testimonio fue menos jurisprudencial, con Diana Butto que proporcionó al Tribunal la primera narrativa memorable. El panel de juristas parecía más dividido, con una tensa secuencia sobre la influencia de AIPAC en EE.UU. en defensa de Israel, las proyecciones sobre el futuro, y finalmente David Wildman y Phyllis Bennis introdujeron el boicot, desinversión y sanciones (BDS) como una herramienta de empoderamiento. La tarde estuvo marcada también por un debate sobre el uso del término sociocidio y la destrucción sistemática de la cultura de una sociedad, culminando con el jurista Michael Mansfield que se enemistó con el portavoz Saleh Abd al-Jawad por la susceptibilidad de la introducción de un término nuevo cuando ya hay tal estancamiento con los términos ya existentes, tales como el apartheid y el genocidio.
Por último, el Tribunal pareció en conflicto por fuertes contrastes entre el deseo de proyectar un sentido de legalidad procesal y las bases ineludibles del activismo que impulsaron el deseo mismo de organizar. Se podría decir que este conflicto dificultó la eficacia de cualquier iniciativa.
Volviendo a mi conversación con Ilan Pappé, este expresó algo que estaba ausente de la mayoría de los testimonios en el Tribunal, que es la idea de que la reforma de la sociedad israelí no vendrá de las instituciones jurídicas o internacionales, sino de la expresión de la opinión pública occidental en contra de las políticas de Israel.
En referencia a los éxitos de la «táctica» del BDS para forzar una conversación dentro de Israel, Pappé más bien presentó un escenario dolorosamente pesimista en el Tribunal cuando señaló: «Creo que junto con una agencia palestina para resolver los problemas de la representación, con la actividad de los movimientos de solidaridad en otros temas y con nuestro rol como judíos israelíes dentro de Israel para reeducar a nuestros compatriotas, [el BDS es] un eslabón importante en esta oportunidad trascendente».
Christopher Federici es un escritor independiente que vive en Brooklyn, NY. Visitó Israel y la Cisjordania palestina en el verano de 2006, durante la Segunda Guerra del Líbano y actualmente se encuentra cursando la Maestría en Estudios del Medio Oriente en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Anteriormente ha publicado artículos sobre el fracaso de las negociaciones de paz palestinas israelíes y el Informe Goldstone.
Fuente original: http://www.palestinechronicle.com/view_article_details.php?id=19629