Jesús Rodríguez González es miembro de la Federación de Enseñanza de CCOO en Cádiz
Déjenme empezar por una previa: ¿por qué cree usted que las direcciones de ambos sindicatos, los denominados sindicatos mayoritarios, han firmado este acuerdo algo forzado? Algunas voces argumentan pragmáticamente que no podía hacerse otra cosa, que no había fuerzas suficientes para proseguir el combate ahora y que lo importante es conservar el papel institucional de los sindicatos, las condiciones que los hacen viables y algunas mejoras que se han introducido en el acuerdo. Lo otro, aseguran, sería el desierto y el mal peor.
La actual mayoría de CCOO ha utilizado este argumento que no está exento de elementos reales pero que obvia una parte del análisis, que es su responsabilidad en la relación de fuerzas. Tampoco hay que desmerecer la presión de la dirección de UGT para desmovilizar. La huelga general del 29S fue un éxito en relación a las expectativas y a las fuerzas sociales, políticas y sindicales en las que se desarrolló. Pero este éxito no ha sido suficiente. Las direcciones sindicales no articularon ningún plan de continuidad y dejaron el terreno abonado para que gobierno y patronal retomaran la ofensiva contra los derechos sociales. Movilizaciones de un solo día no sirven en estos momentos para acumular fuerzas. Hay una ausencia de expectativas de cambio en el imaginario de la clase trabajadora y se tenía que haber tomado el acervo militante conseguido en el 29S como el inicio de una acumulación paciente pero con una legitimidad recuperada. El problema de fondo que la dirección del sindicato no quiere reconocer es que la concertación ha desaparecido de un plumazo, ya que ni gobierno ni patronal se van a sentar para negociar nada que no sea profundizar en los ataques, y la mayoría de CCOO no tiene recambio para esa estrategia, que es la suya. Pusieron todos los huevos en la cesta de una negociación que no llevaba a ninguna parte.
Al plantear la dicotomía entre huelga general o pacto han anulado la posibilidad de debate sobre cómo otras movilizaciones intermedias, partiendo de los sectores más combativos del sindicato, podrían haber llevado a una acumulación de fuerzas en el medio plazo, manteniendo la legitimidad y educando a los trabajadores en la profundidad y complejidad de la crisis y las tareas de resistencias de este periodo.
¿Cuáles son entonces las razones de su disconformidad y de los sectores críticos del sindicato?
Ahora el acuerdo lo que genera es lo contrario: desafección, desmoralización y desmovilización. Éste es el elemento central de nuestro desacuerdo, que hemos desarmado la respuesta social ante próximos ataques. Garantizar la paz social en medio de esta crisis es un suicidio sindical y social porque la contraparte (gobierno, patronal, oposición de derechas e instituciones internacionales) no la va a garantizar.
Señalan también ustedes en su comunicado que no debemos olvidar que la derecha no la conforman «solo aquellos partidos políticos que así se pronuncian, también lo son, aquellos que se pronuncian de izquierdas y se someten al poder económico y abanderan políticas neoliberales». ¿En quiénes están pensando?
Estamos pensando fundamentalmente en el papel jugado por el Partido Socialista. En un año el gobierno de Zapatero va a llevar un ajuste duro (reforma fiscal, laboral, tijeretazo y reforma de pensiones) que va a suponer el surgimiento de unas nuevas reglas de juego entre las clases sociales de aquí a las próximas décadas, a favor claramente de las clases privilegiadas. Lo hemos planteado en el debate dentro de CCOO: el gobierno de ZP ha gobernado contra su base social, allanando el terreno a la llegada del PP. No sólo ha desmoralizado a su electorado sino que ha legitimado el discurso ideológico de la derecha en materia económica y social; y ha tratado de desarticular la respuesta social. El PP llegará con todo a favor para profundizar en el ajuste y no entendemos porque las direcciones sindicales se niegan a reconocer esto y a seguir otorgando crédito al PSOE. De hecho, lo único que puede cambiar la correlación de fuerzas es organizar las resistencias sociales independientemente de quien esté en el gobierno. Desde ahí podrá surgir una alternativa por la izquierda, desde la desmovilización sólo tendremos derecha para muchos años.
¿En qué consiste la campaña «No en mi nombre? ¿Quiénes la promueven?
El principal enemigo que tenemos en este momento es el discurso de que no hay nada que hacer. Que no hay alternativa. Ese discurso es el principal arma de la derecha y la patronal. Que ante estos ataques la dirección de CCOO firme un retroceso en derechos y desmovilice, ayuda a la desmoralización y a la desafección sindical y política. Hemos iniciado esta campaña dirigiéndonos a los afiliados pero también al conjunto de la clase y de la ciudadanía para decir que ese pacto no se puede hacer en nombre del pueblo de izquierdas que sufre esta crisis y que se movilizó el 29S. No pueden apropiarse de las esperanzas depositadas en el 29S para firmar este acuerdo. La campaña la iniciamos un grupo de compañeros del sindicato, que también lo somos de Izquierda Anticapitalista, pero desde el primer día hemos sido sobrepasados en pluralidad política e ideológica, lo que cual no es sólo lógico sino positivo para cualquier iniciativa que aspire a ser representativa de las esperanzas de millones de trabajadores.
¿Están recogiendo firmas entre los afiliado de CC.OO? ¿Con qué objetivo? ¿Creen que la dirección del sindicato les va a hacer caso, que va romper el acuerdo que ya ha firmado?
En este momento no tengo ninguna confianza en una rectificación de la dirección. No sólo han firmado el acuerdo sino que ahora se están dedicando a explicar sus «bondades» entre la afiliación. La dirección se ha plegado y cohesionado ante el acuerdo a la espera de lo que ellos dicen «un mejor momento». Su lectura de la situación es muy derrotista pero su comportamiento, además, agrava el problema. Nuestro objetivo es otro, tal y como dije arriba, dar a entender a miles de trabajadores y de afiliados de CCOO que hay mucha otra gente dispuesta a alimentar las brasas del 29S y a acumular fuerzas para retomar la senda de un sindicalismo combativo. No sabemos todavía qué recorrido puede tener la iniciativa pero lo ideal sería que se aprovechara para que la gente se conozca y comparta las ganas y las experiencias de movilizar. La iniciativa debe tener vida propia y en algún momento organizarse desde abajo sin que los promotores la controlemos. No podemos aspirar a recoger las ansias de regeneración democrática y participativa en el seno de CCOO con iniciativas que no aspiren a organizarse desde la participación directa de todos y todas. Si hay gente suficiente para ensayar habrá que hacerlo. La iniciativa ha sido recogida muy bien por mucha gente dentro del sindicato, lo que refleja que hay una tradición de lucha dentro de CCOO que no se ha perdido, sino que está dispersa, a pesar de años de concertación y paz social.
Permítame hacerle algunas preguntas sobre el tema de las pensiones que le rogaría contestara brevemente: ¿es insostenible el sistema público de pensiones actual?
Las políticas que facilitan el despido, la disminución de los salarios y que reducen la presión fiscal a las clases privilegiadas ponen en peligro cualquier sistema de reparto a largo plazo. No es un problema de gastos sino de analizar los ingresos y el reparto de la evolución de la productividad. Por otro lado tengo que decirte que aunque desde 1996 el discurso de la derecha mediática ha intentado poner en cuestión la viabilidad de las pensiones públicas, lo cierto es que a día de hoy la realidad muestra la debilidad de ese discurso. ¿por qué nadie se pregunta sobre la delicada situación, si no bancarrota, en la que se encuentran muchos fondos de pensiones privados a nivel mundial? Si se hicieran esa pregunta veríamos por qué necesitan reducir nuestras pensiones públicas para ver si se puede desviar ahorro para unos fondos de pensiones privados que necesitan una inyección fuerte de dinero.
¿En cuánto calculan ustedes que va a disminuir el importe destinado a las pensiones públicas?
Como señala el profesor Antonio Antón, un 20% de media, que era el objetivo del gobierno. Algunos economistas lo vienen señalando y podemos decir que es una forma muy objetiva para medir el acuerdo. El gobierno no se ha movido, nosotros sí.
El acuerdo ha tenido un cierto tinte corporativista. Los sectores que peor saldrán parados son los más vulnerables y , que de hecho, no están afiliados al sindicato. Esta fractura entre la clase trabajadora, y en especial con la juventud-muy sacrificada en el acuerdo- va a pasar factura al sindicalismo si no recuperamos el pulso movilizador.
¿España, como país, es una singularidad en este ámbito?
No lo creo. Ya hemos visto la lucha desarrollada en otoño en Francia. Los fondos de pensiones privados en Holanda e Inglaterra están en una situación muy deprimida, y además estamos en un contexto-como el inglés o el irlandés-de recortes de gasto público. Las pensiones están en el punto de mira del capital financiero.
¿Qué fuerzas han presionado al gobierno PSOE para que tomara medidas de este calado?
En primer lugar la Unión Europea. Salgado se ha comprometido ante el ECOFIN antes que ante los trabajadores y trabajadoras. La UE está rediseñando las reglas de juego entre las clases aprovechando la crisis. En segundo lugar hay que recordar la reunión de Zapatero con las empresas más influyentes del país. El panorama está muy claro.
¿Cree que puede haber cambios positivos en el trámite parlamentario de la reforma?
No espero nada del actual parlamento. Hay que romper el cuadro político de este país pero eso no va a pasar sin un proceso de movilizaciones sostenido en el tiempo que modifique la conciencia y la organización de cientos de miles de personas.
¿La reforma puede empeorar en sucesivas revisiones?
Hemos dado una señal de debilidad enorme con este pacto. Y además hemos renunciado a nuestra única arma: la movilización. Con esta orientación sindical el capital no tiene por qué renunciar a seguir atacando derechos.
¿Por qué creen ustedes que la sociedad se mantiene «pasiva, sumisa y temerosa» como ustedes afirman?
Creo que durante la entrevista he intentado responder a esto de forma más o menos explícita. En el imaginario colectivo existe la idea de que no hay alternativa. Necesitamos victorias, aunque sean pequeñas. La unidad sindical, social y política en la pelea es necesaria para obtener dichas victorias. Por ello si es nefasto haber transformado la victoria moral del 29S en la derrota representada por este pacto; también lo son las actitudes sectarias que imposibilitan que existan vasos comunicantes entre afiliados de todos los sindicatos de clase. También creo que hay que analizar los efectos ideológicos del modelo basado en el ladrillo. Había una idea que tomó fuerza y era que lo público (incluido el patrimonio natural) debía ponerse al servicio del interés privado. Desde el sindicalismo no se combatió esto con energía y no se tuvo una orientación de convergencia con el movimiento ecologista que, casi en solitario, mantuvo la coherencia en esa lucha ideológica que se ha mostrado necesaria.
¿Dígame algunas cosas que podrían hacer, que podríamos hacer, las gentes trabajadoras para frenar o, cuanto menos, torcer ligeramente la situación?
Es el momento de movilizarse, de agruparse, de recuperar la confianza en el compañerismo, en la pelea, en la dignidad. No nos vamos a quedar igual sin nos quedamos impasibles. Iremos a peor. Esto empieza a entenderse. No hay que despreciar el trabajo molecular, por ejemplo, los convenios colectivos. El sindicalismo sigue siendo un lugar donde empezar por ese trabajo de base, desde abajo, partiendo de la defensa de los derechos más inmediatos.
¿Con la derecha-derecha puede ser peor en su opinión?
Habrá que ver si las direcciones sindicales se movilizan más entonces pero en principio la derecha tiene el terreno muy allanado.
Ustedes afirman que el gasto en pensiones es 3 puntos inferior a la media de la UE y que lo seguirá siendo al menos hasta el 2030, momento en el que aún estaremos un punto por debajo ¿Es así? ¿Sus datos están contrastados?
Nuestras proyecciones están basadas en estudios de numerosos economistas y sociólogos. Las cuentas no son difíciles de hacer. Lo que pase de aquí al 2030 será otra cosa
La financiación de las pensiones ¿tiene que ser siempre financiada necesariamente con cuotas sobre los salarios?
¿Por qué? ¿Por qué renunciar a que existan impuestos que graven las rentas más altas para financiar las pensiones públicas? Hay que apostar por fortalecer las pensiones de los trabajadores con instrumentos fiscales redistributivos. Es una forma de recuperar un componente importante del salario, el diferido, en un momento donde la participación salarial en el PIB retrocede. Los presupuestos generales del estado debieran constituirse como un mecanismo redistributivo y no permanecer al margen de la financiación de las pensiones públicas
¿Qué significa que toda la filosofía y el objetivo del acuerdo inciden en el gasto, como ustedes afirman, «pero no existen medidas claras y computables sobre los ingresos, haciendo fuerza en la «contributividad» y la «sostenibilidad» del sistema en lugar de en la solidaridad?
Las políticas neoliberales que atacan a los salarios o disminuyen la presión fiscal sobre el capital, son injustas y ponen en peligro el maltrecho estado del bienestar. Se trata de ver cómo mejoramos los ingresos públicos para financiar las prioridades sociales. No podemos disminuir la presión fiscal sobre las rentas altas y no combatir el fraude fiscal y al mismo tiempo decir que no podemos mantener el gasto social. ¿Sólo podemos ajustar el gasto? ¿o podemos también tener la ambición de aumentar los ingresos? Además tal y como viene señalando Vicenc Navarro un aumento de la productividad acorde con el de la media de las últimas décadas podría ser aprovechado en beneficio de todos y no de una minoría.
Reforzar la idea de la contributividad es renunciar a la de redistribución y equidad. Por desgracia en el seno de CCOO el punto débil de sus reflexiones vienen siendo las pensiones, con un enfoque muy influido por las ideas-fuerzas del socialiberalismo.
La prensa del martes día 15 de febrero, ha recordado Miguel Romero, recogía unas declaraciones del secretario de Estado Octavio Granados: «Vamos a poner barata la mercancía de la contratación». Hablaba de uno de los acuerdos del llamado pacto social «para estimular la creación de empleo»: la exención total o parcial de las cuotas empresariales por nuevas contrataciones de jóvenes y parados de larga duración mayores de 45 años. La decisión, según cálculos, va a costar unos 235 millones de euros a la caja pública pensiones. ¿Qué le parece este enfoque tan original del secretario de Estado… de la Seguridad Social?
Nada original. Llevamos haciendo esto desde hace años. Hay un ataque al salario directo, indirecto y diferido. A pesar de ello uno no deja de asombrarse del nivel de cinismo que manejan la patronal y el gobierno del PSOE. El PP se frota las manos, claro.
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