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Entrevista con el activista e intelectual Yasin al-Haj Saleh

La conciencia de Siria

Fuentes: Boston Review

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Yasin al-Haj Saleh es a menudo considerado como la conciencia de la revolución siria. Nació en Raqqa en 1961, fue arrestado en 1980 cuando era estudiante de Medicina en Alepo, y encarcelado por su pertenencia a una organización de izquierdas. Estuvo detenido como preso político hasta 1996, pasando el último de esos dieciséis años tras las rejas en la infame prisión del desierto de Tadmur (Palmira).

Saleh se ha convertido en uno de los principales escritores y figuras intelectuales del levantamiento sirio, levantamiento que esta semana ha cumplido ya tres años. En 2012 le dieron el Premio Príncipe Claus (financiado por el Ministerio holandés de Asuntos Exteriores) pero no pudo presentarse a recogerlo al estar viviendo en la clandestinidad en Damasco. Ahora vive en el exilio, en Turquía, y escribe para una variedad de publicaciones internacionales en lengua árabe. Junto con un grupo de sirios y turcos, ha fundado recientemente en Estambul una Casa Cultural Siria con el nombre de Hamish («orilla» o «periferia»). Saleh ha publicado varios libros en árabe, el más reciente de ellos se titula «¿Liberación o destrucción? Siria en la encrucijada» (2014).

-P: En Occidente, la situación en Siria resulta muy confusa para muchos. El 31 de agosto de 2013, por ejemplo, el Presidente Obama dijo que el «conflicto subyacente en Siria» estaba motivado en «antiguas diferencias sectarias». A menudo se escucha -tanto en los círculos políticos extranjeros oficiales como entre los activistas y antibelicistas de izquierdas- que «no hay chicos buenos» en el conflicto sirio, que todas las partes son malas por igual y, por tanto, no hay nadie a quien apoyar. ¿Qué piensa Vd. de esta posición? ¿Qué le respondería a todos los que dicen que no hay nadie a quien deba apoyarse en Siria?

-R: Me resulta realmente desconcertante que en Occidente mucha gente piense que nuestra situación en Siria es confusa. ¿Se debe a falta de información, de conocimientos? Tiendo a pensar que es una cuestión política. La confusión pudiera estar en función de una determinada postura ante nuestra lucha: la de la inacción, que en mi opinión es la peor forma de acción no sólo desde nuestra perspectiva como sirios sino también desde una perspectiva regional e internacional, por no mencionar la humanidad y solidaridad humana con los oprimidos.

¿Diferencias sectarias? ¡Vaya un análisis sutil! Cuando una estructura armada utiliza el ejército, los medios de comunicación y los recursos supuestamente nacionales para matar a su propio pueblo porque se opone a un gobierno tiránico, ¿cómo puede esa situación considerarse un conflicto sectario? No estamos hablando sólo de alguna estructura, estamos hablando del aparato represor del estado del régimen de Asad. Por tanto, resulta absurdo explicar la lucha siria en términos sectarios. Que yo sepa, los estados no son sectas, ¿o sí?

De ninguna manera me estoy haciendo el sueco en relación con las tensiones y conflictos sectarios en la sociedad siria. Muchos escritores, incluido yo mismo, han escrito sobre el sectarismo en Siria. Mi conclusión principal es que las sectas son entidades políticamente fabricadas, y que el sectarismo es una herramienta política para controlar a la gente, una estrategia para la dominación política. Ciertamente, no es una cuestión de «diferencias» sociales sino más bien un método para mantener los privilegios sociales y transformar una lucha contra la tiranía y la manipulación en un enfrentamiento sectario, en una fitna. La palabra fitna tiene ecos religiosos en sí misma y es muy llamativo que el «laico» Bashar al-Asad la utilizara dieciséis veces en su primer discurso tras el comienzo de la revolución el 30 de marzo de 2011.

Incluso ahora, después de más de mil días de lucha en Siria, sigue siendo un tremendo error ético y político decir que todo lo que tenemos allí son chicos malos. El régimen es esencialmente criminal y no tiene solución alguna para los muchos problemas de Siria. Creo que quienes dicen que las partes en el conflicto sirio son malas por igual son los mismos que creen en ese eslogan despreciable de la realpolitik: más vale malo conocido que bueno por conocer. Significa que, después de todo, el mal que conoces no es realmente tan malo. Es sólo el mal que no conoces el que puede ser malo. Esta es una mala política, carente de conocimientos, carente de valores humanos.

-P: El filósofo esloveno de izquierdas Slavoj Zizek escribió un artículo para The Guardian que caracteriza la lucha siria como una «pseudo-lucha» que carece de una voz emancipadora radical. ¿Qué opina de esa crítica?

-R: En primer lugar, ignora que la fe islámica puede ser una herramienta de liberación. Este es sin lugar a dudas un fenómeno contradictorio, pero es real. La religión y la religiosidad pueden impulsar la movilización emancipadora. En segundo lugar, no dice nada acerca de los orígenes de esta situación en el país: la extrema pobreza política en particular (la ausencia del derecho a la libre reunión, incluso en lugares privados, a la libre expresión o publicación). En tercer lugar y más importante, la posición de Zizek y otros como él no ayudan a los sirios laicos que están luchando contra el régimen. En realidad, esa posición sirve para debilitarnos y para fortalecer tanto al régimen como a los islamistas. En efecto, están diciendo que la gente que está interesada en la emancipación de las masas no tiene nada que hacer con «pseudo-luchas» y que lo correcto es mantenerse alejado de esas luchas. Esto es irresponsable y falto de sensibilidad ante el sufrimiento humano. Su recomendación -y pienso que este es el criterio verdadero para valorar los análisis de los «izquierdistas»- no postula que los sirios laicos como nosotros nos distanciemos de la lucha, sino algo aún peor: que nos situemos más cerca del régimen. El régimen no es sólo responsable de las penas de los sirios en las últimas décadas sino también de la preeminencia de los grupos yihadistas de la que Zizek se queja. El problema no es que esos escritores ignoren algo sobre Siria, es que ignoran casi todo lo relativo a nuestro destrozado país.

-P: Denos una idea de su biografía política. Vd. nació en Raqqa en 1961. ¿Cuáles fueron sus influencias políticas e intelectuales cuando era joven? En 1980 le arrestaron por su activismo político y se pasó dieciséis años en la cárcel. ¿Por qué le arrestaron? ¿Qué estaba haciendo su grupo en ese período? ¿Cómo era la vida política siria en aquel momento?

-R: Cuando era estudiante en la Universidad de Alepo, pertenecí a uno de los dos partidos comunistas de Siria, al Buró Político del Partido Comunista Sirio, que se oponía al régimen de Hafez al-Asad y luchaba por la democracia. Influyeron en mí pensadores como los sirios Yasin al-Hafez y Alias Murqus, ambos fallecidos ya, y el historiador y teórico político marroquí Abdallah Laroui. Para los que tratamos de comprender mejor nuestra situación histórica y social, ofrecían un marxismo no dogmático orientado hacia nuestra sociedad y problemas culturales. Bajo su influencia, decidí que quería ser escritor. Nos sentíamos entusiasmados con el eurocomunismo de la década de 1970 y éramos críticos frente a la Unión Soviética. Pero nuestra identidad política fue construyéndose sobre todo a partir de nuestras experiencias de lucha contra el gobierno tiránico de Asad padre. Era una combinación de una afiliación tradicional de izquierdas con un profundo compromiso con el pueblo y las aspiraciones de libertad.

Antes de 1980, uno apenas podía hablar de vida política en Siria. Existía una alianza de siete partidos, que incluía al Partido Comunista oficial (que dependía fuertemente de los soviéticos). Esa alianza, el Frente Progresista Nacional (FPN), estaba bajo el liderazgo del Partido Baaz y se suponía que era el marco para la vida política en Siria. Lo que realmente era es el marco para la muerte política. Otros grupos que se mantuvieron firmes en su oposición al régimen fueron enviados a la cárcel. Por tanto, las prisiones y el FPN han sido las instituciones políticas en el país desde hace ya 41 años.

A nivel político condenamos duramente al régimen y le consideramos responsable de la «crisis nacional y social» que estalló en el país entre 1979 y 1982. En aquella época, el régimen de Hafez al-Asad mostraba unas tendencias fascistas que iban en aumento: violencia organizada contra cualquier actividad política o social independiente, construcción de «organizaciones populares» que contuvieran a la sociedad, de los escolares a las universidades a las mujeres y a los sindicatos. También impulsó un generalizado y arraigado nepotismo dotado de un flagrante elemento sectario y creó un culto a Asad a través de sus medios de comunicación, instituciones educativas y militares y en los espacios públicos (estatuas, pancartas, fotos, canciones, «marchas espontáneas»). En pocos años, esto llevó a una gran crisis social y política y a un violento enfrentamiento entre el régimen y la Hermandad Musulmana. Para cuando el régimen ganó esta batalla por medios sangrientos, ampliamente ignorada a nivel internacional, ya iba lanzado por un sendero que trataba de aplastar todas las formas de vida social y cultural.

El Buró Político del Partido Comunista Sirio denunció esa erupción de fascismo y habló a favor de un cambio democrático que permitiera a Siria evitar la violencia y abrir el sistema político a las organizaciones e iniciativas populares. En 1980, tomamos parte activa en las protestas que se llevaron a cabo en muchas ciudades sirias. Yo mismo participé en esas protestas en la Universidad de Alepo. Después me vi obligado a vivir en la clandestinidad durante dos meses hasta que me arrestaron el 7 de diciembre de 1980. Fui uno de los cientos de miembros del Buró Político del PCS que arrestaron. Tenía menos de veinte años en aquella época y pasé dieciséis años en prisión. Riad al-Turk [el líder de la oposición siria] pasó casi dieciocho años en una celda de aislamiento.

Después de la prisión me convertí en escritor y participé en muchas actividades de la oposición. Dieciséis años en prisión es un tiempo muy largo, pero para mí fue una experiencia formativa como intelectual público y como agente ético en la lucha por el cambio. Al mismo tiempo fue una experiencia emancipadora; a través del sufrimiento, del aprendizaje y de la lucha conseguí romper algunas de mis prisiones internas: la de una estrecha afiliación política, la de una ideología rígida y la del ego del intelectual. Quizá la segunda influencia más importante en mi identidad política sea la revolución que empezó en marzo de 2011 y la lucha abierta y a varios niveles que está teniendo lugar en el país. Estuve dos años en la clandestinidad en Damasco y otros seis meses en varias zonas del país. Mi papel era el de intelectual y escritor, no el de político o activista político. En los próximos años tengo la intención de trabajar en las dimensiones culturales de la revolución siria, ya que creo que la cultura podría ser un campo estratégico en nuestra lucha por la libertad y contra el fascismo, tanto en su versión asadista como yihadista.

-P: Al hablar de esa «lucha por la libertad y contra el fascismo tanto asadista como yihadista» en un artículo que escribió para Irish Times el pasado septiembre, describía a los elementos yihadistas en Siria como «enemigos de la revolución» y en él afirmaba que «en realidad están más desgastados y están menos cohesionados de lo que parece cuando se les retrata desde lejos». Es falso, sostiene, afirmar que «lo que es bueno para los yihadistas es malo para el régimen». Vd. dice: «La realidad es que lo que es bueno para la revolución, el Ejército Sirio Libre y los activistas democráticos de dentro y fuera del país, es malo para el régimen y los yihadistas».

¿Puede elaborar un poco este punto para quienes puedan encontrarlo desconcertante? ¿Hasta qué nivel están ahora implicadas las fuerzas democráticas en Siria en una guerra en dos frentes: uno contra el régimen y otro contra los yihadistas? Si el régimen de Asad se derrumbara en los próximos meses, ¿no se desencadenaría después una segunda guerra entre las fuerzas democráticas de la revolución y los elementos yihadistas? ¿No es este dilema en el que se encuentran las fuerzas democráticas una llamada a una mayor solidaridad de los internacionalistas en el exterior en vez del derrotista abandono del conflicto sirio que uno encuentra últimamente?

-R: Los grupos yihadistas sólo empezaron a aparecer en Siria muchos meses después del inicio de la revolución. Cuanto peor era la situación para la mayoría del pueblo, mejor se volvía para los extremistas yihadistas. Cuando el entorno social está siendo destrozado y docenas de personas asesinadas cada día por todo el país mientras el mundo se limita tan sólo a observar, ese es el mundo perfecto para los grupos nihilistas. Sus propias doctrinas se basan en la asunción de que el mundo es malo y conspira contra ellos como árabes y musulmanes. A propósito, esta visión paranoica del mundo la comparten tanto el régimen de Asad como los grupos yihadistas.

Debería estar claro ya que el régimen es feliz con la aparición de esos grupos porque le permite vender la narrativa de la «guerra contra el terrorismo» a todos los que están dispuestos a comprarla, ya sea en Occidente o en cualquier otro lugar. Algunas destacadas figuras de la inteligencia occidental y de los círculos diplomáticos están ahora dispuestos a establecer una coordinación con el régimen de Asad contra el terrorismo. Tener un producto tan comercializable [la «guerra contra el terror»] posibilita la interacción con influyentes potencias internacionales, algo de lo que el régimen depende constantemente para revitalizar su legitimidad internacional y renovar su mandato para gobernar el país. Permanecer en el poder «para siempre» es el objetivo supremo de la dinastía Asad.

Por tanto, se espera que el régimen haga cuanto pueda para asegurar la producción de esa mercancía a escala masiva. Uno no necesita acudir a especulaciones ni a teorías de la conspiración acerca de posibles vínculos ocultos entre el régimen y alguno de esos grupos. El 21 de enero, basándose en informaciones de la inteligencia de Occidente, The Telegraph publicó un artículo sobre la cooperación secreta entre el régimen y al-Qaida especialmente relacionada con el petróleo en la parte oriental del país.

Estuve en Raqqa hasta mediados del otoño de 2013, donde el Estado Islámico de Iraq y Shams (EIIS, un grupo escindido de Al-Qaida) ha establecido su cuartel oficial en un enorme edificio del gobierno local. Aunque a principios de octubre de 2013, las fuerzas del régimen decidieron que era estratégicamente vital atacar un colegio, ataque en el que murieron veinte estudiantes y en el que sus helicópteros arrojaron barriles-bomba sobre las barriadas civiles, el edificio del EIIS no fue nunca atacado.

La mejor manera de combatir a los grupos yihadistas fascistas es auspiciando un cambio radical en Siria que libre al país del régimen que le ha regentado durante 44 años. La desaparición del régimen, con toda su maquinaria de brutalidad y humillación, dotará a los sirios de ideas democráticas y a los islamistas moderados de un mecanismo para enfrentar las organizaciones expansionistas y extremistas como el EIIS. Esto podría desencadenar un proceso de tolerancia y reconciliación entre los diversos partidos sirios y hacer que se oigan las voces de la razón y el perdón, algo que en estos momentos resulta imposible. Un día, cuando me hallaba en la zona oriental de Ghuta entre abril y julio de 2013, un miembro de las Unidades de Defensa Civil que se encargaba de lavar a los muertos y colocarles en los ataúdes, cuando llevaba en sus manos un cuerpo terriblemente mutilado, me miró a los ojos y me dijo: «Istaz (maestro), ¿qué podríamos hacer con los que le han hecho esto al niño? ¿Cómo podríamos vivir con ellos?» No supe qué decirle en aquel momento. Es imposible que los «Istaz» como nosotros hagamos algo útil mientras el asesino público número uno siga en su puesto avanzando cada día en su tarea de torturar, matar de hambre, bombardear y asesinar.

No es sólo que el régimen se esté beneficiando de los grupos fascistas reaccionarios que manifiestan abiertamente su antagonismo con la revolución. Aquellas fuerzas que se han adherido a la revolución son las que se han enfrentado a esos grupos nihilistas. Quizá Vds. ya sepan que a comienzos de año se produjeron muchas batallas contra el EIIS en las que participaron muchos grupos moderados, y el resultado fue que el EIIS fue expulsado de todos los distritos de Idlib y de muchos de Alepo. Esto se produjo a pesar de la guerra que el gobierno está desencadenando contra esos mismos distritos. Esto significa que cuando haya un único enemigo al que combatir, sería mucho más fácil para los sirios luchar contra organizaciones como el EIIS.

La ley social general en Siria durante los últimos tres años, y de hecho durante todas las décadas de pesadilla asadista, ha sido que el extremismo alimenta el extremismo. Es vital para el país que la fuente del extremismo se seque: el régimen fascista tiene toda una compleja industria para aniquilar a su desdichado pueblo, y todo el mundo sabe eso ya tras la filtración de 55.000 fotos de 11.000 cuerpos brutalmente torturados. Enviar a esta junta de matones a las mazmorras de la historia será el primer paso para la recuperación del país. Sólo entonces puede haber una dinámica de moderación e inclusión. Ninguna moderación es posible en Siria si no hay justicia hacia el pueblo sirio. La relación entre los conceptos de «moderación» y «justicia» es clara en la lengua árabe: La palabra I’tidal (moderación) se deriva de Adl (justicia); en consecuencia, la injusticia fomenta el extremismo.

Lo que tienen que saber los partidos internacionalistas de todo el mundo es que no hay nada progresista ni anticapitalista ni laico relacionado con el régimen. Es un régimen fascista, una junta profundamente sectaria y profundamente corrupta que está preparada para perpetrar cualquier crimen con tal de mantenerse en el poder. En una entrevista celebrada el día que empezaron las reuniones de Ginebra II, un presentador de Sky News le preguntó a Buzaina Shaaban, la asesora de Asad, sobre los 11.000 asesinados en las fábricas de la muerte del régimen. Su respuesta fue: «¿Y qué hay del destino de los cristianos? ¿Sabe que hay once monjas que aún están secuestradas?» Esto es representativo de la mentalidad del régimen. Al comentar la masacre provocada por armas químicas el 21 de agosto en la zona oriental de Ghuta, Shaaban dijo que ¡los muertos eran niños de los pueblos costeros (es decir, alauíes) a los que habían secuestrado, llevado a al-Ghuta y gaseado! Incluso el colonialismo francés que dominó Siria entre las dos guerras mundiales no fue tan eficaz en su política de divide y vencerás como es el actual régimen.

Está también claro que las potencias imperiales están haciendo todo lo posible para no causar la caída del régimen, ni siquiera tratan de debilitarlo. En realidad han hecho todo lo contrario: no han ayudado al Ejército Sirio Libre ni al Consejo Nacional Sirio para establecer las zonas de exclusión aérea y zonas seguras que esos grupos llevaban pidiendo desde el otoño de 2011. El ESL no ha podido adquirir ni un solo misil Stinger, aunque el régimen lleva utilizando sus aviones de combate desde hace ya más de dieciocho meses.

-P: ¿Está de acuerdo en que la situación que describe se parece a la de la Guerra Civil Española, en la que las fuerzas democráticas dentro de la revolución (el POUM, los anarcosindicalistas, los socialistas independientes) estaban combatiendo a los fascistas de Franco en un frente pero con el tiempo se encontraron también luchando contra los estalinistas, que gastaron tanta energía, cuando no más, atacando a las fuerzas independientes y democráticas de la revolución, que en combatir a Franco? ¿Se encuentran hoy en día las fuerzas democráticas en Siria en una situación paralela?

-R: Las cosas son más complejas en Siria actualmente de lo que eran en España hace tres cuartos de siglo. No es sólo que nuestros «estalinistas» yihadistas sean una carga sobre la revolución (son, en efecto, enemigos de la revolución), sucede también que algunos de ellos son sospechosos de cooperar secretamente con el régimen, y que el régimen está haciendo cuanto puede para impulsar la causa de los que, supuestamente, son sus enemigos. Además, sólo lo peor de nuestros «estalinistas», y desde luego el régimen fascista, cuentan con voluntarios extranjeros; nosotros no tenemos voluntarios extranjeros republicanos o demócratas, como fue en el caso de España. Quizá la principal diferencia sea la debilidad militar de los poderes democráticos en Siria. Los demócratas del país no recurrieron a las armas para defender a la gente, aunque muchos de ellos apoyaran la lucha popular contra los fascistas de Asad. Esta es una de las razones -quizá la más importante- de que varios tipos de islamistas estén en posiciones de liderazgo en la resistencia armada. La otra razón es que el régimen arrestó o asesinó o hizo cuanto pudo para que se exiliaran todos los que tenían posiciones de liderazgo en el levantamiento. Si bien esto es bueno para los islamistas, dice mucho acerca del régimen «laico» y su supuesta oposición a los fundamentalistas. Es como si Franco se hubiera dedicado a cultivar al Partido Comunista de España a fin de chantajear a los europeos y estadounidenses y hacer que se comprometieran a cooperar con su régimen.

Al fin y al cabo, Franco era un dictador, un dictador muy brutal, pero con una visión de España y de su grandeza que se derivaba del vocabulario e ideales de la derecha europea de la época. En comparación, Bashar no es nacionalista en ningún sentido; es sólo un asesino de masas, y él y su banda no tienen visión ni ideal alguno sobre Siria o el nacionalismo sirio. Su único principio sagrado es el poder, mantenerse en el poder hasta que muera y dejar su puesto no a cualquier joven Juan Carlos sino a su hijo, que no por casualidad se llama Hafez.

Sin embargo, hay un gran parecido entre el curso de la revolución y la guerra siria y las de España, el papel jugado por las potencias occidentales democráticas en los dos casos: cortos de miras, vacilantes, carentes de visión y coraje, contraproducentes y muy egoístas. Esto es muy perjudicial para nosotros los sirios, tanto como lo fue para los españoles en aquella época, y días vendrán en que se demostrará que será también perjudicial para el mundo en general.

-P: Michael Ignatieff ha sostenido que una de las razones por las que no se ha producido intervención en Siria se debe al fracaso de la oposición siria. Comparando Bosnia con Siria, observa:

«La intervención no se producirá hasta que quienes intervengan puedan identificar una causa que los electorados democráticos en los estados occidentales puedan hacer suya. En la ex Yugoslavia fueron los bosnios de Sarajevo quienes entendieron esto claramente y ayudaron a movilizar la indignación que en los países occidentales hizo finalmente posible la intervención. Los bosnios habían defendido siempre una ciudad tolerante y multiconfesional y, viéndolo en retrospectiva, hicieron un trabajo heroico al hacer que su causa fuera la de Europa. La intervención tuvo lugar finalmente en 1995, y al menos en alguna medida se debió a que la opinión internacional identificó a los bosnios como unas víctimas que merecían ser ayudadas en nombre de una defensa general de los «valores europeos». La masacre en Srebrenica y el bombardeo del mercado de Sarajevo fueron los desencadenantes de la intervención, pero en Occidente se había estado preparando el terreno ideológico en base al sufrimiento de Sarajevo durante el asedio. Por el momento, la oposición siria no ha conseguido hacer de su causa un reclamo universal.»

¿Puede comentarnos este argumento? ¿Está de acuerdo en que la oposición siria ha fracasado a ese respecto?

-R: Bien, la oposición siria no ha conseguido dar al espantoso sufrimiento de Siria un sentido universal. También yo noté esto cuando vine a Turquía. Aquí, los políticos y activistas sirios sólo tratan con las entidades oficiales turcas o viven aislados dentro de sus propias comunidades. Llevan a cabo sentadas en varias ciudades turcas pero las pancartas y eslóganes están escritos sólo en árabe, por lo cual no consiguen hacer llegar su mensaje a la comunidad turca. Parece que lo mismo sucede en Francia, donde hay una comunidad siria muy arraigada y que tiene muchos intelectuales que allí viven.

La lucha siria dice mucho no sólo sobre los fracasos de la oposición siria, sino también de los fracasos de un enfoque centrado en Occidente.

Creo que una de las razones se debe a que el monólogo, en vez del diálogo, es el modo predeterminado de interacción entre los sirios: hemos vivido realmente en soledad durante medio siglo. Probablemente, el 90% de los sirios nunca han conocido otra formación política que no sea la del régimen baazista y quizá más del 80% sólo han conocido al atroz Hafez al Asad y a su horrendo hijo Bashar. Por otra parte, en Siria, y en el mundo árabe en general, hay un profundo resentimiento hacia Occidente debido a las traumáticas experiencias contemporáneas con las grandes potencias occidentales: la cuestión palestina es un símbolo importante de la brecha entre los dos mundos y una fuente dinámica de hostilidad árabe hacia Occidente. Es también una fuente de vacilación a la hora de pedir la ayuda occidental. Sin embargo, los sirios han sido lo suficientemente realistas como para pedir la ayuda de Occidente desde el verano de 2011, incluso antes de que se levantaran en armas para defenderse e incluso antes de que acudieran a Dios como la única fuerza estratégica a la que poder pedir ayuda.

Añadiría que sólo recientemente, quizás en los últimos meses, un creciente número de sirios ha empezado a pensar que su causa, la causa siria, es una causa global que les exige pensar en términos globales para entenderla en el mismo contexto de las luchas de liberación de los pueblos de Europa Oriental o Sudáfrica. En mi opinión, las cosas están cambiando a ese nivel y puede que veamos a más sirios luchando por su causa en el ámbito mundial.

Pero volviendo a la observación de Ignatieff, creo que la lucha siria dice mucho no sólo sobre los errores de la oposición siria sino también sobre los fallos de un enfoque centrado en Occidente. Este enfoque considera que los oprimidos y los débiles ven a las potencias occidentales como si fueran la conciencia del mundo o el sabio justo que necesitas para convencer de la justicia de tu causa, y si eres lo suficientemente paciente y consigues ganártelo, actuará de acuerdo a los principios de la justicia y los derechos humanos. Me temo que esta narrativa es una fábula. Palestina es un buen ejemplo de ello. El mundo entero conoce muy bien la grave situación de los palestinos y saben muy bien quién es la potencia colonial que persiste en tragarse la tierra y los recursos palestinos y hasta su existencia misma. Para Palestina, llevamos ya veintitrés años de «proceso de paz», ¡el más ridículo de la historia!

¿Qué opción nos queda cuando un régimen asesina a su propio pueblo con armas químicas y la mayor potencia sobre la tierra se contenta con quitarle al criminal unas pocas armas y sin castigo de ningún tipo? ¿Qué conclusión puede sacar el criminal de guerra de eso que no sea que puede seguir adelante con la matanza pero utilizando otras armas? Es posible interpretar la posición estadounidense como la siguiente: «Está bien matar a cierto tipo de gente. No se cuentan entre las personas a las que no se puede matar. ¿Por qué deberíamos preocuparnos e intervenir en su nombre?

A propósito, la intervención militar no era indispensable y sólo unos cuantos sirios la pedían. Lo que los sirios esperaban era algún tipo de apoyo militar con el que ellos mismos hubieran hecho la tarea. Y pienso que esto es exactamente lo que los poderes influyentes no querían que ocurriera. Es también importante afirmar que EEUU no fue el único renuente en intervenir en Siria, sino que también presionó a otras partes -Francia, Turquía y algunos Estados del Golfo- para que no ofrecieran armas eficaces a los rebeldes sirios. El estancamiento actual no es una característica inherente de los conflictos del Oriente Medio, es algo pergeñado por nuestro «amigo» putativo, la «superpotencia» estadounidense. Es en esto en lo que falla el enfoque de Ignatieff.

En resumen, lo que quiero decir es que a pesar de las graves deficiencias que tenga la oposición siria -y son graves-, nos ha resultado imposible convencer a la «comunidad internacional» de que hay «víctimas a las que merece la pena ayudar en nombre de la defensa general de los ‘valores europeos'». Me espanta que en lo relativo a Oriente Medio, los europeos sean los primeros en abandonar sus proclamados valores. Esto debe cambiar, porque sólo grupos nihilistas como al-Qaida prosperan en dichas circunstancias. 

-Danny Postel es director adjunto del Center for Middle East Studies en la Escuela Josef Korbel de Estudios Internacionales de la Universidad de Denver. Es autor de Reading «Legitimation Crisis» in Tehran: Iran and the Future of Liberalism y coeditor de The People Reloaded: The Green Movement and the Struggle for Iran’s Future y coeditor de The Syria Dilemma. Es editor-colaborador of Logos: A Journal of Modern Society & Culture y colaborador en Truthout y Critical Inquiry.

-Nader Hoshemi es profesor adjunto en la Escuela Josef Korbel de Estudios Internacionales de la Universidad de Denver y director del Centro de Estudios sobre Oriente Medio. Es también coeditor de The Syria Dilemma.

Fuente original: http://www.bostonreview.net/world/postel-hashemi-interview-syrian-activist-intellectual-yassin-al-haj-saleh