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Una cabeza sin cortar y un malo por conocer

La condena a cadena perpetua de Mubarak desata protestas en todo Egipto

Fuentes: Latitud194

En un ambiente caldeado por unos resultados electorales controvertidos, miles de personas han tomado Tahrir y otras plazas de la geografía egipcia para protestar por la condena a Hosny Mubarak y varios de sus allegados que no satisface plenamente. La llegada a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales egipcias de los candidatos Mohammed Morsi […]

En un ambiente caldeado por unos resultados electorales controvertidos, miles de personas han tomado Tahrir y otras plazas de la geografía egipcia para protestar por la condena a Hosny Mubarak y varios de sus allegados que no satisface plenamente. La llegada a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales egipcias de los candidatos Mohammed Morsi y Ahmed Shafiq había desatado una ola de descontento que ha tomado las plazas de varias ciudades egipcias. Desde Latitud194 analizamos las motivos de un descontento generalizado de distintos sectores políticos.

En la segunda vuelta de las elecciones que se celebrará los próximos 16 y 17 de Junio competirán Mohammad Mursi, el candidato de los Hermanos musulmanes, y Ahmad Shafiq, militar de carrera y antiguo ministro de Aviación civil, así como Primer ministro durante los últimos días del gobierno de Mubarak y parte del gobierno militar de transición. Para muchas personas, especialmente aquellas que han decidido abstenerse conscientemente o aquellos que han apoyado al nasserista Hamdeen Sabbahi, estos resultados no son satisfactorios. Sobre Ahmad Shafiq pesa su pertenencia al antiguo régimen, de ser un filul, epíteto que describe todo lo perteneciente a la era de Mubarak. Si Ahmad Shafiq saliera electo, muchos temen una «vuelta atrás» a pesar de que el candidato presidencial haya afirmado lo contrario. En cuanto a Mohamed Mursi, no representa suficientemente bien a un espectro de votantes que temen que los islamistas se apoderen de la revolución. Muchos consideran que la mayoría islamista del parlamento no ha brillado por su eficacia y que no se ha esmerado lo suficiente en presentar una reforma constitucional que sigue siendo aplazada.

Los días previos a la condena de Hosny Mubarak y de su ministro de interior Habib Al-Adly a cadena perpetua (equivalente a un máximo de 25 años, la pena máxima aplicable según el códido penal egipcio), habían sido salpicados por protestas que denunciaban un supuesto fraude electoral. Pequeños episodios de violencia como el incendio de parte de la sede del partido de Ahmad Shafiq y agresiones en Tahrir a partidarios del socialista Sabahi han agitado la capital. Estos últimos días, por dondequiera que uno se encuentre, sólo se escuchan avivadas conversaciones de política. Si bien ésto refleja uno de los grandes logros de la revolución y de la movilización ciudadana, pues la gente arguye y discute en público, su recurrencia también indica una situación de agitación política. Con los ánimos de una parte de la población ya caldeados, la condena de Mubarak por su complicidad en la represión y matanza de manifestantes durante los 18 días del comienzo de la revolución, no satisface a muchos, y ésto por varias razones que se tienen que entender en el contexto de la segunda vuelta de las elecciones.

El ambiente electoral caldeado ha servido de plataforma para la ira de miles de personas que acuden a Tahrir desde el pasado 2 de Junio. Entre los grupos presentes, se encuentran los ultras del equipo de fútbol Ahly, plataforma que se politizó tras la masacre de unos 80 hinchas del Ahly hace unos meses. También, el movimiento del 6 de Abril uno de los más activos después de la toma por la junta militar de las riendas del poder. Se encuentran también muchas de aquellas personas que dieron su voto al nasserista Sabbahi y que creen que su resultado electoral, a las puertas de la segunda vuelta, es inmerecido y fruto de una manipulación de las urnas. Además, en Tahrir se dan cita hoy por tercer día consecutivo, los familiares de las víctimas de la revolución. La mayoría de entre ellos piden una condena más severa a Hosny Mubarak. Muchos, desean que el antiguo rais sea condenado a muerte, en nombre de aquellos ‘mártires’ que perdieron la vida en los enfrentamientos contra las fuerzas del orden.

Los que tildan las pasadas elecciones de fraude y están convencidos de que el candidato preferido de la junta militar Ahmad Shafiq se convertirá en el nuevo presidente de Egipto, creen que Mubarak será absuelto de su condena una vez éste llegue al poder. Cómo narraba un señor que había venido desde Luxor para manifestarse en Tahrir: «Ahmad Shafiq pertenece al antiguo régimen y lo único que hará será proteger a todos los filul cuando llegue al poder». Otro muchacho, herido en los enfrentamientos de Abbassiyya a principios del mes de Mayo relata apenado: «Nada va a cambiar, desde el principio se ha decidido que Ahmad Shafiq será nuestro presidente y protegerá a los suyos mientras que los demás quedaremos olvidados».

Los miles que se dan cita en Tahrir desde el 2 de Junio pasado, piden honrar la memoria de los mártires de la revolución, más de 800 personas que dieron su vida en los enfrentamientos contra las fuerzas del orden. Según muchos, si Mubarak no es ejecutado, se está dejando de lado su memoria. Otros piensan que su hijo mayor, Gamal Mubarak, el heredero supuesto de su padre, debería haber corrido similar suerte, al igual que los asistentes del ex-ministro de interior Habib al-Adly que también han salido libres. Ilustrando esto, un señor con un caftán blanco y pintarrajeado, permaneció subido a un poste durante todo un día, luciendo sobre su mangas el siguiente mensaje: «Apoyo al ejército egipcio pero estoy en contra de los hijos de Hosny». Otros, subidos a lo alto de árboles y farolas, cuelgan muñecos de cartón ilustrando la pena máxima que no ha alcanzado al dictador depuesto. En las plazas retumban consignas conocidas como: «revolución continua», «abajo el gobierno militar» o «la sangre de los mártires no está en venta». Aupados por sus compañeros, jóvenes con megáfonos haraganean a los manifestantes bajo el ritmo de tambores. Algunos piensan que la etapa de la revolución en la que la gente toma las calles está llegando a su fin, pero hoy (nota de edición: 4 de junio), por tercer día consecutivo, Tahrir es abarrotada por miles de personas descontentas con el rumbo que está tomando el país.

¿Una segunda vuelta en peligro?

Unos resultados electorales que han sembrado descontento junto con la pérdida de legitimad de la junta electoral, responsable de llevar a cabo las elecciones, así como la polémica condena de Mubarak, hace a muchos replantearse la validez de estas elecciones y, sobre todo, su transparencia. Durante la primera vuelta, un 46 por ciento de los votantes dieron su voto, un porcentaje bastante alto, teniendo en cuenta el alto índice de analfabetismo fuera de las ciudades y una total ausencia de educación ciudadana en un país que vive por primera vez en treinta años unas elecciones presidenciales. Algunos rumorean también que miembros de la policía y del ejército, en principio vetados de sufragio, habrían votado por miles a Ahmad Shafiq. Lo cierto es que los rumores se hacen hueco rápidamente en un ambiente agitado. Por ejemplo, el primer día que se dieron los resultados oficiales, varias personas opinaban que dada la poca diferencia de votos totales entre Ahmad Shafiq y Hamdeen Sabbahi, el candidato nasserista concurriría en la segunda vuelta de las elecciones. Los rumores no sólo se deben a un ambiente proclive, sino a una falta de información generalizada sobre qué es lo que se está decidiendo realmente.

Esta falta de organización, es uno de los motivos que llevan a muchos jóvenes revolucionarios a boicotear por completo las elecciones presidenciales. Los Muqati’oon, aquellos que se niegan a votar, creen necesario no votar a candidatos que han sido autorizados por la junta militar a presentarse en estas elecciones. Además, el retraso parlamentario en presentar una nueva constitución hace que hasta el día de hoy no se sepa a ciencia cierta qué poder real ostentará el nuevo presidente. En aras de la vieja constitución, el presidente electo podría disolver el parlamento si lo considerara necesario, haciendo de su cargo un peligro real sin una reforma a la vista.

En Tahrir, miembros de diversas coaliciones revolucionarias distribuyen panfletos pidiendo la creación de un ‘comité presidencial’ ciudadano que incluya a personalidades como Hamdeen Sabbahi, el ex-hermano musulmán y candidato presidencial Abu-l-Futuh y Al-Baradei. Piden a la junta militar entregar todo su poder a este grupo de personalidades para «purgar al país de los símbolos del pasado y de la corrupción». En efecto, muchas de estos grupos de jóvenes revolucionarios no quedarán satisfechos hasta que el poder político de los militares haya sido completamente anulado, a pesar de que la junta haya prometido entregar su autoridad a manos del candidato electo.

El pasado 4 de Junio, los candidatos presidenciales Mohammad Morsi, Hamdeen Sabbahi y Abu-l-Futuh llamaron a una milioniya, una gran manifestación, para el día siguiente tras la condena de Mubarak. Por otro lado, el candidato Hamdeen Sabbahi, ha presentado ante el tribunal constitucional una petición para anular los resultados de la primera vuelta electoral. Muchos de los sectores que apoyan a Ahmad Shafiq opinan que los partidarios de Hamdeen Sabbahi han escogido mal el momento en el que manifestarse puesto que han aguardado los resultados definitivos para denunciarlos. Lo cierto es que el candidato nasserista ha recibido muy poca atención mediática hasta relativamente poco, cuando se ha colocado tercero en los resultados. Sin embargo, una mirada más atenta por parte de la prensa internacional hubiese descubierto que era un candidato con sólidas posibilidades para llegar al palacio presidencial. Ganador en Alejandría y en otras provincias, el programa social del candidato ha atraído el voto de los que por millones viven en la pobreza y de una parte de los movimientos de izquierdas.

Los próximos días serán determinantes en decidir el rumbo del país. La agitación política y una movilización masiva por parte de varios sectores de la población podrían poner en jaque las elecciones presidenciales y por ende que hacer que siga la inestabilidad que vive el país desde el 11 de febrero del año pasado. Ésto, sin embargo, como comentaba un amigo aquí en El Cairo, es un mal necesario para hacer que triunfen por completo una revolución que apunta muy alto.

Una seguridad ciudadana deteriorada y una crisis galopante

Egipto vive una crisis económica que afecta a todos. Los precios de la comida suben de manera inquietante en un país en el que millones de personas viven con menos de 1 euro al día. Colas de coches abarrotan las gasolineras por graves problemas de suministro de combustibles. La seguridad ciudadana, con un cuerpo de policía vengativo que ha decidido ausentarse cada vez más de sus responsabilidades, atraviesa una de sus peores momentos. Los robos y los asaltos por la noche se han multiplicado. Estos datos hacen que muchas personas corrientes se hayan cansado de la revolución a la que creen responsable de la ausencia de seguridad. Se pide trabajo, estabilidad y, sobretodo, seguridad.

Muchas de estas personas, preocupadas por estas necesidades básicas, darán su voto a alguien con experiencia política, es decir, probablemente a Shafiq. Muchos en Tahrir denuncian que la situación deteriorada de la seguridad en Egipto se debe a que es una de las grandes bazas electorales de Ahmad Shafiq, el candidato preferido de la junta militar al poder. En efecto, las promesas de Shafiq se aparejan a estas necesidades básicas: vivir en un Estado que garantice su seguridad y que combata la crisis. Otros denuncian que el gobierno militar utiliza a baltagiya, matones, para crear un clima de inestabilidad y que la gente corriente se decante por un candidato ‘fuerte’ y con vínculos al antiguo régimen, es decir, con capacidad para atraerse la simpatía de la policía y de las fuerzas armadas. El programa de estabilidad económica de Ahmad Shafiq y sus lazos con los cuerpos de seguridad, lo convierten en un candidato con un fuerte apoyo por parte de aquellos que han decidido no proseguir con la revolución y que desean volver cuanto antes a una situación de estabilidad, a pesar de poder ceder en ello una parte de su poder como ciudadanos en una hipotética democracia.

Las próximas dos semanas serán determinantes para el futuro de una de las grandes potencias políticas y económicas de Oriente Medio. Muchos factores contribuirán a que Egipto forje su destino, pero por ahora, parece que los vientos revolucionarios siguen soplando en este peso pesado para la geopólitica de la zona.

Fuente original: latitud194.com/?p=2348