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La construcción mediática

Fuentes: Revista Pueblos

El pasado 22 de septiembre el Congreso de los Diputados rechazó la moción presentada por Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), Izquierda Unida (IU) e Iniciativa Per Catalunya Verts (ICV), que instaba al Gobierno a regular la prostitución. En la proposición, rechazada por abrumadora mayoría de la Cámara Baja, los grupos parlamentarios promotores pedían al Ejecutivo […]

El pasado 22 de septiembre el Congreso de los Diputados rechazó la moción presentada por Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), Izquierda Unida (IU) e Iniciativa Per Catalunya Verts (ICV), que instaba al Gobierno a regular la prostitución. En la proposición, rechazada por abrumadora mayoría de la Cámara Baja, los grupos parlamentarios promotores pedían al Ejecutivo que, en un plazo de seis meses, aprobase un plan integral sobre la prostitución en el que se incluyese esta actividad dentro del régimen general de la Seguridad Social, ya fuera como trabajo autónomo o dentro de la categoría de empleo del hogar.

Esta moción surgía como consecuencia de la visualización del viejo problema de la prostitución en el casco antiguo de Barcelona. Todo comenzó con la publicación en el diario El País de unas imágenes donde se podía observar a prostitutas y clientes manteniendo relaciones sexuales en los porches del Mercado de la Boquería. Con la publicación de estas fotografías la polémica estaba servida. De hecho, tres días después -el 4 de septiembre- El País publicaba un editorial bajo el título «Una realidad inincómoda» [1] ya que fueron muchos los que pusieron en duda la supuesta labor de denuncia social ejercida por el medio al dar a conocer la «incontestable» realidad de la prostitución a través de imágenes sensacionalistas. ¿Denuncia o primicia basada en la apelación al morbo?

Independientemente de los fines pretendidos por el medio, estas imágenes y la posterior moción liderada por ERC han tenido eco en los medios nacionales. Pero, ¿de qué forma se ha comunicado esta realidad? Por un lado, se le ha dado voz a las asociaciones de vecinos del barrio del Raval, a la patronal del comercio catalán y a los colectivos representantes de las prostitutas, que se muestran a favor de la legalización de la prostitución como única vía para acabar, por un lado, con su práctica en la calle y, por otro lado, con la desprotección que sufren las «trabajadoras del sexo». Frente a la voz unánime de estos colectivos, hallamos el discurso moralizante secundado por la mayoría de la clase política que sigue negando el halo de alegalidad en el que habita la prostitución en España. Ahora bien, el hecho de que los medios hayan difundido ambas posturas, ¿debe interpretarse como un ejemplo de pluralidad informativa?

Bajo el ya superado mito de la objetividad, los medios de comunicación han hecho gala de su imparcialidad dedicándose a transcribir las declaraciones tanto de los colectivos como de la clase política, sin llegar a ahondar en los fines que intentan justificar las mismas. Así, hemos podido leer en todos los medios nacionales las declaraciones de la portavoz del grupo socialista en la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados, Carmen Montón, quien afirmaba que legalizar esta actividad «permitiría un espacio [de actuación] más amplio para las mafias», para proseguir afirmando: «No estamos a favor de regular la explotación y la vulneración de derechos humanos.» [2] Ésta es también la posición defendida por las feministas que conciben la prostitución como una forma más de dominación patriarcal.

Sin embargo, los medios no ofrecen la información necesaria para que el lector pueda llegar a entender las implicaciones morales que tiene estar «a favor» o «en contra» de la regularización o las condiciones sociales que han hecho de la prostitución una realidad invisible. ¿Acaso no es la «no regulación» la que propicia la indefensión de las «trabajadoras del sexo», es decir, la vulneración de sus derechos por los proxenetas? ¿No se beneficia el proxeneta de este vacío legal? Parece ser que no interesa establecer un debate público que ayude al lector a comprender el problema en su complejidad. Yes que como apunta el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, este oficio «tiene un elemento de degradación inevitable». Y, por tanto, «debería ser prohibido»Rubalcaba: [3]

Mientras la clase política sigue justificando su posición de «no hacer nada», los medios se limitan a hacer periodismo de declaraciones: a hablar de lo que otros hablan, pero no de lo que realmente ocurre [4] «El problema no es si vamos a regularizar la prostitución como un empleo, porque la mayoría de las mujeres no están ahí porque quieren, sino que son explotadas, son esclavas, son mujeres víctimas», afirmaba la ministra de Igualdad, Bibiana Aído Almagro [5]]. ¿Por qué se presupone que todas están obligadas a ejercer la prostitución? Porque pensar lo contrario, ¿es «inmoral»? Lo cierto es que esta concepción de la mujer prostituta como víctima, no sólo la convierte en objeto de ayuda en lugar de en sujeto de derecho, sino que acaba haciendo invisibles a aquellas mujeres que elijan libremente ejercer la prostitución.

Asepsia versus pluralidad

De este modo, los medios de comunicación acaban funcionando como catalizadores del pensamiento dominante. Y es que la reproducción aséptica de lo dicho por personalidades públicas no puede entenderse como un ejemplo de pluralidad informativa, ya que la actual práctica del periodismo sólo contribuiría a la configuración de una opinión pública crítica, si las declaraciones apareciesen insertadas en un contexto que las dotase de sentido. De ahí que hablemos de desinformación, en lugar de información. Esto fue lo que sucedió cuando los medios intentaron interpretar los hechos acontecidos en el Raval. Para justificar el supuesto «aumento» de la prostitución, relacionan esta realidad con el «aumento» de la inmigración irregular. Argumento que podría ponerse en cuestionamiento con sólo observar los datos del Balance de la Lucha contra la Inmigración Ilegal en 2008, publicado por el Ministerio de Interior, donde aparecen datos tan reveladores como éstos: se consiguió reducir en un 25,6 por ciento la llegada de inmigrantes ilegales a España. Por tanto, la visualización de la prostitución en Barcelona, ¿no tendrá que ver con el fin pretendido por la ordenanza cívica de 2006: el re-establecimiento del «orden público»?

No obstante, los medios siguen reproduciendo declaraciones que justifican esta idea aun cuando contribuyan a falsear la realidad. La afirmación de Carmen Montón es un ejemplo ilustrativo: «Más del 90 por ciento de las mujeres que ejercen la prostitución en España son inmigrantes en situación irregular». En el caso hipotético de que esta realidad sea cierta, el medio no puede eludir su responsabilidad en el tratamiento de la información con respecto a un «colectivo vulnerable» como es el que conforman estas personas que, además de estar en situación de desigualdad para defender sus derechos y libertades, sufren una triple discriminación: son mujeres, prostitutas e inmigrantes en situación irregular. Es decir, para con la sociedad no debería reducirse al tratamiento simplista y maniqueo que acaba reduciendo el atisbo de debate sobre la legalización de la prostitución a estar «a favor» o «en contra».

De nuevo, por tanto, hemos de apelar a la confusión que provoca en el lector esa falta de profundización y de contexto en la información de carácter social. De hecho, parece no convenir establecer un debate donde se llegue a vislumbrar cómo una realidad -la de la prostitución- casi silenciada se ha convertido en algo susceptible de ser mercantilizado: sexo y dinero. De ahí que los medios no tengan ningún reparo en seguir publicando entre sus páginas anuncios publicitarios de sexo y campañas de sensibilización que convierten a las «putas» en víctimas y al cliente en maltratador y/o proxeneta: «Comprar sexo es comprar violencia». Tampoco parece convenir hacer de la información el lugar común donde el hombre y la mujer puedan replantear sus roles, es decir, repensarlos para no seguir asumiendo la desigualdad como algo natural -o dado desde siempre- en sus relaciones. Por ello, cabe preguntarse si la exposición anodina de la realidad no hace a los medios cómplices o participantes de la pasividad e indiferencia con la que la clase política ha respondido ante la realidad -existente por sí misma, se legalice o no- de la prostitución.

Y es que la realidad es un todo complejo e inabarcable de la que sólo nos llega una parte y, además, seleccionada a través de los medios de comunicación. Ellos son los constructores tanto de la realidad como del sentido con el que se interpreta, así cocomo los encargados de hacerla llegar a la sociedad. De ahí la necesidad de que recuperen la función de servicio público que se le presupone a los medios de comunicación en un sistema democrático, para que no sigan vulnerando el derecho de los ciudadanos a acceder a una información «veraz», que no superficial y sensacionalista, resultado de la diligencia profesional del periodista.

Por tanto, si nuestro conocimiento sobre la cotidianeidad se ve mediado por la práctica de un periodismo de declaraciones que no busca más que la asepsia, ¿por qué no dudar de lo que nos han contado sobre la prostitución?

Para intentar hallar alguna respuesta a la anterior pregunta, le proponemos al lector el siguiente juego. Intente cambiar «cerveza» por «sexo», «anuncios de cerveza» por «anuncios de sexo» y «lucha» por «vergüenza». ¿Le suena algo esta realidad? He aquí la construcción simplista de una realidad convertida en problema.

«La emisora de radio que escucho pertenece al Estado, […] Entre sueños me entero de que desde el final de la guerra ha habido en Europa dos millones de muertos en las carreteras, en Francia todos los años se contabiliza un promedio de diez mil muertos y trescientos mil heridos, todo un ejército de gente sin piernas, sin manos, sin orejas, sin ojos. El diputado Bertrand Bertrand, indignado por el terrible balance había hecho algo estupendo, había presentado en el Parlamento un proyecto para que se prohibiera la publicidad de la cerveza. En la cámara de diputados se produjo un tormentoso debate […] porque con la prohibición de los anuncios de cerveza perderían mucho dinero. Después se oye la voz de Bertrand Bertrand: habla de la lucha contra la muerte, de la lucha por la vida. […] Pero ya duermo otra vez y cuando despierto oigo […] Lentamente comienzo a entender las conexiones lógicas: la gente muere en los coches como en un campo de batalla, pero no es posible prohibir los coches porque son el orgullo del hombre moderno; cierto porcentaje de accidentes se debe a que los conductores están borrachos, pero no es posible prohibir el vino porque es desde siempre la gloria de Francia; cierto porcentaje de borracheras es provocado por la cerveza, pero tampoco es posible prohibir la cerveza porque eso entraría en contradicción con los tratados internacionales sobre el libre comercio; cierto porcentaje de quienes beben cerveza son impulsados a ello por la publicidad y ahí está el talón de Aquiles del enemigo. ¡Ahí es donde ha decidido dar el puñetazo el valiente diputado! Viva Bertrand Bertrand, me digo…»

Milan Kundera, La inmortalidad


María Eugenia Gutiérrez Jiménez es profesora de la Universidad de Sevilla, y Belén Zurbano Berenguer, estudiante de 5º curso de Periodismo.

Este artículo ha sido publicado en el nº 40 de la Revista Pueblos, diciembre de 2009

Notas

[1] Una realidad incómoda [en línea]. Disponible en: http://www.elpais.com/articulo/opinion/realidad/incomoda/elpepiopi/20090904elpepiopi_1/Tes [ref. 30 de octubre de 2009].,

[2] El Congreso rechaza la propuesta de ERC para regular la prostitución [en línea]. Disponible en: http://www.lavanguardia.es/politica/noti cias/20090922/53789801860/el-congreso-rechaza-la-propuesta-de-erc-para-regular-la-prostitucion.html. [ref. de 30 de septiembre de 2009].

[3] «La prostitución, por su degradación, debería prohibirse» [en línea]. Disponible en: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Rubalcaba/prostitucion/degradacion/deberia/pro hibirse/elpepusoc/20090917elpepusoc_1/Tes. [ref. de 03 de octubre de 2009].

[4] Serrano, Pascual (2009): Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo, Barcelona: Península.

[5] Aído espera que quiten los anuncios de contactos por ser una «vergüenza» [en línea]. Disponible en: http://www.elmundo.es/elmundo/2009/09/16/espana/1253101680.html. [ref.de 30 de septiembre de 2009

 

Fuente: http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1791