El golpe en Egipto, la victoria militar de Al Assad en Siria y la confluencia de intereses entre Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita y Rusia podrían abrir un panorama de deshielo con Irán. ¿Cómo es el nuevo panorama regional? Los análisis de los últimos dos años sobre Medio Oriente comienzan a carecer de sentido, dado […]
El golpe en Egipto, la victoria militar de Al Assad en Siria y la confluencia de intereses entre Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita y Rusia podrían abrir un panorama de deshielo con Irán. ¿Cómo es el nuevo panorama regional?
Los análisis de los últimos dos años sobre Medio Oriente comienzan a carecer de sentido, dado que en los últimos diez días sucedieron hechos fundamentales que cambiaron radicalmente el panorama político regional:
El Congreso norteamericano le negó al presidente Barak Obama el financiamiento y apoyo militar a los rebeldes sirios que intentan desde hace dos años y medio el derrocamiento de Bashar al Assad.
Se llevó a cabo el golpe cívico-militar en Egipto, -negado como tal- y apoyado por Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Rusia.
Paralelamente, se produjeron protestas sociales en las principales ciudades de Turquía, cuyo gobierno islamista de baja intensidad se mantiene en sintonía con la Hermandad Musulmana que fue derrocada en Egipto.
Además, la victoria electoral del moderado Hassan Rohani en los comicios iraníes promete un acercamiento entre los líderes chiitas de Teherán y sunitas de Arabia Saudita.
Por otro lado, Israel aceptó que Rusia reemplazara a los soldados austríacos en los Altos del Golán, territorio que pertenece a Siria, pero que fue ocupado por Israel en 1967.
En Siria, el opositor Consejo Nacional Sirio reemplazó a su líder por otro, que es apoyado directamente por Estados Unidos y Arabia Saudita y que profesa el salafismo (sunismo extremista).
En consecuencia, Bashar al Assad, cuyo ejército liberó varias ciudades que habían sido tomadas por los rebeldes, cambió casi íntegramente su gabinete de ministros, dando paso a una nueva generación, y creando una imagen renovadora.
Al mismo tiempo el emir del pequeño pero poderoso reino de Qatar se vio forzado a renunciar y a cederle el trono a su hijo.
¿Qué sucedió?
El islam moderado alcanzó el poder en Túnez y Egipto dentro del impulso de la Primavera Árabe y con el apoyo financiero de las Monarquías del Golfo y Turquía.
Sin embargo, la imposibilidad del presidente derrocado en Egipto, Mohammed Morsi, de aplacar las protestas de manifestantes que pedían por un verdadero cambio en Egipto y su juego arriesgado de iniciar conversaciones con Irán y de permitir el paso de buques persas por el Canal de Suez, fue un elemento determinante de su caída.
Y aunque Morsi haya desandado el camino de independencia en política exterior y se haya sumado al llamado de guerra santa contra Siria, Occidente y Arabia Saudita ya habían cambiado de planes para la región.
El antisalafismo de Morsi irritaba a Arabia Saudita, mientras que el Ejército ha sido desde hace más de 30 años aliado de EEUU y protector de la frontera occidental israelí.
Son más confiables unas Fuerzas Armadas, que ya mostraron una desconexión con el partido islámico radical Al Nour, que la Hermandad Musulmana que avanzaba políticamente en el norte de África, en Jordania -otro aliado intocable de Occidente e Israel- y en Siria.
Por otro lado, Barak Obama no tiene intenciones de crear una costosa e inocua zona de exclusión aérea en Siria, como pide el fanático belicista John McCain, ni tampoco de emprender una incursión bélica contra Siria, porque es un país con pocos recursos y además Rusia nunca lo permitiría. Simplemente, su importancia radica en que es un país intermediario en el transporte de hidrocarburos hacia Europa, constituye la salida rusa hacia el Mediterráneo y es un aliado clave de Irán y del Hezbollah libanés.
Ruptura entre los aliados
Básicamente, Qatar y Turquía son los grandes perdedores de esta movida. Ambos promueven el ascenso de la Hermandad Musulmana en los países árabes.
Turquía, como pieza de la OTAN, tuvo que romper sus buenas relaciones con Siria y albergar a miles de militantes extremistas para que cruzaran la frontera y luchen en nombre de Al Qaeda o del sunismo radical contra Al Assad.
Además, se ve postergado su sueño de ser la bisagra que une Europa con Oriente.
Mientras que Qatar queda más aislado aun, dado que se ve abandonado por su socio y rival Arabia Saudita en el financiamiento de los rebeldes sirios y además perdió influencia al ser el principal sostén del gobierno derrocado de Morsi.
El pequeño emirato de Qatar había hecho en los últimos años importantes apuestas que lo convirtieron en un actor regional muy influyente:
La organización del Mundial de Futbol 2022, inversiones inmobiliarias y deportivas en Europa, financiamiento de la Hermandad Musulmana en todo el mundo árabe, apoyo a Al Qaeda en Libia y Siria y una ayuda económica a los islamistas en Malí (hecho que tocó de cerca los intereses franceses y su política de dominación colonial denominada Françafrique).
Además, se dio el lujo de abrir una oficina de los talibanes afganos en Qatar, que fue rechazada por el gobierno de Kabul y por Washington como legítimos mediadores en la guerra de Afganistán.
También, la influyente cadena televisiva árabe Al Jazeera manipulaba la opinión pública en favor de Qatar de millones de personas en el mundo.
Por último, su retórica de enfrentamiento contra el chiismo iraní comenzaba a ir en contra de los nuevos aires que soplan en el Golfo Pérsico y el intento de reconciliación entre Arabia Saudita y Teherán, e incluso el deshielo de Irán con Estados Unidos e Israel.
¿En qué posición queda Israel?
Tel Aviv tiene como prioridad mantener sus fronteras seguras, por eso nada mejor que un régimen laico en Siria que uno fanático de Al Qaeda o salafista.
Pero, Bashar al Assad por razones geopolíticas brinda ayuda al Hezbollah libanés, enemigo chiita de Israel y aliado iraní. Esta guerrilla fue una de las responsables de la victoria de Siria contra los rebeldes.
Los ataques que sufrió Siria por parte de la aviación israelí fueron dirigidos contra bases que suministraban armas a la guerrilla libanesa, pero de ninguna manera Israel busca involucrarse contra Al Assad.
Por otro lado, la llegada del Ejército al poder en Egipto y la desconexión con los salafistas de Al Nour le brindan alivio y protección de una de sus fronteras más importantes.
Además, el Hamas palestino que gobierna en Gaza queda en una posición de debilidad, ya que al haberse aliado con Qatar y Morsi se unió involuntariamente al bando de los perdedores.
Israel no cree en el proceso de paz con Palestina -Al Fatah y Hamas-, con la excepción de su cada vez más aislado primer ministro Benjamín Netanyahu, que además sigue sosteniendo como arma política un eventual ataque preventivo contra Irán, mientras que el partido Likud se opone a exacerbar el enfrentamiento contra Teherán.
En tanto, Israel aceptó que Rusia patrullara la frontera con Siria a cambio del compromiso de Moscú de no entregar misiles S-300 (tierra aire) al gobierno de Al Assad, los cuáles pondrían en peligro a la aviación israelí cuando pretendan interceptar transferencias de armas de Siria a Hezbollah.
Los cambios que se vienen
La nueva tendencia política vislumbra un acercamiento entre Washington y Teherán, una reducción de sanciones a cambio de que Irán no construya un arma nuclear.
Al Assad sale victorioso de una guerra que costó decenas de miles de vidas, irreparables daños materiales y una economía devastada. Sin embargo, los cambios en el gabinete y en el Consejo Nacional Sirio apoyados por EEUU y Rusia podrían constituir la antesala de nuevos diálogos de paz con miras hacia una incipiente pacificación del país, cuyo conflicto había tomado peligrosos tintes religiosos -sunitas contra chiitas-.
Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos apoyan al nuevo gobierno militar egipcio, cuyos socios de izquierda Tamarrod podrían ser desplazados de la alianza si su discurso antineoliberal y su petición de elecciones rápidas persiste.
Las revueltas árabes toman una nueva dimensión. Desvanecidas las esperanzas de cambio y de una mayor apertura democrática, hasta ahora el resultado fue una trágica guerra en Libia, otra tragedia similar en Siria, muertos por represión en Bahrein y Yemen, el fracaso político de la Hermandad Musulmana, con la excepción de Túnez, la pérdida de apoyo exterior de Hamas, la utilización de Turquía como puente para atacar a Siria, el ascenso de Arabia Saudita y la pérdida de influencia de Qatar.
Sin embargo, las revoluciones son en sí mismas contradictorias, el curso de la historia dirá si aun es posible que las sociedades árabes se organicen en democracias que no dependan de los intereses foráneos regionales y extrarregionales, como tampoco de la influencia de las castas que desde hace un siglo han gobernado la región.
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