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Apadrinada por Francia y Turquía

La credibilidad de la oposición siria

Fuentes: Renenaba.com

Traducido para Rebelión por Caty R.

La cuestión siria es sintomática de las derivas mentales y políticas del conjunto árabe y de sus crispaciones étnicas-religiosas. Más allá de las enérgicas y fundamentadas críticas de los numerosos errores del poder sirio, debemos seguir razonando.

La afirmación puede parecer monstruosa, sin embargo es una realidad: El clan Assad, primero Hafez y después Bachar, ha garantizado la estabilidad de Siria después de dos turbulentas décadas marcadas por ocho golpes de Estado planificados en Beirut o en Amán (1); pero esa estabilidad se obtuvo al precio de un férreo autoritarismo a lo largo de un régimen de cuarenta años que ha gangrenado la vida pública del país, ha asfixiado la política y ha impedido la regeneración democrática.

Cualquiera que haya tenido tratos con la puntillosa burocracia de Siria ha podido comprobar al instante el estado de deterioro de su administración, el conformismo de sus medios de comunicación, la omnipresencia de los servicios de seguridad, las ignominias del régimen, su hermetismo, su autarquía y su nepotismo, así como su enorme grado de corrupción, comparable por otra parte al de los demás regímenes árabes, incluso los más próximos a la gran democracia estadounidense.

En realidad es innegable que Bachar Al Assad ha tardado demasiado en incendiarse. El Presidente no ignoraba que su país estaba en el ojo del huracán, que la dinastía wahabí alimentaba los ataques a la Mezquita de los Omeya, desde el golpe de Estado contra Nasser de Ma’amoun Kouzbari, representante de la burguesía clientelista, en 1961, al golpe de Estado baasista del general Salim Hatoun, en 1966, en plena etapa de desvío de las aguas del Jordán por parte de Israel, al levantamiento islámico de Hama, en 1982, reprimido por el propio cuñado del actual rey Abdalá de Arabia, el general Rifa’at Al Assad, hermano del presidente sirio de entonces, Hafez Al-Assad. Tampoco ignoraba que Estados Unidos y Arabia Saudí esperaban la primera ocasión para recuperar el poder por cuenta de los suníes, de lo que la alianza de Rafic Hariri, antiguo Primer Ministro suní de Líbano, con Abdel Halim Khaddam, vicepresidente suní de la república siria, no fue más que una señal precursora. Y sobre todo el Presidente Bachar Al Assad no ignoraba que los sucesivos reveses militares de Israel frente al Hizbulá libanés en 2006 y después frente al Hamás palestino en Gaza en 2008, lo mismo que la poco gloriosa retirada de los estadounidenses de Irak a finales de 2011, han transferido a Siria el peso de la revancha dirigida a quebrar la espina dorsal del eje de la resistencia a la hegemonía israelí-estadounidense.

Assad debería haber llevado a cabo su «primavera de Damasco» a raíz de su investidura presidencial, en 2001, en vez de sufrir diez años después las repercusiones de los levantamientos árabes del invierno de 2010. ¿Por qué rechazó las iniciativas de opositores como el alauí Riad Seif, el cristiano Michel Kilo, el suní Haitham Al-Maleh, o incluso y sobre todo del «Mandela sirio», el comunista Riad Turk, todos ellos auténticos patriotas en absoluto sospechosos de la menor veleidad conspirativa? ¿Por qué no reprimió las ansias de su camarilla familiar, las pretensiones abusivas de su hermana Bouchra que se soñaba primera dama de Siria en sustitución de la esposa del presidente, Asma, infinitamente más popular y adecuada, o la rapacidad de su primo Rami Makhlouf? Por haber tardado demasiado en emprender las reformas, por frenar las tendencias reformistas que le presentaron y por cuidar los intereses de su clan en detrimento de los de su país, Bachar Al Assad está cosechando una tormenta popular destinada a anular su control magistral de la maniobra diplomática frente a la ofensiva israelí-estadounidense que pretende moldear «Gran Oriente Medio». El oprobio que le afecta amenaza con arrastrar su poder y a su clan al tiempo que destroza el proyecto nacionalista del cual es portador, su bien más preciado.

Pero eso en ningún caso justifica poner a Siria en la lista negra, marginarla del mundo árabe por una conjura de gusanos que intentan colocar a la misma altura a Israel y Siria para justificar un servilismo vomitivo hacia el tándem israelí-estadounidense. ¡No, ni hablar, nunca! Israel y Siria no comparten los mismos intereses. El Estado hebreo pretende constituir un cinturón de Estados vasallos a su alrededor y Siria librarse de la soga que han puesto alrededor de su cuello para obligarla a rendirse. Israel es el autor de un plan de balcanización del mundo árabe adoptado como hoja de ruta por parte de Washington, mientras Siria se aplica a hacerlo fracasar.

Fue en Damasco, en efecto, donde Khaled Mechaal, el líder de Hamás -boicoteado entonces por Amán, El Cairo y Riad y bastante abandonado por sus Hermanos Musulmanes egipcios- encontró ayuda y refugio; y donde el líder kurdo Jalal Talabani, actual presidente de Irak, encontró protección diplomática frente a la represión del suní baasista Sadam Husein, dando a Siria la posibilidad de refrenar las tendencias centrípetas del irredentismo kurdo en el norte de Irak. Fue Siria la que acogió con los brazos abiertos, sin condiciones, a riesgo de desestabilizar el equilibrio demográfico del país, a casi dos millones de refugiados iraquíes, daños colaterales de la invasión estadounidense de Irak que huían de los abusos del ejército iraquí y sus subcontratados kurdos, sin ningún apoyo económico árabe o internacional. Fue Siria, en fin, la que hizo de «cerrojo árabe de Líbano» en el momento de la ofensiva israelí-estadounidense dirigida a establecer un eje El Cairo-Beirut-Tel Aviv para la firma de un tratado de paz libanés-israelí, en 1983, bajo la presidencia del falangista Amine Gemayel; también fue Siria la que sirvió de barrera estratégica al Hizbulá chií libanés y al Hamás suní palestino en sus guerras asimétricas contra Israel.

Muchos están agradecidos a Siria por su alianza «alianza inversa» con el Irán chií, por haber evitado que el conflicto entre Irán e Irak degenerase en un conflicto entre árabes y persas para mayor beneficio del enemigo oficial del mundo árabe; agradecidos a ese punto de anclaje del «frente de rechazo árabe» por asegurar el relevo de un Egipto desfallecido y mantener viva la llama del combate nacionalista e irreductible el rechazo a la hegemonía israelí; agradecidos porque ha preservado los intereses a largo plazo del mundo árabe sin someterse a una lógica de vasallaje vil, sin hipotecar sus opciones estratégicas, sin ceder su soberanía y su independencia; agradecidos, en fin, porque Siria constituyó el último refugio cuando casi todos los países árabes se sumergían en la lógica de la sumisión al eje israelí-estadounidense. Pocos países árabes pueden presumir de hazañas semejantes.

Sin embargo ninguna justificación puede servir de excusa absolutoria, ni el complejo de encarcelamiento, auténtico, del que se hace objeto a Siria, ni las repetidas maniobras desestabilizadoras cuyo objetivo es el núcleo duro del trono wahabí, ni las campañas de difamación, efectivas, de las que es objetivo por parte de la prensa conservadora árabe y sus aliados occidentales. Ningún proyecto nacionalista, por exaltante que sea, puede justificar el saqueo de las riquezas de un país en provecho de una persona aunque sea necesario para proteger el poder. Ningún proyecto nacionalista, por glorioso que sea, puede justificar la vigilancia constante de su pueblo y el desangramiento de su país. Y no puede disfrutar esa posición privilegiada como una renta de situación. Se impone una reforma radical, so pena de desnaturalización del proyecto nacionalista, en desafío a los movimientos contrarrevolucionarios dirigidos por Arabia Saudí con la ayuda de Robert Ford, embajador de Estados Unidos en Damasco, y asistente de John Negroponte en Bagdad en la época en la que el exjefe de los servicios de inteligencia estadounidenses, el desestabilizador del régimen sandinista de Nicaragua, actuaba en Irak (2003-2004).

Siria debe dar un giro, nadie lo discute. Pero es sorprendente que un país que ha apoyado tres guerras contra Israel, la primera potencia militar de la zona, sea sancionado alegremente por los antiguos «confettis» del imperio francés; que la suerte de Palestina, el foco de la controversia entre Oriente y Occidente, principal punto de fractura entre Occidente y el mundo árabe musulmán, se haya confiado en particular a Yibuti, cuya principal actividad se reduce al consumo de qat y al alquiler de una base militar franco-estadounidense, así como a las islas Comores, en el regazo francés del océano Índico, a miles de kilómetros del campo de batalla. Monumental superchería que es importante denunciar sin rodeos porque constituye un insulto a la democracia y a la inteligencia humana.

Que Catar, del que una cuarta parte de su superficie está ocupada por una base estadounidense, se ponga a la cabeza de la cruzada contra uno de los principales países del campo de batalla, que la puesta en cuarentena de Siria la decida una coalición de ocho monarquías antidemocráticas vasallas de Estados Unidos, la mayoría, por añadidura, aliadas soterradas de Israel -de Jordania a Marruecos-, en asociación con Libia, la nueva plataforma occidental, constituye un insulto al sacrificio de los miles de soldados muertos en los conflictos israelíes-árabes, a las decenas de miles de militantes torturados en las mazmorras árabes en aras de la llegada de la democracia, en particular en las petromonarquías del Golfo. Los rumores suscitados en Al-Yazira sobre la parcialidad de la cobertura de las revoluciones árabes, centrándose antes en Libia o en Siria que en Barhéin o en el Sultanato de Omán, con la espectacular dimisión de una de las estrellas de la cadena transfronteriza árabe, Ghassane Ben Jedo, da testimonio. Pero comparación no es razón y nadie puede aprovecharse de las maldades de otros.

Las decisiones de la Liga Árabe son deudoras y su funcionamiento está falseado por la preponderancia monárquica. Las ocho monarquías disponen efectivamente del tercio que puede bloquear los votos y están en condiciones de influir en las decisiones importantes y comprometer el futuro del mundo árabe mientras son las principales beneficiarias de los embates de Israel contra el núcleo duro del mundo árabe. La Liga Árabe sirve de vehículo subcontratado de la estrategia occidental. Su actual forma de funcionamiento es antidemocrática, y poco importa que se denuncie sin reservas. El nuevo secretario general, Nabil Al Arabi, es la mejor prueba ya que este cacique del antiguo régimen de Mubarak ha hecho un doble servicio, primero como miembro de la delegación que acompañó a Sadat a Jerusalén en 1977, y después como representante de Egipto en las Naciones Unidas en la época de Mubarak.

¿Hemos visto alguna vez a la Liga Árabe votar una moción de censura contra Estados Unidos por su parcialidad en el conflicto israelí-palestino? El celo de las petromonarquías contra Siria es inversamente proporcional a la pasividad que desplegaron los gerontócratas durante la destrucción de Beirut y el sur de Líbano en 2006 por parte de los israelíes y la destrucción de Gaza en 2008. Muy sospechoso. Hay que denunciar al Islam petrolero con la misma virulencia que los excesos de Siria y su feroz represión de las manifestaciones populares; denunciarlo por lo que es: un Islam petrolero atlantista y maléfico que ha instrumentalizado la organización panárabe en una política que ha precipitado al mundo árabe a una regresión espantosa con la excusa de la regeneración democrática de la «Primavera Árabe».

Hay que tener mucho cuidado con las estrategias occidentales. Afganistán está arrasado, Irak también. Y no debemos pasar por alto, en este contexto, que los cuatro países árabes que se abstuvieron en la votación de las sanciones contra Siria -Argelia, Irak, Líbano y Yemen- son países que han sufrido guerras civiles y conocen el precio de las injerencias extranjeras y el coste humano, económico y social para sus países.

La desestabilización de Siria tiene los objetivos de compensar el giro de Egipto al campo de la protesta árabe y de romper la continuidad estratégica entre los diversos componentes del eje de la resistencia a la hegemonía israelí-estadounidense, cortando las vías de suministro de Hizbulá en el sur de Líbano. El efecto secundario es desviar la atención de la fagocitosis de Palestina por parte de Israel con la complicidad de los Estados occidentales. En ese contexto es falso afirmar que existe una comunidad de intereses entre Siria e Israel. No, Israel y Siria no comparten los mismos intereses. El Estado hebreo pretende constituir un cinturón de estados vasallos a su alrededor y Siria intenta librarse de la soga deslizada alrededor de su cuello para obligarla a rendirse. Israel viola impunemente la ley internacional, Siria la padece. Israel se ha anexionado casi toda Palestina, Siria es víctima de una arbitrariedad colonial y su territorio fue amputado arbitrariamente por Francia en beneficio de Turquía en la época de su mandato sobre el país, al que regresa cien años después pretendiendo recuperar su influencia por medio de una desestabilización con el pretexto de la democracia.

A. Los agravios… El Golán, Tiran y Sanafir

Cuatro de las principales quejas contra Siria se refieren a la instauración de una «dinastía republicana», la opacidad de su sistema político, su presunta pasividad con respecto al Golán, una acusación constantemente conducida por los hermanos Musulmanes, así como el saqueo de la economía libanesa durante los treinta años de su presencia en el país vecino.

– La sucesión dinástica debe prohibirse, pero ese principio tiene que aplicarse sin excepción a Bachar Al-Assad, por supuesto, y también a Saad Hariri, que sucedió a su padre Rafic Hariri, sin la menor preparación, a la cabeza de un país situado en el epicentro de Oriente Medio. A Alí Bongo, por quien Francia amañó las elecciones para favorecer el mantenimiento del clan al frente del Estado gabonés. A Joseph Kabila hijo y a Mobutu, que se preparan en África. A Amine Gemayel, elegido al amparo de los tanques israelíes en sustitución de su hermano asesinado Bachir quien, a su vez, también resultó elegido a la sombra de los tanques de Israel. A Nicolás Sarkozy, que se ha cuidado de propulsar a su hijo Jean a la cabeza del EPAD (Consejo General de Defensa, llamado también de los Hauts de Seine, N. de T.). A Hosni Mubarak, que se disponía a pasar el poder a su hijo Jamal con la bendición de los occidentales, y de quien Sarkozy alabó la valentía de su retirada, sin la más mínima palabra por la valiente lucha del pueblo egipcio.

– La autodeterminación de los pueblos es un derecho sagrado inalienable. Pero esto debe aplicarse tanto en Siria como en Palestina. En Kosovo y en Sudán del Sur como en el Sahara Occidental.

– El Golán: la desproporción de fuerzas provocada por la deserción de Egipto, su giro pro estadounidense y su retirada del campo de batalla, condujeron al régimen sirio a desarrollar la estrategia de la Moumana’a, con la sustitución del choque frontal por el choque oblicuo y la guerra clásica por la batalla periférica y asimétrica. Aunque no se recuperó la meseta del Golán pero sí su capital, Quneitra, al final de la guerra de octubre de 1973, hay una restitución infinitamente más importante que no ha tenido lugar, los territorios saudíes ocupados por Israel: los islotes de Tiran (80 kilómetros cuadrados) y Sanafir (39 kilómetros cuadrados), a la entrada del golfo de Akaba en el mar Rojo, ocupados desde hace 44 años sin que Estados Unidos, el mejor aliado tanto de Israel como de Arabia Saudí, haya movido un dedo para conseguir la restitución o el reino wahabí para reclamarlos. La liberación del Golán, en efecto, es un imperativo, lo mismo que los demás lugares santos musulmanes y cristianos de Jerusalén, incluida la mezquita «Al Aqsa», que debe pertenecer al rey de Arabia en su calidad de «guardián de los lugares santos» musulmanes.

– Líbano: el saqueo de la economía libanesa por parte de los sirios durante treinta años es un hecho indiscutible. Pero esa apropiación de riquezas se hizo en comandita con una clase de negociantes pro occidentales cuyos líderes eran Rafic Hariri, el ex Primer Ministro suní asesinado, y Walid Jumblatt, el jefe druso del Partido Socialista Progresista, bajo la autoridad de las figuras emblemáticas de la oposición siria actual, en particular Abdel Halim Khaddam, encargado de los asuntos libaneses durante treinta años a quien Francia se jactó de perseguir judicialmente por su enriquecimiento ilegal.

B. Francia, Turquía, el contencioso de Alexandrette sobre el fondo de una oposición siria amnésica

La oposición siria, que pretende ser el relevo de un poder podrido, se considera exenta de cualquier reproche. Parece afectada de amnesia, olvidada de la historia de su país, olvidada de inscribir su lucha en la continuidad de su memoria histórica. El hecho de hacer causa común con el filósofo Bernard Henry Lévy, uno de los enemigos más resueltos de las aspiraciones legítimas de los pueblos árabes en cuanto que actúa, sin ambages, por «fidelidad al sionismo y a Israel», revela un grave trastorno mental tanto más deplorable en cuanto que, bajo la cobertura de «la lucha del Islam ilustrado» contra «el Islam de las tinieblas» pretende construir un cinturón de Estados vasallos de Israel. Revolcarse en el regazo de los antiguos verdugos de Siria, Francia y Turquía, los artífices de su desmembramiento por medio de la amputación del distrito sirio de Alexandrette, y su alineamiento con Turquía, constituyen un insulto intolerable a la memoria de Yussef Al-Azmeh y los 310 mártires caídos en el campo del honor de Maysaloun frente al ocupante francés en 1920, batalla fundadora de la conciencia nacional siria; un insulto a los miles de argelinos carbonizados en Sétif (1945), a los cientos de muertos de Suez (1966) debido a la agresión tripartita franco-anglo-israelí, de Bizerte (1958) y de otros lugares.

Cómo es posible volverse así, sin contención, hacia un país, Francia, que no ha dejado de alimentar objetivos respecto a su antigua posesión buscando después de más de un siglo de su mandato de la ONU recuperar su influencia; cómo se puede confiar sin ninguna vacilación la misión de restaurar la democracia en Siria a un país empujado por pulsiones xenófobas cíclicas, del «Código Negro» de la esclavitud al «Código indígena», las exposiciones etnológicas, las pensiones de guerra olvidadas de los antiguos combatientes «morenos», sin contar las lapidarias estigmatizaciones constantes, desde los «bougnoules salvajes», los «ruidos y olores», «limpiar los corderos degollados en las bañeras». Cómo pueden volverse sin pudor hacia un presidente, Sarkozy, cuyo proyecto emblemático, la Unión Para el Mediterráneo, tiene el objetivo de constituir un frente árabe-israelí contra Irán, cuyo mandato se ha dedicado a erradicar metódicamente cualquier sensibilidad hacia Palestina de la administración prefectoral y del polo audiovisual exterior francés con las destituciones de Bruno Guigue (administración prefectoral) y de Wahib Abou Wasel, el único palestino en el aparato mediático exterior, y la promoción sistemática de personalidades filosionistas exacerbadas como Bernard Kouchner (Asuntos Exteriores), Pierre Lellouche (Asuntos Europeos), Dominique Strauss Khan (FMI), Arno Klasfeld (Primer Ministro y después Director General de Inmigración), François Zimmeray, exvicepresidente de la Comisión de Estudios Políticos del CRIF y embajador de los Derechos Humanos, Dov Zerah (Agencia francesa para el desarrollo), Christine Ockrent (Polo audiovisual exterior), Philipe Val (France Inter) y finalmente Valérie Hoffenberg, presidenta de la sección francesa del Comité Judío Estadounidense, encargada de supervisar la parte económica de las negociaciones israelíes-palestinas.

La prioridad nos devuelve a los opositores del interior, en particular a Michel Kilo, que tiene prohibido hablar en París, Fayez Samara, Haitam Al Maleh, Riad Turk y Riad Seif, cinco militantes que nunca han desertado de la lucha sobre el terreno y han pagado sus convicciones con su libertad. La presencia de opositores de última hora en la galaxia de la oposición, por añadidura impuestos por el extranjero, en este caso lanzados por Francia después de una carrera exclusivamente burocrática, sin ninguna tradición de lucha, que emerge alternativamente del presupuesto de la administración francesa o del de la Ford Fundation, a remolque del Foro Bilderberg, la organización tricontinental atlantista, revela un oportunismo despreciable a efectos de rehabilitar, a bajo precio, el papel particularmente negativo de Francia en la zona, controlador de la institucionalización, de la confesionalidad política y de su corrosiva instrumentalización.

Este doble lanzamiento del acondicionamiento de una plataforma operacional de la DGSE en el norte de Líbano para formar a los opositores sirios en operaciones de comandos contra el poder alauí, violando plenamente la soberanía libanesa, responde al doble deseo de París (2) de disponer de una palanca de influencia en la oposición siria al mismo tiempo que pretende mejorar ante los árabes la imagen excesivamente pro israelí de los dirigentes franceses; reflotar a Saad Hariri, ex Primer Ministro libanés en plena ruina política, que curiosamente ha elegido Trípoli, la capital del norte de Líbano, despreciando todas las costumbres, para celebrar, con una semana de retraso, la fiesta nacional libanesa; una actuación de lustre destinada a recuperar el prestigio de ese fugitivo permanente con la instauración de una zona de seguridad dirigida a establecer un corredor humanitario en dirección a Siria, con un enfoque que representa el grado de ectoplasma de la política.

Curioso comportamiento el de una oposición siria que pacta con su antiguo verdugo, Francia. Curioso comportamiento el de una oposición siria que soporta en sus filas la presencia de personajes corrosivos como Albel Halim Khaddam, el depredador de Líbano, y el general Rifa’at Al-Assad, el carnicero de Hama. Curioso comportamiento el de establecer una alianza con el principal artífice del bloqueo de Gaza, el principal apoyo de los dictadores mediterráneos, de Ben Alí de Túnez a Mubarak de Egipto, sus socios en el proyecto de la Unión Para el Mediterráneo. Curioso comportamiento el de Francia que amenaza a Siria con los rayos de la guerra por una psicoanalista en arresto domiciliario, Rafah Nached, y se inclina ante el reyezuelo de Abu Dabi que tiene encarcelado desde hace cinco años a un profesor de la Sorbona, Nasser Bin Ghaith, y a cuatro colegas suyos, olvidando que la universidad no solo es una prestataria de servicios de enseñanza o investigación, sino también un sujeto moral.

Francia, que se preocupa de legislar respecto a la doble nacionalidad, incluso de fundar una «lealtad a las armas» para asegurarse la fidelidad de los ciudadanos que disfrutan de la doble nacionalidad, no se detiene ante las consideraciones oportunistas. La hipocresía que afecta a uno de los portavoces de la oposición siria es comparable a la que prevaleció en Georgia con la transmutación en 2003 de la embajadora de Francia en Tbiliss, Salomé Zourabichvili, en Ministra de Asuntos Extranjeros de Georgia, en 2004, antes de «renunciar» a finales de 2005 por incompatibilidad de la tránsfuga franco-georgiana con la Presidenta del Parlamento. Es comparable a la que afecta al ciudadano franco-israelí Arno Klarsfeld, reservista del ejército israelí y director de la Oficina Nacional de Inmigración. No faltan bufones en ningún nivel de la clase política y de la alta administración de Francia.

Esperemos que la oposición siria no cometa los mismos errores que el egipcio Anuar El-Sadat, el iraquí Sadam Husein o el libio Muamar Gadafi. Sadat rechazó la alianza estratégica de Egipto con la URSS, el país que sin embargo le proporcionó las armas de la victoria para franquear el canal de Suez, para alinearse en 1973 con Estados Unidos. Sadam Husein emprendió una guerra mortífera y ruinosa de diez años contra Irán para asegurar, por cuenta de las petromonarquías suníes, la Revolución Islámica chií de Irán antes de que sus proveedores de fondos le abandonasen y le asesinaran. Muamar Gadafi reveló un amplio sector de la cooperación nuclear interárabe a los servicios occidentales para salvar su cabeza. Lo único que recibió fue una condena. Le lincharon, confiscaron su tesoro de guerra y capturaron a su presuntuoso heredero, Seif Al-Islam, que quería modernizar Libia según el esquema occidental con la ayuda de los servicios ingleses, firmando el final de la dinastía.

Reclamar la intervención de Turquía, con el pretexto de pertenecer a la misma comunidad religiosa suní levanta, por un lado, la constatación de la incapacidad de los árabes de resolver sus propias diferencias al margen de cualquier intervención extranjera, y por otra parte señala la complacencia malsana de los árabes con respecto a las antiguas maldades de Turquía la cual durante 50 años, como socia estratégica de Israel, ha actuado como el segundo brazo de la tenaza que estrangula al mundo árabe impidiendo su liberación y su desarrollo. La pertenencia de Turquía a la comunidad suní no ha sido un obstáculo para su alianza inversa con Israel, el país considerado por la mayoría de los suníes «el usurpador de Palestina».

La actuación turca no tiene nada de desinteresada en cuanto que, más allá de las construcciones teóricas, la opción atlantista de Turquía está fundada en un pacto tácito con el campo occidental basado en la ocultación de la responsabilidad de Turquía en el genocidio armenio en contrapartida a la implicación de este país de cultura musulmana no solo en la defensa del «mundo libre» frente a la Unión Soviética, sino también en una alianza estratégica con Israel contra el mundo árabe.

Su dedicación está dirigida a aprovechar el liderazgo suní regional debido a la debilidad saudí y egipcia con el fin de erigirse en guardián del dogma de la ortodoxia suní frente a los heréticos chiíes de Irán, como lo demuestra la instalación en su territorio del escudo antimisiles dirigido principalmente contra Irán, Rusia y Siria, con el deseo secreto de resolver la cuestión kurda mediante la instalación de una zona autónoma en territorio sirio en el área de Jisr al Choughour. La geografía de las minorías turcas subyace en su política. Heredera del imperio otomano, Turquía es un país multiétnico y multirreligioso. Consustanciales con su historia, las problemáticas de las minorías armenia y kurda condicionan desde hace mucho tiempo las opciones de la Turquía posterior a Atarük, incluso cuando se ocultan tras los velos de la modernización y la occidentalización.

La promoción de Turquía al papel de polo de referencia diplomática regional además está dirigida, a los ojos de los occidentales, a compensar los sinsabores de Ankara por sus vanos intentos de integrarse en la Unión Europea, a compensar la humillación de recibir la notificación de que el edificio europeo está reservado exclusivamente a los blancos, en la peor tradición de la segregación racial, «for wite Only». No es indiferente señalar que los cuatro países árabes que se han abstenido en la votación de las sanciones contra Siria -Argelia, Irak, Líbano y Yemen- son países que han vivido guerras civiles y por lo tanto están advertidos del precio de las injerencias extranjeras y del coste humano, económico y social para sus países.

Más allá de las fanfarronadas del nuevo Field Marshall del mundo árabe, el Emir de Catar, la balcanización del mundo árabe está en marcha en línea directa con los esquemas israelíes y estadounidenses. «La desintegración de Siria e Irak en provincias étnica o religiosamente homogéneas, como en Líbano, es el objetivo prioritario de Israel, a largo plazo, en su frente oriental; a corto plazo, el objetivo es la disolución militar de esos Estados. Siria se dividirá en varios Estados por comunidades étnicas, de tal forma que la costa se convertirá en un Estado aluita chií, la región de Alepo en un Estado suní; Damasco en otro Estado suní hostil a su vecino del norte; los drusos constituirán su propio Estado, que probablemente se extenderá por el Golán, y en todo caso en el Hourân y en el norte de Jordania. Ese Estado «garantizará la paz y la seguridad en la región», todo está ya planificado como objetivo de la estrategia israelí desde la década de los 80 (5).

Guardémonos, pues, de un entusiasmo comparable al que se manifestó en los años 80 con los militantes alborozados enrolándose en la Yihad, en una lucha por la democracia y la liberación de Afganistán del yugo soviético. Un combate que se libró a 6.000 kilómetros del campo de batalla de Palestina, el auténtico campo de batalla, sin lanzar el menor petardo mojado hacia los territorios ocupados.

La asociación que quiere promover Estados Unidos con los Hermanos Musulmanes no es el resultado del un amor apasionado hacia los musulmanes, sino que está dirigido a darles una compensación de saldo por las maldades pasadas, en particular en lo que se refiere a la cuestión palestina; a garantizar la permanencia de la economía de mercado en los países árabes, que consideran más segura en los regímenes islámicos que en los sistemas nacionalistas contestatarios con su retahíla de sindicatos y reivindicaciones profesionales y patrióticas. La docilidad de Arabia Saudí con respecto a los movimientos estadounidenses se explica en gran parte por el miedo a una nueva partición del Reino, una amenaza blandida de vez en cuando astutamente por Estados Unidos y teorizada por el lugarteniente-coronel estadounidense Ralph Peters en la revista militar estadounidense AFJ (Armed forces Journal), en junio de 2006, preconizando la constitución de un Estado islámico en la provincia de Hedjaz, en el perímetro que engloba los Lugares Santos de la Meca y la Medina, así como el desenganche de la provincia chií de Hasa y su anexión al Estado chií de Irak (6).

C. Purgar lo que se calla

Ningún régimen árabe disfruta de la confianza popular, ni el sirio Bachar Al-Assad ni el saudí Abdalá Ben Abdel Aziz. Pero el hecho de que la opinión internacional, en particular francesa y árabe, se focalice exclusivamente en Siria parece indecente salvo para purgar lo que siempre se ha callado de las relaciones interárabes, a saber: Bachar Al-Assad es Haram porque el alauí, el rey de Arabia, es totalmente Halal, porque es suní. Eso podría explicar, aunque no justificar, la hipocresía occidental que consigue que una semana de represión en Arabia Saudí en octubre de 2011, con más de 80 muertos, no levante la menor protesta, lo mismo que en Yemen y Barhéin.

El temor actual es que sobrevenga una tercera oleada de colonización del mundo árabe por parte de los occidentales, esta vez con la ayuda de los subcontratistas árabes: Sudán del Sur, Irak, Libia, el bloqueo de Gaza… La lista de los golpes de fuerza occidentales contra la soberanía árabe y la seguridad de su espacio nacional es larga. El combate por la democracia en el mundo árabe no incumbe en primer lugar a los ahítos gerontócratas, sino al conjunto de la comunidad de ciudadanos democráticos del mundo árabe en un amplio frente que federe a los diversos componentes de la sociedad: trabajadores, artesanos, agricultores, profesionales liberales, cristianos y musulmanes, del Machreq o del Magreb, laicos o religiosos, hasta llegar a los intelectuales que salgan por fin de su letargo y su servilismo… Es tan cierto como que «Min Yafa Ila Beyrouth Cha’ bon Wahad Lan yamout». (De Yafa a Beirut, un pueblo único no puede morir).

Muchos observadores de la guerra civil libanesa (1975-1990) guardan vivo el recuerdo de las campañas psicológicas de desinformación y satanización para no incitar a la prudencia. La hipocresía occidental es un hecho, el doble rasero de su lenguaje también, así como el juego turbio de BHL, el líder de la estrategia mediática israelí-estadounidense en el escenario europeo.

Arabia Saudí, de forma pública y notoria, siempre ha privilegiado la supervivencia de la dinastía wahabí en detrimento de la seguridad del espacio nacional árabe. Ahorrémonos pues las indignaciones virtuosas que ocultan a menudo las protestas selectivas. Guardémonos de un nuevo desprecio comparable, por sus daños, a la exaltación que se apoderó de amplios sectores de la población árabe y musulmana, en la década de los 80, en una Yihad antisoviética de Afganistán de consecuencias desastrosas en el mundo árabe y musulmán y cuyo principal beneficiario de esa operación, Estados Unidos, impide la admisión de palestina en la ONU, mientras que la víctima, Rusia, intenta que se reconozca la legitimidad internacional del Estado palestino.

Apliquemos a Palestina lo que exigimos a Siria. Una zona protegida, observadores extranjeros para dar seguridad a la población civil, prohibición de recurrir al ejército para reprimir las manifestaciones y un corredor humanitario. Entonces la Liga Árabe recuperará su credibilidad y dejará de aparecer como una careta de la política de la reconquista imperial del conjunto árabe por parte de Occidente. Entonces el planeta dejará de considerar a los árabes como imbéciles a quienes se puede hacer comulgar con ruedas de molino.

Hay potencias que tardan en levantarse. El «malestar árabe» también procede de sus negaciones.

Notas:

(1) El recuento de los 18 golpes de Estado en el mundo árabe entre 1945 y 2000 es el siguiente: Ocho sólo en Siria: Hosini Zaim, Sami Hennaui y Adib Chichakli en 1949, Faisal Al-Atassi, febrero de 1954, coronel Nahlaui autor del golpe de Estado que implicó la ruptura siria-egipcia el 28 de septiembre de 1961, Ziad Harari, 8 de marzo de 1963, que inauguró la serie de golpes de Estado baasistas presentados como correcciones de trayectorias con Salah Jedid, 23 de febrero de 1966, y Hafez All-Assad, 16 de noviembre de 1970. En segunda posición en el orden golpista, Irak, con cuatro golpes de Estado especialmente el de Abdel Karim Kassem contra el trono hachemita (14 de julio de 1958), el cual, a su vez, sería derrocado por el general Aref en 1961 antes de que su hermano le sucediera tras su muerte accidental y de que éste a su vez fuese derrocado por los baasistas, el tándem Ahmad Hassan y Al-Bakr-Sadam Hussein en 1968. Egipto con Faruk, en 1952. El Imán Badr en Yemen, en 1961. Líbano con el golpe de Estado fallido de San Silvestre en 1961 llevado a cabo por el Partido Popular Sirio. El rey Idriss Senoussi en Libia en 1969. El sultán Qabous de Omán, que derrocó a su padre en 1971. Igual que el jefe Zayed de Abu Dhabi, que derrocó a su hermano el jeque Chakhbout. Túnez con el golpe de Estado «medicinal» del general Ben Alí contra el presidente Bourguiba, en 1987, y el Emir de Catar, que destronó a su padre en junio de 1995, cierran la lista de los Estados golpistas.

(2) La familia Assad, el clan alauí que detenta el poder en Siria, se articula en torno a la alianza sellada entre dos familias: Al-Assad y Makhlouf, concretada en el matrimonio de Hafez Al-Assad y Anissa Makhlouf. Rami Makhlouf, primo del presidente Bachar, es hijo del general Mohamad Makhlouf, procónsul de la región norte de Siria en la época del mandato de Hafez al Assad, quien optó por apoyar al Presidente durante la guerra fratricida que enfrentó a Hafez con su hermano pequeño Rifa’at, en aquella época jefe de las tropas especiales «Saraya ad dif’a», y responsable por su cargo de la represión del levantamiento de Hama en 1982 que causó varios miles de muertos. Denominado «rey de Siria» Rami Makhlouf es un riquísimo hombre de negocios. Es la encarnación de la corrupción y el nepotismo del régimen.

En cuanto a los demás miembros de la familia, el primogénito Bassel, destinado en principio a suceder a su padre, encontró la muerte en un accidente de automóvil. Bouchra, la única hija de la familia, es la esposa de Assef Chawkat, exjefe de los servicios de seguridad cuya cabeza reclaman los occidentales en compensación por el asesinato del ex Primer Ministro libanés Rafic Hariri. Assef Chawkat mantiene relaciones agitadas con el hermano pequeño del Presidente, el coronel Maher, nuevo hombre fuerte del régimen, hasta el punto de que el benjamín de los hermanos fue herido en el estómago por un disparo en 1999, en pleno palacio presidencial. Famosa por su autoritarismo, se considera que Bouchra mantiene una gran intimidad con la esposa de Bachar, Asma, hija de un médico de la gran burguesía siria, antiguo especialista en transacciones bursátiles en un establecimiento londinense, con gran presencia mediática. El hermano pequeño del fundador de la dinastía, Rifa’at Al Assad, exvicepresidente de la república, se pasó a la disidencia a finales de 1983. Vive exiliado en España. Sus dos hijas, Sumar y Ribal, organizan desde Londres la campaña mediática contra el régimen a través de la cadena de televisión ANN TV (Arab Network News). Otros dos primos, Mounzer y Fawwaz Al-Assad, hijos de Jamil Al Assad, primos alemanes del Presidente, actúan como jefes de milicias en las cumbres alauís, cuna de la familia en el oeste del país.

(3) La oposición siria: la Fundación del Consejo Nacional Sirio desembocará en un acuerdo entre los estadounidenses, los turcos y los Hermanos Musulmanes. Su objetivo es federar las tres principales tendencias de la oposición: «nacionalistas», «liberales» e «islamistas». Presidido por Bourhane Ghalioun, un profesor universitario instalado en París, autor de una obra crítica sobre el mundo árabe, La malasie árabe (La Découverte) recibe en sus funciones la ayuda de Basma Kodmani, antigua investigadora en el IFRI -Instituto Francés de Relaciones Internacionales-, el fortín atlantista del pensamiento estratégico de la diplomacia francesa y, por otra parte, exdirectora para Oriente Medio de la Ford Foundation durante cinco años en Egipto antes de regresar a París para presidir la Iniciativa Diplomática Árabe , un instituto de investigación que opera en colaboración con institutos europeos y estadounidenses.

La oposición interna: Riad Seif (1946), exdiputado, alauí, este hombre de negocios sirio, famoso por su lucha contra la corrupción, se señaló por su denuncia de la concesión de una licencia telefónica al sobrino del Presidente, Rami Makhlouf, en condiciones arbitrarias. Dueño desde 1993 de la franquicia Adidas en Siria, famoso por su sensibilidad social, creó una guardería infantil para sus empleados, un restaurante y transportes comunitarios entre la empresa y los domicilios de sus trabajadores. Su hija Lyad, de 21 años, murió en circunstancias misteriosas el 2 de agosto de 1996 dos años después de aquella denuncia. Fundador, en el año 2000, del «Foro de Diálogo Nacional» (grupo de intelectuales y personalidades sirias de la sociedad civil), firmante de la «Declaración de Damasco para el Cambio Nacional Democrático Pacífico en Siria», fue detenido durante la «Primavera Árabe de Damasco». El poder ha firmado una «autorización especial» para privarle de su inmunidad parlamentaria y continuar su procesamiento. Está condenado a cinco años de prisión.

Riad al-Turk (1930), un peso pesado de la oposición interna. Apodado «el Mandela sirio», este símbolo del comunismo sirio ha estado preso durante 17 años por haber denunciado la represión contra los Hermanos Musulmanes. Fundador con Jamal Al-Atassi, en 1979, del Grupo Nacional Democrático, grupo de personalidades sirias hostiles a la coalición en el poder en torno al partido Baas. En 2005 participó en la redacción de la «Declaración de Damasco» del 16 de octubre que reclamaba «un cambio democrático y radical» del poder, de forma «pacífica y gradual».

Haytham al-Maleh (1931). Este abogado islamista moderado es un símbolo de los derechos humanos en Siria. Salió en libertad el 8 de marzo de 2011 tras la amnistía para los mayores de 70 años decretada por Bachar El-Assad.

La oposición exterior:

Egipto: Ver «Los hermanos Musulmanes egipcios en la prueba de la revolución»: primera parte, segunda parte, tercera parte.

Abdel Halim Khaddam (1932), suní, Ministro de Asuntos Exteriores y después vicepresidente de la República con Hafez Al-Assad, fue uno de los más firmes opositores a la política de apertura pretendida por Bachar cuando sucedió a su padre porque temía consecuencias comparables a las de la Perestroika soviética. Alojado en la antigua residencia del armador griego Aristóteles Onassis, puesta gratuitamente a su disposición por la familia Hariri, en París, hizo una alianza con los Hermanos Musulmanes sirios, la bestia negra del régimen, y desde París lideró una oposición siria en el exilio después de haber sido procónsul sirio en Líbano, país al que succionó económicamente en comandita con Rafic Hariri, el ex Primer Ministro libanés asesinado. Fundador en 2006 del Frente de Salvación Nacional (FSN) fue condenado por reincidencia en 2008 por un tribunal militar sirio, en particular por «organizar un complot dirigido a derrocar al poder político».

(4) Según Le Canard enchaîné, en su edición del 23 de noviembre, en 2011 la DGSE, el servicio de contraespionaje francés, envió oficiales al norte de Líbano y a Turquía con la misión de entrenar y estructurar los «contingentes» del «Ejército Sirio Libre», presunto agrupador de los «miles de desertores» sirios cuyo jefe nominal, el coronel Ryad al-Assad, se encuentra precisamente refugiado en Turquía desde hace dos meses. El activismo francés ha dado lugar a una réplica de Rusia que ha enviado tres barcos de su flota a lo largo del puerto sirio de Tartus para una misión de recogida de información y para neutralizar las maniobras de Francia contra un país antiguamente bajo su mandato, al que lleva cobrando caros los sesenta años de independencia.

(5) Estrategia de Israel en los años 80. Documento publicado por la Revue d’Etude Palestiniennes en la primavera de 1982, tres meses antes de la invasión de Líbano. Ese documento suministrado por Israel Shahak, expresidente de la Liga de los Derechos Humanos de Israel también apareció en Kivunim Orientations, nº 14, febrero de 1982 (Revista publicada por el Departamento de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén). En el prólogo, Israël Shahak llamó la atención de los lectores sobre la proximidad entre esta «estrategia de Israel» y el pensamiento neoconservador estadounidense, la misma que presidiría la política extranjera de Estados Unidos tras la llegada al poder de George W. Bush. El estallido de Irak, las tensiones comunitarias en la mayoría de los países árabes, la anexión de Jerusalén y una buena parte de Cisjordania, dan al artículo de Oded Yinon, 25 años después de su publicación, una funesta actualidad.

(6) El Pentágono rediseña el mundo: El artículo de ese militar estadounidense titulado «Fronteras étnicas, qué hacer para mejorar Oriente Medio», parte del principio de que hay que eliminar el tabú de la sacrosanta frontera inamovible. Para el autor, las nuevas fronteras deben modelarse en función del criterio étnico y confesional. Incluso si no es posible trazar las fronteras respetando la totalidad de los particularismos en su gran amplitud y número muy variable es necesario, según Ralph Peters, aproximarse todo lo posible a ese concepto. Señala que «Hablamos de enormes deformidades hechas por los hombres que no dejarán de generar odio y violencia mientras no se corrijan». En su espíritu, se trata de cuestionar radicalmente las fronteras establecidas por los Acuerdos de Sykes-Picot de 1916 que prepararon el desmantelamiento del imperio otomano.

Si se observa el conjunto de esta zona partiendo de la península Arábiga, se comprueba de inmediato el desmantelamiento del reino de Arabia Saudí. Las declaraciones del autor son bien claras respecto a un país que se ha beneficiado de la protección estadounidense tras las discusiones entre el Presidente Roosevelt y el Rey Ibn Saud, el 14 de febrero de 1945, a bordo del crucero USS Quincy. El Rey de Arabia Saudí pasó por el aro. Dos grandes entidades territoriales escaparon a la autoridad real.

En la costa oeste, se trata de crear un «Estado sagrado islámico». Como precisa Ralph Peters en sus declaraciones de seria consecuencias: «La causa principal del largo estancamiento del mundo musulmán reside en el tratamiento reservado a la Meca y a la Medina, consideradas como su feudo por la familia real saudí. Los lugares santos del Islam sometidos al control de la policía de Estado por parte de uno de los más beatos y opresivos regímenes del mundo han permitido a los Saud (la familia que reina en Arabia Saudí) proyectar su creencia wahabí, al mismo tiempo intolerante y disciplinada, más allá de sus fronteras […] El mundo musulmán se sentiría mejor si la Meca y la Medina estuvieran dirigidas por un consejo representativo rotatorio, nacido de las principales escuelas y movimientos del Islam de todo el mundo, dentro de un Estado sagrado islámico -una especie de gran Vaticano musulmán- donde el futuro de la fe se debatiría en vez de fijarlo arbitrariamente». Ese punto es fundamental porque revela la voluntad de reformar el Islam con el fin de adaptarlo a los principios occidentales. Una especie de «Islam ilustrado» elaborado en el corazón de ese Estado sagrado islámico permitiría irradiar al conjunto del mundo musulmán y remodelar los espíritus con el fin de que abrazasen plenamente la filosofía global. Es cierto que controlar los espíritus siempre ha permitido controlar a los hombres.

Por otra parte, en el mismo orden de ideas se encuentran las medidas preconizadas por la Fundación Bertelsmann, un think tank alemán que en sus trabajos debatidos en el marco de las «discusiones de Kronberg» en 2002 y 2003 (Europe, the mediterranean and the Middle East, strengthening responsibility for stability and development et Die Zukunft der europäischen Politik im Nahen Osten nach dem Irak Krieg: Europa, el Mediterráneo y Oriente Medio consolidando la responsabilidad, la estabilidad y el desarrollo y el futuro de la política europea en Medio Oriente después de la guerra de Irak), señala la inadecuación del Islam a la evolución del mundo moderno y predica una refundición de las mentalidades y el cuestionamiento de las fronteras. Esas recomendaciones alemanas señalan también la convergencia de los objetivos a esperar por parte del otro lado del Atlántico para refundar totalmente Oriente Medio. También es cierto que los concepto étnicos-confesionales desarrollados por Ralph Peters cuadran perfectamente con la visión «etnicista» germana. En la costa del golfo Pérsico la provincia de Hassa, cuya población es mayoritariamente chií se desgajaría de Arabia Saudí y se integraría en un «Estado árabe chií», vestigio de un Irak literalmente roto en pedazos.

La aplicación de esta medida conllevaría la muerte económica del reino, porque es en ese estrecho donde se concentra lo esencial de la extracción de hidrocarburos en torno a la tríada Dammam-Dharhan-Al-Khobar. El Estado chií árabe vería subir vertiginosamente sus reservas de petróleo y gas y se convertiría en imprescindible porque además los vastos recursos de Hassa y la producción en alta mar se podrían añadir a los de la región de Basora (antes Irak) y las provincias árabes iraníes, desgajadas de Teherán, ricas en hidrocarburos juntando el Chatt el-Arab (árabes chiíes de Khuzistán y árabes suníes de Bochir). Además Riad perdería sus provincias del sur (Jizrane, Najran y Assir) en beneficio de Yemen, territorios adquiridos en 1934 por el Tratado de Taef que conservan su identidad yemení. Finalmente, la operación se completaría con la entrega de una fachada marítima a Jordania.

Armed Forces Journal (AFJ) es una revista afiliada a un auténtico imperio de la prensa militar estadounidense. Fundada en 1863, esa publicación mensual está dirigida a los oficiales de Estados Unidos y trata de asuntos variados como: la tecnología militar, la logística, la estrategia, la doctrina o la táctica. AFJ está alojada en una casa matriz, Army Times Publishing Company, donde las publicaciones se articulan en torno a tres ejes: 1) The Military Times Media Group que publica: Army Times, Navy Times, Air Force Times y Marine Corps Times, 2) The Defense News Media Group, grupo mundial de las revistas de defensa que publica: Defense News, Armed Forces Journal (AFJ), Training & Simulation Journal y C4ISR Journal (renseignement, surveillance et reconnaissance); finalmente, 3) The Federal Times, semanario de información que trata de las novedades tecnológicas y de los asuntos financieros. Desde el 1 de agosto de 1997, Army Times Publishing Company es una filial de un grupo todavía más poderoso, la sociedad Gannett. Fundado en 1906 par Frank Gannett, este imperio mediático publica en Estados Unidos casi 90 periódicos de los cuales los más conocidos son USA Today y USA Weekend y controla 22 cadenas de televisión. Sus actividades llegan hasta el Reino Unido donde 17 diarios están bajo su influencia. El grupo produce rentas económicas colosales, estimadas en 7.600 millones de dólares en 2005. Pierre HILLARD http://www.armedforcesjournal.com/ Publicación original: Balkans Infos, n°113, septiembre de 2006.

Fuente: http://www.renenaba.com/la-credibilite-de-l%e2%80%99opposition-syrienne-a-l%e2%80%99epreuve-du-parrainage-franco-turc/