Traducido para Rebelión por J. M.
Durante el tiempo que la palabra se ha utilizado para describir un tipo de teoría y práctica política, los filósofos han hecho objeciones precisamente sobre lo que es el liberalismo Como era de esperar, después de más de doscientos años las sugerencias abundan. Sin embargo existe un acuerdo general al menos en un punto: sus doctrinas centrales son universales, se aplican a los seres humanos en general.
La práctica liberal a menudo no logró estar la altura de ese idealm relegando a algunos individuos a posiciones subordinadas en función de su género, raza, etnia, clase social o económica y así sucesivamente.
Los que tratan de conciliar la teoría y la práctica liberal, siempre han tenido que trabajar duro para ello. A veces se las arreglaron para encontrar la cuadratura del círculo, al menos por un tiempo. Pero, al final, las excepciones sistémicas a principios universalistas no pueden sostenerse. Puede tomar muchas décadas pero al final, si se mantienen los principios, las prácticas ilícitas generalmente ceden.
El «sionismo» designa el movimiento nacional y cultural judío que nació en Europa a finales del siglo XIX y que evolucionó y floreció posteriormente. El establecimiento del Estado de Israel en 1948 fue un momento decisivo en la trayectoria de este movimiento.
¿Tiene un compromiso implícito el sionismo de apoyo a un Estado judío? ¿Debe estar ese estado en Palestina? ¿Deben los sionistas apoyar el renacimiento de la lengua hebrea? ¿Cuán comprometidos deben estar como para diferenciar las formas y modos de vida establecidos por los judíos en Palestina y, más tarde, en Israel? ¿Cuál es la relación del sionismo con la religión judía?
Después de que Israel se convirtiera en un hecho consumado, estas cuestiones se instalaran con eficacia. Sin embargo no siempre fue así.
En sus primeros años el sionismo, como el liberalismo, era un ideal perfecto. Y como dentro de todo pliegue liberal había un amplio espectro de objeciones con respecto a lo que implicaba. Pero a nivel doctrinal siempre había una diferencia crucial. El liberalismo es universalista, el sionismo no. Sus ideales se refieren a los judíos, no a la gente en general.
Por tanto, hay algo contradictorio en la idea del sionismo liberal.
Sin embargo el término describe acertadamente una orientación política que funciona como un polo de atracción para muchos judíos de América, junto con los judíos de Israel y del resto del mundo. Muchos compañeros de viaje no judíos también se reflejan en su ámbito.
Un sionista liberal está comprometido con la idea de que Israel debería ser un Estado judío y también con la idea de que se deberían apoyar los derechos y libertades fundamentales que definen la política liberal. Por mucho que estos compromisos están en desacuerdo, los sionistas liberales están seguros de que se pueden conciliar, que el círculo puede permanecer cuadrado indefinidamente.
Por tanto, el sistema de apartheid que las autoridades israelíes establecieron en Cisjordania y en la Franja de Gaza como parte del régimen de ocupación comenzó después de la guerra de los Seis Días de 1967 y es una vergüenza para los sionistas liberales.
Algunos vieron venir el problema, muchos no. Desde 1967, las actitudes han variado con sentimientos antiocupación creciendo y menguando, en parte como respuesta a las cambiantes percepciones de las víctimas palestinas de la ocupación. Los sionistas liberales también a veces se preocupan de los efectos morales y culturales de la ocupación sobre los israelíes y en la sociedad israelí.
Entienden que un pueblo no puede mantener a otro sometido sin hacer una burla de los principios liberales. Pero también se han dado cuenta de que no hay manera de sujetar los territorios ocupados sin mantener su población sojuzgada.
Los sionistas, incluidos los sionistas liberales, consideran los territorios ocupados, no tanto Gaza o los Altos del Golán, pero sí lo que llaman Judea y Samaria,el corazón de la tierra bíblica de Israel. Se resisten a renunciar a cualquier parte de ella.
Entonces, ¿cómo pueden los sionistas liberales ser a la vez liberales y sionistas? Es un dilema. Pero su resolución es obvia.
Si no quieren renunciar al sionismo y están decididos a permanecer fieles al liberalismo y, a continuación, teniendo en cuenta las realidades demográficas que son moral y políticamente imposibles de cambiar, no hay más remedio que adherirse a la creación de un Estado palestino en los territorios actualmente ocupados.
Esto implica bajarse del sueño de la incorporación de Judea y Samaria al Estado de Israel. Pero alguien tiene que ceder Y desde un punto de vista sionista liberal, esta es la mejor (la menos mala) elección.
Las consideraciones de la justicia llevan a la misma conclusión. Si como creen la mayoría de los sionistas, liberales o no, la justicia requiere el establecimiento del Estado de Israel, entonces, exactamente de la misma manera, se requiere el establecimiento de un Estado para los palestinos.
Por supuesto algunos sionistas dicen que Dios está de su lado, pero no hay razonamiento con gente así. Claramente no vale la pena tomar en serio esos puntos de vista.
Tampoco lo es la idea de que el Holocausto da a los sionistas carta blanca para hacer lo que les plazca en Palestina.
Tampoco lo es el hecho de que unos seis millones de judíos europeos fueran asesinados bajo el régimen nazi entre 1942 y 1945 y que dio una cierta urgencia a las demandas sionistas en el período inmediato de posguerra.
Huelga decir que el caso sería más duro si los sionistas no hubieran trabajaron tan diligentemente para que los sobrevivientes no tengan otro lugar adonde ir aparte de Palestina. En otro lugar no habrían conseguido tanta ayuda en este sentido por parte del Gobierno estadounidense.
Pero con los países europeos de los que habían llegado imposibilitados en sus condiciones de repatriarlos, y con las oportunidades cerradas para emigrar a América del Norte y Australia, hubo de hecho cuestiones de necesidad práctica imperiosa para forzar la inmigración judía a Palestina. En ese momento, esto fue entendido por todas las partes para impulsar el caso de la estatalidad, si no inmediatamente en poco tiempo, una vez que se sofocó la resistencia palestina.
Sin embargo debería estar claro que el «judeicidio» en Europa de ninguna manera mitiga la justicia de las reclamaciones palestinas, ni entonces ni ahora, siete décadas más tarde.
Por ahora, la mayoría de los sionistas reconocen esto, al menos oficialmente.
Desde 1993, cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo, Israel ha afirmado estar a favor de una «solución de dos estados». Pero, por lo menos desde el asesinato de Yitzhak Rabin en 1995, descaradamente han hecho todo lo posible para evitar que esto suceda.
Echan la culpa a los palestinos por la falta de avances y los sionistas de todo el mundo están de acuerdo.
En su mayor parte, los sionistas liberales saben mejor. Pero sólo los más valientes son los que hasta ahora se han atrevido a ir contra la opinión del consenso sionista.
La negación de los derechos de ciudadanía a los palestinos que viven en Israel propiamente dicho es una vergüenza aún más evidente para el sionismo liberal.
Pero mientras los gobiernos israelíes mantuvieron las violaciones de los derechos humanos básicos de los palestinos dentro de límites, los sionistas liberales rara vez se opusieron. Su racionalización sería que las salidas de Israel de las normas liberales son recursos temporales, necesarios por motivos de seguridad.
Sin embargo, el círculo nunca puede ser cuadrado. Sólo puede parecer que lo es cuando el Estado judío se mantiene dentro de las fronteras que son abrumadoramente judías y que es probable que se mantengan así en el futuro previsible.
El 77% que fue prorrateado por el mandato de Palestina cae dentro de las fronteras anteriores a 1967 de Israel; se ha limpiado étnicamente tan a fondo en su conquista por los colonos sionistas, antes y después del establecimiento del Estado de Israel, que por ahora es efectivamente irreversible.
Por consiguiente, un Estado palestino en el resto del mandato de Palestina es justo la receta del doctor. Es por ello que el compromiso del sionismo liberal con una «solución de dos estados» es sincero; a diferencia de la soluciónde, digamos, Benjamin Netanyahu está a favor, o mejor dicho él dice estarlo, sólo porque necesita el apoyo estadounidense y europeo, y porque así da a los estadounidenses y los europeos lo que estos quieren oír.
Como sionistas, a los sionistas liberales también les gustaría que Israel se quedase con toda Palestina. Pero ya que es moral y políticamente imposible y puesto que como liberales, según afirmaron, quieren los principios liberales también, moderaran sus ambiciones sionistas. No hay nada más que puedan hacer.
Sin embargo se resisten a conceder territorio y por lo tanto están dispuestos a aceptar, al menos, algunos de los asentamientos establecidos desde 1967, de ser necesario a cambio de la tierra dentro de las fronteras anteriores a 1967 de Israel que aún tienen poblaciones árabes sustanciales y que a los sionistas les importa menos.
Los detalles se resolvieron hace mucho tiempo, en las negociaciones que comenzaron incluso antes del apretón de manos en el césped de la Casa Blanca y que marcaron el comienzo del período de Oslo. Esas negociaciones continuaron a lo largo de la década del 90 y culminaron en las reuniones celebradas en Camp David y en Saba, Egipto, en los últimos días de la administración Clinton.
Como era de esperar, los israelíes y los estadounidenses culparon a los palestinos de que no se llegase a ningún acuerdo en aquel momento. La realidad, por supuesto, es todo lo contrario. Poco a poco, pero inevitablemente, esta evaluación incontrovertible está siendo aceptada por los observadores informados, sin embargo no por el público en general en Israel y en el extranjero.
Posiblemente, se podría haber llegado a un acuerdo entonces. Está menos claro que se puede llegar a uno ahora, después de una década adicional y en medio de las construcciones de asentamientos y la obstinación israelí.
Sin embargo siempre se puede imponer una solución. Estados Unidos, y en menor medida Europa, mantienen casi todas las cartas; todo lo que necesitan hacer es jugar con ellas. Esta es la razón por la cual para los sionistas, la opinión pública en los Estados Unidos y otros países occidentales importa tan profundamente.
Cabe mencionar que antes de que surgiera el estado de Israe, una forma de sionismo liberal que no era tan contradictorio era mucho menos marginal de lo que luego pasaría a ser. Su sionismo era cultural. Inevitablemente fue político también pero el objetivo nunca fue la estatalidad per se. De hecho muchos sionistas culturales encontraron la idea de un estado binacional más atractiva que la idea de un estado judío o, lo peor de todo, un estado de los judíos del mundo.
Esta forma de pensar por ahora está políticamente muerta. Pero como un ideal moral las versiones humanistas y culturales del nacionalismo judío siguen resonando. En algunos todavía tienen un posible futuro, podrían volver a desempeñar un papel positivo.
Esto no es tan exagerado como podría parecer porque la opinión pública, incluso en los Estados Unidos, ya no es seguro que esté del lado de Israel.
La mayoría de los pueblos del mundo hace mucho tiempo reconoció la gravedad de la situación palestina y la gran injusticia de la misma. La legitimidad de la causa palestina es ampliamente reconocida.
Pero lo que el resto del mundo entiende apenas si se registró en la opinión pública en los Estados Unidos o en otros países occidentales. Con los años, la maquinaria de propaganda israelí y sus colaboradores en los Estados Unidos y en otros lugares han servido bien a Israel.
Ahora esto está cambiando: la causa palestina está ganando el respeto; incluso la opinión pública estdounidense está volviendo en sí.
Los derechistas en Israel y Estados Unidos se quejan de que el Gobierno de Obama ha tenido insuficiente comprensión de las necesidades de Israel -en otras palabras, insuficientemente servil- pero el hecho es que el Gobierno de Estados Unidos, en virtud de Barack Obama, aún está muy en el bolsillo de Israel. De esta manera, como tantos otros, Obama fue continuación sin cambio.
La situación es absurda delante de sus ojos. Israel sobrevive en gran parte gracias a la tolerancia estadounidense, pero, no importa lo que provoca, los gobiernos de los Estados Unidos -con unas pocas excepciones de corta vida- han cumplido sus deseos.
En las últimas décadas, los gobiernos de los Estados Unidos también han tratado de simular que estaban haciendo lo correcto por los palestinos. La realidad siempre ha sido de otro modo sin embargo. Y no han engañado a nadie.
Los palestinos no han servido bien a su causa en la opinión pública occidental ya sea, en parte debido a que su liderazgo está dividido, débil y, a decir de todos, corrupto. Esto no va a cambiar.
Por supuesto, no siempre fueron los académicos, los periodistas no convencionales y activistas políticos, la excepción de consenso pro sionista en los Estados Unidos. Hoy en día, hay más actividad no sionista y antisionista que nunca.
El resultado es que la hegemonía pro sionista se está debilitando en los círculos intelectuales. Pero probablemente no hay país en el mundo desarrollado donde los intelectuales disidentes y activistas políticos de izquierda tengan menos influencia. La cuestión Israel-Palestina, al menos hasta ahora, no es una excepción de la regla.
Por ello ha caído sobre los propios israelíes «deslegitimar» la causa israelí.
Como se hace cada vez más difícil negar que la intransigencia de Israel es el principal obstáculo en el camino de una solución justa y duradera del conflicto palestino-israelí, y como el gobierno de Israel y algunos de sus más conspicuos seguidores en los Estados Unidos se han vuelto cada vez más agresivos en su apoyo a la derecha, los políticos estadounidenses amigos de Israel, el campo sionista liberal está cada vez más abrumado por las tensiones y contradicciones en el sentido estricto de los principios, que siempre han estado en el núcleo de su teoría y su práctica.
Es demasiado pronto para decir qué va a salir de ahí. Pero no hay duda de que la crisis está repercutiendo.
Aún no ha tenido mucho impacto en la política estadounidense porque los sionistas liberales tienen poca influencia directa en el Congreso o en la Casa Blanca.
El lobby de Israel en los Estados Unidos hoy en día es sobre todo una criatura envejecida, los sectores de la derecha judía. Sus aliados más cercanos son los protestantes evangélicos que piensan que los tiempos finales están a la vuelta de la esquina.
Se trata de una alianza perfectamente inverosímil.
La esperanza de los evangélicos más fervientes, y las expectativas, es que cuando llegue el final, lo que ocurrirá en cualquier momento, los judíos que no aceptan a Jesús se enfrentarán a un futuro de tormento eterno. Mientras tanto los judíos, seculares y religiosos por igual, consideran a los cristianos sionistas y sus creencias con el desprecio que merecen.
Sin embargo, los dos se necesitan mutuamente, por lo que su «alianza no santa» sigue en pie.
Una razón por la que se necesitan el uno al otro es que el lobby de Israel está perdiendo apoyo entre los judíos de los Estados Unidos de América. Esto no es sorprendente. Su liderazgo es autoproclamado y su orientación política siempre ha estado fuera de línea con las opiniones de las personas a las que pretende representar. La brecha es cada vez más amplia en todo momento.
Tampoco se puede contar con que el bando cristiano permanezca indefinidamente de su lado. Una vez que los cabecillas y sus feligreses se den cuenta, una vez más, de que no va a llegar el Armagedón, probablemente pierdan el interés. Sin una perspectiva inmediata de sangre en el suelo, su atención decaerá.
A medida que estos pilares de apoyo a Israel declinen, la importancia del sionismo liberal para el proyecto sionista se verá realzada.
De hecho, el sionismo liberal se está convirtiendo rápidamente en la última esperanza de los sionistas para ganar los corazones y las mentes de los judíos de América. Su único rival es el judaísmo en sí y, en el mundo actual, de hecho constituye una lámina delgada.
La mayoría de los judíos de América, como la mayoría de los estadounidenses, suponen que todos los judíos antisionistas son izquierdistas que respetan valores universalistas y seculares. De hecho, los judíos más intensamente antisionistas en Estados Unidos, y en todo el mundo, son los más tradicionales y fanáticamente religiososo, la «ultraortodoxia.»
Sus razones son teológicas. Los motivos fueron claros: los judíos pueden regresar a la tierra prometida sólo cuando el Mesías los rescate del exilio. Un movimiento político autoproclamado cuyo objetivo es establecer la soberanía judía sobre la Tierra Santa es contrario a sus enseñanzas.
Su oposición sufrió una restauración política. Si realmente vivieron o no los judíos en Palestina, para ellos es indiferentes.
Y por eso, en su opinión, ciertos judíos a nivel individual que se sienten animados de vivir cerca de los lugares sagrados o, como ocurrió con más frecuencia, ir a Tierra Santa para morir y ser enterrados. Es revelador que, durante casi dos milenios, los judíos rara vez optaran por hacerlo.
Hoy en día, fuera de los círculos de la extrema ultraortodoxi, el judaísmo y el sionismo se fusionan. Pero no siempre fue así, sin embargo; incluso dentro de la memoria viva, altercados y tensiones eran moneda corriente.
No hace mucho tiempo, el movimiento reformista fue no sionista, si no abiertamente anti-sionista. Tenía que ser desde un principio central de la Reforma del Judaísmo, o era que el judaísmo es sólo una denominación religiosa – como, por ejemplo, el luteranismo o el presbiterianismo.
El punto de inflexión fue la Guerra de los Seis Días. En retrospectiva, esto tiene sentido. En una época donde la creencia está en decadencia y la política de la identidad en slza, las conquistas militares israelíes estaban obligados a tener un eco positivo.
Para los de inclinación religiosa, ese acorde tuvo una resonancia religiosa. Y así, por ahora, las viejas tensiones son en su mayoría olvidadas.
Hay incluso una secta mesiánica ultra-ortodoxa, los CHABOD-Lubavitchers que ha dado un giro sionista. Todo el mundo los ha visto: son omnipresentes en los campus universitarios y en cualquier otro lugar que piensen que los judíos son susceptibles de proselitismo. No hace falta decir, que no están interesados en hacer proselitismo a nadie más; son demasiado racistas para eso.
Su objetivo, por supuesto, sigue siendo revivir los viejos tiempos de la religión; en otras palabras, volver al pre iluminismo, a las formas pre-ilustradas de pensar y actuar. Por lo tanto, no está claro si su sionismo es oportunista o sincero. Una de las razones para pensar esto último es que algunos de ellos parecen creer que el último rabino de Lubavitch, Menachem Mendel Schneerson, muerto desde 1994, en realidad ¡era el Mesías!
Cuando se trata de la cuadratura del círculo, los Lubavitchers claramente han vencido a los sionistas liberales. ¿Quién hubiera pensado que el Mesías vendría y nadie fuera de su grupo se daría cuenta de ello. O tal vez ser un Mesías no es todo lo tan bueno como pretende ser.
En Israel, la fusión del judaísmo y el sionismo se extiende más allá de esta secta ignorante.
Desde la Guerra de los Seis Días, un movimiento nacional-religioso, explotando las resentimientos que acarrearon a Israel los judíos trajo de los países árabes, y aprovechando al máximo las debilidades humanas que mantienen vivas las ilusiones religiosas, ha crecido casi de la nada convirtiéndose en una fuerza política importante.
Naturalmente, esto ha contribuido a un aumento en el sentimiento nacional-religioso también dentro del judaísmo estadounidense – dentro de los movimientos conservadores de la Nueva Ortodoxia. Los CHABOD-Lubavitchers no están solos.
Aun así, en el contexto de América, «la fe basada» apelando al sionismo es limitada, y sus efectos sobre la comunidad judía en general son leves. Cuantos más tradicionalistas son las agrupaciones más ortodoxas tradicionales que se inclinan para interactuar con judíos fuera de sus enclaves herméticamente cerrados menor es su influencia su influencia.
El hecho cierto e inevitable es que la mayoría de los judíos de América son seculares; y la mayoría son indiferentes a Israel.
Ahora hay incluso algunos resultados de encuestas en este sentido. Es bastante notable en la medida en que uno esperaría que fuera la gran mayoría, si es requerida, especialmente en una importante corriente, profesarían tanto de soporte tanto para Dios como para ese país lejano que pretende ser el de ellos.
Pero, ¿cómo serían consideradas esas respuestas? La mayoría de los judíos de los estados Unidos de América, como la mayoría de los estadounidenses, no están particularmente interesados en la política ni en asuntos mundiales. Por tanto, sus opiniones políticas se forman principalmente por la cultura política ambiental.
Que el anti sionismo es más o menos lo mismo que el antisemitismo ha sido la visión que emana de los cuarteles sionistas desde el primer día, junto con la idea de que el antisemitismo es endémico en la cultura gentil y nunca podrá ser expulsado. La lección es clara: apoyar a Israel si no por otra razón, la defensa propia.
Cualquiera que haya ido a una escuela de hebreo o a una Escuela Dominical judía, y mucho menos una escuela judía, ha tenido estas ideas inculcadas en esos lugares. Algunas de ellas están obligadas a asimilarse. Lo que es notable es lo poco que tienen de realidad.
Para ello, gracias a la lógica – la identificación de anti sionismo con antisemitismo es transparentemente falaz. Gracias también a una abundancia de evidencias contrarias: el Israel de hoy pone en peligro a los judíos mucho más de lo que les ofrece un refugio seguro; y el antisemitismo apenas existe ya en los países occidentales – incluso las actitudes antisemitas han caído lejos.
Esto es cada vez más cierto en Europa del Este también, a pesar de algunos retrocesos en Ucrania, donde, con la esperanza de atraer a Rusia a un impase, la inepta diplomacia estadounidense y europea agitan la olla.
En la medida en que los judíos de hoy realmente tienen algo todavía que temer de sus vecinos, la identificación de anti sionismo con el antisemitismo es claramente una maniobra imprudente. Mientras las razones para oponerse a las políticas israelíes de montaje, entonces, si el antisionismo es igual a antisemitismo, entonces hay razones para ser antisemita también.
Por el hecho de que el antisemitismo está en decadencia – excepto tal vez en algunas comunidades marginadas de inmigrantes en Europa Occidental – tenemos que agradecer principalmente a la indiferencia.
La indiferencia es una cosa maravillosa. Para llevarla a la religión, pone a los argumentos lleva a los argumentos de los filósofos sensatos a la vergüenza.
Si, en el futuro, las llamadas religiones del mundo se vuelven irrelevantes tanto cultural como políticamente, como por ejemplo lo son ahora las religiones paganas de la antigüedad, no será porque el ateísmo ha ganado la partida. Será porque la conversación se ha movido; porque la gente no ve más necesidad de argumentar a favor o en contra de la existencia de Dios tal como fue argumentar a favor o en contra de las pretensiones de la mitología griega o romana.
Hacia aquí es donde la opinión pública con respecto al apoyo a Israel en los EE.UU. de Americana – y los judíos estadounidenses se dirige también. Aún no estamos allí ni mucho menos. Pero la forma de lo que vendrá ya se ve cada vez más clara.
El sionismo liberal siempre ha desempeñado un papel crucial en mantener a los judíos de América en caja. Sólo por estar allí, proporcionó seguridad a una población que ha sido y es abrumadoramente liberal en su inclinación que el proyecto sionista – y el estado de Israel también, independientemente de sus políticas – debe ser fundamentalmente sólido.
Mientras que la percepción se mantiene intacta, Israel puede contar con que la mayoría de los judíos de América reste pasiva – y tibiamente – pro-sionista. Con el dinero de los plutócratas judíos que fluyen y con el lobby de Israel todavía lo suficientemente fuerte como para inspirar temor y respeto en el Congreso y la Casa Blanca, eso podría ser suficiente para mantener el gobierno de Estados Unidos en su papel tradicionalmente servil.
Sin duda, los sionistas liberales entienden esto; y sin duda también, están decididos a continuar el ejercicio de su función histórica.
Pero hay veces en que la realidad sobrepasa los compromisos ideológicos. Dado que el sionismo liberal es, en el fondo, una configuración contradictoria, es especialmente vulnerable.
Esto no quiere decir que la mayoría de los sionistas liberales se darán por vencidos en el liberalismo o el sionismo. Están también imbuidos de esa corriente de pensamiento con todo lo que implica.
Por lo tanto, no puedes contar con muchas deserciones al lado del BDS (boicot, desinversión, sanciones). Es un paso lógico, pero el nacionalismo irracional triunfa sobre la lógica la mayor parte del tiempo.
A pesar de una crisis en los cuarteles liberales sionistas, es probable que las organizaciones liberales sionistas como J-Street se harán más, no menos, importante en un futuro próximo. Un grupo de presión pro-Israel que no está demasiado fuera de sintonía con la opinión pública, está obligado a parecer cada vez más atractivo como la brecha entre lo que la mayoría de los judíos de América piensan y lo que la corriente principal de Israel promueve.
Pero a menos que Israel cambie radicalmente su curso – en otras palabras, a menos que los Estados Unidos fuercen a Israel a cambiar de rumbo, las contradicciones en el sionismo liberal sólo llegarán a ser más incapacitantes, lo que disminuye la eficacia de su ideología.
No es una tarea sencilla de hacer que lo es esencialmente un proyecto colonial parezca aceptable; no en una era post-colonial. ¿Qué posibilidades tienen los sionistas liberales cuando las contradicciones inherentes a su forma de pensar se vuelven difíciles de pasar por alto?
Esta es una mala noticia para Israel, tal como ahora se concibe. La dirigencia sionista lo sabe. Su desesperación es palpable.
Sin embargo, es una buena noticia para Palestina y para el mundo – al menos potencialmente.
Requeriría un replanteamiento fundamental de su parte, pero también podría ser una buena noticia para los judíos de Israel. Así que mientras permanezcan en Palestina, es su única oportunidad para la realización de al menos uno de los viejos objetivos sionistas: que los judíos, como los demás pueblos, debe ser capaces de llevar una vida normal.
Pero para llegar de aquí a allá, los judios israelíes -y sus facilitadores norteamericanos- primero tendrían que librarse de la carga misma del sionismo.
ANDREW LEVINE es investigador principal del Instituto de Estudios Políticos, más recientemente autor de The American ideology (Routledge) y Political key words (Blackwell , así como de muchos otros libros y artículos en la filosofía política. Su libro más reciente es In Bad Faith: What’s Wrong With the Opium of the People. Fue profesor de filosofía de la Universidad de Wisconsin-Madison y Profesor de Investigación (filosofía) de la Universidad de Maryland-College Park. Es colaborador de Hopeless: Barack Obama y la política de Illusion (AK Press).
Fuente: http://www.counterpunch.org/2014/04/11/the-crisis-of-liberal-zionism/