El 21 de agosto de 1968 los tanques del Pacto de Varsovia entraron en Praga para terminar con el periodo de liberación política de Checoslovaquia. Esto ya no era «una disputa en un país lejano entre personas de las que nada conocemos», como dijo Neville Chamberlain una vez. La primavera de Praga, tal como fue […]
El 21 de agosto de 1968 los tanques del Pacto de Varsovia entraron en Praga para terminar con el periodo de liberación política de Checoslovaquia. Esto ya no era «una disputa en un país lejano entre personas de las que nada conocemos», como dijo Neville Chamberlain una vez. La primavera de Praga, tal como fue descrita por los «medios occidentales», o más concretamente por el espectáculo (Devord 1967, 2005), fue una metáfora para cualquier proceso de liberación potencial en aquellos países lejanos de los que nada conocemos. Primavera es también una antigua metáfora usada por algunas culturas y creencias para referirse a la vida después de la muerte, después del frío y el invierno. En la metáfora de la primavera también puedes ver resucitar a Osiris, Adonis o incluso, Jesús de Nazaret. El sistema del espectáculo usa la primavera como si aquellos países lejanos de repente hubieran encontrado la vida, a la manera occidental, como si esos países lejanos se hubieran sentido interpelados (Cf. Althusser 1971) por el espectáculo y los espectadores para ser sujetos en lugar de objetos.
El 14 de enero de 2011, Ben Ali, el presidente tunecino huyó del país a Arabia Saudí, y un hombre normal y corriente salió por la avenida Bourguiba gritando: «Ben Ali Harab (escapó), Ben Ali Harab«. «Tomó sólo un momento hacer que millones de ojos se llenaran de lágrimas» escribió Larbi Sadiqi, «fue un trozo de un género discursivo terapéutico, y también, un solo performance de teatro político que introdujo el Magreb (oeste) al Mashreq (este), dos caras del Oriente Medio árabe. Lo más importante es que introdujo un sollozo solitario de la duradera injusticia, y una sed de libertad.» (Sadiqi 2013), antes de ese momento glorioso, Túnez era, para muchos egipcios, un país cercano al que apenas conocíamos. Muchos egipcios veían a Túnez como una tierra de buen pescado, aceite de oliva y algunos equipos de fútbol, pero no como un modelo de país para una revolución. Sucedió como si fueran egipcios. Desde entonces muchos otros países árabes se dieron cuenta de la existencia de una país llamado Túnez.
No sólo en el imaginado occidente, sino en el imaginado oriente, la gente de repente empezó a descubrir cosas, países, e incluso, se descubrieron a sí mismos. Una vez fueron interpelados por la ideología, la gente empezó a ser consciente de ella misma, de sus vidas, de sus acciones e incluso a verse a través de la lente de la ideología o el espectáculo. De repente descubrieron la existencia de una historia tras ellos, aunque a veces, fallaban en ver la historia como un proceso continuo y no como uno fragmentado.
¿Qué pasó antes de la primavera?
La historia es algo naïve. No solo la historia, al lenguaje tampoco le falta la inocencia. Nosotros, los humanos, siempre intentamos resumir lo irresumible, usando significados generales y frases que de hecho malinterpretan la realidad más que la describen. Usar expresiones como «la era de Mubarak» o «el régimen de Mubarak» es un intento de explicar, a pesar de que fracase en interpretar. Simplifica lo complicado y malinterpreta las cosas, a pesar de ser inevitable. También pensamos dentro de las barreras invisibles que nos imponen por el lenguaje, el sentido común, la lógica etc. Todo esto nos lleva a hablar del tiempo y la historia como no vividas por la gente, sino como un objeto abstracto.
Es momento de mirar atrás, a mediados de los años 70, cuando Anwar Saddat eligió a Mubarak como su vice-presidente. Harían falta muchos volúmenes para trazar la historia de la resistencia, de la revuelta no vista en contra de los políticos de ese momento. Se necesitarían muchos volúmenes para hablar del levantamiento de 1977, Camp David, el asesinato de Saddat y muchas otras cosas que llevaron al régimen de Mubarak al poder. Sin embargo, no tenemos tiempo de mirar a todas estas cosas, por ello simplemente me referiré a ellas.
Más allá de hablar de los últimos 35 años, voy a dar una pequeña introducción histórica de sólo una década, el principio del milenio, la década que dio conocimiento, consciencia y experiencia a muchas personas que se han revelado y aún se revelan en Egipto.
Todo empieza en la segunda intifada del año 2000. Muchos de mi generación recuerdan el asesinato de Muhammad al-Durrah que encendió grandes protestas en todos los países arabo-parlantes. Todos esas protestas terminaron en Egipto para formar un movimiento de solidaridad llamado el Comité Popular de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Como muchos de nuestros camaradas en Norteamérica que empezaron su activismo político durante las protestas contra la globalización y el G8, muchos de nosotros, en Egipto, empezamos nuestro activismo político contra el régimen de Mubarak en solidaridad con la segunda intifada.
En esos dos años (2000 – 2002) nos hicimos muchas preguntas, lo cual fue una buena cosa: la colaboración con los Hermanos Musulmanes, la relación con Israel, Gaza etc. Muchas de las cuales todavía calan en Egipto. Esta experiencia nos llevó a dar otros pasos, por ejemplo: aprendimos cómo trabajar juntos como naseristas y de izquierdas en un movimiento de solidaridad con el pueblo palestino y contra la guerra de Iraq, lo que nos llevó más tarde a la formación de un movimiento unificado, un frente de distintas ideologías conocido como el movimiento Kifaya. Así mismo, los manifestantes, usando la manifestación como una herramienta de protesta descubrieron en su propia experiencia la problemática de la Ley de Emergencia, y por ello, los manifestantes demandaron los espacios públicos como la plaza Tahrir. La cuestión del uso de la violencia también se retrotrae a esos años.
La siguiente ola de esta experiencia es el movimiento contra la guerra de Iraq. Empezó como pequeñas protestas y llevó a una grande el 15 de febrero de 2003, y después a una protesta masiva con altercados contra los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado el 20 de marzo de 2003. Fue entonces, el 20 y el 21 de marzo, cuando mi generación descubrió la plaza de Tahrir como un lugar donde poder sentarse, incluso si la sentada duraba sólo un día, sucedía en cualquier caso, la gente reclamaba el espacio público, lo liberaba y usaba como una herramienta para luchar contra la autoridad.
Este es un pequeño esbozo histórico, por eso estoy obligado a saltar entre años, no es mi forma de pensar. Hay gente que concibe la historia como saltos entre años y sucesos, pero sé que la historia es muy complicada, es vivida por personas que aman y odian, trabajan y descansan, viven y mueren.
El 20 de marzo de 2003 llevó a la creación de un movimiento con este nombre. No todo el mundo conoce el movimiento «20 de marzo para el cambio». Fue una alianza de los partidos de izquierdas, donde la gente pedía cambios en el régimen, desde entonces, y hasta la llegada del 25 de enero la palabra «revolución» sustituirá a la palabra «cambio» en la literatura de izquierdas. «Cambio» no es sólo el uso arbitrario de una palabra cualquiera, es más bien una manifestación de una simple palabra, una manifestación de otra posición que demandaba paz y un cambio silencioso, como alternativa a la imagen clásica de la revolución.
En diciembre de 2004, el movimiento Kifaya se formó desde un amplio abanico político que iba desde miembros de la izquierda hasta Hermanos Musulmanes moderados como Muhammad Abdel Qoudos. Para muchos espectadores el movimiento de Kifaya será el paraguas que contenga muchos otros movimientos sectoriales dentro. Esto no es del todo cierto. Algunas veces los periodistas usaban la afiliación a Kifaya con otros movimientos. Entonces existía otro movimiento con una tendencia más de izquierdas, llamado: «La campaña popular para el cambio (Libertad Ahora)». El principal debate que teníamos con Kifaya era sobre el uso del eslogan «No al gobierno militar». Este debate continuará por años y resultó en un amplio consentimiento al CSFA el día que Mubarak fue derrocado.
El 2006 presenció el nacimiento de un nuevo fenómeno, el de los blogueros activistas, llamado anteriormente por Barry Wellman como «the network individualism». Cada individuo puede unirse al movimiento sin realmente unirse a él, sólo conectándose con el blog que habla sobre el movimiento o publica noticias sobre él. El mismo año fue, en el ámbito del descubrimiento de los espacios públicos, el carnaval de la gente después de los partidos de fútbol. En un pobre y devastado país como Egipto, el único entretenimiento eran los partidos de fútbol. A través de los partidos de fútbol la gente manifiesta su nacionalismo inocente y banal, y también, descubre otros aspectos del espacio público, como el carnaval. Antes del 25 de enero de 2011 la gente iba a la plaza de Tahrir para celebrar el éxito en los partidos de fútbol.
Durante esos años, las huelgas nunca pararon, era algo, y todavía lo es, separado de la política. Sólo en Mahala (una ciudad en el Delta del Nilo, en el norte de Egipto) el 6 de abril de 2008, los dos grandes movimientos, el de disenso político y las huelgas de trabajadores se unieron, y finalizaron con una huelga masiva y con enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. El movimiento 6 de abril de 2008 en Mahala fue el ensayo de todo lo que vino después, también un ensayo para ver los sucedido a través del espectáculo. El evento fue organizado por la gente y los trabajadores de Mahala, pero fue presentado como si sólo hubiera sido organizado por el «networked individual», y sucedería una y otra vez. Como si los espectadores resumieran todo el proceso revolucionario en Egipto como un solo evento en Facebook organizado por la página: «Todos somos Khaled Said».
Dentro de los 18 días y la sentada en Tahrir: qué personas y qué régimen
Los gloriosos 18 días que derrocaron a Mubarak, como han sido definidos por muchos comentadores, no fueron ni tan gloriosos, ni sólo 18. En las siguientes líneas trataré de trazar el camino hasta el 25 de enero de 2011.
El 25 de enero de 2011 empezó en todos sitios: en todas las ciudades y también en muchas calles de El Cairo. Empezó en todos sitios y fue a la plaza de Tahrir. La plaza era la concentración del movimiento, no el centro. Todos los rayos bajaron a la plaza, después de los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, después de que la gente tomara la plaza declararon la sentada y publicaron la primera declaración de la sentada, que acabó con el eslogan: «la gente quiere la caída del régimen».
Como el 25 de enero, el 28 de enero de 2011 también empezó en todos sitios, como si en un solo momento la gente se levantara y decidiera quemar toda la autoridad, como si en un solo momento todo el régimen colapsara de una vez para todas. Eso no es del todo cierto. La tarde de ese día, Mubarak impuso un toque de queda y los militares tomaron todas las calles para rescatar al régimen, o en otras palabras, para contener el virus de la revolución en sólo algunas plazas y contra sólo una persona: Mubarak.
Establecer la línea entre la gente que cantó «el pueblo quiere la caída del régimen» y la gente que cantaba «el ejército y el pueblo son uno» no está muy clara, o quizá ni existe. La misma gente que cantó y luchó contra el régimen, cantó por una decisiva parte del régimen, el ejército.
«En sociedades dominadas por condiciones modernas de producción, la vida se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que había sido vivido directamente ha retrocedido a la mera representación» (Debord 1967, 2005).
El pueblo se ha visto como una representación y ha visto al ejército como una representación también, pero ¿una representación de qué?. Esta es la gran pregunta. El ejército es la representación de muchas cosas aquí: protector del Estado (la gente que se rebela demanda un Estado más protector, y un estado del bienestar más preciso), de los golpes militares (la gente que se rebela no estaba en contra de los golpes de estado), y del gran hermano (en el buen sentido) que los protege incluso de ellos mismos. El 28 de enero el pueblo descubrió su poder, pero también se quedó impresionado con él.
Esta cuestión sobre la gente, debería de considerar también cómo en la sentada, antes de la caída de Mubarak, hablaban entre ellos, se comunicaban, y vivían. Había mucho silencio durante los cánticos. La gente en Tahrir y otras muchas plazas intentaron evitar hablar de sus diferencias, intentaron ser uno, y esta unidad podía dirigirse en muchas direcciones: o unir a la gente que sabía de sus diferencias pero que las aceptaban, o la imposición de la unidad desde arriba, una unidad fascista que no permitiría ningún espacio para las diferencias.
El testigo y el mártir, la cuestión del shahid
En árabe, shahid significa ambos: testigo y mártir. Ser shahid significa estar presente en un accidente y haberlo presenciado. Además de tener la metafísica de la presencia, como lo usa Derrida (Lucy 2004, p.101). La presencia es importante para poder poseer el suceso; esta propiedad hace las cosas apropiadas y da autoridad. Después de la caída de Mubarak, el conflicto de las diferentes tendencias políticas se convirtió en un conflicto sobre la presencia.
Cada tendencia política intentó tener presencia en el espectáculo, una vez más «el espectáculo no es una colección de imágenes; es una relación social entre personas que está mediada por imágenes» (Debord 1967, 2005). Justo tras la caída de Mubarak, el viernes de la Victoria (18 de febrero de 2011) se pudo ver a millones de personas rezando con Al-Qaradawi, el espectáculo que dio a los Hermanos Musulmanes, y los salafistas, más presencia, y por lo tanto, más autoridad.
La presencia se hace con la shahada, lo que significa testimonio y martirio. El mártir consigue su presencia por el suplemento de la presencia; la ausencia. La metafísica de la presencia difiere aquí, se hace más metafísica una vez que alguien ha sido asesinado durante los enfrentamientos. Necesita purificarse para considerarlo un mártir: un mártir da autoridad a su facción política, les da una presencia que tiene su propia metafísica. Los Hermanos Musulmanes por ejemplo, usaron su propia Shahada y a los mártires para darles autoridad y presencia.
Por una parte, hay un tipo de shahada que significa testimonio. Para estar presente en el incidente necesitas probar tu presencia a través de una herramienta, por ejemplo, de «networked individualism», en ese caso: «la gente era al mismo tiempo hacedores y espectadores» (Sadiqi, 2013). La gente necesitaba otra existencia para estar presentes, usando una palabra del vocabulario cibernético: necesitaban usar add-ons y extensiones para obtener su propia existencia y su propia presencia.
Además de estos dos tipos de shahid, el presente y el ausente, el testigo y el mártir, existe también el mushahid, o el espectador, y en medio de todos ellos hay una relación social llamada espectáculo. El espectador siempre intenta tener más presencia en el accidente que el testigo y el mártir, por ello los cuestiona. Este proceso de cuestionamiento reconstruye la autoridad, permanentemente y constantemente, pasó y pasa en Egipto: acusan a los que tomaron Tahrir de tener relaciones sexuales durante los 18 días. Los ocupantes, por su parte, defendieron al sistema existente que usaba el sexo como un asunto general más que como uno personal, defendiéndose de las acusaciones de vandalismo y violencia. Defendieron al sistema existente monopolizando el poder y legitimando su propia violencia mientras que criminalizaban la defensa de la gente. Ayer el famoso artista Bassem Youssef fue acusado de desprecio contra el islam, defiende al sistema existente que interfiere en la consciencia personal, defendiéndose de las acusaciones.
La desprimaverización de la primavera árabe
En un artículo sobre la «Primavera Árabe y otros temas americanos», Joseph Massad argumenta que » apodar el levantamiento en el mundo árabe por los gobiernos occidentales y los medios de comunicación como «primavera árabe» (se dice que fue la revista americana Foreing Policy la que primero acuñó el término) no fue solamente una simple decisión arbitraria o incluso una elección de nomenclatura, más bien una estrategia de Estados Unidos para controlar sus propósitos y objetivos» (Massad, 2012). Mientras que estoy de acuerdo con él en que las revueltas árabes han sido apodadas como primaveras y primaverizadas, no concuerdo en que haya sido una estrategia de Estados Unidos, ya que en el terreno había mucha gente que apodó a su propia lucha con la imagen de la primavera.
¿Qué quiero decir con des-primaverizar y des-primaverización?
Uso el prefijo des- en todo su sentido. Significa hacer lo opuesto, eliminar, reducir además de otros significados del árabe. Youmna Tarrif Al-Khouly usó el término naqd en su traducción de Decentering the center, philosophy for multicultural, postcolonial and feminist world editado por Uma Narayan y Sandra Harding (2002, traducción árabe 2012). Naqd en árabe significa pérdida, negación revocación y también significa casación. Por des-primaverización me refiero a la deconstrucción de la imagen actual de la primavera y a la reconsideración de las revueltas en los países árabes como revueltas desprovincializadas, como parte de un proceso de cambio que está teniendo lugar en todo el mundo.
«Christopher Norries define deconstrucción como una serie de movimientos, que incluyen desmantelar las oposiciones conceptuales y los sistemas jerárquicos de pensamiento y desenmascarar las «aporías» y los momentos de auto-contradicción en la filosofía.» (Newman, 2001). Lo que significa que la des-primaverización de la primavera árabe es una serie de movimientos que cuestionan toda la imagen, trazan la historia de las revueltas árabes, traza las preguntas sin responder, para reconsiderar las ideas aceptadas, y otros análisis similares.
Por ahora la revuelta árabe necesita cuestionarse a sí misma: acerca del pueblo, del régimen, de los «networked individuals», acerca de los mártires y los testigos, acerca de su propio programa. La cuestión no sólo está dirigida a los árabo-parlantes, es una cuestión para todo aquel que sueña con una humanidad mejor.
Yasser Abdallah, anarquista posizquierda y traductor freelance.
Traducción: Laura Galián
Referencias
Louis Althusser (1971), Ideology and Ideological State Apparatuses, available online http://www.marxists.org/reference/archive/althusser/1970/ideology.htm.
Guy Debord (1967), the society of spectacle, I use Ken Knabb’s translation Rebel press (2006).
Youmna Tarrif Al-Khouly (2013), Naqd Markazeyat Al-Markaz, the Arabic translation of Decentering the center, philosophy for multicultural, postcolonial and feminist world edited by Uma Narayan and Sandra Harding (2002).
Joseph Massad (2012), The ‘Arab Spring’ and other American seasons, Aljazeera.com http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2012/08/201282972539153865.html
Saul Newman (2001), Derrida’s deconstruction of authority, Philosophy & Social Criticism, Vol. 27, No. 3.
Larbi Sadiqi (2013),Revolution as a carnival, Ajazeera.com http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2013/01/2013114895747883.html.