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Ni los monárquicos más reaccionarios se hubieran atrevido a semejante indecencia

La desvergüenza de José Blanco

Fuentes: Rebelión

«Lo llaman democracia y no lo es» cantan decenas de miles de ciudadanos en las plazas de España. Hasta gente de derechas ha tenido que reconocer a regañadientes que la indignada y pacífica protesta ciudadana sacaba a la luz las miserias de un régimen caracterizado por la corrupción y que hace agua en el terreno […]

«Lo llaman democracia y no lo es» cantan decenas de miles de ciudadanos en las plazas de España. Hasta gente de derechas ha tenido que reconocer a regañadientes que la indignada y pacífica protesta ciudadana sacaba a la luz las miserias de un régimen caracterizado por la corrupción y que hace agua en el terreno económico, social y también político.

En un intento de edulcorar la severa derrota sufrida por el PSOE en las urnas el 22 de mayo, de cerrar el paso a un congreso extraordinario que replantee la línea política seguida con el probable resultado de un cambio de dirección y de presentar también como modelo de democracia interna la convocatoria de elecciones primarias con un candidato único nombrado por el comité federal, José Blanco, vicesecretario general del PSOE y ministro de Fomento, ha hecho unas declaraciones a RTVE (programa Los Desayunos, 30-5-2011) que no pueden ser pasadas por alto.

Respondiendo directamente al lema central compartido por el Movimiento 15-M en su conjunto, es decir, ¡DEMOCRACIA REAL YA! No somos mercancía en manos de políticos y banqueros, ha afirmado con una sonrisa: «Cuando se habla de democracia real, yo tengo que decir que nuestro país tiene una democracia real tan real que muchos han dado su vida por ella. (…) Pero tenemos una democracia real y si no, que le pregunten a los que murieron por tener esta democracia«. Querer defender un sistema político puesto en cuestión sin dar argumentos a favor indica falta de razones y refuerza la crítica de los que protestan. Pero apelar a los muertos en defensa de la libertad para que desautoricen a los que ahora luchan precisamente por ella, es el colmo de la desvergüenza. Ni los monárquicos más reaccionarios -de viejo o de nuevo cuño- se hubieran atrevido a semejante indecencia.

Cuando todavía siguen sin ser identificados miles de republicanos fusilados en las cunetas, cuando el Tribunal Supremo se ha negado a anular la farsa judicial en la que se condenó al poeta alicantino Miguel Hernández, cuando seguimos ignorando en qué siniestro lugar está enterrado el poeta granadino Federico García Lorca, cuando el presidente del Congreso de Diputados se atreve a expulsar del hemiciclo a los represaliados del franquismo que llevaban una bandera republicana (la misma con la que fue sepultado en el exilio el poeta andaluz Antonio Machado), cuando se procesa al juez que se atrevió a investigar los crímenes del franquismo, cuando se persigue con saña a los sindicalistas andaluces del SAT (350 de los cuales han sido procesados), cuando hay cuatro millones y medio de parados, entre ellos el 43,5 por 100 de los jóvenes, cuando la mayor parte de los asalariados gana un sueldo miserable y cuando el gobierno socialista ha intentado por todos los medios dejar fuera del juego electoral a una cuarta parte del electorado vasco, resulta un escarnio llamar «democracia real» a esto.

Quizá aproveche José Blanco la ambigüedad del adjetivo castellano «real» para rechazar la crítica popular. Hay, en efecto, un «real» que procede del latín rex-gis (rey) y que significa relativo al rey o a la monarquía, como cuando hablamos de «palacio real». Pero hay también otro «real» que procede de res-ei (cosa) y que se opone a inexistente o imaginario, como cuando decimos «un suceso real». Es probable que, a tenor de su falta de argumentos, su «democracia real» conecte con la primera acepción del término y signifique simplemente «democracia coronada» o «democracia borbónica».

Los que conocimos por dentro los calabozos de la Dirección General de Seguridad y fuimos condenados por el Tribunal de Orden Público podríamos opinar algo sobre la pretendida modélica transición y sobre sus acomodados herederos, si se nos preguntara. Entiendo que quienes pertenecen a un partido de «100 años de honradez»… y 40 de siesta, no quieran mirar al pasado y pretendan olvidar nombres gloriosos como los del socialista Juan Negrín, el general católico Vicente Rojo, el comunista Julián Grimáu y tantos otros. Pero por una cuestión de dignidad se ha de respetar la memoria de los muertos, sin miedo a discutir con los vivos, en especial los jóvenes que ahora disfrutan de esta maravillosa «democracia real».

Todavía está reciente el rechazo de los ciudadanos a la política del presidente de gobierno, cuando José Blanco se atreve a cantar las excelencias de Zapatero en Televisión Española: «Todos tenemos en el partido socialista un reconocimiento infinito por el trabajo que ha desarrollado el presidente de gobierno, que ha supuesto que en un período tan corto de tiempo España avanzara tanto en el terreno de los derechos, en el terreno de la política social, en el terreno de la modernización infinita de este país». No vale la pena rebatir estas aduladoras palabras: bastaría con repasar en el Boletín Oficial del Estado las principales medidas del gobierno y contrastarlas con los índices económicos y sociales que ofrece periódicamente el Instituto Nacional de Estadística. Es comprensible el reconocimiento infinito de Blanco hacia Zapatero por los eminentes cargos que aquél ostenta en el gobierno y en el partido con tan escuálido curriculum profesional. Pero visto desde fuera, su apología zapateril puede calificarse simplemente de servilismo infinito.

El director del diario «Público» le recordó en la entrevista televisiva que algunos miembros del comité federal del PSOE habían expresado este temor para los próximos meses: «A ver si por completar las reformas, acabamos de hundir al partido». ¿Se va a producir entonces un giro a la izquierda?, preguntó el periodista, continuamente interrumpido por el señor Blanco. La respuesta de este agradecido ministro y vicesecretario general fue luminosa:» Hay que hacer un giro al futuro, como cuando en 1979 el partido abandonó el marxismo».

Todo indica, pues, una profundización de la política neoliberal y antisocial aplicada por el gobierno de Zapatero desde hace algún tiempo. Esperan conquistar así a las clases medias urbanas. Ya han empezado por tener el cerrado apoyo a sus reformas por parte de los banqueros y los grandes empresarios. Habrá que esperar a los «brotes verdes» y al espejismo que puedan crear en la sociedad las agencias de publicidad contratadas para ello. El giro al vacío ideológico y al precipicio electoral que algunos socialistas temen parece asegurado con estos modernizadores pilotos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.