«La Diada y el día después» es el título de un artículo en defensa del DDD [derecho a dividir-decidir] publicado por la alcaldesa de Barcelona en el global-imperial del pasado sábado 10 de setiembre [1]. Seis fragmentos, unas observaciones sobre ellos. Antes unos breves comentarios: 1. Seguimos sin saber la posición de Colau y Barcelona […]
«La Diada y el día después» es el título de un artículo en defensa del DDD [derecho a dividir-decidir] publicado por la alcaldesa de Barcelona en el global-imperial del pasado sábado 10 de setiembre [1]. Seis fragmentos, unas observaciones sobre ellos. Antes unos breves comentarios:
1. Seguimos sin saber la posición de Colau y Barcelona en comú respecto al tema-monotema más allá de la apelación a «que el pueblo decida». Supongamos que hablamos de cualquier otro tema, de la educación por ejemplo. En .Cat, como en el resto de España, hay grupos sociales partidarios de la privada-privada (Aula, la opción familiar de Artur Mas por ejemplo); otros de la privada concertada (no cito nombres) y otros, finalmente, de la pública. El contenido de clase e ideológico es manifiesto en la opción. ¿Pueden imaginarse una fuerza de izquierda que no manifestara su opinión sobre este asunto y dijera que la ciudadanía ya decidirá en su momento qué opción le parece la mejor o la más necesitada de apoyo? Si lo apuntado parece (porque es) un disparate, ¿a qué viene ocultar -o decir sí para mañana decir no o no exactamente así – la opción defendida en el asunto que nos tiene entre manos? ¿O no hay opción porque se intenta encontrar apoyos y electores en todas las opciones?
1.1.En ocasiones, parece que Colau y los comunes apuestan por una República confederada con el resto de España (o con otras Repúblicas confederadas). Si hay un sistema político intrínsecamente inestable, ese sistema es una confederación. Estados Unidos empezó siendo una confederación y ahora es una República Federal. Lo más parecido a una confederación es la Unión Europea. La legislación ha de ser validada por cada Estado miembro. Eso sí, conocemos muy bien lo que les pasa cuando se plantean objeciones. Ni Suiza ni Canadá son buenos ejemplos. Realmente son federaciones no confederaciones.
2. El lenguaje: ¿qué podrá significar eso de «una parte muy importante de la población catalana, y del conjunto del Estado, ya no se siente representada en el pacto constitucional de 1978»? ¿Qué parte del conjunto del Estado? ¿Los trabajadores interinos del ministerio de Hacienda? ¿Los funcionarios del departamento de Comercio Exterior? En el fondo de lo escrito: Cataluña es una nación y, por tanto, se puede hablar tranquilamente de Cataluña y lo otro, sin precisar nunca, es una cosa muy rara a la que, como «siempre» hemos hecho, seguimos llamando «Estado español» porque España es palabra de fachas y afines. Vamos, lo de TV3: llueve en Granollers y nieva en el Estado español para informar que nieva en Jaca.
3. La ausencia de críticas a la derecha catalana y sistemas políticos afines. Lean el artículo. Vean como deja Colau a la derecha española y vea también la total ausencia de referencias críticas a la derecha catalana que, según las últimas investigaciones empírico-científicas, son gente de otra pasta, más humanistas, más generosos, más modernos, ángeles sociales. Otra clase social. Un Millet, por ejemplo, poco tiene que ver con un Pérez o con un Rato. Es català i viu i treballa a Catalunya!
4. La ausencia de matices: toda la derecha española, afirma Colau, a lo largo de 150 años ha sido incapaz de desprenderse de una visión centralista, homogeneizadora y trasnochada de España. Toda ella, sin excepciones, como un solo hombre o una sola mujer. Vale, sea así… sin serlo. En cambio, cuando se habla del secesionismo el matiz se impone: «El inmovilismo crónico de Rajoy ha alimentado el mantra de «España es irreformable» entre algunos sectores del independentismo». Aquí son «algunos» cuando todo parece indicar que el mantra (y de hecho, el insulto político) es compartido, en este caso, por todas las variantes de secesionismo catalán.
5. Pueblo-ciudadanía como un todo uniforme. No es un caso singular el de Colau por supuesto. Pero la permanente consideración de la población catalana en términos de pueblo o de ciudadanía diluye, por arte de magia lingüística, la existencia de clases sociales y promueve la construcción social, como dicen ahora algunos, de un pueblo catalán del que todos formaríamos parte, un sólo pueblo, un sólo país: Pujol, Mas, Millet, Fainé, trabajadores en precario, trabajadores en paro forzado, mujeres en la economía sumergida, estudiantes en búsqueda de contratos temporales de 10 horas y 15 minutos,la multinacional Barça-Qatar,… Todos a una, todos somos un único pueblo que aspira a una Cataluña perfecta. Así, pues, adelante, a por ellos, a por quien sea.
No me extiendo más. Observaciones sobre el artículo:
1.»Mañana, con motivo de la Diada, miles de catalanes volverán a expresar en las calles su voluntad de decidir libremente su futuro y su deseo de independencia frente a un estado que ignora sus derechos y libertades nacionales. No se cansen en contarlos, serán muchos. Quizás sean más o quizás menos que en los últimos cuatro años. En cualquier caso, volverán a ser un número suficiente para que cualquier gobierno con vocación de escuchar a la ciudadanía los tenga en cuenta. Por desgracia, no será el caso del presidente en funciones. Ya podemos avanzar su respuesta: alabanzas a la «inquebrantable unidad de España» y firmeza para hacer frente al «desafío secesionista».
a. De decidir libremente su futuro, desgraciadamente, poco o nada. Para ello, los trabajadores y trabajadoras deberían exigir la abolición del sistema del Capital y el mal. Con él en acto, no existe libertad ni autodeterminación real para el pueblo asalariado. b.»Lo deseo de independencia» es una formulación inexacta porque lo que se exige es la secesión, la separación, la destrucción de un demos común. La independencia es otra cosa: sin OTAN, sin UE apisonadora neoliberal, etc c) En todo caso, la formulación es la aceptación del carácter secesionista de la manifestación a la cual Colau ha anunciado asistir como alcaldesa cuando no fue elegida para ese cometido (con mi voto por ejemplo). d) «Lo de contarlos o no contarlos» es otra forma de decir que las cifras dadas durante estos años han sido exactas y no es el caso ni de lejos. e) Colau parece poder adivinar el futuro y parece apuntar a que el gobierno, el Estado o España, no sé muy bien a quien se está refiriendo, es irreformable, seguirán haciendo siempre lo mismo… Pero, afortunadamente, no es el caso por lo que señala a continuación.
2.»El inmovilismo crónico de Rajoy ha alimentado el mantra de «España es irreformable» entre algunos sectores del independentismo. Se trata de un argumento que no comparto, y que desde un punto de vista ético siempre me ha parecido reaccionario. ¿Quién puede negar a una comunidad política la capacidad y el derecho a ser transformada y mejorada mediante el ejercicio de la democracia y la participación ciudadana? En cambio, quien sí se ha revelado cómo irreformable es la derecha española, que a lo largo de 150 años ha sido incapaz de desprenderse de una visión centralista, homogeneizadora y trasnochada de España. Cada vez que Rajoy amenaza a las instituciones catalanas con medidas penales, no está insultando sólo a los representantes del pueblo catalán, sino al conjunto de la España democrática».
a) ¿Por qué sólo desde un punto de vista ético? ¿No es claramente un insulto político a millones de ciudadanos españoles que han abonado y están de acuerdo con la necesidad de reformar las instituciones españolas? b) No es que uno pretenda ser un defensor de la derecha española pero afirmar lo que se afirma sobre ella en los últimos 150 años parece olvidar las diferencias entre la estructura del Estado español en la segunda mitad del XIX, pongamos por caso, y la del Estado autonómico de 2016, que sin ser ninguna maravilla político-social no es, desde luego, el estado más centralista del mundo-mundial. c) Por lo demás, la permanente mirada homogeneizadora de la derecha española es más que discutible; en cambio, no lo es tanto la permanente mirada homogeneizadora de la derecha catalana y grupos próximos sobre la población o el pueblo catalán, pensándolo o aparentándolo, como un pueblo idéntico a lo largo de los siglos, un pueblo con una especie de unidad singular de destino en lo universal.
3. «La actual desafección catalana con el Estado español tiene un detonante, la Sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto, y un principal responsable, el Partido Popular, que de forma insensata y por puro interés partidista prefirió explotar la vía del enfrentamiento territorial y el recurso a los tribunales. De esos polvos, estos lodos. La actitud claudicante del PSOE tras la Sentencia y el proceso recentralizador impulsado por el PP han convertido el autonomismo en una vía muerta».
Sin ocultar responsabilidades, la actual desafección catalana tiene uno de sus detonantes principales en las fuerzas secesionistas catalanas que -desde hace muchas décadas- aprovechan cualquier ocasión, la que sea, para liarla y probar-demostrar (falsamente) que España es un país de brutos y zafios y Cataluña es la modernidad ilustrada. Luego, por tanto, fuera, lejos de aquí, a crear un Estado propio (lo que Colau votó el 9N). Con los españoles, no podemos entendernos. Tienen memes de cabreros y conquistadores, son otra cosa (un historiador famoso y supuestamente de izquierda afirmó algo parecido).
4.»Una parte muy importante de la población catalana, y del conjunto del Estado, ya no se siente representada en el pacto constitucional de 1978. El país ha cambiado. Es necesario y urgente ampliar el reconocimiento y garantía de los derechos civiles y sociales, incluyendo también el derecho a decidir del pueblo catalán a fin que éste pueda decidir libremente cuál tiene que ser su relación con España, sea ésta federal, confederal o de independencia. No se trata de un desafío a la democracia, sino de un desafío democrático. Se trata de ampliar la capacidad de decisión de la ciudadanía frente a aquellos que defienden una lectura inmovilista y restrictiva del texto constitucional. Ante esta voluntad democrática, la judicialización del conflicto no solo constituye la peor salida posible, sino que trae aparejada una consecuencia todavía más tenebrosa: la politización de la justicia, al convertir los tribunales en una tercera cámara sin control ciudadano. Los efectos de esta no-solución son de sobra conocidos: aumento de la polarización, pérdida de confianza en las instituciones y bloqueo político, que en este último ciclo electoral ha alcanzado incluso la gobernabilidad del estado. Por supuesto, estamos ante un asunto complejo, que no admite soluciones mágicas. Estoy convencida que para abordarlo correctamente son necesarias grandes dotes de escucha y diálogo, actitudes para las cuáles la derecha española, en sus formas más viejas o más nuevas, parece incapacitada».
Muchas líneas para reivindicar el derecho de autodeterminación que no cuadra en absoluto con la situación de Cataluña en el actual marco español aunque se fuercen una y mil veces las cosas. La última observación sobre este nudo, la de la delegada de la ANC en Madrid que declaró el pasado 10 de setiembre que -tomen nota, va en serio- «Cataluña era la última colonia que le quedaba a España». ¡Colonia (no en sentido de perfume), la última! Ya lo saben: los catalanes estamos colonizados por el Imperio español. ANC dixit y punto. Carme Forcadell ya nos advirtió de ello hace unos meses: ¡somos esclavos de los españoles, de los ñoles». Por lo demás, esos grandes dotes de escucha y diálogo a los que se hace referencia casan muy mal con las urgencias de los planes secesionistas y con la participación en sus actos políticos.
5.»Es urgente una modernización del modelo territorial que apueste decididamente por el reconocimiento de la plurinacionalidad y del derecho a decidir. Sin embargo, en las condiciones actuales, la incorporación a este nuevo modelo no puede realizarse a través de la imposición, sino tras el reconocimiento previo de las múltiples soberanías que libre y fraternalmente decidan sumarse, o no, a articular un proyecto común. Este es el reto que tenemos entre manos; no solo en España, sino también en Europa».
En síntesis: primero dividimos España en cuatro o cinco naciones. Luego, ejercemos el derecho de autodeterminación en cada una de ellas. Y luego, si es el caso, nos juntamos o nos separamos o hacemos los que no vengan en gana en función de nuestros deseos más o menos mayoritarios. Si la cosa se hace como se viene haciendo desde el 27S (perdieron su referéndum pero siguen con el «proceso»), ya podemos imaginar en que lodazal nos van a ubicar. Un lodazal, como se sabe, de imposible reparación. No es como votar equivocadamente a Barcelona en comú, mi caso, pensando que eran algo que ya no son o que no han sido nunca.
La cosa, además, se extiende a Europa. ¡La Europa de las naciones se pone en marcha! ¡Una lengua, un pueblo, un Estado! ¡La que nos espera en las próximas décadas! ¡Menudo programa de izquierdas para avanzar hacia el socialismo, la equidad, la justicia, la paz y la libertad! La filosofía de la historia anti-benjaminiana! ¡En lugar de frenos de emergencia, aceleración y al límite!
6.»Pasado mañana, cuando las calles catalanas recuperen la normalidad, la cuestión territorial seguirá allí. Las elecciones vascas y gallegas volverán a recordarnos que la España uniforme de Rajoy es tan sólo un constructo mental. España es ya un estado plurinacional de hecho. Ahora necesita serlo también de derecho».
Aparte del innecesario menosprecio político a Rajoy (¡queda muy de izquierdas!), a quien se piensa más tonto de lo que es, ¿a qué viene esa reivindicación cansina de la España plurinacional? España es un país de países, dicen, en España coexisten varias naciones. Vale. ¿Y qué pasa? ¿Qué hacemos? ¿Nos damos tortazos entre nosotros o intentamos convivir? ¿No ha pensado Colau que esa heterogeneidad de la que habla también se da en el interior de las naciones que componen el país en conjunto? ¿Reconoce Cataluña su propia plurinacional o en este caso ya no vale y somos «un sólo pueblo, queramos o no queremos»? ¿Pero no se está criticando el uniformismo?
Por lo demás, las calles catalanas no han recuperado su normalidad ni la recuperarán en tiempo. Hay demasiada contaminación, demasiada injusticia, demasiados coches, demasiados trabajadores desesperados, demasiadas mujeres maltratadas, demasiado maltrato a la educación y a la sanidad públicas, demasiado turismo invasor, etc etc. No todo es, digan lo que digan, la cuestión territorial. Y nosotros lo sabemos y Colau lo sabe… o cuanto menos debería saberlo.
Nota:
1) http://elpais.com/elpais/2016/09/09/opinion/1473433360_212182.html
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