Recomiendo:
0

Palestinos que huyen de Siria al Líbano

La dura lucha de los refugiados dos veces desplazados

Fuentes: Jadaliyya.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

La historia personal de Misar Lahan representa la de miles de refugiados palestinos que van llegando al campo de refugiados de Shatila, en el Líbano, desde la vecina Siria asolada por la guerra. Su traslado al Líbano representa un segundo desplazamiento (el primero fue desde Palestina) y muchos de estos refugiados han perdido ya la esperanza, algunos incluso están considerando la idea de volver con sus familias a Siria. El laberinto específico de discriminación y segregación hacia la ya existente población de refugiados palestina del Líbano ha hecho que muchos de los recién llegados sientan que Siria, a pesar de la violencia, les ofrece más dignidad y mayor capacidad para vivir con los medios económicos de que disponen.

Entre la violencia y la discriminación

En los estrechos callejones anegados de aguas residuales de Shatila, uno de los campos de refugiados más espantosos del Líbano, Misar Lahan mira fijamente con sus cansados ojos el barrio de chabolas verticales que la rodea. A principios de septiembre tuvo que escapar de la violencia que asoló su hogar en el Campo de Yarmuk, en Siria, donde vive el mayor número de refugiados de los 455.000 palestinos que están en el país. Ella dejó atrás todos los aspectos de su vida, menos sus niños: Ahmed, de 15 años, Hayzam, de 10, y Mirna, un bebé de dos años.

En los campos de refugiados de todo el Líbano, estos «nuevos» refugiados palestinos se están encontrando frente a frente con las crueles realidades históricas y contemporáneas de la discriminación, segregación y subdesarrollo de los ya más de 400.000 refugiados palestinos diseminados por el Líbano. Los nacionales sirios y los refugiados palestinos que huyen de Siria escapan de la misma violencia aniquiladora, pero tan pronto como entran por la frontera del Líbano han de enfrentarse a todo un conjunto completamente diferente de regulaciones. El estatuto de apátrida de los casi 7.000 refugiados palestinos que han escapado de Siria les exige tener que pagar aproximadamente 17 dólares por una visado de quince días, o 33 dólares por un visado de un mes, no renovable, tras el cual se espera que se marchen o que tengan que pagar multas por superar ese plazo de estancia. Se ven también sometidos a las mismas leyes discriminatorias establecidas desde hace mucho tiempo contra sus compatriotas palestinos reasentados aquí anteriormente. Esas leyes excluyen la posibilidad de poder acceder a los colegios libaneses, a las oportunidades de trabajo en general (limitándoles a los puestos de trabajo más duros), a la atención sanitaria y a otros derechos civiles básicos.

Amontonados en los doce miserables campos de refugiados oficiales del Líbano, donde solo se dispone de electricidad a ratos y las familias se apilan en apartamentos de una sola habitación, se ha informado ya en numerosas ocasiones que la vida de los refugiados palestinos en el Líbano puede compararse y ser aún peor que la de los que viven bajo la ocupación israelí en Gaza. Las ONG, como American Near East Refugee Aid (ANERA), han citado a los campos palestinos en el Líbano como los peores de la región en cuanto a condiciones de vida, pobreza, educación y sanidad. Tal contexto establece un agudo contraste con el de los sirios que tienen pasaporte, quienes aunque experimentan su propio conjunto de penosas condiciones, tienen garantizado un visado de residencia de seis meses que se les concede gratis. También disfrutan del derecho a trabajar sin permisos (según un acuerdo establecido hace tiempo) y a estabilizarse en el Líbano sin las restricciones que se les imponen a los refugiados palestinos como consecuencia de su estatuto de apátridas.

Además, los recursos de la ayuda son incluso más limitados aún para aquellos refugiados palestinos que han tenido que desplazarse por segunda vez -y que están ahora cruzando la frontera desde Siria- que para los refugiados sirios. Esto se debe sobre todo a que los refugiados palestinos que residen en Cisjordania, la Franja de Gaza, Jordania, Siria y el Líbano caen bajo la jurisdicción específica de la Agencia de las Naciones Unidas para la Ayuda a los Refugiados (UNRWA, por sus siglas en inglés). Los refugiados palestinos en otros países -o los refugiados de otros orígenes en cualquier país- están bajo la jurisdicción del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), puesto que pueden registrarse con la citada organización.

Mientras Misar camina silenciosamente a través de las calles llenas de basura estrechando a Mirna contra su cadera, se mentaliza para volver a adaptarse a Shatila. Las desahuciadas calles no son nuevas para ella. Nacida en la misma Shatila, Misar escapó en 1982 durante uno de los episodios más trágicos en la historia de los refugiados palestinos. La infernal masacre ocurrida en 1982 en Sabra y Shatila, en la que perecieron más de 800 refugiados civiles palestinos, hizo que abandonaran estos campos desordenadamente después de que las fuerzas israelíes acordonaran las salidas del campo mientras una milicia derechista de la Falange Libanesa perpetraba un asedio criminal. Pocos sobrevivieron para poder contar la historia.

Misar escapó pero no ha olvidado. Era casi un bebé cuando ocurrió la masacre. Misar cavila sobre la ironía de haber vuelto con sus propios niños: «Escapé de este barrio depauperado con mi familia cuando tenía la edad de Mirna a causa de la guerra, y ahora estoy volviendo con Mirna para escapar de otra guerra. La vida es una locura». Mirna, una pequeña de débil cuerpecito mira a su madre con aprensivos ojos marrones, invadida por un desesperado ataque de pánico ante el sonido de un ruido muy fuerte, con sus diminutas orejas sacudidas por sonidos demasiado familiares de los bombardeos sufridos cerca de su hogar en Yarmuk.

El creciente coste de la seguridad

Misar tomó la decisión de huir del Campo de Yarmuk en Siria cuando se vio atrapada como objetivo de los bombardeos tanto del régimen sirio como del Ejército Sirio Libre. Su marido, pintor brocha gorda, le dio a Misar los ahorros de la familia para que huyera y buscara refugio en Líbano mientras él se quedaba en Siria. Misar y sus tres hijos comparten ahora una habitación con otra familia de cuatro personas con un alquiler mensual de 250$, el triple de la cantidad que gastaba en albergar a su familia en Siria. «Con un cuarto de dólar podía conseguir el pan para toda la familia. Aquí me cuesta cuatro dólares». Sin posibilidad de ganar algún ingreso debido a su condición de refugiada palestina, Misar cuenta con muy pocas opciones.

Sus problemas actuales de desplazamiento son compartidos por alrededor de 7.000 refugiados palestinos que han huido de Siria, según la lista de personas registradas de la UNRWA. Confiando en tener mejores condiciones de vida que en la Siria asolada por la guerra, palestinos como Misar luchan para adaptarse a vivir en un campo que tiene muy limitados recursos. Pero la crisis actual de palestinos huyendo del torbellino que asola la región no es un suceso nuevo, como en el pasado mostraron las guerras en Iraq, Kuwait y el Líbano. Sin embargo, la tragedia ha aumentado aún más, ya que nunca se ha puesto en marcha una solución auténtica a largo plazo, a pesar de la naturaleza cíclica de esta catástrofe humanitaria.

La economía libanesa juega un papel en los obstáculos a que se enfrentan los palestinos en Shatila. El Líbano disfruta de un PIB más alto que el de Siria, lo que se traduce en un mayor coste de vida. Mientras Siria tenía redes sociales de aprovisionamiento más fuertes, el Líbano tenía una economía orientada hacia el libre mercado y carece de muchos de los beneficios de la seguridad social de los que vivían bajo el umbral de la pobreza en Siria. Además, bajo el sistema legal sirio, los refugiados palestinos tenían acceso a oportunidades de trabajo, educación pública, sanidad y otros servicios gubernamentales.

El violento desplazamiento, junto con la repentina ausencia de muchos suministros básicos ha dejado a la mayoría de estos «nuevos» refugiados palestinos en estado de shock. Muchas familias están incluso considerando la posibilidad de volver a la zona de guerra en Siria para escapar de sus nuevos problemas financieros. En el cruce de Masna, en la frontera sirio-libanesa, otra familia de cuatro miembros regresa a Siria, ya que no tienen otra opción que la de volver a sus hogares arrasados por la guerra. Ahmed Shehata, padre y refugiado, explica: «No tengo otra opción más que la de volver atrás con mi familia. No se me permite trabajar aquí [en Líbano] por ser palestino y estamos solos aquí. ¿Cómo voy a mantener a mi familia?

La ayuda: un pozo seco

Algunos refugiados palestinos, como Ahmed Kolak, se hacen preguntas acerca de la falta de reciprocidad de los gestos humanitarios. «En 2006, durante el conflicto israelo-libanés, abrimos nuestras casas a los refugiados libaneses, pero ahora nos han dejado solos». Algunos indicaron que aún no habían visto nada de la prometida ayuda de la UNRWA. «La UNRWA viene y registra nuestros nombres, pero desde que hemos llegado no hemos recibidos ninguna ayuda de ellos. Una ONG islámica les ha proporcionado colchones».

Los refugiados palestinos en el Líbano son atendidos exclusivamente por la UNRWA, que está luchando con un presupuesto muy limitado para poder ofrecer el necesario apoyo. La portavoz de la UNRWA, Huda Samra, subrayó la dificultad de los doblemente desplazados palestinos para encontrar trabajo:

«Tenemos la experiencia de los palestinos convertidos en refugiados dos veces y dos veces desplazados. Desde el punto de vista humano, es muy duro ver que una humillación así ocurre una y otra vez. Su gravísima situación no tiene fin. Esta gente lo ha perdido todo y tiene que empezar desde cero una vez más».

Pero Samra explica que la Agencia carece de financiación para poder ofrecer esta vez más apoyo a los refugiados:

«No podemos hacer mucho por ellos. Estamos proporcionando cuidados sanitarios primarios y educación en nuestros colegios. Estamos haciendo todo lo que podemos pero sabemos que es insuficiente. No podemos hacer nuestro trabajo debido a la grave disminución del presupuesto».

Un problema al que hace referencia Samra es al número de refugiados palestinos que permanecen en el Líbano una vez agotadas las fechas de sus permisos. Si les cogen, deben pagar una multa de 33 dólares para renovar el visado. Esto pone de relieve un importante contraste en relación con los refugiados sirios. Otro empleado de la UNRWA que prefiere mantener el anonimato explica que hay una diferencia entre el trato a los refugiados sirios y el que se da a los refugiados palestinos que huyen de Siria. Los visados de los palestinos necesitan de constantes renovaciones que acaban pagando hasta que pueden permitírselo y después pasan a la clandestinidad. No es ningún secreto que las políticas del gobierno libanés hacia los palestinos sin inherentemente discriminatorios y marginadoras.

Los refugiados desplazados no tienen ningún sitio adonde trasladarse, y la Agencia no tiene financiación de donantes internacionales para poder seguir apoyándoles. La posición de la UNRWA alega que están intentando incansablemente aumentar los fondos pero que en los últimos tres años han tenido que luchar con el déficit de la organización, por un valor de cien millones de dólares. «Empezamos cada año sin saber si vamos a poder sobrevivir los tres últimos meses. Estamos haciendo frente a una crisis crónica y aguda de financiación», dice el Director de Comunicaciones de la UNRWA, Chris Gunness.

Mientras Misar calma a su niña, caminando aún por las callejas entre los refugios de Shatila, nos cuenta que cada vez está más angustiada. «Estoy preocupada por los niños. El colegio ha empezado ya y la UNRWA nos ha dicho que las clases están llenas. Nos arriesgamos a pagar un precio muy caro de fatalidad si nos quedamos en Siria, pero aquí el coste de la vida hace que la supervivencia sea una lucha tan dura o más que allí».

Miles de refugiados palestinos que han huido de Siria al Líbano se enfrentan a diario a esta horrible paradoja. Para ellos, el destino de discriminación y desigualdad en el Líbano es tan terrible como el destino de violencia en Siria. Misar se debate para poder asumir este desplazamiento: «La vida que establecimos en Siria se convirtió en nuestro hogar. El gobierno libanés permite que los refugiados sirios trabajen, se queden seis meses y renueven su permiso de estancia gratis. ¿Por qué tiene que ser diferente para los palestinos?

Dina Amer es una periodista independiente que reside fuera de El Cairo. En el pasado ha publicado sus artículos en The New York Times, CNN y PBS.

Fuente original: http://www.jadaliyya.com/pages/index/8322/the-struggle-for-twice-displaced-refugees_palestin