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La educación del odio

Fuentes: Rebelión

Uno de los motivos que hace mirar con escepticismo el proceso de paz es el odio enraizado que existe entre la población palestina e israelí hacia el otro. Esa desconfianza mutua, esa presunción de que van a ser traicionados por el otro, resta credibilidad a los negociadores y propaga la desesperanza entre la población.

Casi todos los niños palestinos detestan a esos señores vestidos de verde olivo que les impiden a diario acudir a sus colegios con normalidad y que vigilan los muros que les privan de divisar el horizonte. Por no hablar de esas gentes de negro y con gorrito -los colonos- que les vilipendian e insultan cuando van por la calle. Tampoco aquellos cuyos hermanos mayores o padres están en cárceles ilegales o han sido asesinados por el ejército israelí estarán en condiciones de sentir aprecio por los vecinos que ocupan su tierra. ¿Quién no les despreciaría?

En el caso israelí, podría pensarse que el odio infantil hacia los palestinos se da solamente entre los hijos de colonos radicales o entre los hijos de víctimas de atentados suicidas, que son quienes tienen contacto diario con los palestinos. Nada más lejos de la realidad. El odio a los palestinos es impulsado a diario desde los Ministerios del país, en especial el de Educación. Muchos libros de historia en Israel sostienen que antes de la llegada de los judíos a Israel, a finales del S.XIX y principios del XX, vivían en la zona «pueblos nómadas y primitivos que se refugiaban en cuevas». Además, el Gobierno israelí prohíbe a los profesores hablar del genocidio palestino de 1948, la Naqba. Los libros de texto árabes son revisados y cambiados en aquello que ponga en peligro el judaísmo del Estado.

Por eso, no sorprende la encuesta hecha en Israel dentro del marco de conferencias «La educación en la era digital», realizada a niños y niñas israelís de entre 15 y 18 años. Ante la pregunta de si creen que los niños palestinos tienen los mismo derechos que los judíos en Israel, el 64% contestó que cree que no. Y más grave aún, el 59% de éstos, cree que los palestinos no deben tener los mismos derechos plenos que los judíos. El 96% de los niños cree que Israel debe ser un Estado judío y democrático, y el 41% considera que debe retirarse la ciudadanía a aquéllos que no sean judíos. Por su parte, el 27% cree que aquellos que no crean que Israel debe ser un estado judío, han de ser llevados a los tribunales.

Y un dato más curioso: a la pregunta de si compartirían clase con un gay, el 23% dice que no. Cuando se trata de que haya en clase discapacitados, el porcentaje de rechazo sube al 32%. Pero más importante aún, al preguntarles si compartirían clase con un árabe, el 50% de los estudiantes judíos dicen que no. Si a esto le unimos que el 83% de los encuestados se mostró deseoso de ingresar en las filas del ejército israelí, obtenemos que muy probablemente no les temblará el pulso cuando se trate de disparar contra la población palestina potencialmente peligrosa.

Con unos futuros ciudadanos que son educados en el odio hacia el otro, difícilmente podrá lograrse la convivencia pacífica entre los dos pueblos. Pero no seamos equidistantes, pues la responsabilidad de ese odio es mayoritariamente israelí. Un desmantelamiento de asentamientos, muro ilegal y checkpoints, permitiría a los niños palestinos cambiar su visión sobre los israelís. Y un cambio en la política educativa israelí, contando lo que de verdad pasó en esa tierra, daría un buen impulso hacia la paz entre ambos pueblos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.