Traducido para Rebelión por LB.
Hacía tiempo que el equipo israelí [encargado de diseñar la respuesta israelí a la reciente victoria de Hamás en las elecciones palestinas] no se reía tanto. El equipo, encabezado por el asesor del primer ministro, Dov Weissglas, y que cuenta entre sus miembros con el jefe del Estado Mayor del ejército israelí, con el director del Shin Bet y con varios generales y funcionarios de alto rango, celebró una reunión con el ministro de Asuntos exteriores, Tzipi Livni, para decidir la respuesta israelí ante la victoria electoral de Hamas. Todos estaban de acuerdo en la necesidad de imponer un asedio económico a la Autoridad Palestina, y Weissglas, como de costumbre, se encargó de suministrar el chiste: «Será como una cita con el dietista. Los palestinos adelgazarán un montón, pero no morirán«, comentó jocosamente el asesor, haciendo que los demás participantes estallaran en carcajadas. Y, bien mirado, ¿por qué no iban a partirse de risa y relajarse al oír un chiste tan logrado como ése? Si Weissglas le cuenta el chiste a su amiga Condoleeza Rice seguro que también se ríe.
Pero el chascarrillo de Weissglas era de un mal gusto particularmente grave. Volvió a revelar, tanto el propio chiste como el torrente de carcajadas que provocó, hasta qué punto la borrachera de poder que intoxica a Israel ha desquiciado completamente al país y ha distorsionado su sentido moral. Con un simple chiste, el exitoso abogado y hedonista de Lilenblum Street, Tel Aviv, demostró la escalofriante falta de sensibilidad que se ha extendido por los escalones más altos de la sociedad y política israelíes. Mientras que las masas palestinas viven en condiciones inhumanas, con estremecedores niveles de desempleo y pobreza desconocidos en Israel, humillados y encarcelados bajo nuestra responsabilidad y por nuestra culpa, los mandamases del estamento político y militar israelíes se echan unas sanas risas justo antes de decidir imponer un bloqueo económico que será incluso más brutal que el implementado hasta la fecha.
La propuesta de hacer pasar hambre a un pueblo sometido a dieta se acepta aquí sin protestas y sin ninguna crítica pública. Incluso dicho en broma, la cosa es mucho peor que las viñetas danesas. Refleja un estado de ánimo generalizado que va a hacer posible la implementación de medidas concretas crueles. Si hasta hoy se podía argüir que Israel era básicamente insensible con respecto al sufrimiento del otro y cerraba los ojos (sobre todo las clases más pudientes, atareadas en vivir a tope en medio de la abundancia) mientras que toda una nación gemía a sólo unos kilómetros de distancia, ahora Israel se dedica también a hacer chistes a costa del sufrimiento de los demás.
No ha sido éste el primer chiste o contribución de Weissglas al discurso público racista e imperial dominante en Israel con relación a los palestinos. Su verdadero rostro ya quedó al descubierto hace aproximadamente año y medio en el curso de la célebre entrevista que le hizo Ari Shavit y que publicó Haaretz. En ella Weissglas declaró: «Y nosotros hemos educado al mundo para que comprenda que no tenemos ningún interlocutor válido. Y recibimos un certificado de «nadie-con-quien-hablar»… El certificado será revocado solamente cuando suceda esto y lo de más allá… cuando Palestina se convierta en Finlandia«. Con esas palabras alcanzó Weissglas la cúspide del cinismo: la misma persona que estaba involucrada hasta las cejas en el asunto del Annex Research —la empresa tapadera que canalizaba enormes donativos hacia el primer ministro [Sharon]—, esa misma persona pone como condición para negociar con los palestinos que éstos se transformen en el país considerado como el menos corrupto del mundo según una clasificación en la cual Israel figura en el poco envidiable puesto nº 26.
La recomendación de una «dieta», junto con las medidas coercitivas que Israel se dispone a imponer al pueblo palestino deberían haber provocado un clamor de protesta en la sociedad israelí. Incluso dejando de lado la espantosa sandez política que supone poner a Hamas contra las cuerdas en lugar de proporcionarle la oportunidad de cambiar de rumbo, e incluso ignorando el hecho de que Israel planea confiscar impuestos [palestinos] que no le pertenecen, la política del Gobierno del Kadima suscita interrogantes acerca de su sentido de la humanidad. ¿En qué lugar del mundo existe el derecho de insultar a todo un pueblo de esta forma? ¿Es sólo debido a nuestro gran poder [militar] y porque los USA nos dan licencia para salirnos de madre y hacer lo que nos viene en gana?
Hace ya mucho tiempo que dejamos de hablar de moralidad. Al fin y al cabo, no vivimos en Finlandia. A pesar de ello, no estaría de más preguntarse: ¿Qué país del mundo se atrevería a empeorar las condiciones de vida (tan miserables) de los habitantes de un territorio ocupado por él? ¿Cuál fue el pecado de los 4.000 afortunados habitantes de Gaza a los que Israel aún permitía trabajar dentro de sus fronteras y a los cuales está cerrando las puertas ahora? ¿Les vino a la mente a los dirigentes políticos la imagen de esas gentes oprimidas, hacinadas y humilladas en el paso fronterizo de Eretz camino de su casa tras una agotadora jornada de trabajo? Según el último informe de la ONU, publicado en diciembre, más de la mitad de los palestinos viven ya bajo el umbral de la pobreza. El año pasado, el 37% tenía dificultades para conseguir alimentos y el 54% de los habitantes de la «liberada» Franja de Gaza han reducido la cantidad de alimentos que consumen. La mortalidad infantil ha aumentado en un 15% y el índice medio de desempleo ha llegado al 28% Para viajar por Cisjordania los palestinos deben atravesar no menos de 397 retenes militares israelíes, a lo que hay que sumar el hecho de que Israel pretende ahora reforzar su control sobre los palestinos.
El único freno que todavía contiene a Israel es el factor imagen: Israel teme que se extienda el hambre sólo porque tiene miedo a la reacción mundial, no a la bestialidad de la propia hambruna. No obstante, existe aquí una competición entre los políticos por ver quién propone las medidas más extremas, incluyendo el corte del suministro eléctrico y del agua y el abandono a su suerte de millones de personas. ¿Formará esto parte del torbellino electoral? ¿Será esto lo que quiere el votante israelí?
Lo que se ve desde ahí no es lo que se ve desde aquí: desde los restaurantes lujosos en los que almuerzan Weissglas y sus colegas del «Equipo Hamas», desde la sofisticada red de carreteras por las que vuelan en sus vehículos oficiales, desde los espléndidas salas de conciertos, desde sus frecuentes viajes al extranjero… desde esos sitios no se alcanza a ver el sufrimiento. Desde ahí es fácil imponer más decretos con sólo chascar la lengua, sin considerar las terribles consecuencias que provocarán en los miserables callejones de Jenin y en las ruinosas chabolas de Rafah. Desde ahí uno puede incluso hacer chistes sobre todo ello.
Texto original en: http://www.counterpunch.org/levy02202006.html