Hace cuatro meses que Rajoy empezó en Brasil una gira oficial por América Latina, en la que manifestó la «gran preocupación» del Gobierno español por la situación de Venezuela. Mientras, a pesar de los titulares sobre la bonanza, la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre de 2017 contabilizaba 3,9 millones de parados y […]
Hace cuatro meses que Rajoy empezó en Brasil una gira oficial por América Latina, en la que manifestó la «gran preocupación» del Gobierno español por la situación de Venezuela. Mientras, a pesar de los titulares sobre la bonanza, la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre de 2017 contabilizaba 3,9 millones de parados y 1,2 millones de hogares con todos sus miembros «activos» en el desempleo. Asimismo a primeros de año, la ONG Intermón Oxfam calculaba en un informe que la fortuna de sólo tres personas en el estado español equivale a la riqueza del 30% con menos recursos. Algunos de los nombres figuran en la Lista Forbes de multimillonarios, que en 2017 incluye a Amancio Ortega, fundador de Inditex, en calidad de español más rico del año; su patrimonio asciende a 71.300 millones de dólares. En segundo lugar cobra relieve su hija, Sandra Ortega (6.700 millones de dólares). Les siguen el presidente de Mercadona, Juan Roig (5.100 millones de dólares); el líder del grupo turístico Iberostar, Miguel Fluxà Rosselló (3.300 millones) y Juan Miguel Villar Mir, expresidente de la constructora OHL (2.900 millones).
La historia oficial de cómo la economía española ha evolucionado hasta el presente, remite a una crisis azarosa y la necesaria abnegación de millones de españoles. También a un gobierno responsable que asume las riendas económicas, con eficacia, y paso a paso logra que la sufrida ciudadanía divise las luminarias del oscuro túnel. Y a unos empresarios, igualmente castigados, que no tienen más remedio que ajustar las plantillas para no echar el cierre. El economista, miembro del Seminari d’Economia Crítica Taifa, militante de la CUP y pastelero de profesión, Josep Manel Busqueta, ofrece una interpretación alternativa en el libro «Planeta carroña. La crisis explicada a una ciudadanía estafada», publicado por Coordinación Baladre e Iniciativas Sociales Zambra. Tanto en el título del libro como en los epígrafes, el autor da pistas sobre su criterio: «Planeta carroña», «30 años de neoliberalismo han dado para mucho, pero para muy pocos», «el desmadre del cemento» o «Hundir la sociedad para salvar a los poderosos». Además, como economista adscrito a la escuela marxista, Busqueta parte en el libro de la raíz y de las estructuras: la sucesión de grandes crisis en la evolución del capitalismo.
La lectura actual de un texto sobre la crisis permite hacer observaciones de largo recorrido, más allá de las coyunturas. Por ejemplo, desde la segunda mitad de la década de los 80 en el estado español, se dispara la precariedad. Con las cifras de la EPA, el coautor de «Todo sobre la renta básica» (en dos libros), «Crítica a la economía ortodoxa» (2004) y «Sobiranies. Una proposta contra el capitalisme» (2017) resalta que si en el segundo trimestre de 1987 la tasa de eventualidad se situaba en el 15,6%, ésta pasó al 28% en mayo de 1989 (en mayo de 2017 el diario El País se hacía eco de un informe de la agencia Eurostat que elevaba a España al segundo lugar, tras Polonia, entre los países europeos con mayor empleo temporal. El porcentaje alcanzaba el 26,1% a finales de 2016, mientras que la media comunitaria era del 14,2%).
«En 2007, cuando estalló la crisis, se hizo evidente cuál era la verdad del capitalismo; se acabó la mentira, se desvaneció el holograma», sostiene el autor de «Planeta carroña». Una década después, instituciones como la OIT han enfriado a escala global el optimismo de las élites. Así, el organismo de Naciones Unidas vaticinaba, en enero de 2017, que el desempleo mundial alcanzará este año los 201 millones de personas. Además, la OIT calcula que casi la mitad de los trabajadores de Asia Meridional y cerca de dos tercios en el África Subsahariana viven en situación de pobreza extrema o moderada (menos de 3,10 dólares diarios). Y la categoría de «trabajador pobre» se extiende asimismo por Occidente.
Otra de las formas en que el sistema predatorio se manifiesta en el estado español son las pensiones públicas. En pleno debate sobre las tendencias demográficas y la evolución del «fondo de reserva», la mitad de las pensiones que se pagan en España no llegan a los 667 euros al mes (límite que marca la exclusión social), según el informe de 2016 de la Red Española de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social del que se hizo eco eldiario.es. Josep Manel Busqueta subraya una tendencia paralela. Así, el número de personas que participan en los planes de pensiones privados pasó de 530.000 en 1989 a más de 10 millones en 2006, con un patrimonio privado invertido que se ha multiplicado por 27. ¿Liberalización, privatización y desregulaciones? «La mano muy visible del estado se hace presente para apuntalar un modelo de acumulación capitalista que se tambalea», subraya el autor.
Otra tendencia de fondo que señala el activista y militante de la CUP es la acumulación de deuda por parte de las familias españolas. El endeudamiento familiar (respecto a la renta disponible) pasó del 42% en 1995 a cerca del 70% en 2000; y al 110% en 2005. Pero la clave radica en que si se comparan los salarios reales de este año con los de 1995, estos se mantuvieron constantes. La conclusión apunta a «la fragilidad del capitalismo, con una capacidad de producción excesiva, imposible de ser absorbida por una población que cada vez percibe salarios menores». Pero en el libro, además de estadísticas, el autor introduce titulares rotundos con los que, tal vez, pretenda distanciarse de la presunta ambigüedad de los académicos. Así, se refiere al «socialismo neoliberal del PSOE» o, en otros términos, a «la izquierda realmente inexistente». Aunque los gobiernos de UCD, matiza, ya tuvieron entre sus ejes una «dura y agresiva política de salarios». Califica la integración en la Europa del capital como un «sueño que engendra monstruos». Y al euro, «un proyecto a la medida de las élites» (el déficit por cuenta corriente de la economía española pasó de 2.600 millones de euros en 1998 -antes que entrara en vigor la moneda única-, a 39.500 millones de euros en 2014).
El resultado es una economía atravesada por los desequilibrios, que el texto permite otear sin precipitarse en el vértigo de la actualidad. Así, el estado español pasó de la mitad de la población activa ocupada en la agricultura, en 1950; a cerca del 4% en la actualidad. El reverso del modelo es un sistema urbano que concentra al 75% de la población (un 40% en las áreas del litoral, aunque en este caso los habitantes se tripliquen en verano). Si se considera, por ejemplo, el periodo 1998-2003 en España, puede constatarse esta desproporción: mientras los precios aumentaron un 21%, los salarios nominales lo hicieron un 18% y los beneficios empresariales el 36%. Fueron años de «calentón» y «burbuja» inmobiliaria. Pero los desequilibrios también se aprecian a escala europea, donde la actividad productiva de relieve tiene como centro la denominada ‘Golden Banana’: desde el sur del Reino Unido hasta el norte de Italia, incluidas las áreas industriales de Alemania y Francia. El contraste de esta zona pujante lo constituye la periferia de Europa.
Una perspectiva amplia, como la del libro, permite acercarse en el estado español a otra cuestión capital, la fiscalidad. Busqueta parte de la dictadura franquista, con una presión fiscal muy limitada (del 21%, en contraste con el 34% de media en la Europa de los años 70). «La distribución de la renta durante el periodo del desarrollismo (1960-1975) era peor después de pagar impuestos que antes de hacerlo», subraya el activista. Fue en 1979 cuando se introdujeron en España el Impuesto de la Renta Sobre las Personas Físicas (IRPF) y el de Sociedades. La cuestión es que más de treinta años después el fraude fiscal, según algunos analistas, oscila en España entre el 20 y el 25% del PIB, lo que representa cerca del doble de la media europea. Además, «los trabajadores y los pensionistas tributan más que los empresarios; y la diferencia se ha triplicado en 14 años». En el ensayo, publicado con la colaboración de CGT y Ecologistas en Acción, se deslizan ideas centrales que acercan la economía al ciudadano corriente. Por ejemplo, «contra la ‘ciencia’ que ampara las políticas neoliberales, chocan frontalmente los resultados obtenidos por estas políticas».
El libro de Busqueta también discute lugares comunes. Así, se admite en numerosos foros que en los años finales de la dictadura y principios de la democracia, la tensión y los conflictos en la calle llevaron a incrementos salariales; y a una contención de los beneficios empresariales. Si fue posible que este proceso se diera, se explicaría por la necesidad de «estabilidad» política. Sin embargo, también es cierto que algunos sectores del capital privado alcanzaron en la época notables beneficios: principalmente la metalurgia y la siderurgia (vinculados a políticos de la época) y los grandes bancos. Dado que la memoria humana flaquea, suele olvidarse que el PSOE legalizó las Empresas de Trabajo Temporal (ETT), «hasta entonces una práctica delictiva», subraya el militante de la CUP; también los gobiernos socialistas, entre 1985 y 1996, desarrollaron un proceso de reestructuración y fusiones de empresas públicas, que después se vendieron al capital privado. La segunda oleada, que comienza en 1996 con gobiernos del PP y se prolonga hasta 2007 (a partir de 2004, bajo la presidencia de Rodríguez Zapatero), supone la venta por parte del estado español de su capital en 61 empresas públicas, explica Josep Manel Busqueta. Fueron puestas a la venta Telefónica, Endesa, Repsol y Tabacalera, entre otras.
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