El retorno a los nacionalismos, el aumento del populismo y la crisis de la democracia liberal son el punto de partida para unas nuevas elecciones que serán clave para el futuro del proyecto europeo. La política migratoria, la resolución del Brexit, la recesión económica, el ascenso de la extrema derecha, la internacionalización del Procés catalán […]
El retorno a los nacionalismos, el aumento del populismo y la crisis de la democracia liberal son el punto de partida para unas nuevas elecciones que serán clave para el futuro del proyecto europeo. La política migratoria, la resolución del Brexit, la recesión económica, el ascenso de la extrema derecha, la internacionalización del Procés catalán y la amenaza terrorista son algunos de los desafíos preeminentes que las instituciones europeas surgidas de las elecciones del 26-M tendrán que afrontar.
Unos comicios que pueden ser históricos si se confirma el avance de las fuerzas nacionalpopulistas -xenófobas y euroescépticas- que conforman el bloque de la extrema derecha europea. En este sentido, Europa se ha convertido en un laboratorio de la ultraderecha, donde figuras como Steve Bannon, ex-asesor de Trump, y su think tank «The Movement» financian y asesoran al frente ultraderechista para convertirlo en la primera facción política del Parlamento Europeo. A Alternativa por Alemania, a Reagrupamiento Nacional francés, al Partido Popular danés, al Partido por la Libertad holandés, a la Liga italiana, a la Aurora Dorada griega o a la FPÖ austríaco, entre un largo etcétera, se les ha de sumar el recientemente aparecido Partido del Brexit -que lidera las encuestas- y la llegada de Vox al tablero español, último ejemplo de la expansión de la epidemia ultra. Un frente que tiene profundas diferencias pero también puntos en común: el ultranacionalismo, el euroescepticismo, la islamofobia, la retórica xenófoba o el revisionismo histórico. Un frente común de la extrema derecha que el italiano Salvini presenta como una «alternativa a los burócratas», es decir, al establishment europeo.
El proyecto neoliberal de la UE ha creado las condiciones necesarias para el ascenso de la extrema derecha. Un euroescepticismo y una xenofobia que avanzan por el camino de la «lepenización de los espíritus», con la hegemonía de un relato perverso de «primero los de casa», acompañado con el discurso del miedo; mientras las izquierdas transformadoras observan paralizadas la deriva hacia el abismo. La crisis económica, las políticas austeritarias y las medidas de la Comisión y del BCE favorables a la banca privada y a las grandes corporaciones han llevado a una crisis social con crecientes desigualdades, precarización de la vida y recorte en derechos, servicios y libertades. Una situación con un impacto directo en las clases populares y trabajadoras de toda Europa. Por otro lado, la xenofobia de las políticas migratorias de las instituciones europeas y su falta de voluntad política para resolver el drama de los refugiados son las causas de una situación de emergencia social. En este sentido, las políticas migratorias de la UE vulneran los derechos humanos, incumpliendo la Convención de Ginebra y la Carta de Derechos Fundamentales. En vez de acoger, salvar y dar refugio la UE cierra rutas migratorias, fortalece los controles y teje un sistema de externalización de sus fronteras subcontratando en estados terceros, como Turquía, Marruecos y Libia para que ejerzan como policía europea. Una política migratoria que comporta la legitimación de unos regímenes que restringen derechos y libertades de su población.
Ante la implosión de la socialdemocracia y del fortalecimiento de la extrema derecha la recomposición de la izquierda europea era la única alternativa favorable a los intereses de una mayoría social precarizada. No obstante, las fuerzas de izquierdas no han estado capaces de articularse en un frente común antiausteridad, en las calles y en las instituciones, que aborde el problema de la deuda y del euro sin más dilación para construir una Europa de los pueblos y no de los mercados y de los muros. El caso español, con la división entre Unidas Podemos y Compromiso por Europa, y su institucionalización ejemplifica claramente el naufragio de la izquierda.
Es en este contexto donde se inserta una nueva fase para la resolución política del conflicto entre Cataluña y el Estado español. Una segunda vuelta, de este nuevo ciclo electoral iniciado el 28-A, donde las fuerzas políticas estatales y catalanas pugnarán para imponer el relato y liderar su espacio. En este sentido, en Cataluña la disputa estará entre una ERC que quiere revalidar la victoria, un PSC al alza y un JxCAT que lo fía todo a Puigdemont para mantener el pulso con los de Junqueras. Así mismo, la internacionalización del conflicto, con presos políticos y exiliados liderando candidaturas, y el juicio del Procés condicionan también una política europea que no ha de olvidar que el referéndum del 1-O ha sido el ejercicio de desobediencia civil más relevante en Europa de las últimas décadas.
Este 26-M la ciudadanía europea puede favorecer el diálogo y la solidaridad entre los pueblos para avanzar en derechos y libertades, o puede abrir definitivamente las puertas a la intolerancia y a la involución democrática de un fantasma que recorre Europa.
Jesús Gellida es politólogo e investigador social
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