Sentido común introyectado y verdad histórica, mucho más esquiva
Dos aspectos que provocan cambios significativos dentro del conflicto internacional e interétnico más prolongado de nuestro presente; el israelopalestino, desencadenado a fines del s XIX. No se los puede considerar aspectos novedosos porque están cargados de viejas connotaciones, pero vale la pena apuntarlos por separado:
1) que el aumento de la represión a la sociedad palestina ha ido tomando, con el correr del tiempo, mayor intensidad; más muertos palestinos, incluido niños. Eso no expresa sino la brutalización de la implantación sionista. Puede haber más de una explicación; la premura incrementada del régimen israelí para liquidar una situación, una resistencia que enerva, pero también podría ser el recurso de jerarcas sionistas, crecientemente cuestionados, usando “lo palestino” como fusible;
2) cada vez ha resultado más inocultable la estrategia colonizadora del sionismo europeo mediante la incorporación de judíos mizrahim: investigaciones históricas dejan en claro la política israelí de “provocar el abandono de judíos árabes de sus países de origen” valiéndose de atentados en templos judíos en el mundo árabe para enajenar la milenaria vida judía en realidades ajenas a la que el sionismo oficial conocía y valoraba. Confirmando así el carácter eurocéntrico del diseño y el proyecto sionista.
En un trabajo reciente el investigador palestino Salman Abu Sitta repasa los trabajos de Avi Shlaim, judío mizrahi caracterizado como de ”los nuevos historiadores” y particularmente su último libro, reciente: Tres mundos: memoria de un árabe judío.
Shlaim aclara que es, siempre ha sido, un árabe por cultura, historia y geografía, y judío por su fe religiosa.
Pero que en la medida que la política sionista –colonialista, eurocéntrica– resolvió por él, y por miles y miles de mirzrahim a quienes se les forzó la retirada de su vida como judío entre árabes, entiende Shlaim, resultaron victimados por los askenazíes europeos. No con el mismo grado de daño con que se actuó contra los palestinos, pero con enorme daño, por desposesión cultural (y material, porque ricos judíos en Bagdad, por ejemplo, fueron metamorfoseados en mano de obra poco calificada en el nuevo Israel con el idioma hebreo como lingua franca)
Sitta aclara que en el caso de la comunidad judía en Bagdad se trataba de una permanencia judía allí y en zonas aledañas de unos 2500 años, mucho más antigua que la que tenían los judíos en Europa Oriental cuando sobrevino la represión nazi).
La conversión forzosa a “retornantes a Sion”, convirtió a judíos árabes en masa de maniobra de la dirección sionista. En varios aspectos bastante diferenciables. “Llegaron y fueron humillados espolvoreándolos a todos con DDT y acuartelados en campamentos de carpas, no recibidos en kibutzim, que era el sitio donde los europeos iban a residir.” (Sitta, ibíd.)
El uso de la masa de población árabe judía por parte de la dirección askenazí encierra un cierto paralelo con el de los blancos pobres del Sur estadounidense, largamente analizado por historiadores estadounidenses como Howard Zinn, Waldo Frank y otros. Los “blancos pobres del sur” se convirtieron en grandes defensores de sus míseros derechos para mantener su situación social por encima de la de los afrosdescendientes apenas emancipados de la esclavitud pero no de la explotación más despiadada. Los blancos sureños pobres se congratulaban de estar mejor que los negros y contribuían a ese estado social que les permitía verse a sí mismos por encima del último eslabón. La dirección sionista europea jugó con ese mismo minimalismo para obtener la adhesión mizrahi al proyecto sionista de despojo a la población palestina.
Yehouda Shentav nos muestra otra faceta de ese juego de poder, tan manipulador como los ya presentados: ‘utilizando judíos orientales como peones contra los refugiados palestinos”.
En Israel se “funda” la WOJAC (Organización Mundial de Judíos de los países árabes) como “moneda de cambio” que neutralice la cuestiones de los refugiados palestinos a quienes se les han negado siempre todos los derechos acordados por la ONU a refugiados.
E Israel ha dispuesto en su estrategia equiparar a refugiados palestinos con “refugiados judíos” (de los países árabes). Para que ‘la cuestión de los refugiados’ resulte un asunto de suma cero y que Israel no tenga que deber un céntimo.
Luego del terror controlado con que se llevó adelante el Plan Dalet (14 mayo 1948), de despojo masivo a los palestinos expulsando a más de la mitad de su población, matando a varios miles de pobladores, violando, arrasando y saqueando a unas quinientas aldeas en ese mayo de 1948, la dirección sionista procura igualar esa limpieza étnica brutal que se lleva a cabo en el flamante Estado de Israel con las “promovidas” llegadas de judíos de países árabes limítrofes. Para asegurar y lubricar esas expulsiones judías, el MOSSAD lleva adelante atentados a sinagogas, por ejemplo, en Bagdad, o a cines, como en El Cario, que motoricen el abandono de judíos en tales países, que la dirección sionista procura incorporar Israel.
Shlaim tiene una explicación acerca del interés que Israel tuvo en los judíos árabes:
“A través de una serie de matanzas, las fuerzas militares sionistas dirigidas por la Haganah vaciaron unas 500 aldeas y ciudades palestinas. La mitad ya estaba despoblada antes de la proclama del estado [15 mayo 1948] y antes que entraran soldados árabes para preservarlos de matanzas como la de Deir Yassin. Palestina quedó medio vaciada. La mayoría de los judíos europeos elegían ir a EE.UU., no a Palestina. A Ben Gurion se le hizo urgente encontrar población para llenar el vacío. Alemania pagaba generosamente reparaciones, no a los sobrevivientes de sus ciudadanos judíos sino al nuevo Israel que estableciera nuevos inmigrantes. Así comenzó la campaña para atraer mizrahim a Israel. El primer objetivo eran los judíos iraquíes, los más antiguos y los más ricos entre todos los árabes judíos.
Hemos repasado apenas las dificultades que tiene el EdI para legalizar y estabilizar sus objetivos. La resistencia palestina es sin duda formidable, histórica. Pero hay otras razones que explican las “dificultades de parto” de una experiencia como la sionista con bastante más de un siglo procesándose.
UNA EXPERIENCIA A DESTIEMPO
Cuando el principal colonialismo de fines del s XIX y comienzos del XX –The British Empire– le entrega a representantes prominentes de la colectividad judía una suerte de poder para la instauración de un colonialismo de asentamiento en un territorio que vieron propicio, nadie imaginaba los tiempos que iba a insumir semejante emprendimiento, y el creciente divorcio con los cambios culturales que iban a ir operando en la sociedad; en 1917 el colonialismo puro y duro estaba, todavía al menos formalmente vigente, y el sionismo, cautamente al principio, inicia una política de asentamientos por vía legal despojando a campesinos de sus tierras mediante el pago escrupuloso del valor de esas tierras a sus propietarios legales y ausentes, residentes en ciudades lejanas.
Algo que jamás se tomaran el trabajo de atender los colonialistas cuando la expansión “les exigió” las tierras a los nativos sioux en América del Norte, a los mayas en Yucatán, o a los ibos del África atlántica, o a los bantúes del África ecuatorial. En plena expansión, colonial, militar, económica, el capitalismo validó sus conquistas de tierras sin necesidad de brindar amparo legal a sus acciones; éstas se validaban por sí mismas, generadoras de un nuevo derecho.
El sionismo entonces se amparó inicialmente en un tipo de expansión y despojo legal, cubierto con abundante pago de metálico. Claro que no a los directamente afectados por la implantación sionista, sino a titulares legales de los bienes –grandes latifundios de ausentistas– que el sionismo fue adquiriendo “legalmente”.
El esquema colonial vigente a fines de la 1GM con el cual Inglaterra y Francia asentaron sus dominios fue modificando las redes transnacionales de producción e intercambio, con el paso de las décadas y la modernización, tecnológica y cultural, procesándose cambios culturales significativos. Así que cuando al fin de la 2GM el sionismo le imprime un ritmo mucho mayor y decisivo a la forja de una nación de amos sobre los vestigios de la sociedad palestina, hacía ya mucho que no teníamos ese tipo de colonización en otras latitudes.
La cristalización del colonialismo de asentamientos, tan característico de las naciones anglófonas (evitando todo mestizaje) terminó a fines del s. XIX (Canadá, Australia, Nueva Zelandia). Y como experiencia pionera y decisiva, la de EE.UU., ya cuajada a mediados de ese siglo.
Las naciones del subcontinente indolatinoafroamericano desarrollaron otro tipo de colonización en el resto americano, y en Asia y África se configuraron otros tipos de colonialismo. Todos ellos con sus modalidades racistas, de diverso tipo.
El tipo de colonialismo sustanciado por el sionismo ha extraído su legitimidad del nazismo. Como si se tratara de una contrafigura.
Pese a que sionismo y nazismo son dos cuestiones históricamente separadas, no nacieron para ser explicadas recíprocamente. Incluso podría decirse que dentro de la Alemania nazi, al menos en etapas tempranas, el sionismo contó con cierta benevolencia, una cierta coexistencia con los nazis. Asunto peculiar, puesto que el nazismo, –militantemente antidemocrático– barrió, muy pronto de la esfera pública toda opción política, salvo la sionista, precisamente.
A mediados de los ’30 sólo los sionistas, aparte de los propios nazis, mantenían sus medios de propaganda en el 3er. Reich.
Con lo cual, no nos queda sino una conclusión insoslayable: hay algo en común (en conflicto o no) entre nazismo y sionismo.
Expongo apenas una pregunta que han planteado diversos investigadores (Philip Giraldi, Ron Unz, Laurent Guyénot, Mike Whitney, entre otros muchos). Al día de hoy son cada vez más los estados en que deviene delito no aceptar la versión oficial del IHRA, International Holocaust Remembrance Alliance (Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto) como “verdad revelada” acerca de lo acontecido a judíos en la Alemania nazi; los 6 millones de matados por el nazismo, los métodos para tal dimensión genocida, le red de campos de exterminio, el uso industrial del gas Zyklon B… Delito, porque cualquier negativa a la versión IHRA es considerada “negacionista”.
Recorriendo bibliografía de lo acontecido durante la Segunda Guerra Mundial [en adelante 2GM], autores como los mencionados han tomado nota que la historia de la 2GM, de más de mil páginas, de Winston Churchill; la de Charles de Gaulle, otra obra monumental, Memorias de la guerra, de más de 600 páginas, editada en dos volúmenes a lo largo de la década de los ’50, y el formidable relevamiento de Dwight Eisenhower titulado Crusade in Europa, otra obra de gran porte, más de 600 páginas, escritas todas ellas y publicadas entre el fin de la 2GM y la década de los ’50, todas de autores insospechables de benevolencia o coincidencia con el nazismo, no contienen ni una página, ni una referencia que coincida siquiera malamente con la presentación que el IHRA enarbola sobre el trato mortal dado por nazis a judíos.
Si llegamos a tener en cuenta la presencia de al menos unos 150000 judíos dentro del Ejército Alemán, dirigido por el nazismo durante la 2GM (una mitad definidos como medio judíos, es decir con un progenitor judío, y la otra mitad, como “cuarto judíos” porque contaban con un abuelo judío), y sabemos además que entre tales “mestizos” hubo varios militares sobresalientes con cargos de alta capacidad de mando, la perplejidad deviene única respuesta ante tanta disonancia cognitiva. Incongruencia entre las imágenes estereotipadas que consumimos sobre la 2GM y la historia a secas.
Si en los ’40 y ’50 no existía “el holocausto” tal como lo conocemos hoy, ¿de dónde surge esta imagen que hoy tiene tanta fuerza y hasta un sacerdocio laico, el IHRA, dispuesto a proteger la versión al parecer innegable?
Recordemos en primer lugar que el genocidio nazi de judíos fue abordado y situado históricamente por investigadores valiosísimos como, por ejemplo, Norman Finkelstein, él mismo judío. La investigación de Finkelstein ya apunta a desmontar la versión oficial del “holocausto” que por entonces se había encaramado en la conciencia colectiva por machaconeo mediático.
Porque tras las grandes obras de posguerra que NO registran el acontecimiento, tenemos, en 1978, una miniserie hollywoodense que impone imágenes muy fuertes, de enorme magnetismo, que forjará un antes y un después para el tema. Holocaust. En 1998, se funda el IHRA, red intergubernamental compuesta por 28 países europeos y 7 extraeuropeos con el fin de reconocer, reproducir una verdad oficial y única sobre el “Holocausto.”
Ese carácter obligatorio de la versión del comportamiento nazi sobre lo judío ha despertado interrogantes acerca del carácter de verdad histórica. Hasta ahora en prácticamente todos los órdenes de la historia humana, el conocimiento y la investigación se han regido por aportes documentarios sobre un acontecimiento dado. La idea, en cambio, de una verdad consolidada, fija, absoluta se ha reservado, hasta ahora, al ámbito de la fe religiosa y los documentos o testimonios que allí se atesoran. Conocimiento y fe, en ese sentido, constituían un par conflictivo o sencillamente, no constituían par alguno. La resolución intergubernamental que ha dado lugar al IHRA ha roto ese enfoque epistemológico. Y ha dado lugar a un problemático maridaje de ciencia y fe.
Hasta ahora, totalmente escindido del conocimiento histórico.
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