Traducido par Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Nadie hace nada para evitar el resquebrajamiento de la democracia, nadie detiene a Israel en su camino de convertirse en un país incluso más indeseable de lo que ya es.
No hay otro país como Israel. No se sabe cuántos estadounidenses estarán desempleados y sin seguro de salud dentro de una década. Europa se pregunta cuántos inmigrantes más entrarán y si seguirá existiendo el euro en el año 2022. En Israel los problemas existenciales son infinitamente más profundos y de alcance más amplio, pero nadie se molesta en hacerles caso.
El Primer Ministro habla como si sus problemas fuesen de tipo europeo (excluyendo la histeria nuclear respeto a Irán), lo cual hace que las cuestiones mucho más funestas permanezcan abiertas y, de alguna manera, nadie las discute. Israel existe hace 64 años y los problemas siguen pendientes como si el Estado se hubiera establecido ayer, y no hay respuestas.
Nadie puede decir cómo será este país dentro de 10 años. Algunas personas incluso dudan de que siga existiendo para entonces, algo que no se plantea en cualquier otro país. Pero incluso la preocupación sin fundamento por esta cuestión se reduce a sembrar el miedo y el gimoteo en la cena del viernes. Todas las demás cuestiones, no menos críticas, ni siquiera surgen. ¿Alguien sabe si Israel será una democracia dentro de una década? ¿Alguien puede prometer esto? ¿Será un Estado laico o uno basado en la ley judía? ¿Va a ser un Estado de bienestar o un Estado capitalista? ¿Cuántas naciones vivirán en él dentro de una década?
¿Quiénes serán mayoría dentro de 10 años -otra pregunta que no encaja en ningún otro lugar- y cuáles serán las fronteras? Esta cuestión también se plantea sólo en Israel, el único Estado sin fronteras.
Todo está abierto, fluido y es alarmantemente frágil. Los tres posibles escenarios futuros de Israel como Estado de ocupante -la continuación del statu quo para siempre, dos estados o uno- parecen sin fundamento, y la gente ha dejado de tenerlos presentes, como si la ausencia del discurso produjera una vía de solución. Pero tampoco todas las demás preguntas críticas tienen una respuesta real, y casi no aparecen en el orden del día, a pesar de que los israelíes deberían centrarse en ellos.
Un Estado sin un futuro (claro), revolcándose en el pasado y centrado en el presente, es equivalente a un Estado a corto plazo. Incluso en la víspera de los patéticos días de conmemoraciones nacionales, nadie pregunta cómo se verá Israel dentro de una década, muy poco tiempo en términos históricos.
La semana pasada me uní a los peregrinos a Hebrón en la víspera de la Pascua. En el autobús uno de ellos, utilizando un término despectivo hacia los árabes, dijo en voz alta: «Todos los arabushim deberían ser enviados a las trituradoras de piedra directamente desde el hospital, tan pronto como nacen». El autobús entero estalló en carcajadas. Algunos pasajeros murmuraron entre ellos, un reportero y un fotógrafo, las únicas personas seculares en el autobús: «Colaboradores, hay colaboradores en el autobús». Nadie protestó, por supuesto.
Los miles de peregrinos a Hebrón, con sus miríadas de seguidores, pertenecen a otra nación, sin conexión o semejanza con la nación de Tel Aviv. Cada sociedad hoy en día tiene un ala de extrema derecha, pero en una sociedad pequeña, frágil como la nuestra, esto podría llegar a ser fatal. Los Estados Unidos pueden permitirse su oscura derecha cristiana y seguir siendo una democracia. Israel no puede. ¿Alguien puede garantizar que el tono hostil del autobús de Hebrón no se convertirá en el tono prevaleciente? Es evidente que las cosas van en esa dirección y nadie está haciendo nada para detenerlas.
Nadie hace nada para evitar que la democracia se funda, nadie detiene a Israel en su camino de convertirse en un paria, incluso más de lo que ya es. En la actualidad, cuando 650 agentes de policía atacan duramente a un puñado de activistas de los derechos humanos y los expulsan cruelmente del aeropuerto internacional Ben-Gurion, por el único deseo de visitar Belén en un despliegue de solidaridad, pocas personas estarán protestando para detenerlos. Ni los medios de comunicación se movilizan, ni el sistema flácido de justicia hará algo para detener este oprobio.
Así es como están las cosas respecto a otros eventos y acontecimientos que configuran la imagen de Israel, sin ninguna discusión real. Los fuertes, que no necesariamente la mayoría, triunfan batalla tras batalla, y la mayoría, si es que todavía es una mayoría, no dice nada. La pregunta de hacia dónde nos dirigimos permanece sin respuesta.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/a-lack-of-vision-is-making-israel-a-short-term-state-1.424277