Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Recuento de votos en un colegio electoral en Giza, Egipto, el segundo día de las elecciones parlamentarias (19 de octubre de 2015)
Las elecciones parlamentarias en curso en Egipto -una farsa en todos los sentidos, con una participación hasta ahora de sólo el 2% del electorado- son una prueba más de que Egipto está siendo testigo de la solidificación de un sistema de gobierno quasi autoritario, no de un resurgimiento democrático.
La mayor parte de los nuevos parlamentarios de Egipto forman parte de las elites pudientes que empatizan con el actual presidente militar de la nación y se oponían vehementemente a los Hermanos Musulmanes que gobernaron Egipto durante una breve transición democrática a lo largo de 2012 y 2013. En resumen, será un parlamento de mero trámite que se prestará a servir de instrumento -en lugar de ser un órgano de control- del actual presidente egipcio, Abdel Fatah Al-Sisi.
Al-Sisi aprobó recientemente una nueva ley electoral que anula eficazmente la influencia de los partidos políticos en Egipto. Según dicha ley, casi el 80% de los escaños parlamentarios irán a parar a individuos. Este sistema individual, que ayudó al exdictador egipcio Hosni Mubarak a consolidar su poder en las décadas de 1980 y 1990, privilegia a las élites enriquecidas que tienen vínculos con el establishment egipcio del que forma parte Al-Sisi.
Los politólogos y activistas políticos egipcios son conscientes desde hace mucho tiempo de que el sistema de individualidades es una amenaza para las perspectivas democráticas de Egipto. Después de que el levantamiento de 2011 derrocara a Mubarak, se aprobó velozmente una nueva legislación que favorecía a los partidos políticos en vez de a los individuos poderosos. Cuando se eligió el primer parlamento posterior a Mubarak a finales de 2011, casi el 70% de los escaños recayó en candidatos que integraban las listas electorales con representantes de los partidos políticos egipcios.
Es poco probable que Al-Sisi se apoye exclusivamente en la nueva ley electoral para asegurarse un parlamento obediente. Preocupado por cómo las posibles fracturas en el establishment podrían afectar a su gobierno, Al-Sisi ha indicado ya que quiere enmendar la constitución para reducir el poder del parlamento. Como informaba Mada Masr el mes pasado, Al-Sisi advirtió a los egipcios contra los poderes del parlamento. Dijo: «La constitución dio al parlamento amplios poderes, con buenas intenciones… Pero el país no puede gobernarse a base de buenas intenciones».
Exclusión de la política
Es importante destacar que las actuales elecciones están teniendo lugar tras haber marginado al grupo político más poderoso de Egipto, los Hermanos Musulmanes. La Hermandad ganó cinco elecciones consecutivas libres en 2011 y 2012 antes de que un golpe de Estado militar, en julio de 2013, derrocara al primer presidente del país elegido limpiamente, Mohamed Morsi, que procedía de la Hermandad. En los dos años y medio transcurridos desde que Morsi fue destituido sólo un año después de haber tomado posesión de su cargo, la Hermandad ha sido eliminada oficialmente de la política y de la vida pública.
Su partido político ha sido prohibido y sus miembros y simpatizantes han sido sometidos a asesinatos en masa, arrestos y sentencias de muerte masivos, entre otras formas de represión. La legislación prohíbe incluso que miembros individuales de la Hermandad se postulen para un cargo como candidatos independientes.
El gobierno egipcio y su leal aparato mediático han afirmado repetidamente que hubo un abrumador apoyo popular al derrocamiento de Morsi y que la eliminación de la Hermandad se produjo a solicitud de «la nación». Además, el gobierno sostiene que, en cualquier caso, la Hermandad cuenta con tan pocos apoyos en Egipto que su eliminación de la vida política no supone consecuencia grave alguna para las perspectivas democráticas de Egipto. Los datos empíricos sugieren que esas afirmaciones están equivocadas.
Las múltiples encuestas llevadas a cabo por organizaciones electorales occidentales tras el golpe de Estado sugieren que la Hermandad y Morsi siguen siendo relativamente populares y que muchos egipcios están en contra de la intervención militar de 2013. Por ejemplo, según la encuesta realizada por Zogby Research Services, más de la mitad de los egipcios dijeron que no apoyaron la destitución de Morsi por el ejército y el 44% manifestó que tenía una opinión favorable sobre el mismo Morsi.
Esa misma encuesta mostró que, a pesar de que su popularidad había menguado, la Hermandad mantenía un virtual empate con el movimiento Tamarrud como grupo político más popular en Egipto. Otra encuesta, realizada por Pew, mostraba que el 42% de los egipcios tenían un punto de vista favorable sobre Morsi un año después de haber sido destituido de su cargo y enviado a prisión.
Otros grupos políticos poderosos, incluido el partido liberal islamista Wasat y el Movimiento del 6 de Abril, han sido también descalificados de la política. En democracia, uno no puede proclamar que se trata de una elección democrática tras haber eliminado la competición.
¿Una señal positiva?
Los egipcios que son testigos del actual período electoral están sacando provecho de sus conocimientos de las anteriores elecciones tras el golpe de Estado. En 2014, hubo un referéndum sobre la constitución posgolpe, redactada por un pequeño grupo de elites elegidas a dedo por un presidente interino quien, a su vez, había sido elegido a dedo por el ejército egipcio.
Durante esas elecciones, el gobierno asedió el país con una propaganda en la que se sugería que votar «sí» era un deber patriótico. Al mismo tiempo, el gobierno impidió que nadie hiciera campaña por el voto del «no», unas cuantas almas valientes que lo intentaron fueron arrestadas. Posteriormente, ese mismo año, se celebraron unas elecciones presidenciales que fueron una farsa. Tras eliminar a todos los competidores serios y ayudar a impulsar una histérica campaña de propaganda patrocinada por el Estado, Al-Sisi se llevó el 97% de los votos.
Si algo hay de bueno en todo esto, es que muchos egipcios parecen haber aprendido importantes lecciones, por ejemplo, es probable que la mayoría sepan y comprendan que las actuales elecciones ni son serias ni son democráticas. A esto puede deberse que tan pocos egipcios estén yendo a votar. Dejando a un lado la propaganda del gobierno egipcio, las primeras informaciones sugieren que la abstención está siendo muy alta. En unas medidas desesperadas de última hora diseñadas para aumentar la participación, el gobierno egipcio ofreció el lunes medio día de vacaciones a los funcionarios del gobierno y proporcionó transporte gratuito hasta los colegios electorales.
Ya sea miserablemente baja o no la participación, Egipto tendrá pronto un parlamento. Es posible que más bien antes que después, un número mayor de egipcios se dé cuenta de que los Hermanos Musulmanes -a pesar de sus fallos obvios- no eran tan terribles como los gobernantes militares de Egipto les han contado. Al menos la Hermandad, durante su breve período de influencia, ayudó a establecer un marco democrático a través del cual podrían haberles echado del poder. No puede decirse lo mismo del actual régimen egipcio.
El Dr. Mohamad Elmasry es Profesor Asociado en el Departamento de Comunicaciones de la Universidad del Norte de Alabama.
Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/egypt-s-farcical-elections-1856937239