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Carta al Señor secretario de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, Marcial Marín

«La firma de un convenio entre el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte con el FCJE para la erradicación del antisemitismo en España peca de parcialidad»

Fuentes: Rebelión

Madrid, el 1 de febrero de 2018 Hemos leído con sorpresa la nota publicada en El Economista (http://ecodiario.eleconomista.es/sociedad/noticias/8873022/01/18/Educacion-firmara-con-las-comunidades-judias-de-Espana-un-convenio-para-la-erradicacion-del-antisemitismo.html), informando que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte se dispone a firmar un Convenio con la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) para la erradicación del antisemitismo en España. Consideramos que el antisemitismo es un […]


Madrid, el 1 de febrero de 2018

Hemos leído con sorpresa la nota publicada en El Economista (http://ecodiario.eleconomista.es/sociedad/noticias/8873022/01/18/Educacion-firmara-con-las-comunidades-judias-de-Espana-un-convenio-para-la-erradicacion-del-antisemitismo.html), informando que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte se dispone a firmar un Convenio con la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) para la erradicación del antisemitismo en España.

Consideramos que el antisemitismo es un prejuicio con complejos aspectos filosóficos, sociales, culturales, políticos y una larga historia que justifican un tratamiento profundo y documentado que informe su prevención y eliminación. Por lo tanto, debería abordarse con rigor aplicando los conocimientos expertos de las ciencias humanas y sociales pertinentes.

El antisemitismo o más precisamente la judeofobia es una de las plagas de ideología racista que azotaron la historia humana. Obvio que no es la única: la negrofobia, la gitanofobia y la actual islamofobia se nutren de similares esquemas racistas.

Estas nefastas visiones de la condición humana deben someterse a un análisis riguroso con ayuda de expertos e investigadores cualificados en la materia. No faltan expertos en España, Hispanoamérica, el mundo francófono o el anglosajón que pudieran ser consultados, como Enzo Traverso; Judith Butler; Marie Anne Matard-Bonucci, Jean Beaubérot, Etienne Balibar, Norman Finkelstein, el israelí ​ Zeev Sternehall, Eugenia Relaño Pastor, Fernando Bravo López, ​ entre otros.

​Como muestra de ese tratamiento riguroso, mencionemos a la investigadora y profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Paris 8, Marie Anne Matard-Bonucci, en su artículo «La historia frente al racismo y el antisemitismo» (https://www.cairn.info/revue-histoire-politique-2017-1-page-64.htm). En ese artículo ​sostiene que en la lucha contra los prejuicios a nivel escolar y universitario es más importante dar voz a los investigadores y expertos antes que a los militantes en la materia:

«Hasta aquí, las autoridades públicas, han, en gran medida, delegado esta misión educativa en las asociaciones antiracistas y en los Memoriales, que por ejemplo trabajan a menudo de manera productiva con las universidades.

En lugar de contestar, a menudo de manera urgente, a una demanda social, sería preferible que las instituciones de enseñanza superior y de investigación puedan anticiparla y proponer, relacionada con estas temáticas, una oferta de formación basada en investigaciones cuyas modalidades de transmisión hayan sido objeto de reflexión.

Si se ha criticado, con razón, la ilusión de una neutralidad absoluta de los investigadores en Ciencias Sociales, sigue siendo cierto que los historiadores se esfuerzan, a través de metodologías rigurosas, proponer análisis que se acerquen a los hechos al máximo, lo que puede otorgarles un suplemento de legitimidad en comparación con una palabra militante.

Por el capital de saber y de saber-hacer del que disponen los investigadores docentes, por la independencia y el carácter laico que caracterizan a las universidades, estás están más capacitadas para elaborar una respuesta coherente de prevención y educación contra los prejucios.»

En ese sentido, muchos académicos han subrayado la necesidad imperiosa de distinguir conceptual y metodológicamente entre el tratamiento de los racismos hacia colectivos humanos específicos incluyendo el antisemitismo/judeofobia en la línea que se argumenta y el tratamiento del Estado de Israel y sus políticas, que es claramente un tema de política y geopolítica contemporánea.

La primera razón para evitar la confusión es que la mayoría de la población judía no reside en, ni es ciudadana de, el Estado de Israel por lo que no es representada por ese Estado.

En segundo lugar, la mayoría de los judíos no se identifica con éste como «su» Estado, sino que considera su patria al país donde residen y del que son ciudadanos (España, Francia, Inglaterra, EEUU, Argentina, etc.).

En tercer lugar, el hecho que la población de Israel, en las fronteras internacionalmente reconocidas del 5 de junio de 1967, incluya una proporción mayoritaria de judíos (79% de su población) no hace de éste el Estado de los judíos. El Derecho y los tratados internacionales desde la Ilustración conciben al Estado como una institución que debe servir al conjunto de sus ciudadanos incluyendo, en especial, a sus grupos minoritarios.

Otros grupos, entre los que nos incluimos, están en total desacuerdo con la ocupación militar y la colonización de Palestina, llevada a cabo para -supuestamente- crear una tierra de asilo para las comunidades judías del mundo que sufren del antisemitismo de los países en los que residen. Es ese un argumento falaz, ya es dicha política de colonización y humillación de los habitantes originarios de Palestina la que origina buena parte de la inestabilidad en Oriente Próximo.

Es decir, consideramos que la crítica a las políticas de Israel es totalmente legítima y no tiene necesariamente que ver con la judeofobia/antisemitismo, de la misma manera que una crítica al Estado Armenio no puede asimilarse a la negación del genocidio del cual fueron víctimas numerosos armenios. Este argumento falaz es utilizado por Israel para desacreditar cualquier crítica hacia su política.

En otras palabras, es posible y frecuente ser judío y no ser sionista. Oponerse a Israel y a su política no es una muestra de antisemitismo o de racismo sino, al contrario, es una expresión coherente de los valores de igualdad y antirracismo, así como del deseo de restablecer la justicia para los habitantes primigenios de Palestina.

Consideramos que la autoridad intelectual del presidente de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), Isaac Querub, es cuestionable en el tema que nos ocupa debido a que varias de las falacias interesadas que hemos discutido están presentes en sus declaraciones en el artículo citado de El Economista. Allí manifiesta que en la actualidad es testigo de «un nuevo tipo de antisemitismo más político: el odio y aversión al Estado de Israel como hogar de los judíos». «Es una actualización preocupante de todos los clichés antisemitas clásicos del pasado», ha precisado, al tiempo que ha asegurado que seguirán trabajando «por normalizar el hecho Israel en la sociedad».

Por el contrario, el Centro Kantor para el Estudio del Judaísmo Europeo Contemporáneo de la Universidad de Tel Aviv, en su informe reciente, escribe que hay una baja importante (del 12%) en el número de ataques violentos con base antisemita en Europa y que este descenso configura una tendencia en los últimos años (fuente: https://www.haaretz.com/israel-news/.premium-why-you-should-be-skeptical-of-israel-s-anti-semitism-reports-1.5750507). En la misma línea, el artículo citado de El Economista señala que «Según los últimos datos, correspondientes al informe del Observatorio de Antisemitismo en España de 2015-2016, los comportamientos antisemitas en España «apenas han variado respecto a los años anteriores»…»

Por otro lado, los seguimientos sistemáticos del racismo y la xenofobia del Observatorio de Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) [1] muestran que el racismo contra el pueblo gitano y la islamofobia son fenómenos significativamente más frecuentes y enquistados en la población española. La necesaria política educativa en contra de todo racismo y discriminación debería, por lo tanto, adoptar una visión más integral e incluir estos otros prejuicios étnicos.

En definitiva, reivindicamos que las políticas educativas en este ámbito crucial para la construcción de nuestra convivencia cívica se basen en datos fiables y sistemáticos, confronten la diversidad de enfoques y estudios para abordar de modo responsable y eficaz la problemática del racismo, la xenofobia y la discriminación.

Asimismo, vemos muy conveniente ​consultar a todos los actores relevantes de la sociedad civil cuando una temática que les concierne es debatida en las instituciones del Estado. Así como la FCJE es ​ invitada a participar en el debate, deberían también ser​ invitadas​ otras agrupaciones judías que estudian y disponen de personas preparadas y expertas sobre estas cuestiones. ​

Puesto que la lucha contra los prejuicios judeófobos concierne a la sociedad toda y particularmente a las entidades que incluyen en sus principios y acción la lucha contra la discriminación racial, consideramos que esta invitación debería extenderse a ​otras asociaciones expertas como SOS Racismo y otras.

Por todo lo dicho, consideramos que la firma de un convenio de parte del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España con el FCJE para la erradicación del antisemitismo en nuestro Estado, peca de un sesgo de parcialidad y no satisface criterios de conocimiento científico experto y coherencia conceptual. ​ Denunciamos al mismo tiempo, la ausencia de pluralidad en la consulta del Secretario de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, realizada con unos escasos actores de la sociedad civil, excluyendo a otros más expertos e igualmente ​ dedicados a la lucha contra todo racismo y discriminación, incluyendo al antisemitismo.

Notas:

[1] Cea D’Ancona, Mª Ángeles y Valles, Miguel S. (2015): Evolución del racismo, la xenofobia y otras formas conexas de intolerancia en España (Informe-Encuesta 2014). Madrid: OBERAXE, Ministerio de Empleo y Seguridad Social.