El 26 de octubre apareció publicado en Rebelión un artículo de Santi Ortiz con una propuesta de voto nulo para el movimiento de los indignados o del 15M. Proponía un voto nulo reconocible en las elecciones del 20 de noviembre. Partió de la circunstancia de que el sistema actual, políticamente, enmascara un bipartidismo alternante de […]
El 26 de octubre apareció publicado en Rebelión un artículo de Santi Ortiz con una propuesta de voto nulo para el movimiento de los indignados o del 15M. Proponía un voto nulo reconocible en las elecciones del 20 de noviembre.
Partió de la circunstancia de que el sistema actual, políticamente, enmascara un bipartidismo alternante de políticas semejantes con el disfraz de democracia y, económicamente, favorece a una plutocracia que mejora sus vidas de lujo con juegos de casino financiero y perjudica a las clases trabajadoras y populares. Comparto la premisa con él. Le añado rasgos a la democracia deteriorada y al neoliberalismo desatado que él identifica: el sistema es imperialista en la relación entre los países ricos y armados y los países pobres e indefensos con algún recurso del interés de occidente (como se vio la guerra de Libia); insolidario con esos países pobres más allá de la práctica militar contra ellos; insostenibilible para el medio ambiente con los modos de producción; …
Desde la premisa, él ve necesaria la transformación para la mejora de las condiciones de vida de los pueblos. Para ello, diagnostica las diferentes posibilidades que los indignados pueden usar desde el voto:
– Descarta la posibilidad de apoyar a partidos minoritarios en el arco parlamentario, pero con una fuerte atracción del voto transformador (Izquierda Unida, Bildu-Amaiur, BNGa, ERC, … él sólo cita a IU), porque «no ganarán» con la ley electoral.
– También desaprueba la abstención para que no se confunda la abstención crítica con la abstención pasota.
– Igualmente reniega del voto en blanco, para evitar los efectos perversos que puede tener sobre los partidos pequeños.
– Finalmente se decanta por un voto nulo identificable con el movimiento, una papeleta con el lema «No nos representáis».
Me parece una propuesta frívola. Si fuera una ocurrencia de cualquier persona en un bar no le hubiese prestado el más mínimo interés. Sin embargo, por dos razones creo que merece réplica. Primero, porque esa formulación está muy extendida, conviene que la extensión encuentre diques de contención y, a ser posible, se reduzca en el cuerpo social. Segundo, porque aparece en un medio que muchas personas tenemos como una fuente de información y reflexión de gran valor.
Ahora procuraré explicar por qué me parece una propuesta frívola:
En primer lugar, porque parte del desconocimiento de que el voto nulo no se clasifica en el escrutinio que hacen las mesas o juntas electorales. El voto nulo patoso (por error meter dos papeletas), el voto nulo parcial (tachar en una papeleta un nombre), el voto nulo crítico (en sus diferentes variedades, como la que se promueve y otras), el voto nulo gracioso (papel higiénico, un cromo de un personaje cómico), … todos… se computan uniformemente.
En segundo lugar, una estrategia como esa no se puede preformular de una forma tan asistemática y con tan poco plazo. Habría que promoverla con tiempo y con un método de expansión. Si no se hace así quedaría arrinconada en una ridícula anécdota.
En tercer lugar, manifiesta un desconocimiento grave de la sociología electoral. No es fácil convertir un sentimiento de indignación en un voto con una orientación determinada. Muchos de los que dicen compartir los razonamientos del 15M votarán al PP o al PSOE y dan la razón al Ministerio del Interior cuando disuelve ilegalmente una manifestación.
En cuarto lugar, relacionado con lo anterior, sobredimensiona al movimiento del 15M. Yo pertenezco a ese movimiento en cuanto es una modalidad de rehabilitar la calle para la defensa de los derechos sociales y políticos. Me alegro al ver como crece y como puede convertirse en un actor contribuyente a la construcción de una plataforma social contra el neoliberalismo, el autoritarismo, el imperialismo, el consumismo insostenible. Sin embargo, las sociedades no giran en seis meses lo que algunos optimistas del movimiento consideran. Sólo me gustaría que se pusiera en marcha el proceso que propone Santi Ortiz como el cree que ocurriría para que dimensionaran con realismo la entidad del movimiento: es una oportunidad, pero no es un sujeto capaz de echar un pulso al sistema.
En quinto lugar, lo más importante. El autor descarta pronto el voto a los partidos de izquierda porque «no ganarán» con la ley electoral actual. También los denomina «apéndice crítico que jamás se ha planteado cuestionar el Sistema». Desde la aparición del movimiento 15M siempre he mantenido que el movimiento y los antiguos sujetos deben aprender a relacionarse con asertividad, cooperación, colaboración, coordinación. Me siento miembro de ambos. Este mensaje y la propuesta en general del autor del artículo me parecen contrarias a la asertividad en la relación. Es un despropósito denominar «apéndice…» a partidos que mucho antes de que se articulara la protesta del 15M habían pasado por prisiones, que han agitado la calle durante décadas, …
Deberíamos procurar entre todos la constitución de actores y plataformas para la protesta en la calle (donde el movimiento se desenvuelve muy bien y ha enganchado con personas que estaban desencantadas o que nunca se habían sumado a las manifestaciones), en las instituciones (donde los partidos de izquierda hacen una digna intervención con sus medios) y en las conciencias de nuestros conciudadanxs (porque allí se libra la gran batalla y allí el sistema tiene los medios más potentes a su servicio). Deberíamos desoir propuestas posmodernas como la de Santi Ortiz. El día en el que el movimiento tenga tanta fuerza como parece que él cree que tiene debería usarla para llevar a los parlamentos un gran contingente de representantes del pueblo, en lugar de dar mensajes con voto nulo que el sistema jamás escucha. Con esos absurdos mensajes no se subvierte nada. Con poca representación ese flanco institucional se protege débilmente; sin representación nos quedamos sin esa defensa y sin esa pieza visible para una parte de la sociedad que busca en esos representantes la voz alternativa.
Por eso, quisiera contraproponer: que apoyen a los partidos de la izquierda antineoliberal el 20N, que sigan participando en cualquier manifestación contra los recortes, que se informen, que se formen, que dialoguen en sus círculos, que se asocien, que hagan comunidad, que lleven luz a los lugares donde el sistema lleva espejismos, que consuman de otra forma… Un día entre todos podría germinar el trabajo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.