La guerra civil siria continúa en su séptimo año, pero aún no está claro cuándo acabará. En lo que va de guerra, más de un millón de personas han muerto y cerca de la mitad de la población siria ha sido desplazada. Cuando Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia bombardearon Siria atacando las bases militares […]
La guerra civil siria continúa en su séptimo año, pero aún no está claro cuándo acabará. En lo que va de guerra, más de un millón de personas han muerto y cerca de la mitad de la población siria ha sido desplazada. Cuando Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia bombardearon Siria atacando las bases militares del régimen de Damasco, el debate se reactivó, se organizaron manifestaciones anti guerra y los manifestantes incluso intentaron echar abajo la estatua de Harry S. Truman en Atenas, Grecia.
Sin embargo, en el movimiento contra la guerra siria, la narrativa hegemónica dentro de la izquierda tiene un enfoque del anti-imperialismo que, en mayor o menor medida, limita la posición imperialista exclusivamente a los Estados Unidos. Este ángulo, que es una importante herramienta analítica para interpretar el mundo fuera de Occidente, toma un carácter geopolítico que descuida el elemento social como un factor de cambio, y que por otro lado, revela una orientación de carácter estructural en cuanto a la manera en que la izquierda aborda la política cuando se trata de los «otros».
Procurando clarificar el debate, el cual ha sido más bien oscurecido que aclarado, le pedimos a Joseph Daher que respondiera una serie de preguntas más exhaustivas sobre la guerra civil siria. Daher es un erudito marxista suizo-sirio, cuyos libros han sido publicados en inglés, tal como es el caso de «Hezbollah: Political Economy of the Party of God» [Hezbolá: Economía Política del Partido de Dios] (2016, Pluto Press).
Quisiéramos examinar más detenidamente lo que ha venido pasando durante estos 7 años. De manera breve: ¿Qué dio lugar al levantamiento en Siria específicamente? ¿Cómo eran las relaciones de Assad con la izquierda siria y el espacio anarquista antes del levantamiento? ¿Cuál ha sido su relación con el extremismo sectario? ¿Podrías describir cómo los rebeldes se organizaron durante los primeros años del levantamiento y qué cuestiones anduvieron mal? ¿Cómo se impusieron, de ser el caso, los islamistas dentro de los grupos rebeldes?
Siria era un régimen despótico regido en los últimos 40 años por una sola familia, y es también un régimen patrimonial burgués que pasó por un proceso de neoliberalización y privatización acelerado con la llegada al poder de Bashar al Assad. El sesenta por ciento de la población siria vivía por debajo, o apenas por sobre, el umbral de pobreza el año 2011. Siria fue sometida al mismo tipo de capitalismo clientelista que es frecuente en la región, por ejemplo, en Egipto fue la familia Mubarak la que se benefició principalmente de la privatización y la neoliberalización; en Túnez fue la familia Trabelsi, de la esposa del dictador Ben Ali; y en Siria es Makhlouf, el primo de Assad. Al final, lo que tenemos son sistemas neoliberales y autoritarios, y Siria no es diferente en este ámbito.
La ausencia de democracia y el creciente empobrecimiento de sectores importantes de la sociedad siria, sumado a un clima de corrupción y desigualdades sociales crecientes, allanaron el camino para el levantamiento popular que había estado a la espera de nada más que una chispa. Esta fue inicialmente externa con la caída de los dictadores en Túnez y Egipto, y luego interna, con la tortura de los niños de Dar’a. Estos elementos desencadenaron el proceso.
Al principio, la oposición civil siria de base fue el principal motor del levantamiento popular contra el régimen de al Assad. Ellos mantuvieron el levantamiento popular durante muchos años, organizando y documentando protestas y actos de desobediencia civil y motivando a la gente a unirse a las protestas. Las manifestaciones más tempranas de los «comités de coordinación» (o tansiqiyyat) eran juntas de vecinos de toda Siria. En todo el país surgieron una serie de redes y grupos progresistas y democráticos juveniles. El régimen apuntó específicamente a estas redes de activistas, que habían iniciado manifestaciones, actos de desobediencia civil y campañas a favor de huelgas en todo el país.
El régimen mató, encarceló, secuestró y empujó al exilio a estos activistas.
Desde los primeros días del proceso revolucionario, el régimen enfrentó las manifestaciones con una tremenda violencia, lo cual aumentó con las intervenciones masivas de Irán, Rusia y Hezbolá. Esta situación condujo a un número creciente de deserciones entre soldados conscriptos y oficiales que se rehusaban a disparar contra manifestantes pacíficos, mientras que al mismo tiempo comenzaba a surgir en algunas localidades una resistencia armada contra los servicios de seguridad, inicialmente desorganizada y puntual hacia finales de mayo y principios de junio de 2011. En los meses siguientes, se estableció el Ejército Libre de Siria (FSA), así como una multiplicidad de otras brigadas. La resistencia armada contra el régimen era casi generalizada a fines de 2011, creando nuevas dinámicas en el levantamiento. La militarización fue principalmente el resultado de la represión violenta contra la población local siria que se oponía al régimen; sectores de ella recurrieron a las armas para defenderse. Los primeros grupos armados de oposición constituidos a menudo tenían una dinámica puramente local y servían para defender sus lugares de origen y áreas de las agresiones de los servicios de seguridad armados. El FSA nunca fue una institución única y unida, sino una red de grupos militares independientes luchando bajo su paraguas. Las diversas fuerzas del Ejército Libre de Siria se han debilitado cada vez más a lo largo de los años.
Los miembros de las unidades del FSA por lo general emanaron del componente mayoritario del levantamiento: trabajadores marginados (informales y formales) de las ciudades, y campesinos miembros de las clases populares que habían sufrido la aceleración de las políticas económicas neoliberales desde la llegada al poder de Bashar al-Assad y de la represión de las fuerzas de seguridad del régimen. La oposición armada estaba compuesta por soldados desertores del ejército sirio, pero la gran mayoría eran civiles que habían decidido tomar las armas. Algunas brigadas se reunieron libremente bajo un paraguas común, como el FSA, pero la mayoría estaban organizadas localmente y solo eran activas en sus lugares de origen. Al carecer de unidad y centralización, se coordinaron en campos de batalla específicos, pero rara vez en decisiones políticas y estratégicas. En general se conformaban según las localidades o según parentesco familiar extendido, con una escasa cohesión ideológica.
Trágicamente durante todo el año, cada derrota de la resistencia democrática fortaleció y benefició a los fundamentalistas islámicos y las fuerzas yihadistas sobre el terreno. El ascenso de los movimientos fundamentalistas islámicos y yihadistas, y su predominio en la escena militar en algunas regiones, ha sido negativo para la revolución, ya que estos se oponen a sus objetivos (democracia, justicia social e igualdad). Con sus discursos y comportamientos sectarios y reaccionarios, estos movimientos no sólo funcionaron como un repelente para la gran mayoría de las minorías religiosas y étnicas, y para las mujeres, sino también para algunos sectores de las poblaciones árabes sunitas en algunas áreas liberadas, donde hemos visto manifestaciones en su contra, especialmente por parte de grandes sectores de la clase media en Damasco y Alepo. Atacaron, y continúan atacando, a los activistas democráticos, mientras que a menudo intentaban imponer su autoridad sobre las instituciones desarrolladas por la gente local, a menudo provocando la resistencia de las poblaciones locales contra sus comportamientos autoritarios.
¿Por qué deberíamos seguir hablando sobre la revolución en Siria? ¿No es una vieja llama que se apagó? ¿Qué formas de lucha y organización evidencian la continuidad de los sujetos revolucionarios? ¿Podrías dar más detalles sobre los consejos locales autogobernados a lo largo de Siria?
Nadie niega que ya no estamos en marzo de 2011 y que la situación de las fuerzas democráticas y progresistas es muy débil hoy en Siria. Los procesos revolucionarios son eventos a largo plazo, caracterizados por movilizaciones de mayor o menor grado según el contexto. Incluso se caracterizan por algunos períodos de derrota, pero es difícil decir cuándo terminan. Este es especialmente el caso en Siria, cuando las condiciones que permitieron el comienzo de estos levantamientos todavía están presentes, mientras que el régimen está muy lejos de encontrar formas de resolverlos.
Sin embargo, estas condiciones no son suficientes para transformarlas en oportunidades políticas, en particular después de más de siete años de una guerra destructiva y asesina, acompañada de una notable y generalizada fatiga en la población siria, que en su gran mayoría busca la vuelta a la estabilidad en el país. Los efectos de la guerra y sus destrucciones probablemente pesarán durante años. Junto a esta situación, ningún cuerpo estructurado de oposición de tamaño significativo ha ofrecido un proyecto inclusivo y democrático que pudiera atraer a grandes sectores de la sociedad, mientras que los fracasos de los cuerpos de oposición en el exilio y los grupos armados de oposición han dejado un considerable sentimiento de frustración y amargura en las personas que participaron y/o simpatizaron con el levantamiento.
El otro elemento que también podría desempeñar un papel en la configuración de eventos futuros, es la extensa documentación del levantamiento nunca antes vista en la historia. Han habido registros sustanciales, testimonios y documentación del movimiento de protesta, de los actores involucrados y de los modos de acción. En los años setenta, Siria fue testigo de una fuerte resistencia popular y democrática con huelgas y manifestaciones significativas de masiva adhesión en todo el país. Desafortunadamente, este recuerdo no se mantuvo y no fue conocido por la nueva generación de manifestantes en el país en 2011.
El proceso revolucionario sirio que comenzó en 2011 es uno de los más documentados. Este recuerdo permanecerá y podría inspirar e informar a la resistencia futura. Las experiencias políticas que se han acumulado desde el comienzo del levantamiento no desaparecerán.
Sin embargo, todavía existen algunos focos de resistencia aislada en algunas áreas, pero están muy debilitados. Además se está trabajando en algunos intentos en el exilio para construir redes democráticas y progresistas.
En cuanto al número de consejos locales, han disminuido considerablemente después de la caída de Alepo oriental en diciembre de 2016 y de Ghouta oriental en marzo/abril de este año, debido a los avances militares de las fuerzas pro régimen que capturan territorios ocupados por la oposición, y también como resultado de los ataques de fundamentalistas islámicos y grupos armados yihadistas que reemplazaron los consejos civiles por los suyos.
En cuanto a los consejos locales que desempeñaron un papel importante en las áreas controladas por la oposición, debemos dejar en claro que sus muy importantes experiencias no significan que no hubiesen insuficiencias, tales como la falta de representación de las mujeres o de minorías religiosas en general. También habían otros problemas, como algunas formas de desorganización, prácticas antidemocráticas, sobrerrepresentación de algunas familias influyentes en algunas áreas, etc. Los consejos civiles tampoco eran siempre completamente autónomos de los grupos militares, dependiendo a menudo de ellos para obtener recursos. Aunque en general se eligió a numerosos miembros del consejo, casi la mitad de ellos, también hubo una serie de consejos designados de forma no democrática en lugar de ser elegidos, sobre la base de la influencia de los líderes militares locales, las estructuras de clanes familiares y de consejos de ancianos. Otro problema con que se tropezó en la selección de los representantes del consejo fue la necesidad de habilidades profesionales y técnicas particulares.
A pesar de estas limitaciones, los consejos locales pudieron restablecer un nivel mínimo de servicios sociales en sus regiones y disfrutaron de cierto nivel de legitimidad.
¿Es el ascenso de ISIS un elemento fundamental de la contrarrevolución en el Medio Oriente? En tal caso, ¿cuáles son los otros factores políticos y económicos que permiten el crecimiento de las fuerzas fascistas y fundamentalistas? ¿Qué papel juega la religión en Siria?
Explicaciones que quieren encontrar en el Corán y en el Islam las razones de los fenómenos como ISIS son erróneas, pero sobre todo, refuerzan las amalgamas racistas e islamófobas, mientras que pretenden caracterizar una naturaleza violenta intrínseca al Islam y a los musulmanes en general. Aunque el ISIS afirma actuar en nombre del Islam, la religión no explica su comportamiento y acciones. Estos grupos e individuos, al igual que sus acciones, tienen origen en el tiempo presente y no hace 1400 años.
¿Analizamos la invasión estadounidense de Iraq en base a las creencias religiosas de Bush (quien informó haber escuchado a Dios en un sueño diciéndole que tenía una misión y tenía que invadir Iraq) o en base a sus motivos imperialistas (razones políticas y económicas)? ¿Encontraremos las razones de la invasión estadounidense en la Biblia? ¿Analizaremos la invasión estadounidense en base al comportamiento de los cristianos hace 2000 años? Del mismo modo, durante la masacre perpetrada en Noruega el 22 de julio de 2011 por Anders Breivik, quien afirmó actuar para preservar el cristianismo contra el multiculturalismo, ¿acaso hemos buscado las razones de su acto en el cristianismo o en la Biblia?
El escritor árabe Aziz Al-Azmeh afirmó que «la comprensión de los fenómenos políticos islámicos requiere de las herramientas usuales de las ciencias sociales y humanas, no su negación». No actuar de esta manera nos conducirá a una esencialización del «Otro», que, en gran parte de los casos hoy en día, es el «musulmán».
De hecho, ninguna religión existe de manera autónoma de las personas, de la misma manera en que Dios no existe fuera del campo de la acción intelectual del ser humano.
Por el contrario, la religión, como el poder sobrenatural de Dios, es una expresión mística popular de las contradicciones y las realidades materiales en las que vive la gente.
Tenemos que entender que la expansión de ISIS es un elemento fundamental de la contrarrevolución en Medio Oriente, que surgió como resultado de regímenes autoritarios que aplastaron los movimientos populares vinculados a la Primavera Árabe de 2011. Las intervenciones de los estados regionales y las potencias mundiales también han contribuido al desarrollo de ISIS. Finalmente, las políticas neoliberales que han empobrecido a la clase popular, junto con la represión de las fuerzas democráticas y sindicales, han sido clave en el crecimiento del ISIS y las fuerzas fundamentalistas islámicas.
En esta perspectiva, la fuerza militar bruta, por sí sola, sólo asegura que otros grupos militantes tomen su lugar, como demuestra Al-Qaeda en Iraq. Las soluciones reales a la crisis en Siria y en otros lugares de la región deben abordar las condiciones socioeconómicas y políticas que han permitido el crecimiento de ISIS y otras organizaciones extremistas.
La izquierda debe entender que sólo liberando a la región de las condiciones que permitieron el desarrollo de ISIS y otros grupos fundamentalistas islámicos, podemos resolver la crisis. Al mismo tiempo, el empoderamiento de esas fuerzas progresistas y democráticas sobre el terreno que luchan por derrocar regímenes despóticos y hacer frente a grupos reaccionarios, es parte integrante de este enfoque. Claramente, no se puede llegar a una solución pacífica y justa en Siria con Bashar al-Assad y su camarilla en el poder. Él es el mayor criminal en Siria y debe ser procesado por sus crímenes, en lugar de ser legitimado por los poderes internacionales y regionales.
Hay una narrativa izquierdista preponderante sobre la guerra en Siria que sugiere que, dados los recientes acontecimientos, el bombardeo de bases militares en Damasco, la causa anti-imperialista nos llama a apoyar al pueblo sirio, y en consecuencia al régimen de Bashar al Assad. ¿Qué piensas sobre eso?
Es importante recordar que, aunque existen intereses contrapuestos entre los poderes internacionales y regionales que intervienen en Siria, ninguno de estos actores se preocupa por el levantamiento o los revolucionarios, muy por el contrario, han intentado socavar el movimiento popular contra al Assad y han trabajado con éxito por fortalecer las tensiones étnicas y sectarias en el país. Estas fuerzas intervinientes, han ayudado, sólo por dar un ejemplo, a estabilizar el régimen de al Assad para oponerse a la autonomía kurda (en el caso de Turquía) y para derrotar a grupos extremistas como el ISIS (en el caso de los Estados Unidos).
Los poderes intervinientes están unidos en su oposición a la lucha popular. Buscan imponer el status quo a expensas de los intereses de las clases trabajadoras y populares. Esta es precisamente la razón por la cual no es suficiente ver la revolución siria sólo a través de la óptica de la competencia imperialista y las dinámicas geopolíticas.
Esa óptica inherentemente oscurece las frustraciones políticas y socioeconómicas sufridas por la población siria que desencadenaron el levantamiento.
Necesitamos reconstruir los movimientos contra la guerra, que sean verdaderos, partiendo por una evaluación crítica de las experiencias pasadas, una que sea honesta. Esto en la perspectiva de construir una alternativa internacionalista y progresista para todos aquellos que se oponen a todas las formas de regímenes autoritarios y todas las intervenciones extranjeras, mientras que apoyan de manera inequívoca la autodeterminación de las masas populares y sus luchas.
En otras palabras, un humanismo revolucionario.
Algunas secciones de la izquierda y de los movimientos pacifistas se han negado a actuar en solidaridad con el levantamiento sirio bajo el pretexto de que «el enemigo principal está en casa». En otras palabras, es más importante vencer a los imperialistas y a la burguesía en nuestras propias sociedades, incluso si eso significa apoyar implícitamente al régimen de al Assad o al estado ruso.
Entre estas secciones de la izquierda, el pensador comunista Karl Liebknecht es citado con frecuencia. Liebknecht es famoso por su declaración de 1915 de que «el principal enemigo está en casa», una declaración hecha en repudio a la agresión imperialista contra Rusia dirigida por su Austria-Alemania natal. Al citar a Liebknecht, muchos han descontextualizado sus puntos de vista. Desde su perspectiva, pelear contra el enemigo en casa no significaba ignorar los regímenes extranjeros que reprimían a su propia gente o no solidarizar con los oprimidos.
De hecho, Liebknecht creía que debíamos oponernos al impulso de guerra de nuestra clase dominante «cooperando con el proletariado de otros países, cuya lucha es contra sus propios imperialistas».
Entre muchos izquierdistas occidentales, no ha habido cooperación con el pueblo sirio ni colaboración con movimientos antiguerra afines. Asimismo, han omitido oponerse a las políticas de sus propios estados burgueses para aplastar la revolución en Siria.
La izquierda debe hacerlo mejor. Solidaridad con el proletariado internacional significa apoyar a los revolucionarios sirios contra las diversas fuerzas imperialistas internacionales y regionales, así como también contra el régimen del dictador al Assad. Todos estos actores sin distinción están tratando de poner fin a una revolución popular por la libertad y la dignidad.
Ninguna organización izquierdista o movimiento antibélico puede ignorar hoy la necesidad de apoyar a la gente en lucha, a la vez de oponerse a todas las intervenciones extranjeras (internacionales y regionales), especialmente la de nuestros propios gobiernos …
Como dijo Liebknecht: «Únanse a la lucha de clases internacional contra la conspiración de la diplomacia secreta, contra el imperialismo, contra la guerra, por la paz, en el espíritu del socialismo». No podemos excluir ninguno de estos elementos de nuestra lucha para construir una plataforma izquierdista y progresista sobre el conflicto sirio.
¿Crees que las narrativas antes mencionadas y la incapacidad de comprender una lucha política y emancipadora activa, sucumben a la percepción que sufre de orientalismo, o tal vez incluso de racismo e islamofobia? ¿Hay un enfoque paternalista del que simplemente no podemos deshacernos?
Creo que las razones son múltiples y a veces están interrelacionadas, ya sea la herencia específica de la izquierda (estalinismo, campismo, «tercermundismo»), formas de racismos, orientalismo, etc.
Pero, además, y de manera más general, hay un escepticismo en relación a la posibilidad de una acción colectiva masiva para alcanzar las metas de la gente, del poder desde abajo. Este concepto, que está en el corazón de la política revolucionaria, se enfrenta a un profundo escepticismo por parte de algunos sectores de la izquierda. Sin embargo, esto no debería impedirnos construir nuestra solidaridad sobre esta base.
Siguiendo esta misma narrativa, hemos sido testigos de un llamado a unirse bajo el pragmatismo del mal menor de la coalición entre Putin, Assad e Irán a fin de garantizar la estabilidad. ¿Cuál es el resultado de esta alianza durante los últimos años y contra quién se ha forjado?
Esta percepción del «mal menor» de estas secciones de la izquierda es completamente errónea y destructiva. La solución no está en la colaboración con regímenes autoritarios como el régimen de Assad o la colaboración con los poderes regionales y las potencias imperialistas internacionales como Rusia, sino todo lo contrario.
Creo que deberíamos analizar un Estado sobre su base de clase y sus políticas con la debida prudencia de Pierre Frank, un trotskista francés que escribió: «Tengamos en cuenta que los grandes teóricos del marxismo no definieron en absoluto la naturaleza política de un régimen burgués en base a las posiciones que estos últimos tomaron en el campo de la política exterior, pero única y simplemente por la posición que ocupaban en relación con las clases que componen la nación». Sobre esta base, Siria, Rusia e Irán claramente no son aliados de la clase trabajadora. Podemos ver en Siria su papel destructivo y asesino.
El del menos malvado es en realidad el camino de la derrota y significa el mantenimiento del sistema injusto en el que viven las clases populares de la región. El papel de los revolucionarios no es elegir entre diferentes poderes imperialistas y regionales. Nuestro papel es oponernos a las diferentes fuerzas contrarrevolucionarias y construir un frente independiente a partir de estas dos formas de reacción, y basarlo en fundamentos democráticos, sociales, anti-imperialistas; oponernos a todas las formas de discriminación y trabajar para el cambio radical de la sociedad en una dinámica desde abajo, en el que las clases trabajadoras son el sujeto de cambio.
En conclusión, dados los enfrentamientos o la colaboración entre las fuerzas de la reacción, no elijamos una forma de reacción, sino que apoyemos, construyamos y organicemos una alternativa popular y radical en pos de los objetivos originales de las revoluciones: democracia, justicia social e igualdad.
Debemos oponernos a todas las intervenciones extranjeras, además, no debemos imaginar que las rivalidades imperialistas a nivel global entre los Estados Unidos, China y Rusia serían insuperables para estos poderes, en la medida en que estos poderes están en realidad sujetos a relaciones de interdependencia en muchos asuntos. Todos estos regímenes son regímenes burgueses que son y siempre serán los enemigos de las revoluciones populares, que buscan imponer o fortalecer un contexto político estable que les permita acumular y desarrollar su capital político y económico desafiando a las clases populares. Ningún poder regional o internacional es amigo de la revolución siria, como hemos mostrado, así como tampoco son las contradicciones imperialistas las que han sido la fuente del levantamiento en Siria o en otros lugares de la región, sino las frustraciones políticas y socioeconómicas que las clases populares tienen que soportar.
La negativa del régimen a cualquier tipo de oposición y la violencia que ha cometido demuestra que tiene tendencias fascistas. ¿Estas eran evidentes y existían antes del levantamiento y cómo estaban relacionadas con las características del Estado y la sociedad siria?
El régimen despótico de al Assad definitivamente tiene tendencias fascistas, las cuales han sido demostradas por su rechazo a cualquier tipo de oposición y por la violencia que ha cometido. En cuanto a la naturaleza del régimen de al Assad, yo diría que es un estado despótico, capitalista y patrimonial que gobierna por medio de la represión violenta y usa diversas políticas como el sectarismo, el tribalismo, el conservadurismo y el racismo para dominar a la sociedad y movilizar una base popular interclasista a través de conexiones sectarias, regionales, tribales y clientelistas para defender al régimen sobre una base reaccionaria.
La naturaleza patrimonial del Estado significa que los centros de poder (político, militar y económico) dentro del régimen se concentran en una familia y su camarilla, similar a Libia y las monarquías del Golfo, empujando al régimen a usar toda la violencia a su disposición para proteger su dominio.
Por lo tanto, está muy lejos de ser socialista, anti-imperialista y laico como lo presentaron algunos sectores de la izquierda occidental, a menudo ignorantes de Siria.
Dado el ejemplo de Libia, Iraq y Afganistán hace algún tiempo, la intervención de Estados Unidos es más que catastrófica. Las invasiones se convirtieron en sinónimo de Estados Unidos, que entró en guerra contra el comunismo y ahora lidera la guerra contra los extremistas islamistas. ¿Cuál es su objetivo en la región? ¿De qué manera la elección de Trump afectó las políticas de los EE. UU. en la región, si esto fue así? ¿Qué debemos esperar y para qué nos debemos preparar?
Seamos claros, debemos oponernos también a todas las intervenciones de Washington en la región que no se realizan en interés de las clases populares. Las recientes guerras que mencionas o su apoyo a diferentes dictaduras y sus acciones en la región lo demuestran.
La política estadounidense está sumida en una serie de contradicciones que derivan de su posición debilitada después de su retroceso en Iraq y la política exterior contradictoria entre Trump y algunos sectores de la administración de asuntos exteriores de Estados Unidos. Por supuesto, los Estados Unidos sigue siendo la potencia más importante del mundo, pero ha sido testigo de un declive relativo frente a los rivales internacionales y regionales, particularmente en el Medio Oriente.
El fracaso de la invasión estadounidense de Iraq en 2003 y la crisis económica y financiera mundial de 2007 y 2008 fueron duros golpes a la hegemonía de Estados Unidos. Esto dejó más espacio para otras potencias imperialistas como China y Rusia, pero también benefició a las potencias regionales en todo el mundo. El declive relativo de los Estados Unidos permitió que todos estos estados actuaran de manera más autónoma e incluso contraria a los intereses de los EE.UU.
Esto es particularmente visible en Medio Oriente. Rusia ha podido aumentar su influencia y desempeñar un papel importante en Siria para salvar al régimen de al Assad, mientras que varios estados regionales como Irán, Turquía, Arabia Saudita, Qatar e Israel han desempeñado un papel cada vez mayor en la región, interviniendo en los procesos revolucionarios en apoyo de varios actores en conflicto con las demandas populares de democracia, justicia social e igualdad.
Las principales políticas de los EE. UU. en Oriente Medio son derrotar al ejército de ISIS y oponerse a la influencia iraní en la región. Al mismo tiempo, quieren volver a una forma de estabilidad en la región mientras socavan fuerzas como Irán.
Al igual que otras potencias imperialistas y regionales, quieren poner fin a los procesos revolucionarios en la región.
Nos enfrentamos a una situación compleja, pero con facilidad sacamos conclusiones apresuradas y nos perdemos en temas secundarios. ¿Cómo podemos servir a la lucha principal, en términos de solidaridad internacionalista? Sería bastante obvio: mediante la oposición a todos los actores imperialistas y autoritarios que intervienen en Siria?
Sí, estoy de acuerdo con esa conclusión.
Se pueden hacer múltiples cosas. Creo que los progresistas deberían exigir el fin de la guerra, que ha creado un terrible sufrimiento. Ha llevado al desplazamiento masivo de personas dentro del país y ha expulsado fuera de él a millones de personas como refugiados. La guerra sólo beneficia a las fuerzas contrarrevolucionarias en todas partes. Desde el punto de vista político y humanitario, el fin de la guerra en Siria es una necesidad absoluta.
Asimismo, debemos rechazar todos los intentos de legitimar el régimen de al Assad, y debemos oponernos a todos los acuerdos que le permitan desempeñar algún papel en el futuro del país. Un cheque en blanco entregado a al Assad hoy alentará los futuros intentos de otros estados despóticos y autoritarios de aplastar a sus poblaciones si éstas se rebelan.
También debemos garantizar los derechos de la población civil dentro de Siria, particularmente prevenir más desplazamientos forzados y garantizar los derechos de los refugiados (derecho de retorno, derecho a compensaciones financieras en caso de destrucción de sus casas, justicia por las pérdidas de sus familiares, etc.).
Assad y sus diversos socios en el régimen deben rendir cuentas por sus crímenes. Lo mismo ocurre con las fuerzas fundamentalistas islámicas y yihadistas y otros grupos armados.
Necesitamos apoyar a los actores y movimientos democráticos y progresistas contra ambos lados de la contrarrevolución: el régimen y sus oponentes fundamentalistas islámicos.
Tenemos que construir un frente unido basado en los objetivos iniciales de la revolución: democracia, justicia social e igualdad, diciendo no al sectarismo y no al racismo.
Por supuesto, necesitamos oponernos a todos los actores imperialistas y autoritarios que intervienen en Siria.
En sus propios países, los izquierdistas a nivel internacional también deben luchar:
por la apertura de fronteras a los inmigrantes y refugiados y contra la construcción de muros o la transformación de Europa, por ejemplo, en una fortaleza que convertiría el Mar Mediterráneo en un cementerio para migrantes.
contra todas las formas de islamofobia y racismo.
contra toda cooperación de los estados occidentales con los regímenes despóticos y el apartheid, el estado colonial y racista de Israel (en este último caso, apoyar las campañas de BDS).
contra más políticas de «seguridad» y antidemocráticas promovidas en nombre de «la guerra contra el terrorismo».
Debemos dejar en claro que la impunidad otorgada a los continuos crímenes asesinos del régimen despótico de Assad, con la ayuda y/o la complicidad de las potencias imperialistas internacionales, alienta a otros dictadores y regímenes autoritarios a reprimir violentamente a su propio pueblo. Esto también es parte de una tendencia global internacional de autoritarismo presente en todo el mundo, incluso entre las democracias liberales en los países occidentales, con el avance y la profundización del neoliberalismo.
Fuente original: http://www.vientosur.info/spip.php?article13781