Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
¿La maldad de Hamás no tiene límites? Parece que no.
Esta semana hizo algo imperdonable. Nos robó una guerra.
Desde hace unas semanas, nuestro nuevo Jefe de Estado Mayor, Benny Gantz, ha venido anunciando en cada oportunidad que se le presenta que es inevitable una nueva guerra contra la Franja de Gaza. Varios comandantes de las tropas acantonados alrededor de la Franja han estado repitiendo este grave pronóstico, también lo hacen sus seguidores, conocidos como comentaristas militares.
Uno de ellos nos consoló. Es cierto que Hamás ahora puede golpear a Tel Aviv con sus cohetes, pero que no será tan terrible, porque va a ser una guerra corta. Sólo tres o cuatro días. Como dijo uno de los generales, será mucho más «difícil y dolorosa» (para los árabes) que la operación Plomo Fundido I que duró tres semanas. Estaremos todos en nuestros refugios -los que tienen refugios, claro está- sólo durante unos días.
¿Por qué es inevitable la guerra? A causa del terrorismo, estúpido. Hamás es una organización terrorista, ¿no?
Pero hete aquí que viene el líder supremo de Hamás, Khaled Mashal, y declara que Hamás ha renunciado a toda acción violenta. A partir de ahora se concentrará en las manifestaciones de masas no violentas, en el espíritu de la primavera árabe.
Cuando Hamás renuncia al terrorismo, no hay pretexto para un ataque a Gaza.
¿Pero es necesario un pretexto? Nuestro ejército no se tragará la frustración por puro gusto de Mashal. Cuando el ejército quiere una guerra, tiene una guerra. Esto se demostró en 1982, cuando Ariel Sharon atacó al Líbano a pesar de que la frontera con Líbano había permanecido muy tranquila durante 11 meses. Después de la guerra nació el mito de los disparos cotidianos y hoy casi todos los israelíes pueden «recordar» el tiroteo. Un ejemplo asombroso del poder de la sugestión.
¿POR QUÉ quiere atacar el Jefe de Estado Mayor?
Un cínico podría decir que cada nuevo jefe del Estado Mayor necesita una guerra propia. Pero nosotros no somos cínicos, ¿verdad?
Cada pocos días, un cohete solitario se lanza desde la Franja de Gaza hacia Israel. Rara vez llega a algo más que un campo vacío. Desde hace meses, nadie ha resultado herido.
La secuencia habitual es así: nuestra fuerza aérea lleva a cabo una «liquidación selectiva» de milicianos palestinos en la Franja. El ejército afirma invariablemente que estos «terroristas» seleccionados tenían la intención de atacar a los israelíes. ¿Cómo conoce el ejército sus intenciones? Parece que nuestro ejército tiene la capacidad de leer los pensamientos.
Después de los asesinatos, su organización considera que es su deber vengar su sangre con el lanzamiento de un cohete o un proyectil de mortero, o incluso dos o tres. Esto «no puede ser tolerado» por el ejército, y así sucesivamente. Después de cada episodio de ese tipo, nuevamente se comienza a hablar de guerra. Como dicen los políticos en sus discursos en las conferencias del AIPAC: «¡Ningún país puede tolerar que sus ciudadanos se vean expuestos a los cohetes!»
Pero, por supuesto, las razones de una Operación Plomo Fundido II son más graves. Hamás está siendo aceptado por la comunidad internacional. Su primer ministro, Ismail Haniyeh, está viajando por todo el mundo árabe y musulmán después de haber estado encerrado en Gaza -una especie de franja de detención- durante cuatro años. Ahora puede cruzar a Egipto, porque los Hermanos Musulmanes, la organización madre de Hamás, se han convertido en un factor importante allí.
Peor aún, Hamás está a punto de unirse a la OLP y participar en el gobierno palestino. Es el momento de hacer algo al respecto. Atacar Gaza, por ejemplo. Obligar a Hamás a convertirse otra vez en extremista.
No contento con robarnos nuestra guerra, Mashal está llevando a cabo una serie de acciones más siniestras. Al unirse a la OLP, Hamás se está sometiendo a los acuerdos de Oslo y a todos los demás acuerdos oficiales entre Israel y la OLP. También anunció que Hamás acepta un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967 y que Hamás no se presentaría a la presidencia palestina este año, por lo que el candidato de Fatah -quienquiera que sea- podría ser elegido sin oposición prácticamente y estaría capacitado para negociar con Israel.
Todo esto pondría al actual gobierno israelí en una posición difícil.
Mashal tiene cierta experiencia en causar problemas a Israel. En 1977, el primer gobierno de Netanyahu decidió deshacerse de él en Amman. Enviaron a un equipo de agentes del Mossad para asesinarlo en la calle rociándole una oreja con un veneno indetectable. Pero en vez de hacer lo decente y morir en silencio por una causa misteriosa, como Yasser Arafat, dejó que su guardaespaldas persiguiera a los atacantes y los atrapó.
El rey Hussein, viejo amigo y aliado de Israel, se estaba volviendo loco. Le ofreció a Netanyahu una elección: o bien los agentes serían juzgados en Jordania y posiblemente ahorcados o el Mossad inmediatamente enviaba el antídoto secreto para salvar a Mashal. Netanyahu capituló y aquí tenemos Mashal, muy vivo y coleando.
Otro resultado curioso de esta desventura fue que el rey exigió que el fundador y líder de Hamás, el paralítico jeque Ahmad Yassin, fuese liberado de la prisión israelí. Netanyahu se vio obligado a liberar al dirigente que Israel asesinó siete años después. Cuando su sucesor Abd al-Aziz Rantisi, fue asesinado poco después, se despejó el camino de Mashal para convertirse en el jefe de Hamás. Y en lugar de mostrar su gratitud, ahora nos enfrenta a un reto terrible: la acción no violenta, a ofertas de paz indirectas, a la solución de dos Estados.
UNA PREGUNTA: ¿Por qué nuestro Jefe de Estado Mayor propone una pequeña guerra en Gaza, cuando podía tener tanta guerra como desea en Irán? No sólo una pequeña operación sino una gran guerra, una guerra muy, muy grande.
Bueno, sabe que no puede tenerla.
Hace algún tiempo hice algo que ningún comentarista experimentado hace. Prometí que no habría ningún ataque militar israelí contra Irán (tampoco ninguno estadounidense, por cierto).
Ningún periodista experimentado o un político hacen una predicción sin dejar un resquicio para sí mismo. Se utiliza un discreto «a menos que». Si su pronóstico va mal, recuerda su escapatoria.
Tengo algo de experiencia -unos 60 años- pero no dejé ningún resquicio. Dije que no habría guerra y ahora el general Gantz dice lo mismo en tantas palabras. No Teherán, pero pobre la pequeña Gaza.
¿Por qué? Debido a una sola palabra: Ormuz. No el antiguo dios persa Hormuzd, sino el estrecho que es la entrada y salida del Golfo Pérsico, a través del cual fluye el 20% del petróleo del mundo (y el 35% del petróleo transportado por vía marítima). Mi argumento era que ningún líder en su sano juicio -o incluso ligeramente loco- correría el riesgo del cierre del estrecho, debido a que las consecuencias económicas serían catastróficas, incluso apocalípticas.
Parece que los líderes de Irán no estaban seguros de que todos los dirigentes del mundo leerían esta columna, por lo que, por si acaso, lo dijeron ellos mismos. Esta semana llevaron a cabo notables maniobras militares en el Estrecho de Ormuz, acompañadas de la amenaza inequívoca de cerrarlo
Los EE.UU. respondieron con amenazas vanas. La invencible Marina de los EE.UU. estaba lista para abrir el Estrecho por la fuerza, si fuera necesario.
¿Cómo, por favor? La transportadora aérea más poderosa de aviones puede ser fácilmente hundida por una batería de misiles tierra-mar o por pequeños barcos con misiles. Supongamos que Irán comienza a llevar a cabo sus amenazas. Todo el poder de la fuerza aérea de EE.UU. y la Marina se ponen en marcha. Hunden barcos iraníes, bombardean las instalaciones de misiles y bombarderos del ejército. Aún así actuarán los misiles iraníes que harán imposible el paso por el estrecho.
¿Y después qué? No habrá otra alternativa que poner las «botas sobre el terreno». El ejército de EE.UU. tendrá que arrimarse a la costa y ocupar todo el territorio necesario desde el cual los misiles puedan lanzarse eficazmente. Esa sería una operación mayor. Se debe esperar una feroz resistencia iraní, a juzgar por la experiencia de los ocho años de la guerra con Irak. Los pozos de petróleo en la vecina Arabia Saudí y otros países del Golfo también se verán afectados. Semejante guerra iría mucho más allá de las dimensiones de las invasiones estadounidenses a Irak o Afganistán, e incluso de Vietnam.
¿Está la quebrada banca de EE.UU. capacitada para esto? ¿Económica, política y moralmente?
El cierre del estrecho es el arma definitiva. No creo que los iraníes la utilicen contra la imposición de sanciones por muy graves que sean, tal como han amenazado. Sólo un ataque militar justificaría semejante respuesta.
Si Israel ataca en solitario -«la idea más estúpida que he oído», como declaró nuestro ex jefe del Mossad- no habrá ninguna diferencia. Irán lo considerará una acción estadounidense y cerrará el estrecho. Por eso la administración de Obama puso el pie en el estribo y entregó a Netanyahu y de Ehud Barak una orden inequívoca de abstenerse de cualquier acción militar.
Ahí es donde estamos ahora. Nada de guerra en Irán. Sólo la perspectiva de una guerra en Gaza.
Y llega este endemoniado Mashal y trata de echar a perder las posibilidades de eso, también.
Uri Avnery es un escritor y activista israelí por la paz del movimiento Gush Shalom. Colaboró con Counter-punch en el libro The Politics of Anti-Semitism.
Fuente: http://zope.gush-shalom.org/