Cuba es un ejemplo de revolución y un modelo de sociedad. Que de lo sutil, no haya confusión: si el ejemplo cubano conlleva marca intransferible y registrada de identidad nacional… ¿qué impide que sus conquistas sociales sean ejemplo a seguir? Un revolucionario perfecto señalaría que tales conquistas son ilusorias sin el poder de las armas. […]
Cuba es un ejemplo de revolución y un modelo de sociedad. Que de lo sutil, no haya confusión: si el ejemplo cubano conlleva marca intransferible y registrada de identidad nacional… ¿qué impide que sus conquistas sociales sean ejemplo a seguir?
Un revolucionario perfecto señalaría que tales conquistas son ilusorias sin el poder de las armas. Es posible. John Kennedy, aquel contrarrevolucionario perfecto, también decía: «Quienes imposibilitan la revolución pacífica harán inevitable la revolución violenta» (1962).
Se puede. Pero no se quiere. El grado de involución al que hemos llegado hace que si un gobernante trata de realizar ideales propios del siglo pasado, será de antemano combatido por los dueños del capital, que son los dueños de los medios de comunicación y de los intelectuales adictos al poder.
Unico país latinoamericano que vive en el siglo XXI, Cuba navega en otras aguas. «Yo creo que Cuba ha hecho un buen trabajo en lo que se refiere a educación y salud y debe ser felicitado por eso.» No lo dijo Eduardo Galeano, sino James Wolfensohn, ex presidente del Banco Mundial (abril de 2001). En 1991, otro ex presidente del BM dijo que sentía «mucha admiración por los programas sociales cubanos» (Roger McNamara).
Según Wolfensohn «… el éxito de Cuba es más notable porque se ha producido durante 40 años de hostilidad de Estados Unidos, y tras el derrumbe de sus acuerdos comerciales luego de la desaparición de la Unión Soviética». Para entonces (1999) el Banco Mundial calculaba la tasa de mortalidad infantil (TMI) en 7 por cada mil nacidos vivos, igual a la de Estados Unidos. Antes de la revolución, la TMI era 60 por mil nacidos vivos.
En 2001, el Unicef igualó la TMI de Cuba a la de Canadá: 6/1000. En la tabla seguían Estados Unidos (7), Chile (11), Costa Rica (13), Uruguay (15) y Argentina (19). Logro imposible de concretar sin alimentación y nutrición adecuadas para la madre y el bebé, más los 12 controles que ambos reciben durante la gestación y la voluntad política para movilizar todo el sistema de salud pública en caso de que sin causa justificada mueran ocho niños, como sucedió a mediados de julio pasado.
Que los palabreros de la «ética» que omiten estos datos apunten bien: ocho niños muertos y alerta nacional. Y es que un país solamente puede avanzar cuidando a sus niños. Por esto, en América Latina Cuba registra el mejor nivel de educación en alumnos de primaria, índice de permanencia más alto y mejor capacitación en matemática e idioma (Diálogo Interamericano de Washington y Corpo-ración de Investigación de Desarrollo, Chile, 2001).
En esos exámenes los estudiantes cubanos fueron tan sobresalientes que las agencias de Naciones Unidas encargadas de la evaluación decidieron examinar una segunda vez por dudas de los resultados, que fueron corroborados.
Las diferencias en el nivel de educación no son resultado de gasto en el rubro. Por estudiante, Cuba gasta menos que México, Brasil y Chile, donde el nivel de educación es inferior. Sin embargo, en el presupuesto general el gasto cubano en educación dobla al de salud y cuadruplica el de defensa.
Según el Banco Mundial, la tasa de alfabetización cubana en 1998 era de 3 y 4 por ciento (hombres y mujeres), cifras compatibles con las de naciones industrializadas. Cuba tenía entonces un maestro por cada 42 habitantes, mientras en el mundo la proporción era de uno por 100. Anualmente 10 mil maestros cubanos disponen de año sabático, que no es descanso, sino recalificación de aptitudes y actualización de conocimientos.
¿Que si en Cuba hay hambre y desnutrición? De 2000 a 2002 la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estimó que el país caribeño fue el único de América Latina con mayores avances en la lucha contra el hambre, por encima de Brasil, México, Colombia, Perú, El Salvador y Paraguay.
En julio de 1991 Nelson Mandela visitó La Habana. Con emoción contenida, el líder sudafricano dijo: «Venimos aquí con el sentimiento de la gran deuda que hemos contraído con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país tiene una historia de mayor altruismo que la que Cuba puso de manifiesto en sus relaciones con Africa?»
Miles de médicos de la «guerrilla blanca» cubana trabajan en los lugares más inhóspitos y peligrosos de Africa y América Latina. Así se entiende el emplazamiento de Cuba al gobierno de Honduras, cuando en agosto pasado el Colegio Médico planteó la revisión de un convenio de salud firmado en La Habana.
«Estamos listos para cualquier acción de sacar a los médicos cubanos del país», advirtió Amable Jesús Hernández, vicepresidente de las 298 alcaldías de los 18 departamentos (provincias) del país centroamericano.
No hay secretos ni milagros. La ética médica cubana responde al Código del córdobes-musulmán Maimónides (1135-1204), que suele ser comparado al hipocrático: «No permitas que la sed de lucro y la ansiedad de gloria influyan en el ejercicio de mi profesión… Sostén las fuerzas de mi corazón para que siempre se halle presto a servir a ricos y pobres, a amigos y enemigos, a buenos y malvados.»