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La hipótesis andalucista: una alternativa al desencanto

Fuentes: Viento Sur

Las elecciones en Andalucía continúan sin tener una fecha clara, pero ésta comienza a intuirse. El cisma del Partido Popular y la defenestración de Pablo Casado tras los resultados en los comicios de Castilla y León habían enfriado las ansias de adelanto que Moreno Bonilla llevaba meses calibrando.

Sin embargo, las últimas declaraciones del portavoz parlamentario del PP andaluz José Antonio Nieto asegurando que “la legislatura está agotada” han desatado de nuevo los rumores de una fecha anticipada[1]. En concreto, han trascendido los días 12 o 26 de junio como fechas probables que el PP estaría barajando actualmente. Entre los factores que motivarían esta opción para que el presidente andaluz apretara el botón de la convocatoria estaría aprovechar el empuje del congreso del PP celebrado en Sevilla, evitando que se visibilicen las consecuencias del Gobierno conjunto de PP y Vox en Castilla y León, y que podrían deteriorar en mayor medida la imagen de moderado que Moreno Bonilla se ha intentado labrar a lo largo de la legislatura.

Negociaciones turbulentas en la izquierda andaluza

En este contexto, durante la última semana de marzo se hacía pública una fotografía en la que aparecían representantes de los aparatos de Izquierda Unida, Podemos y Más País en Andalucía, entre otros. Con esta imagen se pretendía conjurar un principio de acuerdo para conformar una candidatura que uniera las siglas de estos partidos en una papeleta común.

El pacto todavía no está cerrado. Es más, parece cogido con pinzas. Las tensiones entre IU y Unidas Podemos por quién ocuparía la cabeza de lista, o las diferencias sobre qué tipo de candidatura es necesaria, remarcadas por Más País, hacen que el principio de acuerdo nazca con serias dificultades. En la disputa interna entre IU y UP respecto del candidato, Podemos pretende situar a Juan Antonio Delgado (miembro de la Guardia Civil y diputado en el Congreso). Desde Izquierda Unida, por su parte, reivindican un peso preponderante en la candidatura, correlativo a una mayor realidad territorial en Andalucía. Sin embargo, la propuesta que sitúan sobre la mesa -su propio coordinador, Toni Valero- no goza precisamente de amplias cotas de conocimiento general por parte de la ciudadanía, ni despierta un especial entusiasmo en el conjunto del pueblo de izquierdas.

Por su parte, Más País tardó menos de dos horas desde la publicación de la noticia en salir públicamente a desmentir que existiera un acuerdo cerrado. Precisamente, en su perfil hacen especial hincapié en que sea «una candidatura independiente» la que se ponga al frente del espacio. La cara visible de Más País a nivel estatal, Íñigo Errejón, ha evitado pronunciarse sobre este acuerdo, aunque no cuesta leer entrelíneas de sus declaraciones e imaginar sus reservas. Íñigo es consciente del lastre que supondría su tan criticada sopa de siglas sin que opere detrás un revulsivo que amplíe los márgenes de la propuesta. Aunque a nivel estatal lo espera de la figura de Yolanda Díaz, a nivel andaluz este estímulo no existe sin deshacerse de lógicas de aparato a las que Izquierda Unida y Unidas Podemos no parecen dispuestas a renunciar.

Quien ha anunciado ya un carril propio es Adelante Andalucía, cuyas asambleas territoriales decidieron en febrero apostar por la reconstrucción de un espacio andalucista con anclaje territorial, autónomo del centralismo madrileño y despegado de las posibles hipotecas derivadas de la presencia en el Gobierno central.

“Necesitamos que Andalucía tenga voz propia. No vamos a esperar más”, aseguró Rodríguez en un acto el 28 de febrero (Día de Andalucía) en el que se rodeó de referentes culturales y políticos de la tercera ola del andalucismo como Califato ¾, el escritor Antonio Manuel, la cantante Carmen Xía o Mª Jesús Naranjo Infante, nieta de Blas Infante.

¿Penaliza ir separados? ¿O evita la fuga de desencantados?

Llegados a este punto, merece la pena preguntarse entonces si el principal escollo de la izquierda en Andalucía es el número de papeletas, o si la raíz del problema es otra. Y en el caso de ser lo segundo, si para desbloquear esa situación se hace necesario un cambio de rumbo, un espacio y una estrategia diferentes que mantengan su autonomía del desgaste y la subordinación de Unidas Podemos al PSOE.

Vayamos primero a los números y razones que argumentan quienes presionan hacia la unidad obligatoria como bálsamo. Al respecto de las cifras no parece que pueda extraerse una conclusión cerrada. Si bien Podemos asegura manejar estudios que indican la pérdida de 5-7 escaños en el caso de acudir separados a las urnas, otras encuestas indican que, incluso en el escenario de máxima eficiencia de una coalición entre Adelante Andalucía, Unidas Podemos y Andaluces Levantaos, la aguja prácticamente no se movería más de 1-2 escaños en las provincias decisivas.

De hecho, a pesar de que el sistema electoral andaluz está basado en circunscripciones provinciales y esto a priori favorece la concentración de voto, algunos análisis comparados señalan que los números de elecciones anteriores no identifican en el factor de candidaturas unidas o separadas un elemento clave en la representatividad de la izquierda. Es más, se habla de una posibilidad -ya demostrada en comicios anteriores- de que se diera la paradoja de sumar más con candidaturas divididas. Este fenómeno, que consiguió la derecha optimizando la representación de sus tres fuerzas por separado (PP, C’s y Vox), se produce cuando votantes desencantados con la fuerza hegemónica de su bloque se activan por opciones diferentes en lugar de quedar desmovilizados.

Este escenario podría cobrar fuerza en Andalucía, con unas siglas de UP-IU que cada vez representan en menor medida la diversidad, el dinamismo o el empuje que llevó a ensanchar el espacio transformador en 2015.

El carril propio de Adelante y la hipótesis andalucista

Para superar una política de cercos ya cerrados y que se encogen elección tras elección, es necesaria una estrategia distinta a la de situarse como el mal menor frente al espantapájaros de la ultraderecha. Es aquí donde la aritmética no sirve, y los procesos forzados de juntar siglas no son suficientes para superar espacios esclerotizados. En política, a veces, 2 + 2 se quedan en 3 como consecuencia del fenómeno de la nariz tapada. Y esta es, precisamente, una de las consignas que avalan la estrategia diferenciada de Adelante Andalucía de mantener una senda propia para las próximas elecciones: «que la apatía no deje a nadie en casa».

Pero habría, al menos, dos ingredientes adicionales en la hipótesis. La primera tiene que ver con una componente andalucista que reclama la autorreferencialidad del sujeto político y de su soberanía. El elemento andaluz, clave para entender la apuesta de Teresa Rodríguez en el nuevo ciclo, se ve aupado por las fuerzas renovadas de lo que se ha venido a llamar la tercera ola del andalucismo, actualizada por la que Jesús Jurado ha bautizado como “generación del mollete”[2].

Este elemento viene trufado por las costuras del desequilibrio territorial que se está dejando ver en otras zonas del Estado español. A lo largo de las últimas citas electorales, el otro fenómeno creciente expresado en votos, junto a la extrema derecha, viene ligado a propuestas que ponen especial foco en la problemática específica del territorio. Las recetas políticas que han buscado una transposición del tipo import/export desde Madrid han sufrido un importante desgaste. Salvando su heterogeneidad, que impide ver tras de sí un proyecto político nítido, la emergencia de fuerzas como Teruel Existe, Soria Ya o el fortalecimiento de otras ya existentes como el BNG coinciden en señalar la priorización de los problemas de cada territorio y canalizan un sentimiento de abandono, especialmente en zonas que concentran los peores datos de paro, emigración y precariedad.

Andalucía cumple con esos parámetros y el andalucismo es la traducción política propia que Adelante propone para estimular y ensanchar el espacio político más allá de proyectos cerrados. De esta forma, busca reconectar con los agravios sociales y cotidianos proponiendo una salida al impasse en el que se encuentra la izquierda andaluza desde 2018.

Reactivar la esperanza, disputar el enfado

La segunda componente de la hipótesis tiene que ver con una creciente ola de malestar, dolores y desafectos motivados por una situación política que encadena diversas crisis de calado. Este magma del descontento es utilizado por la derecha y la ultraderecha de forma oportunista y aprovechada para arremeter contra el Gobierno central. Sin embargo, sus consecuencias agudizan un deterioro real de las condiciones de vida que atraviesa la clase trabajadora (incremento de precios en suministros o alquiler, desabastecimiento de materias primas, etc.) y sus causas hunden sus raíces más allá de la guerra en Ucrania (dependencia energética de combustibles fósiles, debilidad en la cadena de valor del capitalismo hispano, crisis general de la tasa de beneficio, etc.). Este fenómeno de ansiedad generalizada, unido a la tibieza e insuficiencia de las políticas impulsadas por el ejecutivo, está alimentando una sensación creciente que identifica en el Gobierno central como parte del problema y no de la solución. En este sentido, Adelante Andalucía busca ofrecer “una alternativa de izquierdas a quien esté enfadado o se sienta decepcionado con las políticas de Sánchez” [3].

Ofrecer ese espacio se antoja difícilmente compatible con la presencia en el gobierno. Y es que, si bien esta situación de crisis está afectando a la credibilidad del ejecutivo en su conjunto, no está dañando a sus partes por igual. El pez menor está sufriendo más que el grande, y esto el PSOE lo sabe.

Cuando se hizo público el principio de acuerdo entre Unidas Podemos, Izquierda Unida y Más País Andalucía, sucedió algo inusual. El candidato socialista Juan Espadas mostró su satisfacción públicamente[4]. El gesto tiene su pizca de desesperación y una buena dosis de dardo envenenado. Con los resultados de Castilla y León, el PSOE ha puesto todas sus fichas a la movilización de su electorado frente a Vox. Con un candidato débil y un PSOE que continúa tocado de sus 40 años al frente de la Junta, busca activar moderadamente a su izquierda.

El PSOE se siente cómodo con el marco de bloques izquierda-derecha porque nunca pierde del todo. Si gana con un socio minoritario, lo subsume a su lógica y lo sitúa en un espacio acotado. Si pierde, se asegura su liderazgo en oposición bajo ese eje. Así, el miedo a la ultraderecha es entendido por el PSOE como un elemento movilizador del electorado de izquierdas. Y aunque esto pudiera ser cierto en parte, en todo caso las fuerzas de izquierdas no lo capitalizan por igual: cuando el PSOE ofrece la utilidad, el socio minoritario aporta poco.

Esta hipótesis, que de hecho en términos electorales fue la que intentaron Gabilondo e Iglesias en Madrid, quedó muy lejos de dar resultados. En aquellos comicios, precisamente fue un marco distinto el que salvó los muebles de la izquierda con la consolidación y crecimiento de Más Madrid. Su hipótesis de “no regalarle la épica” a la derecha trabajó en una senda discursiva autónoma: que el foco no fuera el miedo, sino la esperanza en lo cotidiano (“lo que de verdad importa”).

En suma, podríamos advertir algo así como que el debate de la unidad de la izquierda impuesta como decreto es la discusión simétrica a la de que viene la ultraderecha: instala el miedo como operador político. Sin embargo, el miedo no moviliza, sino que paraliza. Sustituye el horizonte deseable por el conformismo posible. Además, este chantaje es tan elástico que siempre permite a otro más a la derecha desplazar el centro por el cual se articula dicha unidad (unidad con UP para frenar al PP, Ciudadanos y Vox; unidad con el PSOE para frenar al PP y Vox; unidad de los demócratas frente a Vox; unidad de todos contra el transfuguismo, etc.).

El Gobierno central se mueve en esas coordenadas porque para el PSOE es un mal asumible, pero para su izquierda está siendo su erial. Si bien resulta necesario dejar meridianamente claro que no se dejará gobernar a la ultraderecha por todos los medios posibles, el eje diferenciador de un proyecto no puede limitarse a “no ser el otro”.

En esto reside el reto de Adelante, no solo para las próximas elecciones andaluzas, sino para su consolidación como espacio y herramienta útil para las mayorías sociales en Andalucía. Este desafío requiere hacerse cargo de los crecientes dolores sociales reactivando lo andaluz y lo cotidiano como ejes rearticuladores de una fuerza que transcienda la autocomplacencia y se haga territorio, convirtiendo en hegemónica una nueva estrategia para la izquierda andaluza.

Porque puede que en las próximas elecciones 2 + 2 puedan llegar a ser 3 o 3’5. Pero sin un cambio de estrategia, a la siguiente serán 2 y el daño podría ser irreparable. Y ese cambio de estrategia, que posiblemente haya aparatos a los que incomode, tiene que darse ya, sin esperar tutelas ni permisos.

Notas

[1] Vuelve el runrún del adelanto. https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2022-03-31/gobierno-andaluz-negar-elecciones-junio_3400808/

[2] La ‘generación del mollete’: una infancia en los 90 para una revolución andalucista https://www.elconfidencial.com/espana/andalucia/2022-02-26/generacion-mollete-infancia-revolucion-andalucista_3382629/

[3] https://twitter.com/TeresaRodr_/status/1509194154840137728

[4] https://twitter.com/_JuanEspadas/status/1508536915619893252

David G. Marcos es militante de Anticapitalistas.

Fuente: https://vientosur.info/la-hipotesis-andalucista-una-alternativa-al-desencanto/