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La huelga en la justicia y la punta del Iceberg

Fuentes: Rebelión

La huelga de jueces y magistrados ha sido como la punta del iceberg del desaguisado que es la justicia. Y lo del desaguisado es como lo de a río revuelto para que todo siga igual y nada cambie que esto sí les viene bien a algunos. Con 2,5 millones de juicios pendientes y con una […]

La huelga de jueces y magistrados ha sido como la punta del iceberg del desaguisado que es la justicia. Y lo del desaguisado es como lo de a río revuelto para que todo siga igual y nada cambie que esto sí les viene bien a algunos.

Con 2,5 millones de juicios pendientes y con una media de varios años para resolver cualquier pleito, tener que acudir a la justicia es entrar en el reino de la injusticia. Solamente se puede decir que hay justicia cuando es en tiempo y hora, del mismo modo que cuando una ambulancia -que es un vehículo de salvación- llega a deshora se convierte en una funeraria. La similitud entre el un servicio de salud y de justicia es evidente y también el desastre que supone el andar mal y tarde y la conveniencia de intereses subordinados directa o indirectamente al poder económico, tanto en la salud como en la justicia.

La justicia se mueve en un estrecho túnel controlado por el poder político, por el gobierno de turno que coincide con el partido mayoritario en el parlamento. Hablar del poder ejecutivo, legislativo y judicial, como si fueran tres poderes diferenciados, no deja de ser una burla más a la grave situación actual. Pero sólo estamos hablando de la estructura, del organigrama, por que en medio de todo ello está un Ministerio de Justicia intencionadamente diseñado con la menor dotación de recursos y medios posible para que funcione y cumpla con lo previsto que, como apuntaba más arriba, es para que nada cambie y todo siga igual.

La justicia es el brazo represor del sistema y sus funcionarios, jueces y magistrados, infunden respeto sólo por el miedo y por los palos que dan, no por otra razón; su autoridad es medieval y sus decisiones inesperadas e imprevisibles. La justicia tiene que poner orden o, mejor dicho, tiene que mantener el orden institucional montado e impuesto por arriba no sea que se desequilibre por abajo, es decir, que la gente se desmadre y que el poder (económico) pierda eso, el poder, aunque sólo sea en una pequeña parte.

De momento para que la justicia -esta justicia- no se vuelva en contra del gobierno, de los diputados, senadores, consejeros autonómicos y alguna que otra autoridad más, han dado en blindarse como personas aforadas, intocables. Y no importa lo que hagan, son inmunes y si les llegara el turno, que nunca les llega, todo se habrá diluido o ya estará prescrito.

El entramado judicial es el máximo y principal garante del sistema. Es el modo «legal» de mantener en la legalidad la ilegalidad de los abusos que propicia el poder económico al que están subordinados los tres seudo poderes ya mencionados.

Nada tiene que ver todo esto con la huelga de algunos funcionarios -jueces y magistrados- y por ello a quién le importa. La metodología y el sistema represivo judicial continuará siendo el mismo y, por supuesto, sobre los mismos. La única diferencia es que habrá sentencias que se dictarán dentro de cuatro años más un día, en vez de cuatro años.

¿Por qué se preocupa el ministro Bermejo por la huelga si todo va a continuar igual? Los jueces y magistrados seguirán siendo funcionarios sujetos a las mismas leyes, exactamente, y al servicio también del mismo poder, el que hay, que es el económico. Las reglas de juego no han cambiado y nadie pretendía cambiarlas.

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