La situación política de Beirut se agrava cada día que pasa. Ayer, la capital libanesa vivió una tensa jornada de huelga convocada por los sindicatos por la carestía de los alimentos. Las calles amanecieron bloqueada por barricadas hechas con neumáticos en llamas y cubos de basura. Camiones, además, arrojaron arena para impedir la circulación en […]
La situación política de Beirut se agrava cada día que pasa. Ayer, la capital libanesa vivió una tensa jornada de huelga convocada por los sindicatos por la carestía de los alimentos. Las calles amanecieron bloqueada por barricadas hechas con neumáticos en llamas y cubos de basura. Camiones, además, arrojaron arena para impedir la circulación en varias vías.
Los accesos al aeropuerto internacional estuvieron cerrados y los vuelos se suspendieron entre las 9.00 y las 15.00 por el paro de seis horas que hicieron los trabajadores. La oposición advirtió que «las carreteras permanecerán cerradas, incluidas las que van al aeropuerto, hasta que el Ejecutivo anule sus decisiones», en alusión a la decisión adoptada el martes por el fiscal general de suspender e investigar la red de telecomunicaciones de Hizbullah -considerado «un grupo terrorista» por EEUU y la Unión Europea- y la instalación por parte de éste de cámaras en el aeropuerto.
El Gobierno, apoyado por Washington, acusó al grupo chiíta de «violar la soberanía del país» y destituyó al encargado de seguridad de esta instalación alegando que conocía la existencia de estas cámaras.
El ministro de Telecomunicaciones, Marwan Hamadeh, dijo que «la huelga social no es más que una fachada, porque el movimiento es político y está liderado por Hizbullah» que, en su opinión, «está tratando de usar medios militares para sitiar el aeropuerto». «No es el bloqueo temporal de la carretera del aeropuerto lo que determinará el futuro de Líbano, que ya ha manifestado que no se convertirá en un satélite iraní», insistió.
Comparecencia de Nasrallah
Para el dirigente pro occidental Ghattas Khoury, Hizbullah quiere «desestabilizar el Gobierno y el Estado».
Está previsto que hoy el jefe del partido chiíta, Hassan Nasrallah, se pronuncie sobre estas acusaciones. En este complicado contexto político se celebró ayer la huelga, que obtuvo un fuerte respaldo en los barrios chiítas y del sur de la capital, bastiones de Hizbullah.
La oposición, que desconvocó una manifestación alegando «motivos de seguridad», anunció que las protestas de ayer se transformarán en amplia «una campaña de desobediencia civil» hasta que el Gobierno se retracte. Es, sin duda, la peor crisis política de Líbano.