Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Los oldados israelíes utilizan balas de acero recubiertas de goma y munición real contra los manifestantes palestinos. (Foto: Anne Paq)
Esta mañana leí otro comentario de alguien que, desde los EE.UU., propone su solución al «conflicto» de Palestina e Israel. Al parecer, las mujeres palestinas tienen que empezar a llevar a los hombres hacia el camino de la no violencia de Gandhi en desafío de su naturaleza violenta. Enseñar a sus hijos el valor de la no violencia. Al parecer, si los palestinos logran enseñar a una nueva generación de jóvenes a interiorizar la no violencia, entonces el «ciclo de violencia» puede ponerse patas arriba y la paz se puede lograr. Me alegro de que otra persona en los EE.UU., a pesar de todo, pueda ofrecer su sabiduría a los palestinos.
Pero, ¿cómo viene alguien de fuera de Palestina a decir a los palestinos cómo criar a sus hijos? El mensaje aquí es que los palestinos están criando a sus hijos en el camino «equivocado». Se supone que, de alguna manera, los palestinos ven a sus hijos de manera diferente de cómo los vemos en «Occidente» y que enseñan a sus hijos a valorar la violencia. El supuesto es que debemos enseñar a los palestinos cómo criar a sus hijos. Implícitamente se trata de una variante de la posición racista israelí que presupone que los palestinos aman la muerte más que a sus hijos. Esta es una posición deshumanizante y racista que debemos calificar así sin rodeos. No podemos seguir simplemente señalando que decir este tipo de cosas no comprende el núcleo del conflicto. Es una posición racista.
Al mismo tiempo las posiciones como ésta insisten en la no violencia palestina frente a una opresión que no muestra comprensión sobre el núcleo del conflicto. ¿Qué significa enseñar a sus hijos la «no-violencia» en una situación de violencia y desigualdad estructurales extremas? Tomemos como ejemplo al niño que vivía en la planta baja de mi edificio cuando yo estaba en Ramallah durante la Segunda Intifada. Este chico venía de una familia activa en los círculos de paz. Sus padres estaban involucrados en grupos de diálogo, programas de paz y otras formas de activismo no violento. Estaban criando a sus hijos en un entorno donde la paz y la no violencia eran temas constantes de conversación.
En 2002 este chico tendría alrededor de 6 años. Ahora está en su adolescencia o en los inicios de su veintena, la edad de la generación que actualmente protesta en Palestina. En 2002 el ejército israelí invadió las ciudades palestinas y las puso bajo toque de queda. Los francotiradores se colocaron en los tejados de los edificios y cualquier persona que salía de su casa recibió un disparo a quemarropa. Los tanques patrullaban las calles. Los soldados llevaron a cabo redadas y búsquedas casa por casa. Mi calle fue registrada tres veces.
La primera vez que los soldados israelíes buscaron en mi edificio caminaban alrededor de mi casa y pusieron una pistola en mi cabeza mientras otro soldado se puso a mi lado, arma en ristre. Los soldados llevaron a cabo búsquedas similares en cada apartamento.
Cuando los soldados israelíes llegaron a la casa de la familia que he mencionado anteriormente los padres estaban visitando a sus vecinos. Su hijo estaba desnudo en el baño cuando los soldados entraron en su casa. A los padres no se les permitió acercarse mientras que los soldados estaban en su casa. Se vio obligado a quedarse en casa solo, desnudo, envuelto en una toalla, durante el tiempo que los soldados invadieron su casa. Cuando los soldados salieron del edificio otro vecino estaba tan asustado que empezó a vomitar.
¿Podría esta experiencia hacer que las palabras de una madre sobre la no violencia sonaran a huecas?
El día antes de que los soldados registraran nuestro edificio otro grupo de soldados registró los edificios del otro lado de nuestra casa. Eran violentos. Echaron abajo las puertas, destruyeron los bienes de los hogares, asaltaron a los residentes. La familia propietaria de la casa justo frente a la mía no estaba en casa. Un vecino tenía la llave de esa casa. Mientras los soldados intentaban derribar la puerta cerrada de la casa vacía, la vecina que tenía la llave encendió la luz para facilitarles la entrada. El vehículo blindado frente a mi edificio abrió fuego contra su casa durante cinco minutos. Ella no resultó herida, pero su casa fue severamente dañada. Todos nos agazapamos en el suelo cerca de las paredes mientras continuaba el tiroteo con la esperanza de que los disparos no cayeran en nuestros hogares.
¿Podría esta experiencia hacer que las palabras de un padre sobre la no violencia cayeran en el vacío?
Se llevaron a varios jóvenes de un edificio del otro lado de la calle. Fueron conducidos a través de la ciudad y dejados en la calle. Sucedió en un momento en el que en la calle te exponías a que te tiroteasen. Encontraron refugio en una casa cercana y no fueron capaces de volver a nuestra zona hasta tres días después cuando el toque de queda fue levantado por unas horas. Se llevaron a otros hombres que no regresaron por meses.
¿Qué dice esto acerca de influir sobre un niño?
Nos enteramos de los francotiradores y el toque de queda cuando una mujer dos calles más allá salió fuera en la primera mañana de la invasión y recibió un disparo en la cabeza. Dos jóvenes a cuatro cuadras más fueron baleados y heridos en una situación similar. Historias semejantes se oyeron por toda la ciudad.
¿Qué le dice esto a un niño acerca del valor de la vida?
Durante la invasión hubo un corte de agua de una semana. No tuvimos agua corriente durante tres semanas. Estuvimos bajo toque de queda durante nueve meses de ese año. Los jeeps militares patrullaban las calles a lo largo de ese período. Los toques de queda posteriores no fueron cumplidos por los francotiradores, pero las personas que fueron encontradas violando el toque de queda fueron golpeadas, se lanzó gas lacrimógeno a los hogares y se arrestaron personas.
¿Qué dice esto sobre los derechos a un niño?
El día que el ejército israelí se retiró de Ramallah después de la invasión de marzo-abril de 2002 todos los niños de mi barrio, incluido el chico de la planta baja, se reunieron en la calle frente a nuestro edificio y se pusieron a jugar a los israelíes y palestinos. Recogieron casquillos de balas usadas y fingieron que disparaban unos a otros con armas caseras.
Las palabras de un padre encuentran la realidad de la vida.
En los años que siguieron, las incursiones violentas en Ramallah y otras ciudades palestinas continuaron. Vimos que los F-16 bombardearon la estación de policía en el valle, al otro lado de nuestra casa. Los helicópteros Apache llevaron a cabo asesinatos en la ciudad. Los palestinos fueron asesinados regularmente y sin rendición de cuentas. Se normalizaron los bloqueos de las rutas y los puestos de control se volvieron permanentes. Jerusalén fue cerrada desde Cisjordania. Se construyó el muro y se restringió aún más el movimiento. Gaza fue aislada del resto de Palestina. Gaza fue atacada y puesta bajo bloqueo. Miles de personas fueron asesinadas y el mundo apoyó los ataques. La violencia de los colonos creció sin rendición de cuentas. Las redadas nocturnas en las comunidades palestinas eran un hecho cotidiano. Se destruyeron miles de casas palestinas.
Los niños aprenden de la vida.
Educar a los niños para la paz suena bien para los que vivimos seguros, privilegiadamente cómodos, pero los niños ven la realidad que les rodea. Los niños palestinos ven la ocupación militar. Reconocen la violencia inherente a un sistema que los discrimina. Ven que los valores que se enseñan en un curso sobre la no violencia no coinciden con la realidad en la que viven. Los esfuerzos de los padres para enseñarles la «no violencia» funcionan constantemente en contra de la realidad de la vida cotidiana bajo el apartheid.
La idea de que la no violencia debe enseñarse a las personas que viven bajo la ocupación militar violenta y el apartheid es problemática. La idea de que es necesario acabar primero con la violencia de la resistencia a la ocupación y el apartheid legal es problemática.
Estoy a favor de la no violencia por motivos ideológicos, pero mis creencias deben influir en primer lugar sobre mis propias acciones. No puedo dictar a las personas que viven con la injusticia y la violencia qué acciones deben tomar y no puedo decir que no tienen derecho a utilizar tácticas que las leyes de la guerra dicen que son legales, las tácticas que están permitidas a su opresor sin condena. Como persona con privilegios no tengo derecho a dictar a alguien que vive con la violencia estructural y el racismo qué acciones debe tomar hacia su propia liberación.
Los que desde el exterior demandamos acciones no debemos centrarnos en contar a los palestinos cómo liberarse. Más bien deberíamos estar acompañando las acciones convincentes ya existentes que ellos están tomando para desafiar la injusticia. Debemos escuchar a los palestinos y a otras personas que viven con la injusticia, utilizar nuestra ventaja para apoyarlos en sus luchas por la justicia, construir relaciones con ellos, apoyar sus esfuerzos, quebrantar nuestro propio privilegio y trabajar para poner fin a nuestra complicidad con la injusticia.
Aquellos de nosotros comprometidos con la no violencia debemos trabajar por los cambios que van a terminar con todo tipo de violencia, pero debemos comenzar a trabajar para poner fin a la violencia sistémica, estructural que está en las raíces del neocolonialismo y el estado de apartheid en Palestina. Quebrantar ese sistema de injusticia llevará a la desaparición de la resistencia violenta.
Este post apareció por primera vez en Facebook hace 2 días.
Fuente: http://mondoweiss.net/2015/11/instructed-nonviolence-problematic