Traducido por Nadia Hasan y revisado por Caty R.
«La gente está cansada de oír hablar de este asunto» me dijo una vez un amigo, sin rodeos, acerca del conflicto de Oriente Próximo.
¡Háblame de esto!
Como integrante de la primera generación estadounidense de origen palestino, puedo asegurar que no hay nadie más cansado de este conflicto que los propios palestinos. Pero muchos de nosotros no podemos permitirnos el lujo de cambiar de canal o ignorar lo que les sucede a nuestros parientes y amigos.
Los palestinos con graves enfermedades en Gaza tienen prohibido el acceso a cuidados médicos (más de 150 han muerto) y a los niños, cuando van camino de la escuela, los colonos judíos los atacan a pedradas. Hacemos lo que podemos pero siempre nos parece poco. Y aunque somos 100% semitas, constantemente nos lanzan la agotadora calificación de «antisemitas» por denunciar las injusticias.
Este mes se conmemoran el sexagésimo aniversario de la creación de Israel y de la desposesión del pueblo palestino.
Voy a ahorrarme la lección de historia, ya que la realidad ha sido reconocida incluso por los historiadores israelíes, recientemente por el Profesor Ilan Pappe, en 2006, en su libro The Ethnic Cleansing of Palestine (La limpieza étnica de Palestina).
En lugar de eso me gustaría centrarme en el pueblo palestino.
La negación de la identidad palestina ha tomado muchas formas en el arsenal de las relaciones públicas israelíes, desde la utilización de la cultura popular para retratar a los palestinos como terroristas hasta la glorificación mediática del nacimiento de Israel.
En los últimos años, los comentaristas pro israelíes aseguran que, al parecer, nuestros padres no nos aman. Aparentemente, los años de amor y sacrificio de mis padres ilustran que nunca leyeron el manual palestino para padres.
Dejando a un lado el sarcasmo, todo tiene un sentido estratégico: deshumanizar a los palestinos o negar su patrimonio ancestral para que cualquier acción contra ellos no parezca tan infame, incluidas las expulsiones a punta de pistola.
No hay que olvidar que la Primera Ministra israelí Golda Meir señaló en 1969, en una declaración repetida a menudo que: «No existe nada llamado pueblo palestino».
Qué lástima que la Primera Ministra no leyera Historia, ya que ha habido una conciencia colectiva de la identidad única palestina durante milenios. Los antiguos cananeos no se llamaban palestinos, pero tampoco los mesopotámicos se llamaban iraquíes o los celtas irlandeses o británicos. Sin embargo, las raíces son incuestionables y corren profundamente, desde los hallazgos arqueológicos a las leyendas populares.
Otro ejemplo del intento israelí por obliterar el patrimonio cultural palestino es el uso del término «árabe israelí». Nunca he oído hablar de una raza árabe genérica -cada árabe tiene una herencia específica, ya sea palestina, libanesa, argelina, etcétera-. Piensen en Latinoamérica, donde todos hablan el mismo idioma, (español, menos los de habla portuguesa en Brasil) y la mayoría comparte la misma religión (católica). En el mundo árabe, todos hablan árabe y la mayoría son musulmanes. No obstante, cada país tiene su propio dialecto, gastronomía y costumbres. Los mexicanos y los argentinos son diferentes, igual que los palestinos y los egipcios.
Y en cada nación árabe hay incluso más diversidad, desde dialectos y expresiones distintivas hasta características que pueden identificar la región de la que proviene, por ejemplo, una mujer palestina según esté confeccionado el bordado de su vestido tradicional. Los palestinos siempre han tenido una cultura rica y vibrante que les pertenece, antes y después de la creación de Israel.
No hay duda de que los palestinos han sido golpeados por las desastrosas decisiones de sus líderes y la lucha entre facciones de los últimos años. Pero lo que ha permanecido inamovible es el enorme apego a su identidad y la resistencia. Esto es válido no sólo para los palestinos en Palestina sino también para los palestinos de la diáspora.
Ya se trate de la elección de Tony Saca para la presidencia de El Salvador, la nominación del respetado fiscal conservador, el senador John Sununu, para un premio por la revista Time, o del Dr. Motia Khaled Al Asir, a quien se le otorgó la Medalla del Imperio Británico de manos de la Reina Isabel II, las personas de origen palestino siguen poniendo su sello por todo el mundo.
La Torah judía nos enseña que el hombre fue creado a imagen de Dios. Los palestinos nunca han estado ausentes de esta ecuación.
Original en inglés: http://www.jordantimes.com/?news=7766
Sherri Muzher es periodista independiente y directora del sitio web Michigan Media Watch . Ha publicado numerosos artículos sobre Palestina en Palestine Chronicle, Media Monitors Network y Detroit Free Press, entre otras. Este artículo lo escribió para el The Jordan Times.
Nadia Hasan y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y la fuente.