Traducción para Rebelión de Loles Oliván
Los «Documentos de Palestina» revelan absolutamente hasta qué punto los palestinos no cuentan ni con un verdadero liderazgo ni con un socio para la paz. En primer plano figura una «autoridad» sin representatividad dispuesta a poner en peligro la más fundamental de las aspiraciones palestinas ante un colonizador implacable y su imperioso defensor. En segundo plano se encuentra un mecanismo clave para la privación palestina: la industria de la ayuda.
Los palestinos se encuentran entre los pueblos más subsidiados de la tierra. [El libro de] Anne Le Más, La asistencia internacional a los palestinos después de Oslo demuestra cómo tras Oslo se dirigieron a los territorios ocupados de Cisjordania y la Franja de Gaza 8 mil millones de dólares en ayuda entre 1994 y 2006, a los efectos de construir y desarrollar la capacidad de la Autoridad Palestina y, cada vez más, para operaciones de ayuda de emergencia. Gran parte de esta ayuda, se decía, era necesaria a fin de construir las instituciones requeridas para un proceso de paz de dos Estados y para apoyar el desarrollo socioeconómico.
Sin embargo, la industria de la ayuda es un factor clave en el des-desarrollo de Palestina. Los discursos de «la ayuda», «el desarrollo» y «la reconstrucción», protegen la actual ocupación de Israel y su proyecto colonial. Un tercio del presupuesto de la Autoridad Palestina está subvencionado. Además de financiar un sistema político palestino deforme, la industria de la ayuda directa elimina el peso de la responsabilidad de Israel por destruir la vida de los palestinos, sus medios de subsistencia y sus infraestructuras. De este modo, se permite a Israel que concentre sus recursos y esfuerzos en acelerar el empobrecimiento de los palestinos, la expansión de los asentamientos, la expropiación de Jerusalén y la destrucción de Gaza.
Las anteojeras con las que la mayoría de los actores de la industria de la ayuda operan sirven para despolitizar y descontextualizar «la pobreza» palestina. Así se hizo patente en la presentación que llevó a cabo un representante de una agencia de ayuda de Naciones Unidas en una importante Universidad con sede en Londres a finales de 2010. La presentación destacó una serie de iniciativas para alimentar a los indigentes palestinos y para dinamizar la economía de Cisjordania, algunas de las cuales eran réplicas de las que lleva a cabo esa organización en África subsahariana y en el Sudeste asiático.
Tras la presentación, el moderador dejó claro que el orador representaba a una agencia «apolítica» y que, por tanto, «no contestaría a cuestiones políticas». Claro que algunos miembros del público no pudieron resistir la tentación de hacer preguntas «políticas» sondeando la posibilidad de que la ayuda des-politizada juegue un papel apoyando y acelerando el des-desarrollo de Palestina. Ante ello, el orador planteó un dilema preocupante: «La ayuda salva vidas palestinas». Sin duda, no es suficiente que la ayuda «salve» a los palestinos de su propia «pobreza» para que puedan seguir soportando una devastadora ocupación y una brutal desposesión. ¿La elección tiene que ser el hambre, por un lado, y por el otro una supervivencia marginal en la que se disipen las aspiraciones nacionales de libre determinación y del derecho al retorno?
La agencia en cuestión es representativa de la mayoría de organizaciones de ayuda internacional, organismos y proyectos de donantes que sirven a los palestinos, aunque no de todas.
Por el contrario, hay dos organizaciones internacionales que saben cómo cumplir sus importantes mandatos sin des-politizar su labor. La primera es la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA). Al escribir sobre la relación de la UNRWA con Palestina, Randa Farah analiza en qué modo la agencia de Naciones Unidas «es de vital importancia para la lucha nacional palestina» («Precaria pero necesaria: la relación de la UNRWA con los palestinos», Al-Shabaka, 30 de noviembre de 2010). La UNRWA refrenda su obligación a las resoluciones de Naciones Unidas como mecanismo para que se mantenga la visibilidad de los refugiados palestinos y la memoria colectiva, y como organismo que encarna el mandato de los derechos de los refugiados en ausencia de un consenso nacional palestino habilitado. Está claro que, en ausencia de un acuerdo definitivo, la UNRWA desempeña un importante papel de apoyo en el limbo en el que existen millones de refugiados palestinos.
En abierta contradicción con el mandato de la UNRWA está el apoyo brindado a Israel por sus principales donantes: Estados Unidos y la Comisión Europea. Estados Unidos es el mayor donante de la UNRWA (268 millones de dólares en 2009) y el mayor socio comercial y proveedor del ciego apoyo político y militar a Israel. El siguiente es la Comisión Europea (232.7 millones dólares en 2009), quien desempeña un papel importante en la economía de Israel y apoya la investigación militar israelí. El apoyo combinado de Estados Unidos y la UE suman más de la mitad de la financiación anual de la UNRWA. Dentro de los límites de esta contradicción de los donantes y del mandato de la UNRWA, ésta intenta operar con pleno reconocimiento de la realidad política y del contexto en el que trabaja. Es importante destacar que mantiene en el marco de su mandato básico elementos de los derechos y aspiraciones de los palestinos.
A continuación, la Fundación Rosa Luxemburgo (RLF, en sus siglas en inglés) reconoce que las instituciones de la ayuda externa crean dependencia allí donde las organizaciones locales no pueden ejercer y promover sus propias agendas y aspiraciones. RLF reconoce explícitamente el fracaso de décadas de la industria de la ayuda, y que la capacidad social, económica e institucional palestina seguirá disminuyendo sin el apoyo de organizaciones populares y políticas progresistas y sin un programa de desarrollo propiamente palestino.
Un gran número de organizaciones palestinas de la sociedad civil e individuos encarnan las aspiraciones de su pueblo a través del movimiento pacífico Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Quienes apoyan el BDS rechazan el proyecto colonial de la normalización económica y exigen un foro a través del cual expresar sus aspiraciones socioeconómicas y políticas. En armonía con las normas del BDS, las organizaciones de ayuda internacional -y sus donantes- también deben considerar el papel que desempeñan como propulsores del des-desarrollo palestino.
La industria de la ayuda en Palestina debe elegir entre subsidiar ciegamente la opresión o reconocer y poner fin a su apoyo a la misma mediante la adopción del marco de No perjudicar de Mary A. Anderson -un enfoque para el análisis de las interrelaciones entre la ayuda internacional en contextos de conflicto y la dinámica de los conflictos- así como los códigos de ética elaborados por Naciones Unidas, por los donantes bilaterales y por las organizaciones no gubernamentales internacionales y nacionales. Subsidiar una ocupación brutal y una autoridad ilegítima se traduce en aplastar deliberadamente las aspiraciones palestinas y, por lo tanto, las propias herramientas para crear una paz duradera. Como el mundo ha podido ver a través de los «Documentos de Palestina», al despolitizar la ayuda, los donantes y las organizaciones internacionales pueden verter miles de millones de dólares en un proyecto colonial bajo la máscara de crear instituciones y reducir la pobreza. Firme y en marcada oposición con los objetivos declarados de la ayuda a los palestinos está la realidad de sometimiento tan claramente evocada en el «Mensaje a las bases» de Malcolm X: la fachada de un gobierno que satisface un proyecto colonial intransigente forjado sobre la destrucción de los derechos humanos y las aspiraciones nacionales palestinas.
Como primer paso para salir de esta colaboración involuntaria (o premeditada), los trabajadores de la ayuda bienintencionados deben adoptar en el seno de sus organizaciones el marco de No perjudicar a fin de asegurarse de que su labor no sirve únicamente más que para «reconstruir» lo que Israel destruye deliberadamente. Las organizaciones y las agencias de ayuda deben repensar seriamente la afirmación de que su trabajo es «apolítico»; deben hacer público inmediatamente el alcance de los posibles perjuicios causados a través de su cadena de operaciones y esbozar un plan de acción transparente para eliminar el daño potencial en su trabajo. Las áreas que hay que considerar son: la obtención de fondos de países donantes que apoyan la actividad militar o económica israelí, objetivar la «pobreza» palestina a través de materiales escritos o de marketing, trabajar a través de o con agencias del Estado de Israel y explicar cómo la ayuda se emplea en relación con la política israelí y la actividad militar.
Las agencias de ayuda deben tratar de hacer que Israel rinda cuentas política, fiscal y moralmente por la destrucción del pasado y por la que está en curso en lugar de contribuir a formar y perpetuar un liderazgo palestino ilusorio y el des-desarrollo palestino. De lo contrario, las subvenciones masivas de ayuda bajo la máscara del «desarrollo», la «reconstrucción» y la «creación de instituciones» convierte a la ayuda en una industria cómplice de la destrucción deliberada del pueblo al que pretende servir.
*Samir Abdelnur está terminando el doctorado en Administración en la London School of Economics. Su tesis doctoral analiza el papel de las ONG’s y la respuesta humanitaria así como el de la comunidad y la empresa colectiva en la construcción de la paz tras la guerra en Sudán y su desarrollo. Al-Shabaka, the Palestinian Policy Network ha publicado una versión anterior de este ensayo.