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Colaboradores de Rebelión intervienen en el debate (V)

La iniciativa Podemos y el futuro de la izquierda

Fuentes: Rebelión

Textos de Pablo M. Testa, Nacho Mato y del colectivo Ejército de Pancho Villa

Podemos: Primera persona del plural de los verbos Poder y Podar

Pablo M. Testa

A veces nos es complicado observar las diferentes posibilidades que otorga un concepto; nos es complicado ubicar su ida y vuelta en los contextos históricos, sociales, comunes. Reconozco que la observación del Podemos, imperativo o interjección pasional, tanto del verbo Poder como del verbo Podar, no proviene de mi persona, sino de mi gran y admirada amiga Lorena (LolaBlaze), una artista que de la picardía hace arte.

Varias personas me han invitado a que exponga mis incertidumbres, pues son todo incertidumbres, del proceso iniciado por ciertas personas reconocidas (quien más y quien menos) mediáticamente. En muchos casos mi opinión, unas veces contraria al proceso, otras defendiéndolo, ha supuesto algún que otro debate bastante positivo tanto en las «Redes Sociales», como en las Redes Sociales. Esto es: Tanto en la ficticia interconexión internauta, como en la materialidad de la relación comunicativa que se establece entre dos o más dialogantes dentro de un círculo palpable, material… hasta conseguir oler las palabras que surgen en la conversación, en el debate.

También he de reconocer que mi conflicto ideológico es evidente, precisamente esa ambivalencia proyecta esas distorsiones… Sin embargo quisiera exponer mis inquietudes ante la situación general, desde una perspectiva estratégica dentro de una suerte de irrupción social en el panorama político porfesionalizado; dada la politización, más o menos clara, de buena parte de unas vecindades, de unos pueblos, que no sentían como propia la actividad política, y mucho menos la exteriorización de sus convicciones. Esta cuestión creo que es bastante evidente, fundamentalmente en la Comunidad Autónoma de Madrid. Así mismo, la situación contextual de agravio social, de socialización de la penuria y la miseria, hacen que, por cabreo e irascibilidad, los tonos de los planteamientos vayan cambiando, deambulen, y las con-fusiones políticas se den.

Para muchas de las personas que leen estos artículos, que muestran interés por los acontecimientos políticos, muchos de los planteamientos que voy a exponer les parecerán, tremendamente, manidos; sin embargo, no quisiera dejar de lado esa parte del análisis, que además me ayuda a mí mismo a amueblar mis ideas.

En primer lugar, creo que la fórmula estratégica empleada por Podemos ha comenzado (hacia algunos sectores) con mal pie, pues no es Pablo Iglesias quien aparece en sus caras, en su mente, en un imago generado al ver el signo Podemos; sino el personaje Pablo Iglesias, la figuración de una persona, mediáticamente conocida por los y las habitantes de este Estado, pero desconocida políticamente (salvo en Madrid, y ciertos círculos afines y concretos en otros puntos de la Península). Lo mismo ocurre con Juan Carlos Monedero, y no tanto con Íñigo Errejón, Germán Cano o Jorge Riechmann (entre otras), aunque han aparecido, igualmente, en los mass media. La estrategia de la figuración mediática, aun con el postulado de la horizontalidad y la asunción de derrota si no se conseguían las 50.000 firmas, no ha servido para la sociedad militante un llamamiento a la participación, pese a que se han conseguido más de 80.000 (al menos hasta el momento); sino que se ha interpretado -en esos entornos- como un aprovechamiento del contexto para irrumpir en el panorama electoral (aunque la fórmula «irrumpir» pudiera entrar en los planteamientos iniciales de Podemos). Evidentemente, no todo el espectro social (politizado o no; considerado a sí mismo de izquierdas o no), iba a aceptar o a estar de acuerdo con la propuesta de Podemos… Quizás, en algunos sectores, el guiño a IU también generase cierta crispación. Crispación lógica por la actividad (fundamentalmente local) de esta agrupación que, en muchos casos, lo de «izquierda unida» suena a chiste; donde la palabra «izquierda», por sí misma, se «dignifica» por su ausencia. Entiendo que el guiño de Podemos, en este caso, podría estar más vinculado al sector de Alberto Garzón (que aun así no es muy querido dentro de ciertos movimientos sociales, más allá de planteamientos o no electorales -me refiero, por tanto, al discurso-), y las gentes del SAT o al propio Anguita, que a Cayo Lara o Ángel González Álvarez, entre otros. Pero esa jugada es bastante arriesgada por la predominante insatisfacción, a nivel local, que se tiene de las políticas de IU. Sería más positiva una «huida» de IU de esos personajes, antes que una coalición entre un proyecto nuevo y una estructura gastada.

Por otra parte, otra de las cuestiones que pueden suponer un problema de entendimiento entre las bases sociales, y las personas que se dirigen a ellas, incitándolas a organizarse, a pelear por el proyecto Podemos, a construirlo… es el discurso. Hay una cuestión, desde mi punto de vista, que es lo débil, quizás vacío, y pobre del discurso que se esgrime. Soy consciente, totalmente, de que esa pobreza «no es real», sino que el discurso se templa para poder llegar (de forma más o menos populista) a ciertas capas de la población que no poseen o no han querido poseer una concienciación o cultura política (me refiero a cuestiones ideológicas o dialécticas); lo que no quiere decir, como muchas personas siempre tienden a pensar (con malaje), que sean tontas. Ahora bien, creo que, precisamente, la figuración de Pablo Iglesias, o de otros que pululan por Podemos, puede ser una perfecta herramienta para generar otros discursos sin caer en la facilidad-de-discurso en la que se está cayendo. Además, y por otra parte, de las críticas, y con razón, que han suscitado ciertas salidas (quizás irónicas pero entendidas de forma literal) y como él ha expresado, desafortunadas, como la del «lumpen» y «la gente de baja clase social»; que a aquellos que hemos currado con personas de barrios fundamentalmente oprimidos, no entendemos.

Dejando, por un momento, la crítica más negativa al proyecto o a la situación del proyecto, sí quisiera exponer mis planteamientos más positivos hacia éste, que no es una estructura-dada sino una estructura-por-hacer. Además me interesa, precisamente, el verbo último que da mayor sentido al argumentario: El Hacer. Quizás una buena síntesis de lo que vendrá a continuación sea, justamente, incluir este concepto; «cotidianizarlo». No sería de recibo entender el proyecto (y de ser así, aquí habría uno más en la parte «enfrentada», al menos dialécticamente con el mismo) como una cuestión cerrada, únicamente institucional -como ámbito de actuación o de relación-, y cercenadora de otros proyectos (no institucionales) que potencian y fraguan un nuevo devenir, un nuevo marco (esta vez elástico y mutable) de actuación y relación, un mundo diferente y desde abajo. Sería una pena que la movilización se paralizase o se diluyese por la delegación en un único marco de actuación y relación (perdonad la pesadez de estos dos conceptos) institucional o institucionalizado.

Entiendo Podemos como una herramienta, una simple herramienta, enmangada por nostras mismas, las personas que participaríamos en este planteamiento (remarco, todavía por construir). Lo entiendo como una herramienta complementaria y de interrelación con lo que sí creo primordial, que es la lucha fuera del sistema imperante y la conformación práctica y tangible de un nuevo orden de cosas, vuelvo a insistir, desde abajo. Y creo, igualmente, esencial, que las críticas «negativas» son fundamentales como control popular de la propia herramienta (pese a que no se participe activamente en el proyecto), como porque la crítica positiva suele adelgazar el proceso; las flores al echarlas suelen marchitarse tiempo después. Insisto en que si no existe un proyecto de puesta en marcha (que soy consciente de que sí existe y no necesita para proyectarse de la «estructura» Podemos) al margen de lo institucional, en la calle, en los pueblos, en las ciudades…; el proyecto de Podemos no tiene sentido porque recaeríamos, de nuevo, en una delegación que terminará por reatomizar los cuerpos sociales. Insisto en que Podemos sólo es válido para desobstaculizar los caminos y desarticular los aparatos represivos que hostigan constantemente prácticas de formación de realidades «nuevas»; como paraguas para un cambio sustancial y regido por los pueblos y sus vecinos; para que Podemos termine por no ser necesario y desaparecer (como herramienta que es y como constancia de que no es un fin en sí mismo: no es un fin último).

Podemos también puede servir como proclama del «podar» y no sólo del «poder». En este caso, la poda se convierte en necesaria cuando se está (sobre)viviendo dentro de un esquema social que genera desigualdades y muertes (directas e indirectas). Si ellos utilizaron las tijeras para recortar, paulatinamente, las «libertades» o «derechos» adquiridos por nuestros mayores… Sufridos mayores; a lo mejor, haciendo una analogía con la vida en el huerto, es hora de escoger, también, unas tijeras… pero, efectivamente, de podar, para Poder Podar privilegios (reales y no ficticios), cortar patas de alzas y poltronas; para en algunos casos quitar árboles muertos, podres, funestos. Árboles colocados en lugares donde no deberían estar (como quien planta un árbol de grandes dimensiones en un jardín pequeño)… Además, y que sirva como anécdota, me he enterado por televisión que el rey le ha puesto el sueldo a la reina y a la princesa, llegando a cobrar él mismo aproximadamente 300.000€ al año. La noticia hacía hincapié que la Casa Real, que obtiene más de 7 millones y medio de euros de presupuesto, aporta a la Seguridad Social, alrededor de un millón… Y yo pienso, ¿eso es una gran noticia? ¿No sería mejor aporte no darles, directamente, los 7.775.040€ que perciben? ¿Sería un mayor aporte? Eso sí que sería una buena poda.

En fin, mi posible participación en Podemos estará enmarcada y fluirá dentro de estas premisas: Desde las críticas «negativas» que comenté al principio, y las críticas «positivas» que puse en común al final.

Tiempo de urgencias, tiempo de unidad

Nacho Mato

…Si uno se preocupa porque los niños de siete años tengan qué comer, apoyará al sector estatal en ese punto, reconociendo al mismo tiempo que, a la larga, es una institución ilegítima. Sé que a muchos les resultará difícil encararse con ese hecho; en cuanto a mí, la izquierda me critica constantemente por no ser un hombre de principios. Para esas personas, tener principios quiere decir oponerse al sector estatal, aunque en la situación actual esa oposición signifique dejar el poder en manos de organizaciones privadas totalitarias encantadas de ver cómo los niños mueren de hambre…

Noam Chomsky. Sobre el anarquismo, intro cap.8, «El anarquismo, los intelectuales y el Estado».

Humildemente, creo que Carlos Taibo ha sido muy injusto y duro en sus críticas con la candidatura PoDEMOS. Y ello a pesar de que esta iniciativa electoral recoge buena parte de las reivindicaciones surgidas en las plazas desde que estas se pusieran a debatir y gritar su indignación; movimiento social que Carlos apoyó decididamente y con su admirable lucidez impulsó.

Lo primero, me parece injusto porque Taibo la condena recién parida. PoDEMOS nace como un proyecto en construcción, extremadamente abierto y horizontal, por más que Pablo Iglesias lo encarne y defienda en el circo mediático (pocos o nadie podrían hacerlo mejor que él en ese apestoso lodazal). Por eso no veo justo que se lo condene antes siquiera de formular un programa. Y menos de esa contundente manera, y, a pesar de lo que diga él, por veces sarcástica y socarrona.

Pero uno, obviamente, puede condenar cualquier iniciativa que no le guste aún antes de que esta se defina y concrete. Es perfectamente legítimo. Faltaría más. Hasta aquí es sólo una cuestión personal y de tiempos y formas.

La problemática, sin embargo, trasciende. Porque Carlos expresa aquí una actitud bastante extendida en medios anarquistas, y aún «libertarios» (siguiendo el matiz diferenciador que él mismo venía proponiendo; aunque, si le he entendido bien, sobre este particular lo encuentro a él más cerca de la ortodoxia anarquista de lo que se autopercibía): la de asumir el abstencionismo electoral como dogma y la de abandonar sistemáticamente las instituciones como territorio de lucha. Una actitud que, dicho desde cierta afinidad ideológica, creo que es momento de cuestionarse, dadas las circunstancias y el evidente «estado de excepción» socioeconómico que estamos viviendo. Creo que no es tiempo para rígidos anclajes a ideas abstractas y estrategias tradicionales que, visto lo visto, no parecen acabar ni de cuajar en el imaginario colectivo, ni de aportar mucho de cara a, ya no digo la emancipación, sino la simple «manutención» de nuestros vecinos y familiares.

Recuerdo las palabras de Saverio Merlino, al que el tiempo parece dar razón, en sus debates con Malatesta:

Envidio a estos anárquicos. Yo también querría poder nutrir la antigua fe acostumbrada a los triunfos (verdaderamente, no se si a los triunfos, pero ciertamente a las batallas). Yo también querría haber conservado las ideas simples e íntegras de hace diez años. Entonces, también yo me ilusionaría y llamaría al estado de desintegración del partido anárquico un estado de reorganización incipiente. También yo podría decir que sé con seguridad de qué manera -y no de otra- actuará el socialismo. También yo repetiría que el gobierno, todo gobierno, no es sino la organización de la clase privilegiada que oprime al pueblo con las fuerzas del pueblo mismo y que éste, nombrando diputados, delega en ellos la conquista y la defensa de sus derechos. Y cuando hubiera dicho esto, me sentiría satisfecho y esperaría el día de la gran revolución, que debe cambiar la faz de la tierra (pero que tiene el inconveniente, según pienso yo gravísimo, de hacerse esperar demasiado).

Saverio Merlino. Anarquistas y socialistas en las elecciones políticas.

Las traigo a colación porque dan cuenta de un viejo debate dentro del movimiento libertario, y quizá socialista en general, que creo debería superarse con urgencia a día de hoy en las sociedades occidentales demotecnocráticas, dado, insisto, el estado de excepción normalizado y la angustiante neoservidumbre a la que nos intenta someter el Régimen; dada, asumámoslo, nuestra derrota actual. Ya se sabe: e l debate entre las posiciones posibilistas y las utópicas; entre aquellas de intención más analítica y pragmática frente a otras que parecieran, por veces, enfangadas en una suerte de voluntarismo idealista tan impotente como ingenuo. Esto es, entre las posiciones de participación electoral y combate endoinstitucional, y aquellas otras focalizadas exclusivamente en la lucha y organización extraparlamentaria.

En mi opinión, estas deberían ser dos estrategias perfectamente combinadas, más allá de lo contradictorio que pudiera a priori parecer. La contradicción, a fin de cuentas, es la carne de la realidad y no debiera asustarnos. La síntesis es cosa del Poder. Nosotros deberíamos saber habitar la contradicción y saber convertirla en una herramienta de liberación. Después de todo, fue el propio Malatesta quien nos recordaba el sino libertario de tener que vivir en contradicción con nuestros ideales al habitar este mundo capitalista. Todos, o casi todos, por ejemplo, manejamos dinero, y lo usamos para intentar acabar con el capitalismo; es contradictorio, sí, pero necesario. Lo mismo debiera pasar con otros medios y estrategias.

Convendría así pues, clarificar y diferenciar lo que deben ser estos dos vectores combinados de lucha: el social y el parlamentario-institucional; cada uno con diferentes lógicas y subjetividades, con tiempos y espacios propios. La lucha social es, como la niebla, más lenta en su devenir, pero más profunda y global, más firme y auténtica si se quiere. Sugiere estrategias más pacientes y ambiciosas, más dirigidas a nuestra humanidad y comunidad, a nuestra mentalidad y nuestra ética. Debe ser, creo, nuestra prioridad. La otra, como el viento, es más evanescente, más tramposa y condicionada por las exigencias de una alienante agenda mediática que cada vez cambia con mayor celeridad. Es por ello más superficial y llena de inmediateces, más cortoplacista y condicionada (por ello, no debiera generarnos excesivas expectativas). Requiere objetivos más precisos y posibilistas; propuestas que encajen bien en la citada agenda.

La participación en la lucha electoral y en la agenda mediática, no debe traicionar ni hipotecar jamás los objetivos de fondo del cambio social que se quiere favorecer: la igualdad social y la conquista de la capacidad de decisión popular. Debiera facilitar este, jamás entorpecerlo. Creo que esto es algo que tienen meridianamente claro los promotores de PoDEMOS .

Hace muchos años que el anarquismo viene, en general, apostando unicamente por la segunda opción, la extraparlamentaria. Y la derrota es evidente: la descomposición y atomización, la marginalización y aún la condena pública y mediática como «terrorismo» (de un movimiento que es, en sus ideales, lo más alejado a la violencia y el odio que uno pudiera imaginarse), son evidentes signos de ella. Esta derrota circunstancial no humilla (porque nobles son sus ideales y aquello que la anima), pero sí aprieta y ahoga. Como apunta Bustinduy citando a Marx en su artículo » Podemos: la lógica del desborde «: la «fuerza sin frase» de quienes no entienden lo que son, está igual de condenada a la impotencia política que las «frases sin fuerza» de quienes interpretan el mundo sin entrar en contacto con él. En esa impotencia andamos: ricos, muy ricos en principios, que más parecen dogmas, pero pobres, muy pobres, en crédito e influencia social.

¿No sería tiempo ya de replantearse la estrategia? Especialmente si tenemos en cuenta la urgencia y dramatismo de la situación social que vivimos. ¿No sería tiempo ya de probar con otros instrumentos al objeto de alcanzar el mismo fin?

Durante años, también yo desprecié radicalmente ese segundo escenario de conflicto. Pero, visto lo visto, hace ya algunos que creo que no se debe renunciar a ninguno de los dos. El ejemplo de Euskal Herria debería ser bien aleccionador: la construcción de un tejido social consciente, combativo y solidario, no debe acompañarse de la renuncia al control institucional. Y bien que les jode a los fachas! No podemos dejarles las instituciones porque, sencillamente nos machacan: nos criminalizan, nos aporrean y encarcelan (hacen leyes a medida para hacer eso posible), nos quitan el pan y la salud, nos hipotecan antes siquiera de acabar nuestros estudios, nos explotan incluso en nuestra vejez, nos prohiben hasta mendigar…

Al margen de sus ulteriores vergüenzas (quizá motivadas en parte por la flaqueza en este caso del referido sustrato sociopolítico), el inesperado éxito (exclusivamente) electoral cosechado por AGE en Galicia, con más de 200.000 votos sacados de la nada, es también muy ilustrativo de lo que pueden aportar estas iniciativas de frente amplio en el Régimen actual (y más aún aportarían si el resto de las formaciones que se dicen de izquierda supieran leer la situación y tener la altura de miras que los tiempos exigen, favoreciendo ese frente anti-recortes ). La gente del común está más necesitada que nunca de referencias políticas comprensibles, concretas y honestas, que les devuelvan la soberanía secuestrada. Está reclamando con urgencia la unión de todos aquellos que quieren acabar con los recortes y el inhumano y totalitario imperio de los mercados.

Apoyar un candidatura radicalmente democrática y que defiende los intereses y el empoderamiento del pueblo, como es PoDEMOS , aunque sea electoralmente, en absoluto perjudicaría a las marginales iniciativas anarquistas en curso. Su impacto sería nulo sobre ellas. Y sin embargo, quizas fuera mucho lo que, a medio plazo, esta candidatura podría aportar para volver a llenar las neveras de los más desfavorecidos y devolverles casa y asistencia sanitaria. Todos tenemos una parte de responsabilidad a la hora de habilitar todos los medios posibles para ello: para que esos 2.500.329 niños españoles (casi el 30%) que viven bajo el umbral de la pobreza tengan unas condiciones minimamente dignas de vida. Son dos millones y medio de dramas que se imponen a mis principios. Que están mucho más acá. Para mi, como para Chomsky, esto es mucho más urgente que la realización de mis principios ideológicos. La situación es extremadamente grave: un genocidio silencioso. No es momento de andar con contemplaciones ni programas de máximos: la necesidad aprieta: es tiempo de unidad frente a los genocidas.

Obviamente, esto no es sólo cosa de anarquistas o libertarios, pero creo que sí hay que discutirlo en esos medios. Que no se es más anarquista por no votar en un momento dado, o por no llenarse las botas de mierda institucional. Lo que hace a uno anarquista es su espíritu y sus ideales, su honestidad y atreverse a pensar libre de la autoridad: su humildad a la hora de cuestionarse todo (incluso a sí mismo, su pedigree ideológico y sus intereses personales); no querer mandar ni ser mandado, explotar ni ser explotado; su respeto por la dignidad humana y por los demás, y no los medios que elija para luchar por estos. Como dice un amigo: el Término Anarkista que pretende imponer por la fuerza el Anarkismo no ha entendido que a la mayor expresión del orden sólo se puede llegar si lo sientes, jamás desde la imposición. Y para que los demás lo sientan es conveniente empatizar con ellos, dialogar, mezclarse, buscar juntos la verdad y no creerse en posesión de ella. En suma, creo que es tiempo de que el anarquismo suelte su rabia y resentimiento, y se abra al mundo desde su muy digno pasado, cierto, pero también desde la humildad y con mucha más asertividad . Sería bueno para él, para el movimiento anarquista, y sería bueno para todos, porque es mucho lo que al mundo puede aportar. Ya lo decía Pepe Mújica: el poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son. No debiéramos tenerle miedo los que nos conocemos.

Al final me ha salido una pequeña chapa. Disculpad la extensión. No me queda mucho tiempo ahora para resumir esto. Quizás una imagen pueda hacerlo: la de un caballo: la de un enorme caballo con nuestros más sabios y nobles guerreros en su vientre, bien dispuestos a asaltar una Troya que ahora llaman Troika. A las puertas de esta no vamos a preguntar si «se puede», sabemos que PoDEMOS! Así que, organizándonos mientras aguardamos los rayos del alba que anuncien la batalla, juntos, velemos nuestras armas más poderosas: nuestro corazón y nuestra conciencia.

Por una izquierda democrática y combativa. En defensa de la unidad de acción y la generalización de la movilización social

Declaración del Ejército de Pancho Villa

Un grupo de compañeros de Izquierda Unida, ante el creciente debate sobre la unidad de la izquierda, la intensificación de las movilizaciones y sobre cómo acometer las próximas citas electorales, queremos trasladar a la organización, y al conjunto de la sociedad que lucha contra los recortes y por una alternativa a esta sociedad, nuestras modesta aportación.

Estos tiempos han traído a la actualidad la certera idea de Antonio Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». En el Estado español esos monstruos toman la forma de gobierno del PP, abastecido por la cofradía fúnebre que constituye la Troika, sembrando nuestras calles con gasolina en forma de recortes en los gastos sociales, desempleo, represión…

La indignación, la frustración, la rabia, la desesperación… son los sentimientos que están forjando una nueva fuerza en la sociedad, que no termina de materializarse. Y lo más llamativo es que esos brotes de rebeldía se expresan rebasando a las organizaciones que ya existen, cuando no se dan directamente al margen de ellas.

El estallido del 15M en 2011 fue la expresión social definitiva de que nos adentrábamos de lleno en otra época en todos los sentidos. Los cambios económicos y la prolongación de la crisis han transformado el mapa social y político del Estado español. Masivos movimientos de protesta para defender los servicios públicos, como la marea verde y la marea blanca. Movimientos como las PAH y Stop Desahucios con una simpatía abrumadora entre la población. Protestas laborales muy localizadas y en muchos casos desesperadas que encuentran enorme respaldo y solidaridad de la sociedad (minería, limpiezas, astilleros, transporte público…). Han sido las expresiones de la continuación de este conflicto abierto entre la mayoría de la sociedad que se siente agraviada y los gobiernos que se han sucedido desde el estallido de la crisis.

En la experiencia colectiva de buena parte de los activistas y sectores que han participado activamente en las movilizaciones de los últimos años ha quedado marcada por dos conclusiones:

1. Que las luchas decididas y controladas por aquellos que las deben de llevar a la práctica son capaces de lograr resultados concretos. Frente al antiguo modelo «de paz social» y «movilizaciones dirigidas» que como si de un grifo para liberar la presión se tratara, no obtienen resultado alguno y son incapaces de ilusionar a los trabajadores y al resto de los sectores populares. La paralización de la privatización de la sanidad madrileña; las victorias o salidas airosas de numerosos conflictos laborales radicalizados; la paralización de las obras del bulevar de Gamonal; los miles de desahucios paralizados por las PAH/Stop Desahucios… Han alimentado esa sensación plasmada en la consigna: «Sí se puede» frente al antiguo mensaje del «mal menor», de pactos sin lucha, de concesiones…

2. Por otro lado, que es necesario plantear una alternativa a los gobiernos que se vienen sucediendo y sus políticas. El cansancio tras años de movilizaciones y esfuerzos colectivos que chocan contra un Gobierno decidido a aplicar el programa que le dictan la banca y las grandes fortunas (de aquí y de allá), ha dado lugar al convencimiento cada vez más generalizado de que es imposible imponer las reivindicaciones de los distintos movimientos y sectores en lucha sin romper con todos los organismos, partidos y estamentos que de una u otra forma aceptan este sistema social y económico. Es decir, cada vez más personas se interesan por construir una alternativa política a los Gobiernos del PP y también a los del PSOE.

Merece la pena recalcar que si somos consecuentes con lo que IU ha aprobado en su X Asamblea Federal, no podemos tener como alternativa al gobierno de Rajoy un gobierno con quienes dirigieron el gobierno de Zapatero. Es decir, con quienes hicieron una política que despejó el camino al PP. No debemos olvidar que fue el gobierno de Zapatero y Rubalcaba, el que hizo de ariete contra los derechos de la clase obrera, con medidas tan nefastas como la Reforma Laboral y la Reforma de las Pensiones. Estas contrarreformas marcaron la senda del PP, con sólo una diferencia de grado.

El aparato del PSOE, con todo su elenco de cargos públicos profesionales, es parte del problema, sería un suicidio la reedición del «juntos podemos». Claro que juntos podemos, codo con codo los trabajadores y trabajadoras, la juventud… Pero no se puede confundir eso con «codo con codo con Rubalcaba». Necesitamos a esas personas de la clase obrera, que han votado PSOE, no a los dirigentes que les han engañado y han traicionado su confianza una vez después de otra.

Al mismo tiempo, la aparición de «Podemos» refleja que hay un vacío en la izquierda, que hay miles de personas que rechazan la sociedad actual y que no han encontrado un cauce para participar en la lucha política. Si bien es cierto que, como ellos mismos reconocen, es una propuesta creada desde arriba, no es menos cierto que ha tenido una buena aceptación en una parte de la base social de la izquierda, sobre todo en los movimientos sociales. También -y para ser justos- queremos resaltar que la propuesta de primarias «de urgencia» hacia Izquierda Unida -o para sus propias listas- no resulta creíble cuando Pablo Iglesias ha sido designado como dirigente por un grupo reducido de personas y ahora es difícilmente reemplazable. Un frente común de la izquierda que apuesta por la transformación social deberá incluir a muchas más personas, procesos de convergencia, sectores -como el sindical- y organizaciones -las CUP, Anova, Batzarre, CHA…- que la suma de Izquierda Unida y Podemos.

Pero como decíamos, el lanzamiento de Podemos tiene el valor de demostrar que hay una potencialidad revolucionaria que ha surgido en el Estado español en los últimos dos años, y que desde Izquierda Unida no estamos siendo capaces de canalizar -en su conjunto- las luchas, el descontento y las ganas de cambiar las cosas. Miles de los mejores militantes y también muchos simpatizantes de Izquierda Unida están implicados de forma entregada en el trabajo de base y en el impulso de las principales movilizaciones y movimientos de protestas. Tenemos un respeto enorme entre amplias capas de la población, sobre todo entre aquella más gravemente perjudicada por esta grave crisis del capitalismo. Una buena parte de la polarización social se expresa en la subida importante de intención de voto en las encuestas hacia Izquierda Unida y en un aumento de la afiliación. Pero este crecimiento tiende a estancarse cuando choca con una práctica «por arriba» que en demasiados casos ha entorpecido la construcción de la organización en la sociedad «por abajo». Ejemplos como la dirección de IU de Madrid cargando en 2011 con declaraciones contra el 15M o su complicidad con las andanzas de Moral Santín en Bankia; la participación en el Gobierno del PSOE en la Junta de Andalucia aplicando por «imperativo legal» la política económica pactada por el PP y el PSOE con la bendición de la Troika; o la reciente abstención en Extremadura posibilitando la aprobación de los presupuestos del PP de José Antonio Monago. Son parte de la munición ideológica que alimenta la creación de nuevos espacios a la izquierda de nuestro movimiento político y social.

En este contexto, los sectores decisivos de los trabajadores, o de la juventud, ven la insuficiente democracia interna de las organizaciones ya existentes, ven como las viejas direcciones tratan de reducir a la mínima expresión la posibilidad real de que los militantes debatan y decidan la política de las organizaciones. Romper con esa percepción, practicar la máxima democracia interna en la organización, es una condición previa para lograr la máxima participación posible en Izquierda Unida como fuerza indispensable de la transformación social.

Sería un error pensar que IU solo debe de preocuparse de recoger el desgaste del PSOE y el cansancio por los efectos de la crisis, para en última instancia gestionar el mal menor, presentarnos como los que «reducimos» el recorte y que, en vez de cortarnos el brazo, nos cortamos nosotros mismos la mano. La participación en gobiernos como el de Andalucía o colaboraciones con gobiernos municipales como el de Zaragoza, son anticipo de las limitaciones de esta política que en la práctica bendice la política de la dirección del PSOE. Izquierda Unida debemos de transmitir de forma nítida que queremos lograr encabezar una mayoría social que imponga nuevos gobiernos para aplicar un nuevo programa en favor de la mayoría social. Gobiernos que rompan con los límites del imperativo legal apoyándose en la movilización de la sociedad y la desobediencia civil generalizada.

Las encuestas dan a IU un crecimiento electoral importante, lo que demuestra la existencia de esa oportunidad y, también, del riesgo que supone estar más pendientes de las encuestas y las oportunidades a corto plazo que de las tareas que tenemos a medio plazo. No podemos aceptar un papel subalterno, o de bisagra. Nuestra tarea es aglutinar cada gota de agua de indignación, cada arroyo de rebeldía, hasta convertirnos en un río imparable que transforme los fundamentos de la sociedad. Al mismo tiempo debemos mostrar nuestra disposición para confluir con todos aquellos que comparten con nosotros ese objetivo de una sociedad distinta con independencia de las alianzas electorales.

Por todo ello, proponemos a los militantes de IU y a todos aquellos que luchan codo con codo con nosotros que es el momento de pasar a la ofensiva.

1.-Es hora que IU proponga abiertamente que queremos luchar por una nueva sociedad, que tenemos voluntad y garantía de tener fuerza para transformarla. Recuperar el ideal socialista de emancipación de la humanidad, no como un dogma o un modelo del pasado, si no como la incipiente necesidad de construir soluciones colectivas para problemas colectivos.

2.- Proponemos para las elecciones europeas (y en general para todos los procesos electorales) la realización de primarias entre la militancia de IU como modelo participativo, en el que tras un debate de la militancia se elabore y apruebe un programa y se elija a toda la candidatura con un método proporcional.

3.- IU debe retar a los dirigentes del PSOE públicamente, barrio a barrio, pueblo a pueblo para que decidan de lado de quién están. No se puede estar con los que apoyan los recortes, o ponen por delante el pago de los intereses de la banca que el necesario incremento del gasto social.

4.- IU debemos emplazar a los dirigentes sindicales a que cambien de política para recuperar su anterior prestigio o llamar a las afiliados a que, junto a IU, construyamos una corriente sindical que luche unitariamente para poner fin a la política de conciliación e inacción.

5- Es hora de abrir las puertas de IU a toda la gente que quiera participar en este proceso, que IU debe ser capaz de encabezar y estimular. Debemos ayudar a unificar las luchas, extenderlas y darles un empuje hacia adelante, hay que echar al gobierno del PP.

El frente de izquierdas y la unidad de acción.

Es necesario crear un frente de izquierdas que sume a todos en este proceso. Llamamos pues a todos aquellos que quieren cambiar la sociedad a promover esta propuesta, es la hora de participar. Por ser la organización de la izquierda más grande, con más activistas y militantes, somos los responsables de encabezar este proceso que está demandando una parte creciente de la sociedad. La unidad es un sentimiento instintivo de quien sabe que sólo de forma organizada se puede derrotar a un enemigo muy superior en medios culturales, políticos o represivos. Luchar contra ese instinto es como pelearse con molinos a lomos de Rocinante. Al mismo tiempo, somos conscientes de que la izquierda es plural, que las expresiones políticas de las luchas de los últimos años lo son igualmente. Entendemos este Frente de Izquierdas como una oportunidad para construir un proceso participativo desde abajo, que sobre la experiencia de trabajo en común en los movimientos y luchas sociales pudiera impulsar un programa y candidatos comunes. Con la participación de todos los agentes participantes, grupos políticos, colectivos sociales y personas, en la elaboración del programa y la elección de los candidatos.

También queremos remarcar que con independencia de que existan distintas candidaturas y propuestas de izquierdas en las próximas elecciones europeas, estamos obligados a continuar golpeando juntos en los movimientos sociales y de protesta -también en las instituciones si se da el caso-, porque el objetivo es el mismo, parar los ataques, derrotar las políticas de recortes y plantear políticas al servicio de la inmensa mayoría de la sociedad. También pensamos que tenemos que trabajar para que el acuerdo sea posible y por abajo entre todas nosotras para los próximos procesos electorales.

Es necesario dejar paso a la mejor gente que con su ejemplo están a la cabeza de la movilización y que demuestran día a día que la unidad se consigue en la lucha. Es necesario elaborar candidaturas que cuenten con la presencia de compañeros que dirigen estas luchas, que son el azote de la derecha y que con su ejemplo de honradez, compromiso y lucha contra el capitalismo. Como es el caso de la compañera Marina Albiol propuesta por Esquerra Unida del País Valencià para encabezar la lista de Izquierda Unida a las Europeas. Ese sería un primer paso para mostrar a la sociedad que estamos dispuestos a emprender la titánica tarea que describe este manifiesto.

Blog de los autores: http://la-cucaracha.es/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.