Traducción del árabe para Rebelión de Antonio Martínez Castro.
No basta con derribar el obstáculo del miedo al poder para hacer la revolución siempre que entendamos «revolución» en su sentido real de proyecto de liberación nacional y social (sin Hermandades, ni salafismos, ni democracia liberal).
La intifada y el movimiento popular no deben valorarse únicamente en base a las injusticias sufridas por los grupos que la integran y a su historia de lucha contra el poder establecido. Por supuesto hay que tener en cuenta esa lucha histórica y la represión, pero no por ello hay que desdeñar dos principios básicos:
El primero es saber si dicho movimiento popular tiene un programa nacionalista panárabe (qawmi) para liberarse del imperialismo y del sionismo y de sus títeres regionales.
El segundo es saber si el movimiento popular tiene entre sus filas a los dirigentes históricos que defendieron en el pasado dichos programas y que gozan, por tanto, de capacidad de dirigir la lucha en la buena dirección.
Dicho esto, cuanto más vemos el renovado movimiento popular egipcio que va desde Muhammad el-Baradei, agente del imperialismo que dirigió el Comité de Inspección de Armas en Iraq, hasta Amr Musa, hijo adoptivo de Mubarak, del Foro de Davos y de la Liga Hebrea, y cuanto más vemos a Hamdin Sabahi, cáscara naserista vacía de todo mensaje panarabista liberador, más nos damos cuenta de que esa gente son la antítesis del término «revolución» y que mientras se aplique la política de la normalización con la entidad sionista, da lo mismo ser un siervo con traje y corbata, que ser un siervo con barba y turbante.
El Frente de Salvación Nacional (FSN) en Egipto sigue siendo la opción más remota para ser la alternativa de gobierno real de los Hermanos Musulmanes (HHMM).
Tal vez, la difícil búsqueda de una alternativa mejor que HHMM, tras haber enseñado sus cartas, produzca una dinámica de cambio real a largo plazo. La historia no cierra sus puertas, pero la verdadera historia todavía no ha empezado.
El movimiento actual en la escena egipcia, ya sean los HHMM o el FSN, se mueve conforme a los planes estadunidenses para la región. Sin embargo, el hecho de que el movimiento esté en la calle es algo positivo que quizá pueda deparar algún bien.
Por un lado, las masas no siempre tienen razón y, por otro, también es verdad que las masas no perseveran mucho tiempo cuando están en un error. La esencia de las posibilidades de cambio de la Nación Árabe no se puede derrochar, y aunque siempre salen nuevas vanguardias, generación tras generación, nosotros todavía no tenemos una vanguardia que lidere el movimiento popular.
Lo que sucede en Egipto repercute necesariamente en toda la Nación Árabe. Por eso mantenemos la esperanza de que pueda resucitar allí y expandirse un verdadero proyecto de corte naserista cuyos indicios se notarán cuando los dirigentes, de peso y creíbles, que conducen a las masas levanten la voz contra Camp David, contra las instituciones económicas mundiales y contra los sionistas como hizo Abdel Naser. Entonces, podrán hablar de independencia política y económica, de proyectos de crecimiento autónomo y de esos elementos que son irrealizables fuera del contexto de un proyecto nacionalista panárabe.
El Naserismo en Egipto no fue la conclusión de la liberación nacional, no fue el colofón de la independencia, sino que es la condición necesaria. Esa es la lección que aprende cualquier gobernante egipcio honesto desde los orígenes del Nilo. Es más, no puede haber un proyecto nacional democrático en cada región-país del mundo árabe por separado, eso no puede funcionar, o bien el proyecto panárabe, o bien nada.
Fuente original: http://freearabvoice.org/?p=2396