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Entrevista al profesor, escritor y analista político Gilbert Achcar

«La intransigencia israelí empuja a Hamás a la radicalización»

Fuentes: Alternatives International

Traducido para Rebelión por Caty R.

¿La reciente ofensiva israelí contra Gaza otorgará a Hamás un papel preponderante en la sociedad palestina? En esta entrevista realizada por Philippe Marlière, Gilbert Achcar, politólogo franco-libanés, analiza la evolución y la ubicación específica de Hamás en el panorama político palestino.

Más de un mes después de la intervención militar del ejército israelí en Gaza, ¿en que situación se encuentra Hamás (1) desde los puntos de vista político y militar?

Desde el punto de vista de la reacción popular, en primer lugar debemos señalar que es diferente según el lugar afectado: Gaza, Cisjordania o los países árabes del entorno. Una encuesta reciente de una institución palestina ha mostrado un resultado que puede parecer paradójico: tras la agresión israelí, la popularidad de Hamás ha crecido más en Cisjordania que en Gaza. Cuanto más nos alejamos de Gaza, más sensibles son las poblaciones palestinas al acto de resistencia, al hecho de haber resistido a Israel. Cuanto más nos acercamos al centro de los acontecimientos, más enfrentadas están las poblaciones al enorme coste de este tipo de resistencia y más se cuestionan los fundamentos de la estrategia del enfrentamiento violento con Israel. Así, la reacción de la población en la Franja de Gaza es mucho más moderada y menos favorable a Hamás de lo que puede ser en Cisjordania y, con más razón, en los demás países.

Añadiría que el poder que ejerce Hamás cada vez se vuelve más represivo contra los miembros de los demás grupos, no sólo Fatah, sino también la izquierda. El FPLP (2), tradicionalmente bien implantado en Gaza, publicó un comunicado que denunciaba las medidas represivas que ejercía Hamás contra sus miembros. Sus dirigentes explicaron, con razón, que la batalla de Gaza no fue una «victoria», sino un acto de resistencia (sumud), y que Israel, por otra parte, no les había dejado más opciones que resistir o el ejército israelí los habría liquidado.

En el caso libanés, en 2006, la operación militar israelí resultó un auténtico fracaso. Ciertamente, en el sentido estricto del término, tampoco se puede hablar de una «derrota» israelí a la manera de un «Dien Bien Phu» libanés, sin embargo Hezbolá pudo hablar de victoria en el sentido de que el fracaso israelí fue evidente. Las pérdidas humanas del lado israelí fueron mucho más altas que en Gaza -alrededor de 120 soldados muertos por tres en Gaza-. En 2006, los israelíes tuvieron la certeza de que habían perdido una batalla, lo que desembocó en una crisis política y en la creación de una comisión de investigación para explicar las razones del fracaso. No ha sido lo mismo esta vez, pero naturalmente hay que tener en cuenta la desproporción de los medios militares entre ambas partes, mucho mayor todavía que en el caso libanés.

¿Hay reacciones hostiles hacia Hamás por parte de palestinos que consideran que la política de Hamás es la responsable de la intervención israelí?

No, no va tan lejos. Los palestinos saben que el responsable es Israel. Es Israel, apoyado por Occidente, quien se ha negado negociar con el gobierno, elegido democráticamente, de Hamás; un gobierno que por otra parte no ha dejado de moderar sus pretensiones. La participación de Hamás en las elecciones legislativas de 2006 constituyó, en sí misma, un avance significativo, sabiendo que esta organización se había negado durante mucho tiempo a participar en cualquier elección por considerar que era un acto ilegítimo debido a la ocupación israelí. Por lo tanto, la participación de Hamás en las elecciones de enero de 2006 representó un cambio importante. La estrangulación abyecta de la Franja de Gaza por parte de Israel se ha llevado a cabo con la colaboración de los países occidentales. Esto demostró al conjunto de las poblaciones de la región que el apego occidental a la democracia es totalmente hipócrita. Los gobiernos occidentales son partidarios de la «democracia condicionada»; la condición que es que las poblaciones voten en el sentido que les marcan.

Algunos meses después de su victoria electoral, en junio de 2006, Hamás firmó con el Fatah de Mahmud Abbas y otras organizaciones palestinas un proyecto que establecía los principios fundamentales comunes. Esa iniciativa fue totalmente torpedeada por Israel con el ataque que lanzó contra Gaza justo después de la firma del acuerdo. Israel no quiere un entendimiento entre Fatah y Hamás; su objetivo es romper a este último. Algunos dirigentes israelíes abogan por la erradicación pura y simple del movimiento islámico, otros proponen eliminarlo políticamente. En ambos casos, conviene apartar completamente Hamás del cuadro. Un intento de golpe de Estado por parte de elementos de Fatah estuvo apoyado por Estados Unidos. Hamás lo sofocó en su inicio con un golpe preventivo. Este episodio indujo a Hamás a endurecer su actitud: aunque hasta aquel momento intentó gobernar de forma consensuada, entonces se adueñó de todo el poder en Gaza. La última agresión israelí le ha empujado a adoptar una actitud todavía más autoritaria y represiva.

Aunque existe, sin duda, una dimensión religiosa integrista en el centro del discurso y el programa de Hamás, también se puede identificar una dimensión «social». Hamás es el proveedor de servicios sociales diversos en beneficio de la población de Gaza…

Eso es obvio. No puede existir una organización de masas sin acción social. Todos los partidos de masas -de la extrema izquierda a la extrema derecha- proporcionan diversos servicios sociales. Los partidos obreros en Europa eran, en este sentido, «contra-sociedades». Conoces el análisis de Annie Kriegel a propósito del Partido Comunista francés. Las organizaciones se constituyen en alternativa a las instituciones de la sociedad que recusan. Esto puede abarcar, según los casos, desde un club de ajedrez a un dispensario. También es el caso de las organizaciones católicas de masas, que proporcionan muchos servicios y también organizan sus «contra-sociedades» o, al menos, sus «subsociedades». Lo mismo ocurre con organizaciones como Hamás o Hezbolá.

Hamás se enfrenta a la tensión entre su programa constitutivo, que es un integrismo maximalista con una dimensión antisemita evidente, y la realidad de su práctica política como una organización de masas que ha llegado, a través de unas elecciones, al poder, y debe administrarlo. Vemos el mismo fenómeno de tensión cada vez que un partido que tiene un programa de transformación radical accede al gobierno en condiciones no radicales. Sin embargo, teniendo en cuenta su tamaño, Hamás no puede ser una organización monolítica. En Hamás hay corrientes diversas. Algunas son más abiertas a formas de modernización política, a un cierto realismo político, es decir, que quieren dotar a Hamás de un programa que se corresponda con las posibilidades, no una utopía totalitaria…

Esta adaptación llega incluso al reconocimiento de la existencia de Israel… Así, Cheikh Ahmed Yassine, asesinado por el ejército israelí en 2004, y después otros, han afirmado que estarían dispuestos a aceptar la creación de un Estado palestino en los territorios ocupados desde 1967…

Un juramento de reconocimiento es imposible para Hamás y para el movimiento palestino en conjunto. Creo que no se puede pedir a los palestinos que acepten como legítima la fundación del Estado de Israel. Es un Estado que se ha creado como consecuencia de un proceso colonialista. Cualesquiera que fuesen las razones que condujeron a su creación -pienso aquí en la relación invocada entre esta creación y el Holocausto-, para los palestinos sigue siendo un proceso colonial de conquista, de usurpación de su territorio.

Pero existe el reconocimiento de hecho de Israel desde el momento en que se considera que es un Estado establecido permanentemente en la región; hay una adaptación pragmática al orden de las cosas…

Sí, pero eso es otra cosa. En ese sentido, Hamás utiliza diversas fórmulas, como una «tregua de larga duración…» que son maneras, más o menos hábiles, de reconocer que un planteamiento que implicase la coexistencia de un Estado palestino con el Estado israelí sería posible en determinadas condiciones.

Esas condiciones han sido enunciadas por Hamás con bastante claridad: creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967 con Jerusalén como capital y tratamiento de la cuestión del derecho al retorno. Después de largas negociaciones con los dirigentes de Hamás, Jimmy Carter, el ex presidente de Estados Unidos, escribió recientemente: «Los dirigentes de Hamás me han asegurado que ellos aceptarían cualquier acuerdo negociado entre los israelíes y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas que también dirige la OLP, a condición de que dicho acuerdo fuese aceptado por los palestinos por referéndum o por un gobierno elegido de unidad nacional…» (3)

Sí, pero incluso a Fatah, que sin embargo es muy «moderado», desde hace mucho tiempo le cuesta aceptar los dictados de Israel. Eso explica el atolladero del proceso de Oslo (4), con el escollo de la cuestión de los refugiados palestinos. Por lo tanto no se puede esperar que Hamás, que en el plano político está donde llegó la OLP hace más de treinta años, renuncie a principios fundamentales de ese tipo. Si Israel está realmente dispuesto a hacer «concesiones» -que serían «concesiones» relacionadas con lo que consiguió por la fuerza y no con ningún derecho legítimo-, en ese momento se podría esperar que quienes realmente tienen el derecho de su parte -los palestinos- hiciesen las concesiones necesarias. Pero la arrogancia absoluta de Israel, la voluntad de imponer su dictado puro y simple, hacen que todo esté bloqueado. La intransigencia israelí sólo puede empujar a los palestinos a la radicalización.

Se puede señalar también que la imagen de Israel en la opinión pública mundial ha resultado tremendamente dañada por la última agresión. Desde el punto de vista sionista, la derecha israelí ha cometido un error monumental, con el apoyo de la llamada izquierda israelí, el partido «laborista». El viraje hacia la barbarie belicista empezó con la invasión de Líbano lanzada por el Likud en 1982. Se acentuó con la llegada de Ariel Sharon al poder, que sitió Cisjordania en 2002. Desde entonces, la escalada de violencia israelí no ha parado. Tenemos la guerra de Líbano en 2006, que fue la más violenta y brutal que ha lanzado Israel en su historia. Con la agresión contra Gaza, batió un nuevo récord de violencia si tenemos en cuenta la concentración y densidad de los bombardeos. En proporción de la población con el tiempo de los bombardeos, los daños de Gaza son todavía más importantes que los infligidos a los libaneses.

Israel presenta una cara cada vez más arrogante y cruel, la de un Estado que no practica la más mínima contención «humanitaria» en su actuación militar, y por añadidura con una gran cobardía, desde lo alto de la superioridad aplastante de sus medios. Por eso la última agresión ha contribuido a dar un vuelco en la opinión occidental, cada vez más espantada por el comportamiento del Estado de Israel. Lo que en sí mismo es positivo, aunque no hay que olvidar el terrible precio que ha pagado el pueblo palestino.

¿Cuáles son las relaciones de fuerza entre la izquierda palestina, Fatah y Hamás?

Es obvio que Fatah no es una fuerza de izquierda. La izquierda palestina siempre vio en Fatah una fuerza de derecha, desde el comienzo de la resistencia, tras la guerra de 1967. Fatah está bien integrado en el concierto de los regímenes árabes. Está particularmente próximo a los saudíes que son cualquier cosa menos de izquierda, así como al régimen egipcio. La Autoridad Palestina dirigida por Fatah es bien recibida en el Parlamento europeo y en Washington. Ha mantenido sus relaciones con gobierno israelí a pesar de los crímenes abominables que éste ha perpetrado contra el pueblo palestino. Realmente es una derecha cobarde. Después de los acuerdos de Oslo, Edward Said estableció una analogía entre la Autoridad palestina y el régimen de Vichy. Sin embargo, era una exageración comparar a Yasser Arafat con Pétain, pero en el caso de Mahmud Abbas, la comparación tiene fundamento. A pesar de todo, Arafat acabó enfrentándose con obstinación a los dirigentes israelíes y finalmente se negó a aceptar sus imposiciones. Alimentó muchas esperanzas durante los acuerdos de Oslo, pero murió como consecuencia de un largo asedio a su cuartel general en Ramala. La Autoridad palestina bajo Abbas, en cambio, cada vez es más «vichysta» en su reacción a la ocupación israelí. Esto no significa que Abbas represente al conjunto de Fatah.

Durante mucho tiempo, Fatah fue el símbolo principal de la resistencia nacional palestina. En la organización hay de todo, incluidos muchos adversarios de Mahmud Abbas mucho más exigentes que él hacia el ocupante. El Frente Popular del difunto Georges Habache es una organización de origen nacionalista que radicalizó su discurso ideológico a finales de los años 60 adoptando el «marxismo-leninismo». Pero en el fondo, este partido permanece como una corriente nacionalista de izquierda, radical en su antiimperialismo, su antisionismo y su oposición a los regímenes árabes sometidos a Estados Unidos. Sin embargo, el FPLP nunca ha sabido ofrecer una alternativa a Fatah: a menudo se ha colocado detrás de este último en nombre de la unidad nacional -muchas veces en último minuto y después de protestas vehementes- y ha perdido una oportunidad tras otra de captar la radicalización de la parte creciente de la población palestina que rechazaba las capitulaciones sucesivas de la dirección de la OLP. Esto es lo que abrió el camino a Hamás, especialmente a partir de la segunda Intifada que estalló en septiembre de 2000.

La primera Intifada (1987-1990) estuvo dominada al principio por las organizaciones laicas de los territorios ocupados, con un papel importante de la izquierda. A partir de 1988, la dirección de la OLP en el exilio tomó las riendas, y al desviar al movimiento de sus primeras aspiraciones políticas, permitió que Hamás se impusiera paulatinamente. La izquierda palestina rechazó los Acuerdos de Oslo, pero era una oposición blanda, dentro del OLP. Por su parte, Hamás practicó una oposición intransigente. Cuanto más se atascaba el proceso de Oslo por la colonización y la arrogancia israelí, más pudo Hamás arrimar el ascua a su sardina. Además, la corrupción de la Autoridad Palestina establecida en los territorios ocupados también aprovechó a Hamás. Esto explica que en enero de 2006 el movimiento islámico se llevase una mayoría de los votos, lo que le otorgó la mayor parte de los escaños y le permitió formar el gobierno. La izquierda se ha debilitado mucho a lo largo de los años.

Por lo tanto, tenemos realmente dos derechas que se enfrentan en el movimiento palestino. Una, encarnada por Fatah, es laica, pero cobarde en el sentido «vichysta». La otra personificada por Hamás, que es nacionalista, pero integrista en el plano religioso y socialmente reaccionaria.

Desde 2006 aparecieron en Beirut unos carteles rojos en los que aparecen juntos los retratos de Nasser, Nasralá y Chávez. Tras las intervenciones militares en Líbano en 2006 y en Gaza en 2008-2009, ¿crees que resurgirá un «panarabismo» que agrupe a los nacionalistas islámicos como Hamás y las fuerzas laicas de izquierda?

¡Seria un panarabismo muy curioso con Hugo Chávez como mascarón de proa! La hipótesis de un panarabismo que agrupe las fuerzas de izquierda e islámicas no se sostiene. El abismo es demasiado profundo entre estas fuerzas políticas. Si hablamos sólo del sentimiento nacional, de una conciencia nacional árabe, eso también es obvio. El eslogan de los integristas islámicos es: «¡No al nacionalismo, sí al Islam!». Esto indica que el sentimiento nacional panárabe se ha revitalizado con su catalizador tradicional, las agresiones israelíes apoyadas por Occidente. La ocupación de Iraq también desempeñó un papel importante a este respecto.

¿Barack Obama será un actor más imparcial?

¿Más imparcial?… Querrás decir menos parcial… No es difícil ser menos parcial comparado con la administración Bush. Es un alivio saber que el nuevo gobierno israelí no tendrá que tratar con la administración Bush. La relación Sharon-Bush, y después Olmert-Bush han sido desastrosas. Entonces, una colaboración Netanyahu-Bush habría llegado al colmo de la catástrofe. Con Obama, ciertamente, habrá un poco más de voluntad de equilibrio. La cuestión que se plantea, sin embargo es: ¿La nueva administración irá de más allá de la línea que definió la administración demócrata de Bill Clinton? Es un gran interrogante, y el nombramiento de Hillary Clinton al Departamento de Estado más bien hace pensar que no será el caso.

Notas:

(1) Hamás fue creado por el Movimiento de los Hermanos Musulmanes en diciembre de 1987, inmediatamente después del estallido de la primera Intifada, y se ha desarrollado principalmente en Gaza.

(2) El Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP) se fundó en 1967 bajo la dirección de Georges Habache. Es una organización política palestina que combina el nacionalismo árabe y el marxismo. El FPLP se unió a la OLP en 1968 y se convirtió en el segundo grupo en importancia, tras el Fatah de Yasser Arafat.

(3) J. Carter, «An unnecessary war», Washington Post, 8 de enero de 2009.

(4) Los Acuerdos de Oslo son el resultado de un conjunto de negociaciones secretas entre negociadores israelíes y un pequeño número de negociadores palestinos en Oslo en 1993, en el mismo sentido de las discusiones públicas de la Conferencia de Madrid en 1991.

Original en francés: http://alternatives-international.net/article3077.html