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La izquierda libanesa se equivoca en Siria

Fuentes: Jadaliyya

[Original en árabe de Khalil Issa, traducción al inglés de Hanna Petro, traducción al español de Atenea Acevedo]

Cuando la izquierda pierde todos los elementos materiales de su firmeza debido, por una parte, a sus errores y, por otra, a las presiones que la rodean, la base de su lucha suele quedarse con nada más que un discurso ético-político como postura asumida por principio. A final de cuentas, ser de izquierda significa estar del lado de la justicia y en contra de la opresión, del lado de la víctima y no del agresor, del lado del explotado y no del explotador. Esa es la postura moral que nos mantiene como izquierdistas después de la (casi) muerte de la izquierda libanesa como movimiento político organizado.

Hoy, en medio del generalizado movimiento revolucionario de protesta que clama libertad en todos los rincones de Siria y ha enfrentado la terrible represión que hasta ahora causó más de 1.100 muertes y 10.000 personas detenidas, muchas de ellas pertenecientes a la clase trabajadora siria, campesinos y obreros, vio la luz el más reciente memorando de la oficina política del Partido Comunista Libanés (con fecha 20 de abril de 2011) en el que se recuerda al pueblo libanés su derecho «a movilizarse por todos los medios pacíficos y democráticos en pro de las reformas sociales, políticas y económicas, y el combate a la corrupción». Por otra parte, el comunicado no menciona a los mártires ni a las víctimas asesinadas en Siria, pero «desea que el gobierno sirio ponga pronto en marcha todas las reformas planteadas por el presidente Bashar al-Asad».

La ambigüedad en la postura del partido se hace más evidente cuando escuchamos un largo discurso sobre «Siria, que enfrenta un conflicto interno (fitna) atizado por el imperialismo estadounidense e israelí con algunas de las fuerzas colaboracionistas dentro y fuera de Siria que están impregnadas de política reaccionaria». Pero hay algo que escapa a nuestro entendimiento: ¿A qué fitna se refiere el Partido Comunista? ¿Y por qué mencionarlo específicamente, cuando el discurso debería manifestarse en contra de la opresión, el asesinato y el terrorismo? ¿Acaso los miembros de la oposición en Siria, como Michel Kilo, Aref Dalila y Yasin al-Hajj Salih (por cierto, todos ellos «camaradas»), de pronto se volvieron agentes de los «círculos» imperialistas? ¿O es que la absurda teoría del fitna, en sí misma hija de la teoría de la «conspiración» se ha transformado en alternativa a todas las posturas que ha de asumir un partido que, se supone, tendría que ser «el partido del pueblo» por excelencia?

La postura del Partido Comunista respecto a lo que sucede en Siria es fallida tanto en un sentido ético como político. La equivocación radica en el sentido de que, se supone, la política debe servir genuinamente los intereses de las clases oprimidas; la actitud del partido lo hace uno con el liderazgo derechista, pues prácticamente rechaza el cambio exigido por la clase trabajadora, por los obreros sirios, además de que adopta el discurso de la «conspiración externa» del régimen. Lo único que les falta a los camaradas de la oficina política es participar de la propaganda en contra de los manifestantes y referirse a ellos como «conspiradores» o «bandas armadas». Tal es de manera particular el caso una vez que Khalid Hadada, secretario general del Partido Comunista, confirmó de nuevo el papel fundamental de «la conspiración en contra de Siria» en un artículo de su autoría publicado en el diario al-Safir el 28 de mayo pasado. Si rechaza la solución de la seguridad en Siria, también repudia «los intentos de hostigamiento desde el exterior».

En este punto cabe preguntar al camarada Khalid Hadada quién de los manifestantes en Siria está pidiendo hostigamiento del exterior. ¿O es que estas excusas verbales siempre han estado presentes (porque la historia de la intervención imperialista es de sobra conocida y destructiva) para hacernos tener una postura política poco ética que ignora por completo lo que sucede en Siria? ¿Por qué meter así al imperialismo, para que hacerlo ver dónde no tiene lugar? ¿A qué diálogo invita el Partido Comunista mientras, por ejemplo, Azmi Bishara afirma en una de sus recientes apariciones en los medios que «está claro que hay diálogo. Por desgracia, únicamente diálogo sobre la reforma, pero hay una instigación a matar y disparar contra quienes exigen la reforma».

El hecho de que la dirigencia comunista sea derechista hasta este extremo no resume la totalidad del problema. Muchos (no todos, claro) de los izquierdistas libaneses, tanto dentro como fuera del Partido Comunista, están convencidos de que lo que ocurre es Siria es obra de los «salafi» o la conspiración anglo-estadounidense-sionista-saudí-qatarí. La sempiterna fobia a la conspiración se combina con el «sectarismo secular» del que ha hablado el autor sirio Yasin al-Hajj Salih. Ahora muchos izquierdistas repiten el repudio de poetas como Adonis y Safidi Yusuf hacia «la salida de la revolución de la mezquita» o afirman que los hechos no son sino algo «fabricado por Occidente». En este sentido, el sectarismo secular consciente o inconscientemente estimula la sensibilidad de una minoría horrorizada por los gritos de «Alá es grande» y da vida a un elitismo perverso que no percibe «la suficiente consciencia revolucionaria» en las masas sirias. Los camaradas comunistas se jactan de sí poseer dicha consciencia con el mismo mohín de quienes afirman tener las llaves del paraíso. Esto también podría reflejar un desdén de clase expresado por una minoría burguesa dentro del liderazgo hacia los trabajadores y campesinos que mueren bajo la represión.

Lo que se exige constantemente es que la Revolución se alinee con el estándar de una izquierda venida a menos, una izquierda que solo se define por el discurso del «secularismo» (por cierto, valdría la pena preguntar qué pasó con el llamado a «derrocar al régimen sectario»).Si se entiende que la postura regional de Hizbulá, es decir, sus misiles y la resistencia militar frente a Israel, es un tema fundamental que se pierde o se gana al asumir una postura ante lo que ocurre en Siria, no entendemos cuál es la pérdida política que evita el Partido Comunista que, en años recientes, se ha parecido mucho a un espejismo dentro de la escena política libanesa. O quizás hay otros intereses que motivan a la cúpula «comunista» a actuar de esta manera, intereses que nos son desconocidos.

Hoy somos testigos de una izquierda libanesa «secular sectaria» que ha abandonado su deber al vacilar entre una visión nacionalista libanesa y una postura nacionalista árabe en el sentido arcaico de la palabra. Una izquierda intelectualmente floja, políticamente cobarde, folclórica, portadora de una vulgar discurso marxista teñido de oportunismo y no autosuficiente, al grado de adoptar un discurso de injusticia que empieza con el «Occidente imperialista» y termina con el lamento por la «injusticia» cometida por el resto de los partidos libaneses sectarios. Cuando la izquierda no cuestiona las respuestas instantáneas se convierte, en cierto sentido, en una izquierda dogmática. La izquierda libanesa está unida a todos los pueblos oprimidos del mundo, excepto los árabes. Quizás porque los pueblos árabes, en el fondo, siguen siendo «musulmanes», o sea, no son lo suficientemente seculares.

Tanto izquierdistas como comunistas enfrentan un problema de fondo en el sentido teórico: la «libertad» que exigen las reprimidas masas árabes desde el Océano Atlántico hasta el Golfo Pérsico. En sí misma, fue una expresión de la dignidad perdida por gobiernos que ejercen el poder al estilo colonial ‘local’. Reflexionar sobre este asunto reviste hoy más importancia que implorar una y otra vez análisis del mártir Mahdi Amel o el determinismo económico que el propio marxismo ha superado. Muchos comunistas tradicionales ven en el tema de la democracia un asunto «burgués». Desconocen que el derecho al voto, el derecho a expresar una opinión y el derecho de formar partidos políticos nunca fue un concesión «liberal», sino producto de la lucha de la clase trabajadora y el campesinado. Es por ello que desdeñar la libertad política y descalificarla como «libertad burguesa» constituye una actitud que está en la base de la desatención de las demandas de las masas que, antes que nada, exigen dignidad.

Hay, al día de hoy, tres asuntos que constituyen el coqueteo de la «izquierda» libanesa con la derecha: el sectarismo secular que se transformó en política de identidad; la enfermedad del elitismo que desprecia a las clases en lucha, y la ausencia de una renovación intelectual debido a la sordera de los oradores de izquierda que creen tener una respuesta para toda inquietud o queja. Necesitamos una nueva izquierda. A partir de esta premisa hacemos un llamado a los camaradas del Partido Comunista para que sean conscientes del papel histórico que debe inspirar su perspectiva y para que pongan fin a su infantil y completamente «emotiva» relación con su partido establecido… simplemente porque se trata del «Partido Comunista». Lo decimos con la esperanza de que la izquierda vuelva a la izquierda y el Partido Comunista al comunismo. Las circunstancias auguran tiempos difíciles para el Líbano, entonces sí que necesitaremos una nueva izquierda.

http://www.jadaliyya.com/pages/index/1786/the-lebanese-left-fails-in-syria)