Para Izquierda Unida los resultados de las elecciones europeas han sido pésimos. La proximidad de las elecciones generales no ha permitido romper la inercia que de ellas se ha derivado. Tan corto plazo de tiempo ha permitido al Gobierno mantener el estado de gracia sin ningún tipo de desgasteNuestro descenso es generalizado en todo el […]
Para Izquierda Unida los resultados de las elecciones europeas han sido pésimos. La proximidad de las elecciones generales no ha permitido romper la inercia que de ellas se ha derivado. Tan corto plazo de tiempo ha permitido al Gobierno mantener el estado de gracia sin ningún tipo de desgaste
Nuestro descenso es generalizado en todo el Estado y sólo en Cataluña, con el acuerdo ICV y EUiA se ha producido un ligero avance, incluso en relación con las generales.
En Asturias, aunque nos situemos dos puntos por encima de la media estatal, los resultados son igualmente negativos; se da de nuevo un descenso más importante en las grandes ciudades y se resiste mejor en las cuencas y donde tenemos la alcaldía.
Afortunadamente, nuestro peso político se mantiene gracias a la correlación de fuerzas en ayuntamientos y Junta General del Principado que nos hace imprescindibles para el gobierno de los principales ayuntamientos y la comunidad autónoma. Seguramente los acuerdos de gobierno en los ámbitos municipal y autonómico no han tenido demasiada repercusión en los resultados electorales ni positivamente ni negativamente. Por ello, en estos momentos, el principal riesgo para los mismos no está en nuestra organización, sino en la posibilidad de que la FSA interprete que las elecciones nos han debilitado y reaccionen cayendo en la tentación de no cumplir lo pactado; algunas desafortunadas manifestaciones de dirigentes socialistas que pretenden haberse convertido en portavoces de toda la izquierda asturiana, pudiera apuntar en esa dirección.
Sin embargo, debemos asumir que la situación exige un revulsivo en la organización. Tenemos que reconocer que vivimos una crisis que nos obliga a tomar decisiones que eviten la decadencia. El marco adecuado debe ser una asamblea extraordinaria que permita un debate sin límites en toda la organización.
En la fase previa será necesario recabar las aportaciones y visiones de las organizaciones sociales y sectores que pretendemos representar políticamente, muy especialmente las que agrupan a los trabajadores y las que defienden el medio ambiente. En consecuencia, debe tratarse de una asamblea muy abierta. Tras los resultados electorales, tiene que servir para la autocrítica pero, sobre todo, para desbloquear todos los cambios pendientes necesarios para adecuar el proyecto político, la estructura organizativa, el mensaje y los mecanismos de relación con la sociedad, sin que el protagonismo del debate lo tenga la elección de dirección.
A lo largo de nuestros 18 años de existencia hemos ido incorporando visiones a nuestro proyecto que, simplificando, representamos con colores; así, al componente comunista y socialista de la fase de coalición y la defensa de la paz en el momento constituyente se han ido sumando las reivindicaciones medioambientales, la federalidad, la superación de la discriminación por opción sexual De esta manera hemos ido configurando un arco iris y ahora tenemos que definir el grosor (peso político) de cada color, desde el convencimiento de que la redefinición no puede plantearse a costa del rojo que representa nuestra tradición más profunda y la vinculación con los trabajadores.
En este marco, debemos reflexionar por qué lo ciudadanos se movilizan por unas razones (con nosotros) y votan por motivos distintos (a otros), como se puede deducir de la escasa correlación que se ha dado entre las importantes movilizaciones de los últimos años y nuestra parca cosecha electoral.
Igualmente, tenemos que repensar nuestra estructura y mecanismos de funcionamiento. Con la coartada de que éramos un movimiento político y social (lo que nunca fue cierto) combinamos en la práctica lo peor de los métodos de partidos y movimientos sociales.
También tenemos que ver los vínculos de adscripción para, sin perder el concepto de militancia, encontrar fórmulas en un momento en que los condicionantes sociales disuaden del compromiso.
Por eso, si nos centramos fundamentalmente en plantear el cambio o la continuidad de las direcciones, nos equivocaremos. La dirección que debemos elegir será la que mejor represente el proyecto renovado y cuente con más apoyos.
En Asturias, sin miedo a la discusión, además de abordar la fase que nos corresponde como federación en la preparación de la asamblea extraordinaria, afrontaremos una asamblea extraordinaria propia que elija dirección una vez concluido el proceso estatal.
Son estos momentos difíciles, pero nuestros problemas tienen solución si sacamos las conclusiones adecuadas de la situación y construimos una alternativa capaz de conectar con los problemas reales de la gente que necesita un referente de la izquierda transformadora y la oportunidad de participar en su definición.
* Jesús Iglesias es coordinador general de Izquierda Unida de Asturias.