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Yemen

La lenta agonía yemení

Fuentes: Rebelión

Desde hace tiempo el fantasma de la guerra civil se yergue sobre la pequeña nación de la península arábiga, la situación del país, el más pobre de la región, se aproxima al despeñadero, exactamente al mismo donde cayeron Somalia, Afganistán, Irak y Libia. Si los hombres de Ansar Allah, (los seguidores de Dios), de la […]

Desde hace tiempo el fantasma de la guerra civil se yergue sobre la pequeña nación de la península arábiga, la situación del país, el más pobre de la región, se aproxima al despeñadero, exactamente al mismo donde cayeron Somalia, Afganistán, Irak y Libia.

Si los hombres de Ansar Allah, (los seguidores de Dios), de la minoría zaidí, una vertiente del chiismo, liderados por el clérigo Abul Malik al-Houthi, no se imponen en este conflicto Yemen corre el serio peligro de convertirse en otro Estado Fallido.

La mediática e instrumentada Primavera Árabe contó a Yemen como un daño colateral, una víctima no deseada. Para 2011 gobernaba el país Ali Abdullah Saleh, que llevaba treinta tres años en el poder, gracias a su estrecha alianza con el Departamento de Estado y sus vecinos del norte, la familia Saud. La Primavera Árabe diseñada para eliminar enemigos como el Coronel Gaddafi o el presidente sirio Bashar al-Asad y los Ayatolas iraníes, y poder balcanizar todavía más Medio Oriente, arrastró amigos y aliados fundamentales de Washington como el propio Saleh, el egipcio Hosni Mubarak o el tunecino Ben Alí, los que «afortunadamente» fueron, más o menos, remplazados por gentes afines.

Pero la Primavera Árabe se ha empantanado gravemente en Yemen, y todavía no encuentra salida. Tras los diez meses de revuelta el dictador Saleh debió renunciar al cargo en junio de 2011, después de haber resultado herido en un bombardeo contra la casa de gobierno. En una extraordinaria operación gatopardista lo reemplazó nada menos que su vicepresidente Abd-Rabbu Mansour Hadi, que prometió una transición trasparente y tranquila, en ambos casos se equivocó. Su transición trasparente terminó con unas elecciones en las que Hadi, justamente, resultó ser el ganador, claro además de ser el único candidato. La «trasparecía» también generó un paraguas protector sobre el dictador derrocado, ni él, ni toda la corte gobernante antes y después de Saleh, perdieron ninguna de sus prerrogativas, como por ejemplo la de no ser investigados por casos de corrupción.

La transición que no fue trasparente tampoco está siendo tranquila, desde la asunción de Hadi, los muertos han sido miles, según las fuentes se habla de cinco mil, otras de diez mil. El país no ha dejado de vivir en permanente estado de incertidumbre, donde el ejército no ha podido detener las exigencias de los grupos religiosos que pugnan por el poder: la minoría zaidí (47%) y la mayoría suní (53%).

Por su conformación tribal y el fuerte espíritu secesionistas del sur, recordemos que desde 1967 a 1990 funcionaron escindidas la República Democrática Popular de Yemen de inspiración marxista en el sur y la República Árabe de Yemen en el norte, pro occidental, Yemen tiene graves problemas para su integración nacional.

Históricamente el poder central con capital Saná nunca ha podido controlar absolutamente todo el territorio. A estas dificultades casi naturales de integración, hubo que sumarle la reciente aparición de la milicia takfirista agrupados en al-Qaeda para la Península Arábiga (AQPA) que a partir del 2012 ha construido en las montañas cercanas a la capital un verdadero santuario, donde han podido resistir a las incursiones de drones y aviones norteamericanos.

El asedio de los integristas de al-Zawahiri, los constantes atentados y el dejar hacer de los mandos del entonces presidente Mansour Hadi, obligó a las milicias chiitas houtíes a abandonar la mesa de diálogo nacional abierta tras la caída de Saleh y pasar a combatir, no solo a los milicianos de AQPA, sino también a las tropas del gobierno central.

La lucha de la milicia Houtíes o Ansar Allah, liderados por Abul Malik al-Houthi, de quién toman el nombre, provocó en enero último que conquistaran la capital Saná, en el norte de país y otras siete provincias, por lo que el presidente Hadi, se vio forzado a renunciar.

Para esta fecha en Yemen un nuevo grupo participa de esta guerra civil larvada el Estado Islámico, el califa Ibrahim (Abu Bakr al-Bagdadí) ha dado, junto a Libia una particular, atención a la pequeña nación de sur. El avance de Estado Islámico, creando provincias o wilayas no solo en Libia y Yemen sino también en Nigeria (Boko Haram), Argelia (Soldados del Califato), Egipto (Ansar Bait al-Maqdis), Afganistán (Jorasán), Pakistán y Filipinas, no se detiene. Estado Islámico se hizo presente en Yemen después de que una de las ramas de al-Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) jurara lealtad al califa Ibrahim en la provincia de Dhamar.

Vecinos, amigos y enemigos.

Yemen, como durante los años de la Guerra Fría, formó parte del juego político internacional con su división norte y sur, hoy participa de la compleja trama Saudí-Iraní.

Las potencias occidentales, en este caso representadas por Arabia Saudita, no han aceptado la dimisión del presidente Mansour Hadi, por lo que tuvo que desistir del dorado exilio que lo esperaba y volver a investirse de presidente. Hadi se hizo fuerte en la ciudad portuaria de Adén, y desde allí, ahora si formalmente llamó a sus vecinos del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG, Arabia Saudí, Kuwait, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Catar), que es como decir Estados Unidos e Israel y a una reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para ser socorrido.

Los tres atentados suicidas con cinturones de explosivos contra las mezquitas chiíes de Badr y al-Hashush en el barrio de al-Yarraf, en el norte de Saná, ejecutados de manera coordinada durante la oración comunal del viernes 20, que provocó ciento sesenta muertos y trescientos cincuenta heridos, revindicadas por Estado Islámico, hay que adjudicarlos a la intervención saudita en el conflicto interno yemení. Las relaciones entre Riad y el Califa Ibrahim son complejas, por momentos actúan en tándem en otros se enfrentan.

Las mezquitas atacadas son epicentro de reuniones de acólitos y simpatizantes de los rebeldes Houtíes. El tercer atentado suicida que fracasó estaba destinado contra otra mezquita chií en la región de Saada, en el norte del país, bastión Houthi.

Estado Islámico en el comunicado en que se atribuye los atentados declara: «Esto es solo el comienzo que está por llegar. Que los politeístas Houtíes sepan que los soldados del Estado Islámico no descansarán ni permanecerán quietos hasta extirparles». La AQPA había deslindado responsabilidades sobre los atentados.

Entre los muertos de la mezquita de Badr se cuentan dos figuras relevantes del movimiento Houthi, el clérigo al-Murtada bin Zayd al-Muhatwari y Jaled al-Madani, uno de sus altos dirigentes políticos.

En paralelo miliciano de al-Qaeda para la Península Arábiga (AQPA) y secesionistas del sur que actúan en conjunto, atacaron un cuartel policial en a l-Hota, en la provincia de Lahj, cerca de Adén. Allí murieron dos atacantes y veintisiete policías.

Un día antes de los atentados a las mezquitas, aviones de guerra Houtíes bombardearon la residencia donde se encontraba Mansour Hadi, de donde escapó «heroicamente» escondido debajo de un niqab (un velo femenino) para evitar ser reconocido. Ya en un lugar seguro, no se sabe sin con velo o sin él, avisó que sigue siendo el jefe del Estado yemení, además de anular todas las decisiones adoptadas después del 21 de septiembre de 2014, día en el que los houtíes se hicieron con el control de Saná.

En la ciudad de Adén, donde murieron otras quince personas por los enfrentamientos entre las fuerzas Houtíes y del presidente Hadi, cuándo estos últimos intentaron recuperar el aeropuerto de Adén y una base militar próxima.

Los hombres de Ansar Allah conquistaron el domingo la ciudad de Taiz, la tercera del país, y la puerta de entrada hacia el sur por la carretera que une Saná con Adén.

Occidente y su representante en la región, la familia Saud, no puede permitir semejante inestabilidad en Yemen, este país cuenta con mil quinientos kilómetros de frontera con Arabia Saudí, la instauración de Estado Islámico en Yemen pondría en una delicada postura a Riad, que ya los tiene de vecinos en la frontera norte en Irak.

Por otro lado se sospecha que los Houtíes tienen muy aceitadas relaciones con gran potencia regional Irán, por lo que aquí nadie está en condiciones de rendirse. Sumado al interés de todo occidente por la importancia geoestratégica del país prácticamente dueño de estrecho del estrecho de Bab el-Mandeb (La puerta de las lamentaciones), que abre el paso desde el Mar Rojo a Suez y el Mediterráneo a los super petroleros que vienen desde el Golfo Pérsico y su cercanía una treintena de kilómetros con la conflictiva región de Cuerno de África, convierte al conflicto interno yemení en una cuestión clave de la política internacional. Otra cuestión insoslayable en este conflicto, el descongelamiento de las relaciones Teherán-Washington, que podría darle a la región un perfil absolutamente diferente. Mientras la lenta agonía yemení continúa.

 

*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. Colabora con diferentes medios escritos y radiales de América Latina. Dirige en Facebook: «Línea Internacional», «Revista Hamartia» y Revista Archipielago (México), Radio Madre (AM. 530) Radio Gráfica (FM 89.3) Radio Cooperativa AM 770. Anur TV). Colabora con Rebelión  y  El Correo de la Diáspora argentina y Alainet.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.