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La lenta muerte de la ciudadanía israelí

Fuentes: 972mag

Traducido para Rebelión por J. M.

A medida que la derecha consolida su poder en casi todas las esferas de la política israelí, la ciudadanía se transforma en una cuestión de ideología. Los ciudadanos no judíos no son los únicos que sufrirán.

 Miles de judíos israelíes enarbolan banderas conmemorando el Día de Jerusalén en la Puerta de Damasco en su camino hacia el Muro Occidental, Jerusalén Oriental, 24 de mayo de 2017. (Yonatan Sindel / Flash90) 

El concepto de ciudadanía en Israel siempre ha sufrido insuficiencias significativas, ya sea debido a la Ley de Retorno o a las políticas estatales que hacen que el otorgamiento de ciudadanía sea una hazaña extremadamente difícil. La situación actual, por ejemplo, permite al Estado afirmar que los ciudadanos beduinos en el Negev no son ciudadanos en absoluto y que sus tarjetas de identificación azules se les enviaron por error, incluso si ellos y su tribu estuvieron aquí mucho antes de que se estableciera el Estado. Además la situación permite al Estado convencer a su Alto Tribunal de Justicia de defender, una y otra vez, una ley que impide a los cónyuges palestinos, en ambos lados de la Línea Verde. la reunificación familiar.

Lo mismo ocurre con los trabajadores extranjeros y los solicitantes de asilo: son buenos para hacer el trabajo que los israelíes no están dispuestos a hacer, sin embargo se debe evitar a toda costa que obtengan la ciudadanía, al tiempo que les niegan los derechos humanos. Además el Estado ha logrado hasta el momento convencer a la Corte Suprema de que no existe una «nación israelí».

Analizar el estado actual de la ciudadanía israelí no es menos problemático. La ciudadanía, después de todo, no es una cuestión formal limitada a las tarjetas de identificación y documentos. Hay varios estratos de ciudadanía israelí: una para judíos y otra para árabes, una para ciudadanos veteranos y otra para inmigrantes, una para los que viven en el centro del país y otra para los de la periferia, para los que son ricos y para los que no lo son. Los ciudadanos árabes en Israel afirmarán justificadamente que el principio de igualdad -un principio fundamental en cualquier democracia- no se aplica a ellos en muchos aspectos de la vida, lo que infringe sus derechos.

De hecho la «igualdad» no aparece en la legislación ni en ninguna de las leyes básicas de Israel, solo existe en varias decisiones históricas de la Corte Suprema. Además la discriminación de los árabes y otros grupos existe bajo el pretexto de eludir la ciudadanía a través de instituciones nacionales que privilegian a los ciudadanos judíos. Incluso la Ley del Retorno da preferencia a una persona judía que vive en el extranjero sobre al árabe en Israel.

 

Ciudadanos palestinos participan en una huelga general en solidaridad con los palestinos de Jerusalén, Cisjordania y Gaza, en la ciudad norteña de Sakhnin el 13 de octubre de 2015. (foto: Omar Sameer)

Si observamos el concepto fundamental de ciudadanía en lo que respecta a la asignación de recursos -material, simbólico y de espacio- comprenderemos la profundidad de la desigualdad que sufren los ciudadanos árabes. La población originaria, que constituye aproximadamente el 20 % de los ciudadanos de Israel, vive y reside en el 3 % de la tierra israelí. Toda comunidad árabe ha perdido aproximadamente el 7 % de la tierra propiedad de sus residentes antes de la Nakba en 1948, a través de expropiaciones de tierras para «beneficio público», consagradas en leyes y reglamentos aprobados con este mismo propósito.

El Estado ha logrado construir 700 nuevas ciudades desde su fundación, pero no se ha construido ni una sola ciudad árabe. La población árabe de Israel lleva años sufriendo la falta de desarrollo de su infraestructura, servicios y presupuestos. Una nueva ley permitiría la demolición de viviendas árabes a la vez que restringiría la autoridad de los tribunales para interferir. Israel se define como un país judío sujeto a la judaización continua, en el que el árabe se ve como una molestia, un invasor, incluso un extranjero. El ciudadano árabe está totalmente excluido de los símbolos del Estado, a pesar de que se le utiliza como una hoja de parra en sus ceremonias o como una forma de legitimar el Estado a los ojos de sus víctimas.

No solo los árabes

El espacio político es un ámbito adicional en el que podemos analizar la esencia de la ciudadanía frente a los ciudadanos árabes. Los árabes siempre han sido excluidos de los puestos de toma de decisiones. En la política y en la economía han dependido de los judíos israelíes como consumidores de la política, en lugar de productores.

Esta tendencia no ha hecho más que empeorar bajo las políticas formales del Gobierno de derecha de Israel durante la última década. La democracia étnica crea al menos dos tipos de ciudadanía: la del grupo étnico preferido y la de quienes no pertenecen a él. Pero eso no termina con los ciudadanos árabes de Israel. La reducción de la ciudadanía amenaza a todos los que se oponen a las políticas del Gobierno, incluso si constituyen la «crema» del grupo étnico preferido del país.

 El ministro de Educación Naftali Bennett, el diputado David Bitan, la ministra de Cultura Miri Regev y el Primer Ministro Benjamin Netanyahu asisten a una sesión plenaria de la Knéset, el 5 de diciembre de 2016. (Yonatan Sindel / Flash90)

Hoy es mucho más fácil torpedear las actividades políticas básicas mediante la división y el uso de tácticas, la deslegitimación y posicionando a ciudadanos afines contra las personas consideradas traidores israelíes. Eso se hizo con Breaking the Silence y otras organizaciones de la sociedad civil que se ocupan de los derechos humanos. Los ataques a las instituciones culturales que no están dispuestas a renunciar al papel del arte -criticar a cualquier poder, representar la voz de los silenciados, hablar en contra del régimen y la corrupción- es un testimonio del intento de silenciar la libertad de expresión.

Muerte al ciudadano, viva el régimen

Lenta pero segura, la ciudadanía israelí está disminuyendo ante la cruzada de la derecha. La ciudadanía ha sido dañada por un régimen que intenta trazar sus límites de acuerdo con una ideología específica. Y todos aquellos que se desvíen de esa ideología o se opongan a ella tendrán sus derechos comprometidos. ¿Cuál es el significado de restringir el derecho de los ciudadanos israelíes de manifestarse frente a la casa del fiscal general sino un intento de reprimir los derechos políticos que forman parte de nuestra participación cívica?

Después de décadas de «ciudadanía étnica», parece que Israel se dirige hacia la «ciudadanía ideológica». En los regímenes comunistas totalitarios del pasado este tipo de ciudadanía se caracterizó por acabar con la sociedad en beneficio del Estado y el Estado en beneficio del partido. Por lo tanto la ciudadanía se niega por completo con el propósito de enaltecer el régimen y sus símbolos.

Díganme que esto está lejos de suceder en Israel por alguna razón u otra y les diré: ninguna otra situación puede surgir de las políticas de la derecha, solo la ciudadanía ideológica en la que el régimen vivirá y el ciudadano perecerá. La ley del Estado-nación será solo el primer paso constitucional hacia este tipo de ciudadanía. Porque todo nacionalismo ciego que se santifique a sí mismo enseguida oprimirá a todos aquellos que se atrevan a ponerlo en tela de juicio, especialmente desde dentro. Los judíos ya han estado en esta situación, como víctimas.

 Marzuq Al-Halabi es jurista, periodista y autor. Él escribe regularmente para Al-Hayat. Esta publicación se publicó originalmente en hebreo en Local Call.

Fuente: https://972mag.com/the-slow-death-of-israeli-citizenship/130212/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.