Traducido para Rebelión por LB
Hasta aquí hemos llegado. No se deje engañar por eso que nos gusta llamar la relativa calma que se vive por estos lares. Cuando la noche del lunes el parlamento israelí aprobó la ley anti-boicot cambió el rumbo de la historia del Estado de Israel.
En tiempo real un punto de inflexión de gran trascendencia puede pasar prácticamente desapercibido. Pero si la Ley de Boicot resiste las impugnaciones presentadas en la Corte Suprema de Justicia de Israel por organizaciones defensoras de la paz y los derechos humanos, entonces todo habrá terminado, empezando por la propia democracia.
Benjamin Netanyahu, Ehud Barak y otros 10 ministros del gabinete ya son conscientes de ello y por eso no se presentaron a la votación.
Se mantuvieron alejados porque saben que [la ley anti-boicot] es una mancha que puede acabar siendo indeleble. La Ley de Boicot es la prueba del nueve de la democracia israelí, la piedra de toque del fascismo israelí. Es un test para los moderados de todo el mundo que se preocupan por el futuro de este lugar.
P. ¿Qué tiene de malo esta ley?
1. La medida cercena de varias maneras la libertad de expresión política en Israel, estableciendo unos precedentes potencialmente significativos y peligrosos. Permite que cualquier persona se convierta de facto en una cuerpo privado de policía facultado para denunciar a cualquier persona o grupo al que el demandante acuse de haber participado en, o simplemente apoyado, cualquier actividad que en opinión del denunciante constituya un boicot contra Israel, contra los asentamientos [judíos construidos ilegalmente en territorio palestino], o incluso contra cualquier ciudadano israelí, sea cual fuere el motivo.
2. La nueva ley elimina la distinción jurídica entre los asentamientos e Israel propiamente dicho, y considera cualquier boicot dirigido contra bienes producidos en los asentamientos como acciones perjudiciales para el Estado de Israel.
3. Yinon Eyal, el apolítico asesor jurídico de la Knesset, ha dictaminado que la laxa definición que hace la ley del concepto «boicotear al Estado de Israel», junto con su cláusula de «infracción civil», o cláusula todo-el-mundo-puede-denunciar, puede poner en peligro la libertad de expresión en cualquier debate público sobre el futuro de Cisjordania. Antes de la votación del lunes Yinon afirmó que la ley puede ser aplicada contra boicots selectivos «cuyo objetivo es influir en el debate político sobre el futuro de Judea y Samaria(1), una controversia que se ha mantenido en el centro del debate político de Israel durante más de 40 años».
4. El efecto de la ley podría ser devastador para los esfuerzos de todas las organizaciones y de muchas personas que trabajan a favor de la paz palestino-israelí y por las libertades y la mejora de los derechos humanos en Israel y en los territorios palestinos ocupados. Las feroces campañas anti-ONG de Im Tirtzu y otros grupos podrían escalar hasta convertirse en una ofensiva jurídica en toda regla que arrastre repetidamente ante los tribunales a las personas y organismos denunciados y les haga incurrir en costes legales prohibitivos.
P. ¿A quién beneficia todo esto?
Para la extrema derecha todo es ganancia. En primer lugar, está la formulación jurídica, a través de la cual Israel se anexa de facto y sin alharacas los asentamientos y, al hacerlo, reconoce que los asentamientos se han anexionado el Estado de Israel.
En segundo lugar, cuanto más indefendible sea la ley, cuanto más antidemocrático sea su espíritu y más delirantes sean sus disposiciones, más intenso es el regocijo en el seno del núcleo de poder del movimiento pro-asentamientos. Además, eso hace que aumente la probabilidad de que la ley sea tumbada por el Tribunal Supremo -vilipendiado por la extrema derecha y por los ultras religiosos-, contribuyendo así a aumentar el prestigio de quienes azuzan a la gente contra la Corte.
P. ¿Quién lucha contra la ley?
La organización Gush Shalom presentó el martes en la Corte Suprema la primera impugnación legal contra la nueva ley.
La Asociación por los Derechos Civiles de Israel, la Coalición de Mujeres por la Paz, Médicos por los Derechos Humanos, el Comité Público contra la Tortura en Israel, y Adalah, el Centro Legal por los Derechos de las Minorías Árabes de Israel, también han anunciado que van a impugnar la ley en el Tribunal Superior. Paz Ahora y el movimiento de Solidaridad (Sheikh Jarrah) han comenzado a recoger miles de compromisos personales de personas que se declaran favorables a boicotear los asentamientos.
Un número de organizaciones judías estadounidenses han condenado el proyecto de ley, especialmente la Liga Anti-Difamación, que por lo general se suele abstener de criticar la política y acciones del gobierno israelí. El presidente de la ADL, Abraham Foxman, dijo que el proyecto de ley hacía flaco favor a la democracia israelí. Entre los grupos estadounidenses que han denunciado la ley se encuentran también J Street y Ameinu.
P. ¿Cómo osa llamar a esto un paso más de Israel hacia el fascismo?
En eso apenas me diferencio del resto de la gente aquí, en el sentido de que aprendo con la experiencia. Estoy aprendiendo cosas sobre el fascismo paso a paso. «Ahora me dicen», pienso para mí. Estoy aprendiendo que el éxito del proyecto de la ley anti-boicot constituye un ejemplo de manual del suave atractivo, del brillante disfraz, de la infinitamente adaptable pericia sobre el funcionamiento de los mecanismos de la democracia que ayudan a explicar el avance del fascismo en nuestro tiempo. Así que esto es lo que he descubierto hasta ahora:
Al principio no tiene la pinta de ser fascismo. Y por eso funciona.
Al principio, para personas con los nervios sangrantes, desgarrados y completamente alterados tras generaciones enteras empuñando las armas, librando guerras y trayendo al mundo hijos que tendrán que combatir en nuevas guerras y que entre una y otra guerra habrán de padecer caos, traumas, furia, dolor y penurias, para esas personas el fascismo puede parecer como un remanso. Puede sonar como verdadera placidez. Se trata de un error comprensible. ¿Con qué realidad pueden compararlo estas personas?
A las personas que se sienten vejadas y satanizadas por sistema este nuevo rumbo que hemos tomado les puede parecer la libertad. Por eso es que [el fascismo] funciona en un lugar como éste. A medida que acelera su paso, el fascismo es sólo otra palabra para decir que no hay nada que perder.
Tengo amigos cuyos medios de sustento dependen de mantener la idea de que la democracia en Israel es tan sólida como siempre, que si es atacada solo lo es por parte de enemigos extranjeros y domésticos. Ahora siento pena por ellos. Van a tener que descartar o minimizar o ignorar la ley anti-boicot. Van a tener que fingir. Al principio podían confiar en que nadie se diera cuenta o se preocupara. No es, como se suele decir, algo endiabladamente probable. El fascismo, la construcción humana que es, tiene sus días buenos y sus días malos, y el lunes fue para él el mejor día de todos.
Y eso no sólo porque ese día comenzó con Glenn Beck siendo recibido en la Knesset por diputado del Likud Danny Danon, el repeinado Sombrerero Loco de los aspirantes al Tea party de Israel.
Lo importante es cómo terminó el día.
P. ¿Qué nos espera a partir de ahora?
Una ristra de nuevos proyectos de ley a partir de la próxima semana, cada uno de ellos diseñado para ahogar el debate, amordazar la protesta, castigar las críticas y/o consolidar el imperio de la derecha. Lo primero: volver a presentar un proyecto de ley para crear comités McCarthystas que investiguen a las organizaciones juzgadas como izquierdistas. El correspondiente proyecto de ley fue retirado inicialmente por falta de apoyos en la Knesset, pero animados por el éxito de la Ley anti-boicot los patrocinadores del proyecto de ley McCarthysta ahora creen que pueden conseguir aprobarla.
P. ¿Atisba usted algún motivo de esperanza?
Paradójicamente, la Ley anti-boicot puede acabar siendo un desastre para sus principales promotores, el movimiento de los colonos. En primer lugar, está la cuestión económica. Aunque da la impresión de que la ley anexiona de facto a Israel los territorios [palestinos ocupados], borrando cualquier distinción legal entre Israel propiamente dicho, Cisjordania y Jerusalén Este, por sí sola puede hacer que se inicie un boicot mundial sin precedentes contra los bienes producidos en los asentamientos. Y gracias al lenguaje indiscriminado de la ley anti-boicot, a su veneno escrito con humo en espejos deformantes, el boicot puede extenderse también al Golán, en particular a los vinos Yarden.
Pero lo que de forma más efectiva podría obstaculizar la marcha hacia el fascismo de Israel son las incipientes dudas entre los partidarios de leyes de este jaez. Se los podía oír el martes, encabezados por el ministro de Finanzas del Likud, Yuval Steinitz, obligado por la ausencia de Netanyahu y Barak a defender la ley por su cuenta.
Con aire dolorido y victimista, el ex activista de Paz Ahora condenó los boicots como algo intrínsecamente antidemocrático e ilegítimo. En palabras tan dignas de análisis como cualquiera de las del texto de la propia Ley anti-boicot, Steinitz definió los boicots como «un agresivo intento de imponer la voluntad de uno mismo a un público que piensa de manera distinta».
NOTA:
(1) Judea y Samaria: Cisjordania, en la jerga sionista.